FRAY LUIS DE LEÓN

CANTAR DE CANTARES. EXPOSICIÓN DEL LIBRO DE JOB

La Biblia, cuyo nombre griego es plural, significa los libros. Es, de hecho, una biblioteca de los libros fundamentales de la literatura hebrea ordenados sin mayor rigor cronológico y atribuidos al Espíritu, al Ruach. Abarca la cosmogonía, la historia, la poesía, las parábolas, la meditación y la ira profética. Los diversos autores corresponden a diversas épocas y a diversas regiones. Son, para el piadoso lector, meros amanuenses del Espíritu, que determina cada palabra y, según los cabalistas, cada letra y su valor numérico y sus posibles o fatales combinaciones. El más curioso de esos textos es el Libro de Job.

Froude en 1853 predijo que este libro, llegado su debido tiempo, sería considerado el más alto de cuantos han escrito los hombres. El tema, el eterno tema, es el hecho de que un justo pueda ser desdichado. Job, en su muladar, se queja y maldice y sus amigos lo aconsejan. Esperamos razonamientos, pero el razonamiento, propio del griego, es ajeno al alma semítica y la obra se limita a ofrecernos espléndidas metáforas. La discusión es ardua y porfiada. En los capítulos finales, la voz de Dios habla desde el torbellino y condena por igual a quienes lo culpan o lo justifican. Declara que es inexplicable y de un modo indirecto se compara con sus más extrañas criaturas, el elefante (el Behemoth, cuyo nombre, como el de la Escritura, es plural, ya que significa animales, por ser tan grande) y la ballena, o Leviathan. Max Brod, en Paganismo, judaísmo y cristianismo, ha analizado este pasaje. El mundo estaría regido por un enigma.

La fecha de la redacción es incierta. H. G. Wells escribió que el Libro de Job es la gran respuesta de los hebreos a los diálogos de Platón.

Publicamos aquí la versión literal de Fray Luis de León, su explicación de cada versículo y otra versión en verso endecasílabo y rimado, al itálico modo. La prosa de Fray Luis es, por lo común, de una serenidad ejemplar; el original hebreo le impone aquí música de violencias. Cuando oye la trompa dice: «¡Ha!, ¡ha!, y de lueñe huele la batalla, el ruido de los capitanes y el estruendo de los soldados».

Esta biblioteca incluye asimismo el Cantar de los cantares o, como traduce Fray Luis, Cantar de cantares. Lo define como égloga pastoril y le da un sentido alegórico. El esposo, proféticamente, sería Cristo; la esposa, la Iglesia. El amor terrenal sería un emblema del amor divino. Quizá no huelga recordar que la más encendida obra de la lengua castellana, la de san Juan de la Cruz, procede de este libro.