31
La última vez que había llorado tanto fue cuando el enfermero me obligó a apartarme de la cama de papá durante sus últimos momentos. No era agradable presenciar cómo luchaba por exhalar su último aliento.
—No está muerta —dijo Blake. Parecía aliviado—. Todavía está viva.
La sangre y las lágrimas se mezclaban en mi cara. Los sollozos me obstruían la garganta, dejándome sin habla. Dee seguía viva. A duras penas. Su luz continuaba parpadeando suavemente, pero Adam…
Ay, Dios. La luz de Adam se había atenuado y no brillaba más que una bombilla a punto de fundirse. Podía ver la forma de sus manos y piernas. Su cara también era perceptible, al igual que el resto de su cuerpo. Parecía la pálida y traslúcida cáscara de un humano. Bajo la cáscara semitransparente se veía una red de venas plateadas. Me recordó a una medusa.
Adam estaba muerto.
Unos silenciosos sollozos me rasparon la garganta hasta que me quedó tan ronca y dolorida que apenas podía respirar. Todo era culpa mía. Yo había confiado en Blake cuando Daemon prácticamente me había rogado que no lo hiciera. Me había hecho amiga de Dee y ella había sabido que algo iba mal porque me conocía. No había matado a Adam con mis propias manos, pero lo había conducido a eso. Había muerto intentando protegerme.
—Calla —me susurró Blake mientras me soltaba y me daba la vuelta—. Tienes que calmarte. —Me pasó una mano por la mejilla—. Vas a ponerte enferma.
—No me toques —dije con voz ronca apartándome de él—. No te… acerques… a mí.
Se puso en cuclillas y me observó mientras me arrastraba hacia Dee. Quería ayudarla, pero no sabía cómo. Miré a Adam y me quedé sin aliento. Sin saber qué más hacer, me interpuse para que Dee no pudiera verlo. Era lo único que podía hacer.
Apenas cinco minutos después, la puerta de un coche se cerró fuera. Blake se puso de pie con fluidez y se acercó a mí de forma amenazadora. Me puso una mano en el hombro y entonces su móvil pitó. Me estremecí, pues sabía lo que esperaba al otro lado de la puerta.
Pero lo que no me esperaba fue la llamarada de calor que irradió de mi obsidiana. Levanté la cabeza.
—Arum…
Blake me clavó los dedos.
—Quédate quieta.
Oh, Dios mío… Miré a Dee. Era vulnerable, una presa fácil. La puerta principal se abrió. Se oyeron unos pasos pesados en el pasillo y la obsidiana me abrasó la piel. Levanté las manos temblorosas y saqué la piedra.
Vaughn fue el primero en entrar. Enarcó las cejas al posar la mirada en los cuerpos que había a mi lado.
—Blake, ¿qué ha pasado aquí?
Sentí que Blake se ponía tenso, pero no aparté la mirada de los dos Arum que entraron detrás de Brian. Uno era Residon y el otro se parecía mucho a él. Sus ojos codiciosos estaban al descubierto y fueron directamente hacia Dee. Me volví, sintiendo que se me erizaba el vello de la nuca.
—He tenido que defenderme o me habrían eliminado. No tenía otra opción. —Blake carraspeó y, cuando volvió a hablar, parecía confuso—: ¿Dónde está Nancy?
—Esto no tiene nada que ver con Nancy. —Vaughn se pasó un largo dedo por la frente—. Dices eso muy a menudo, Blake. Siempre hay opciones. Sin embargo, no se te da nada bien buscarlas. —Se volvió hacia los Arum—. Llevaos al muerto. Mirad a ver si podéis obtener algo de él.
—¿El muerto? —dijo Residon con una voz rasposa—. Queremos a la que aún está viva.
—No. —Mi voz sonó áspera e irregular—. ¡No! No pueden quedarse a ninguno. No pueden tocarlos.
Residon se rió.
Vaughn se arrodilló delante de mí y ahora, al tenerlo tan cerca, vi el parecido.
—Esto puede ir de una de estas dos maneras: o vienes con nosotros por tu propia voluntad o se los entrego a estos tipos. ¿Entendido?
Miré a los Arum.
—Quiero que ellos se vayan primero.
—¿Estás negociando? —Vaughn se rió mientras levantaba la mirada hacia su sobrino—. ¿Lo ves? Eso es lo que debes hacer cuando se te presenta algún imprevisto.
Blake apartó la vista, apretando los dientes.
—¿Qué quieres decir con que no es asunto de Nancy?
—Eso mismo.
Un estremecimiento sacudió el cuerpo tenso de Blake.
—Si no la entregamos, van a matar…
—¿Te parece que me importe? ¿En serio? —Vaughn soltó una carcajada mientras se ponía en pie y volvió a concentrar su atención en mí. Se apartó la chaqueta dejando a la vista una pistola—. Residon, coged al muerto y deshaceos de él.
¿Llevarse su cuerpo para que Ash y Andrew tuvieran que enfrentarse a lo mismo que Daemon y Dee? Sin cuerpo, sin sensación de conclusión. Mi cerebro desconectó.
Lo que surgió en mí, reemplazando la pena y la impotencia, fue algo primario y antiguo. No solo de origen extraterrestre, sino una combinación de ambos: exterior y orgánico. Tomé aire, pero había algo… más. Las partículas que nos rodeaban (átomos diminutos pero poderosos, demasiado pequeños para verlos a simple vista) se iluminaron mientras danzaban en el aire y luego se quedaron congeladas. Emitían un deslumbrante resplandor blanco, como si fueran un millar de estrellas titilantes.
Inhalé y vinieron hacia mí, a toda prisa, cayendo como estrellas fugaces. Se amontonaron y giraron, rodeando mi cuerpo y los que yacían en el suelo. Me puse en pie mientras se unían, posándose en mi piel y atravesándola hasta que se fundieron con mis células. Todo mi cuerpo aumentó de temperatura, mezclándose con la rugiente marea de emociones que se había apoderado de mí.
Ya no era solo Katy. Algo, alguien más, se movía en mi interior. Otra parte de mí que se había separado meses atrás, en Halloween, había regresado.
Los Arum fueron los primeros en sentirlo. Adoptaron su verdadera forma: sombras altas e imponentes, densas y turbias como aceite oscuro. Iban a morir.
—¡No la matéis! —gritó Vaughn mientras desenfundaba su pistola y me apuntaba—. Mira, niña, no querrás cometer ninguna imprudencia. Piénsalo bien.
Él también iba a morir.
Blake retrocedió. Su mirada iba de su tío a mí.
—Dios santo…
En el fondo de mi mente, sabía que había algo más alimentando ese poder… alguien más desde el exterior. Fue como aquella noche en el claro. Lo que había en mí se había unido por completo con mi otra mitad. Me elevé en el aire. Ya no los veía en color, solo en un tono blanco teñido de rojo.
—Joder —masculló Vaughn. Le tembló el dedo—. No me obligues a hacerlo, Katy. Vales mucho dinero.
¿Dinero? ¿Qué tenía que ver el dinero con eso? Pero me daba igual. Recibí gustosa la sensación que me invadía. Mi vista cambió, se empañó y se estremeció. Incliné la cabeza hacia un lado. El aire se llenó de electricidad estática, que devoró el oxígeno. Blake jadeó y cayó de rodillas.
Los Arum se elevaron, dieron media vuelta y se lanzaron hacia la puerta. Sus negros tentáculos se extendieron tras ellos derribando muebles y tirando al suelo marcos de fotos. Se detuvieron en seco.
—¿Os marcháis ya? —dijo una voz profunda y furiosa desde la entrada—. Me ofendéis.
Daemon cambió a su verdadera forma y eliminó al primer Arum con una descarga seguida de otra… y luego otra. Fragmentos del Arum se separaron y flotaron más y más alto hasta desaparecer en forma de pequeñas volutas antes de llegar al techo.
Atraje a Residon, el que había querido llevarse a Dee, de nuevo hacia mí. Estaba atrapado entre Daemon y yo, como una pelota de ping-pong. Mi luz latió. La de Daemon ardió. Y Residon rugió.
«Dime qué ha pasado», susurró la voz de Daemon entre mis pensamientos.
Le conté toda la historia de Blake y Vaughn mientras nos encargábamos de Residon haciéndolo pedazos. Pero un movimiento me llamó la atención. Vaughn estaba intentando abrir la ventana. Cuando no consiguió nada así, agarró la lámpara de pie y la blandió hacia el cristal.
Congelé la lámpara y luego se la arranqué de las manos. Vaughn dio media vuelta y echó a correr por detrás de Daemon. Blake se las había arreglado para salir en medio del caos. Igual que hicieron Daemon y Residon. Tres formas entraron a toda velocidad en mi casa. Oí un lamento, que me llegó a lo más hondo, oscureciendo una parte de mí. Hubo un chasquido, y uno de los grandes robles se vino abajo y cayó cerca de la entrada.
Ash había recuperado su forma humana. Se aferró al cuerpo sin vida de su hermano y lo acunó en su regazo. Tenía la cabeza inclinada hacia atrás y la boca abierta mientras se lamentaba y lloraba. Dee se movía a su lado, recuperando cada vez más fuerzas. Y supe que su gemido se uniría pronto al de Ash.
¿Vaughn? ¿Blake? No escaparían. Salí de la sala de estar, con los pies en el suelo, pero sin sentir los pasos que daba. Pasé junto a Matthew, que entró rápidamente en la habitación. Su grito de incredulidad me partió el corazón.
Nunca había visto brillar a Daemon con tanta intensidad. Era una luz blanca, pura y concentrada, teñida de rojo cuando se lanzó por la entrada hacia la masa de sombras. Su luz destelló con fuerza y levanté un brazo para protegerme los ojos. Pensé en los agentes del Departamento de Defensa que había convertido en cenizas… y me vino de nuevo a la cabeza la imagen de una bomba atómica.
La luz era igual de brillante.
Un rayo surgió de Daemon y se estrelló contra Residon, haciéndolo girar en el aire. Suspendido sobre el suelo, el Arum pasó de ser sombras a tener forma humana y luego se quedó paralizado. La parte superior de su cuerpo era de humano y la parte inferior, nada más que humo. Y entonces se rompió en un millar de fragmentos con un fuerte crujido que sonó como un trueno.
La nieve cayó con más intensidad.
Por el rabillo del ojo, vi a Vaughn salir corriendo de detrás de mi coche… donde había estado agazapado. Arma en mano, se lanzó hacia su todoterreno en el mismo momento en que Blake iba hacia el bosque.
Antes de poder moverme siquiera, Daemon extendió un brazo recubierto de luz y el todoterreno se elevó en el aire y se dio la vuelta por encima de Vaughn, dejándolo al descubierto. El techo cedió con un crujido y saltaron cristales en todas direcciones mientras el metal se partía.
Me quedé inmóvil, intimidada por tal poder.
Daemon se lanzó hacia Blake y lo atrapó por la garganta. Un instante después, tenía al chico contra el capó de mi coche y, en su forma humana, no resultaba menos aterrador ni poderoso.
—No tienes ni idea de lo mucho que va a dolerte esto —dijo Daemon, cuyos ojos eran como esferas de luz blanca—. Cada moratón que le hayas hecho a Kat, te lo devolveré multiplicado por diez. —Apartó a Blake del capó y los pies del chico quedaron colgando en el aire—. Y voy a disfrutar muchísimo.
Vaughn atacó entonces. Se lanzó hacia delante y levantó el arma.
—¡Daemon! —grité mientras corría hacia ellos.
Vaughn apretó el gatillo. Una, dos, tres veces. Daemon volvió bruscamente la cabeza y sonrió… asombrosamente, sonrió. Y las balas… se detuvieron a pocos centímetros de su cara. Se quedaron allí flotando, como si alguien hubiera apretado la tecla de pausa.
—No deberías haber hecho eso —gruñó Daemon.
La certeza de lo que iba a suceder a continuación se reflejó en el pálido rostro de Vaughn.
—¡No… no!
Las balas dieron la vuelta y regresaron al remitente a una velocidad alarmante. Alcanzaron a Vaughn en el pecho y eso fue todo. No hubo oportunidad para más reacciones. Las piernas del hombre se doblaron y quedó reducido a nada más que un montón de carne sin vida al lado del metal retorcido del todoterreno.
Una mancha roja se extendió por la nieve formando un riachuelo escarlata.
Blake se soltó, chocó contra un lado del parachoques de mi coche y luego echó a correr hacia el bosque. Era rápido.
Pero no tanto como Daemon ni como yo. El viento y la nieve me azotaron mientras lo perseguía. Mis venas no bombeaban sangre, sino luz. Alcancé a Blake junto a un pino. Dio media vuelta y me lanzó una descarga de luz, que me golpeó en el pecho haciéndome retroceder unos pasos. El dolor me provocó una sacudida por el cuerpo, pero me enderecé… y seguí avanzando.
Blake me lanzó otro pulso de luz.
Me rebotó en el hombro y una cascada de calor líquido me bajó por el brazo, pero seguí adelante, acosándolo, hostigándolo. Otro proyectil me hizo doblar la pierna, pero volví a levantarme.
Le temblaban las manos.
—Lo siento… —dijo—. Katy, lo siento. No tenía otra opción.
Siempre había opciones. Yo misma había elegido muchísimas malas. Por lo menos, era capaz de admitirlo. Una parte de mí sentía pena por él. Su familia lo había hecho así, pero tenía opciones. Simplemente había elegido las equivocadas.
Como yo.
¿Como yo…?
Una luz hermosa se acercó por detrás y se desplazó a mi derecha. Daemon había recuperado su verdadera forma.
«¿Qué quieres hacer con él?», me preguntó con calma.
«Él… él mató a Adam.» Entonces mi poder parpadeó y pude ver piel bajo mis manos. Estaban cubiertas de rojo. Un interruptor se apagó en mi interior. Todo me abandonó y me tambaleé en el suelo mientras mis botas se hundían en la nieve. No podía seguir.
—Él lo mató. E hirió a Dee.
La forma de Daemon ardió tan brillante como el sol y, por un momento, pensé que era por Blake; pero entonces se fue apagando y adquirió su forma humana. Hubiera mutado o no, a Daemon le costaría matar a otro humano, sobre todo después de Vaughn. Estaba segura. La herida que le había dejado acabar con los dos agentes aún no había cicatrizado. Si añadía a Blake a la lista, quizá nunca pudiera sanar. La herida seguiría abierta para siempre.
Respiré hondo y dije:
—Esta noche ha muerto demasiada gente.
Blake se volvió bruscamente hacia mí.
—Lo siento… Lo siento mucho. Nunca quise que pasara nada de esto. Solo quería proteger a Chris. —Inspiró de manera entrecortada y se limpió la sangre que le goteaba de la nariz—. Lo…
—Cierra el pico —gruñó Daemon—. Vete. Vete ahora mismo antes de que no te dé la oportunidad.
La incredulidad se reflejó en el rostro de Blake.
—¿Vais a dejar que me vaya?
Daemon me miró y yo bajé la cabeza, exhausta y avergonzada. Si le hubiera hecho caso a Daemon al principio, si hubiera confiado en su instinto con respecto a Blake… Pero no lo había hecho.
—Vete y nunca jamás vuelvas por aquí —le advirtió Daemon, y el viento se llevó sus palabras—. Si vuelvo a verte, te mataré.
Blake vaciló solo un momento, luego se dio la vuelta y echó a correr. Dudé que llegara muy lejos, porque en cuanto Nancy (quienquiera que fuera en realidad) y el Departamento de Defensa se dieran cuenta de que había fracasado, matarían a Chris, como Blake temía. Y ese sería el fin para Blake. Tal vez por eso Daemon lo había dejado ir. De todos modos, Blake prácticamente estaba muerto.
O tal vez era que ninguno de los dos podía seguir matando. Yo no, y Daemon tampoco. Esa noche habían muerto demasiados. Se me doblaron las piernas y me arrodillé en la nieve. Utilizar la Fuente me había debilitado, y luchar contra Blake y las heridas infligidas habían hecho que los pensamientos se me amontonasen formando un interminable torrente de confusión y arrepentimiento. Dudaba que alguna vez pudiera volver a sentirme lo bastante fuerte.
Perdí el conocimiento de manera intermitente y tuve la vaga sensación de que alguien me abrazaba. Una calidez increíble me recorrió las venas. Cuando abrí los ojos de nuevo, estaba bañada en luz.
«¿Daemon?»
Oí un zumbido a través de la conexión y luego… «Te dije que no podíamos confiar en él.»
El dolor que sentí no podría curarlo con sus manos ni podría borrarlo con su luz. Apreté los ojos con fuerza, pero las lágrimas escaparon.
«Lo siento. Pensé… pensé que si aprendía a luchar podría mantenerte a salvo, a todos vosotros.»
Su luz se retiró y entonces vi a Daemon observándome. Sus ojos eran de un brillante tono blanco. La rabia que lo invadía era tan fuerte que le sacudía el cuerpo, lo que no concordaba para nada con la dulzura de su abrazo.
—Daemon, lo…
—No lo digas. No te disculpes. —Me apartó de su regazo y me colocó en el frío suelo. Se puso en pie e inhaló de manera entrecortada—. ¿Has sabido que trabajaba con el Departamento de Defensa todo este tiempo?
—No. —Me levanté y me tambaleé hacia un lado mientras mis piernas se acostumbraban a funcionar de nuevo. Daemon extendió una mano, me agarró por el codo hasta que dejé de balancearme y luego me soltó—. No me enteré hasta hace un par de noches. Y aun así no estaba segura.
—Mierda —soltó dando un paso atrás—. ¿Fue la noche en que fuiste a casa de Vaughn por tu cuenta?
—Sí, pero no estaba segura. —Levanté las manos y me sorprendió ver que las tenía cubiertas de sangre. ¿Era mía o de otra persona?—. Debería habértelo contado entonces, pero no lo sabía a ciencia cierta, y no quería añadirte más preocupaciones. —Se me quebró la voz—. No lo sabía.
Daemon apartó la mirada, apretando la mandíbula.
—Adam está muerto y mi hermana casi pierde la vida.
Realicé una dolorosa inspiración.
—Lo sien…
—¡No! ¡Ni se te ocurra disculparte! —gritó, y el brillo de sus ojos perforó la oscuridad y mi corazón—. La muerte de Adam va a destruir a mi hermana. Te dije que no podíamos confiar en Blake, que si querías aprender a luchar yo te habría enseñado. Pero no me hiciste caso. ¡Y has metido al Departamento de Defensa en tu vida, Kat! Quién sabe de qué nueva información disponen ahora.
—¡No le conté nada! —Mi respiración era rápida y superficial—. Nunca le dije que fuiste tú quien me curó.
Daemon entrecerró los ojos.
—¿Acaso crees que no lo supuso?
Se me crispó el rostro de dolor y no supe qué decir.
—Lo siento —susurré.
Daemon se estremeció.
—¿Y esas veces que acabaste cubierta de moratones? Fue él, ¿verdad? Te estaba haciendo daño durante el entrenamiento, ¿no? ¿Y ni una sola vez se te pasó por la cabeza que podía haber algo raro en él? ¡Maldita sea, Kat! Me mentiste. ¡No confiaste en mí!
—Sí que confío…
—¡Gilipolleces! —Lo tenía pegado a la cara—. ¡No me digas que confías en mí cuando es evidente que nunca lo has hecho!
No había nada que yo pudiera decir.
Una descarga de energía salió de él y se estrelló contra un viejo roble, que se rajó con un fuerte chasquido y luego se dobló contra un árbol situado a su lado. Di un brinco, jadeando.
—Todo esto se podría haber evitado. ¿Por qué no confiaste en mí? —Se le quebró la voz y aquel sonido me recorrió como si fuera un látigo con púas.
Deseé haberlo hecho. Debería haber depositado mi confianza en la única persona en la que siempre había confiado. Me habían engañado. Peor aún, había dejado que me engañaran. Las lágrimas me corrían por las mejillas en un interminable río de remordimiento.
Daemon realizó otra inhalación temblorosa mientras empezaba a caminar hacia mí, pero se detuvo bruscamente.
—Yo te habría mantenido a salvo.
Entonces, con un destello de luz blanca rojiza, desapareció. Y yo me quedé sola en medio de la gélida noche, con mis opciones, mis errores… y mi culpa.