MAURICE MAETERLINCK
LA INTELIGENCIA DE LAS FLORES
Aristóteles escribe que la filosofía nace del asombro. Del asombro de ser, del asombro de ser en el tiempo, del asombro de ser en este mundo, en el que hay otros hombres y animales y estrellas. Del asombro nace también la poesía. En el caso de Maurice Maeterlinck, como en el de Poe, ese asombro fue el del horror. Su primer volumen de versos, Serres chaudes (1889), enumera vagas cosas que inquietan: una princesa que sufre hambre en su torre, un marinero en el desierto, un lejano cazador de alces que cuida a los enfermos, aves nocturnas entre lirios, el olor del éter en un día de sol, un vagabundo sobre un trono, antiguas nieves y antiguas lluvias. Estas enumeraciones provocaron la fácil parodia del doctor Nordau, cuya colérica diatriba Degeneración prestó excelentes servicios como antología de los escritores que denunciaba. El arte tiene el hábito de justificar y de preparar los hechos que narra; Maeterlinck, en sus dramas, nos muestra deliberadamente cosas extrañas que se imponen a la imaginación y que no se explican. Los protagonistas de Les aveugles I (1890) son dos ciegos perdidos en un bosque; en L’intruse, de la misma fecha, un hombre anciano siente los pasos de la muerte que va entrando en la casa. En L’oiseau bleu (1909), el pasado es un recinto que habitan inmóviles figuras de cera. Fue el primer dramaturgo del simbolismo.
Maeterlinck, al principio, explotó las posibilidades estéticas del misterio. Quiso descifrarlo después. Más allá de la fe católica de su infancia, indagó lo maravilloso, la transmisión del pensamiento, la cuarta dimensión de Hinton, los singulares caballos de Elberfeld, la inteligencia de las flores. Las ordenadas e invariables repúblicas de los insectos le inspiraron dos libros. Plinio ya había atribuido a las hormigas la previsión y la memoria. Maeterlinck publicó La vie des termites en 1930. El más famoso de sus libros, La vie des abeilles, estudia con imaginación y rigor los hábitos de un ser famosamente celebrado por Virgilio y Shakespeare.
Maurice Maeterlinck nació en Gante en 1867 y murió en Niza en 1949. En 1911 obtuvo el Premio Nobel.