22
Bethany, la novia de Dawson, estaba viva. Y estaba con el Departamento de Defensa. Parecía una locura y, mientras regresaba a casa, no dejé de intentar convencerme de que la vista me había engañado. Pero era ella. Ese rostro se me había quedado grabado en la memoria. Me puse a caminar de un lado a otro de la casa hasta que apareció Blake. Estaba aturdida por las implicaciones que podría tener el descubrimiento.
Nada más verme, frunció el ceño.
—Parece que has visto un fantasma.
—Creo que sí lo he visto —contesté abriendo y cerrando las manos a los costados—. Creo que acabo de ver a Bethany con ese tipo de Defensa.
Blake puso cara de confusión.
—¿Quién es Bethany?
No me parecía correcto contarle eso a Blake, pero necesitaba decírselo a alguien.
—Bethany era la novia de Dawson. Y Dawson era el hermano de Daemon y Dee. Se supone que un Arum los atacó y los mató, pero Defensa se llevó sus cuerpos antes de que Daemon y Dee pudieran verlos.
Por sus ojos, supe que lo había entendido.
—Me picaba la curiosidad, ¿sabes? Como los Luxen siempre nacen de tres en tres…
Asentí con la cabeza.
—Pero si de verdad es ella, y estoy convencida de que sí, ¿qué significa?
Blake se sentó en el brazo del sillón reclinable e hizo girar una y otra vez el mando a distancia de la tele por encima de sus manos… sin tocarlo.
—¿Dawson y Bethany estaban muy unidos?
Entonces me di cuenta. Todo parecía tan evidente… Las paredes se inclinaron un poco a medida que el pánico me taladraba el pecho.
—Ay, Dios mío. Dawson curó a Bethany. Eso es lo que piensa todo el mundo. Que se hizo daño de alguna forma y él la curó. Y pudo haberla cambiado… mutado, ¿no?
Blake asintió con la cabeza.
—Ay, Señor…
—Y apuesto a que Bethany es un apodo para Elizabeth y… ¿Qué aspecto tenía aquella chica, esa Liz que te contó lo del Departamento de Defensa?
Blake enarcó las cejas.
—Tenía el pelo castaño, un poco más oscuro que el tuyo, y unos rasgos un tanto angulosos, pero era muy bonita.
Todo empezaba a encajar.
—Esto es de locos. ¿Cómo pudo enterarse Defensa de lo que le había pasado? Dawson y ella desaparecieron justo un par de días después de lo que fuera que pasara entre ellos. A menos que… a menos que alguien que sospechara que la había curado se lo contara al Gobierno. —Se me encogió el estómago mientras me recogía el pelo en un moño descuidado—. ¿Quién haría algo así? ¿Un Luxen?
—No lo sé. No me extrañaría que el Departamento de Defensa tuviera Luxen espiando para ellos —opinó frotándose la frente—. Dios, qué mal rollo.
Era mucho peor que un mal rollo. Quería decir que era muy probable que alguien cercano a los Black los hubiera traicionado de la peor forma posible. La rabia se apoderó de mí. Me volví al tiempo que las cortinas se agitaban como si hubiera entrado una ráfaga de aire en la habitación. Un pequeño tornado de libros y revistas atravesó la sala de estar, girando sin cesar.
—Oye, cálmate, Tormenta.
Parpadeé y el tornado se dispersó. Suspiré y me puse a recoger los libros y revistas desparramados por toda la sala. El pulso me retumbaba en los oídos y mi mente analizaba una y otra vez lo que acababa de descubrir.
—Si el Gobierno tiene a Beth, ¿qué hicieron con Dawson? ¿Crees que sigue vivo? —pregunté.
Una chispa de esperanza brotó de aquella idea. Si Dawson estaba vivo, eso sería… Sería como si mi padre siguiera vivo. Mi vida cambiaría. Las vidas de Daemon y Dee cambiarían para bien. Volverían a ser una familia…
Blake me agarró del brazo con suavidad y me volvió hacia él.
—Ya sé lo que estás pensando: lo maravilloso que sería que siguiera vivo. Pero el Departamento de Defensa no quiere a Dawson. Querían a Bethany. Y harían cualquier cosa para dominar a los humanos mutados. Si el Gobierno le dijo a su familia que estaba muerto…
—Pero no sabes si les contaron la verdad —protesté.
—¿Para qué mantenerlo con vida, Katy? Si de verdad se trata de Liz… de Beth, entonces ya tienen lo que quieren. Dawson debe de estar muerto.
No podía aceptarlo. Había una posibilidad de que siguiera con vida y nunca me lo perdonaría si no se lo contaba a Daemon y a Dee.
—Katy, es imposible que esté vivo. Son despiadados —insistió, apretándome el brazo—. Lo entiendes, ¿verdad? —Me sacudió el brazo con fuerza—. ¿Verdad?
Levanté la barbilla, sorprendida por aquella obstinación. Lo miré a los ojos y vi algo desconcertante en ellos: una expresión un tanto extraña e inquietante, como cuando me sonrió y me lanzó el cuchillo a la cabeza. Se me heló la sangre.
—Sí, lo entiendo. Es probable que ni siquiera fuera ella. —Tragué saliva y me obligué a sonreír—. ¿Me sueltas el brazo? Estás haciéndome daño.
Blake parpadeó y pareció caer en la cuenta de que me estaba apretando el brazo. Me soltó y dejó escapar una risa ahogada.
—Perdona. Es que no quiero que te hagas ilusiones y luego acabes llevándote una decepción. O que cometas alguna locura.
—No, no me hago ilusiones. —Retrocedí frotándome el brazo—. Y, de todas formas, ¿qué podría hacer? Nunca se lo diría a Daemon o a Dee sin estar segura.
Sonrió, aliviado.
—Bien. Empecemos a practicar.
Asentí con la cabeza y dejé el tema, esperando que Blake se olvidara de ello. Nuestro entrenamiento consistió en congelar cosas y, en cuanto se marchó, corrí a buscar el móvil. Era casi medianoche, pero de todas formas le mandé un mensaje a Daemon:
«¿Puedes venir?»
Esperé diez minutos antes de mandarle otro:
«¡¡¡Es importante!!!»
Pasaron otros diez minutos y empecé a sentirme como una de esas novias neuróticas que no dejan de acosar a los chicos a base de mensajes hasta que responden. Maldito Daemon. Solté un puñado de palabrotas mientras le escribía otro mensaje más:
«Es sobre Dawson.»
No había transcurrido ni un minuto cuando sentí la habitual calidez en el cuello. Fui a abrir la puerta con un nudo en el estómago.
—Daemon…
Olvidé lo que iba a decir y abrí los ojos como platos. Debía de haberlo despertado, porque… iba sin camisa. Otra vez.
Fuera debíamos de estar bajo cero, pero ahí lo tenía delante de mí con un pantalón de pijama de franela y nada más salvo esa piel maravillosa y perfecta que envolvía unos músculos firmes. Todavía recordaba el aspecto que tenía sin camiseta, pero mis recuerdos no le hacían ni pizca de justicia.
Daemon entró en casa, con los luminosos ojos bien abiertos.
—¿Qué pasa con Dawson?
Cerré la puerta, con el corazón acelerado. ¿Y si era un error contárselo? ¿Y si Dawson estaba muerto? Acabaría destrozándole aún más la vida a Daemon. Tal vez debería haberle hecho caso a Blake.
—Kat —me espetó, impaciente.
—Perdona. —Pasé a su lado, procurando no tocar ni un milímetro de su piel desnuda, y entré en la sala de estar. Daemon apareció delante de mí con las manos en las caderas. Respiré hondo—. Hoy he visto a Bethany.
Daemon ladeó bruscamente la cabeza y parpadeó una vez y luego otra.
—¿Qué?
—La novia de Daw…
—Ya te he oído —me interrumpió mientras se pasaba las manos por el pelo alborotado.
Me distrajo momentáneamente el modo en que se le tensaron los músculos de brazos y hombros. «Céntrate.»
—¿Cómo puedes estar segura de que era ella? Nunca la has visto.
—He visto el cartel de su desaparición. Nunca olvidaré esa cara. —Me senté, restregándome las manos sobre las rodillas—. Era ella.
—Joder… —Daemon se sentó a mi lado en el sofá—. ¿Dónde la has visto?
Vi cómo la confusión se apoderaba de su rostro y deseé con toda mi alma poder reconfortarlo de alguna forma.
—En la oficina de correos, después de clase.
—¿Y has esperado hasta ahora para contármelo? —Antes de que pudiera responder, se rió entre dientes—. Porque estabas entrenando con Bilbo Bolsón y has tenido que esperar a que se marchara para hablar conmigo, ¿no?
Me apreté las rodillas y levanté la barbilla. Daemon debería haber sido la primera persona a la que acudiera. La impresión por lo que había visto y las sesiones de entrenamiento no eran ni de lejos algo tan importante.
—Lo siento, pero estoy contándotelo ahora.
Asintió con un gesto cortante y volvió a posar la mirada en el árbol de Navidad. Parecía que había pasado una eternidad desde que lo montamos.
—Dios, no… no sé qué decir. ¿Beth está viva?
Asentí con la cabeza, apretando los labios.
—La he visto con Brian Vaughn. Está con el Departamento de Defensa. Se han parado a un lado de la carretera, y el coche tenía una puerta abierta. Así he podido verlos. Él estaba cerrando la puerta y parecía enfadado.
Daemon volvió la cabeza despacio hacia mí y nuestras miradas se encontraron. El tiempo se detuvo. Infinidad de emociones cruzaron sus ojos, haciendo que pasaran de un verde brillante a un tono oscuro y tormentoso. Supe en qué momento comprendió lo que estaba insinuando: el preciso instante en el que todo su mundo se desmoronó y resurgió en cuestión de segundos.
Teniendo en cuenta la sospecha de que Dawson había curado a Bethany, no era tan difícil llegar a la conclusión de que la desaparición de ambos se debía al Departamento de Defensa en lugar de a los Arum. Sobre todo después de descubrir que, al curarme, Daemon también me había cambiado a mí. Y faltaba añadir a Blake a la mezcla, junto con todo lo que nos había contado acerca de Defensa y su búsqueda de humanos mutados.
Daemon era listo.
Se puso en pie de pronto y, en cuestión de segundos, abandonó su forma humana y me cegó. Su luz ardió con un tono rojo y blanco mientras atravesaba la sala con un silbido. Se levantó un viento que agitó las bolas del árbol.
«¿Estaba con el Departamento de Defensa?», me susurró su voz, cargada de ira. «¿Ellos son los responsables de esto?»
Siempre tardaba unos segundos en acostumbrarme a oír la voz de Daemon en mi cabeza y, por la costumbre, respondí en voz alta:
—No lo sé, pero eso no es lo peor. ¿Cómo se enteró Defensa de lo que pasó entre Dawson y Bethany a menos que…?
«¿A menos que alguien se lo contara?» Su luz latió y una onda de calor llenó la habitación. «Pero Dawson ni siquiera me dijo a mí que la hubiera curado ni que hubiera pasado nada. ¿Cómo pudo enterarse alguien? A menos que los hubiera visto otra persona aparte de mí, sospechara lo que había ocurrido y nos traicionara…»
Asentí con la cabeza, aunque no estaba segura de si estaba mirándome o no. Lo único que podía ver era su forma, pero no los rasgos ni los ojos.
—Eso es lo que he estado pensando. Tuvo que ser alguien que lo supiera, y eso debería reducir considerablemente la lista de sospechosos.
Transcurrió un momento y la temperatura de la sala siguió aumentando.
«Necesito averiguar quién nos traicionó. Luego le haré desear no haber aterrizado nunca en este planeta.»
Me puse en pie, con los ojos como platos, y me remangué el jersey. Tragué saliva y probé:
«¿Daemon?»
Su luz parpadeó.
«Dime.»
Otra prueba más de que nuestra conexión no había desaparecido.
«Ya sé que estás empeñado en vengarte, pero la pregunta más importante que deberías hacerte es: ¿y si Dawson sigue vivo?»
Daemon flotó hasta mí y me brotaron unas gotitas de sudor en la frente.
«En ese caso, no sabría si alegrarme o no. Estaría vivo, pero ¿dónde? Eso querría decir que lo tiene Defensa, y si es así, ¿qué clase de vida habrá llevado? Ya han pasado dos años.» Sus siguientes palabras sonaron entrecortadas, incluso en mi mente. «¿Qué habrán estado haciéndole?»
Se me llenaron los ojos de lágrimas, haciéndome ver borrosa su luz.
«Lo siento, Daemon. Lo siento muchísimo. Pero la cuestión es que podría estar vivo.» Estiré la mano a través de la luz para tocarle el pecho. La luz latió de manera irregular y luego se calmó. Sentí una vibración en los dedos. «Eso es lo que importa, ¿no?»
«Sí, es verdad.»
Entonces se apartó y, un segundo después, había adquirido su forma humana.
—Tengo que averiguar si mi hermano está vivo, y si no lo está… —Apartó la mirada, apretando la mandíbula—. Debo saber cómo y por qué murió. Es evidente por qué querrían a Beth, pero ¿y a mi hermano?
Volví a sentarme y me pasé la palma de la mano por la frente.
—No lo sé… —Daemon me agarró la mano tan rápido que solté una exclamación ahogada—. ¿Qué haces?
Le dio la vuelta a mi mano con el ceño fruncido.
—¿Qué es esto?
—¿Eh? —Bajé la mirada y el corazón me dio un vuelco. Un intenso moratón violáceo me rodeaba la muñeca, justo donde Blake me había agarrado hacía un rato—. No es nada —respondí con rapidez—. Me he dado un golpe en el brazo con la encimera antes de que llegaras.
Levantó los ojos, traspasándome con la mirada.
—¿Estás segura de que eso es lo que ha pasado? Porque, si no es así, te juro que no tienes más que decírmelo y yo me encargaré de ese problema.
Me obligué a soltar una carcajada y puse los ojos en blanco para añadirle más credibilidad. No me cabía la menor duda de que Daemon le haría algo espantoso a Blake aunque hubiera sido un accidente. Con él todo era blanco o negro.
—Sí, ha sido eso. Dios.
Me observó un momento, luego retrocedió y se sentó en el sofá. Transcurrieron unos segundos.
—No le cuentes nada de esto a Dee, ¿vale? Por lo menos hasta que tengamos algunas pistas. No quiero que sepa nada hasta que estemos seguros.
Genial. Otra mentira más. Aunque entendía el motivo.
—¿Y cómo vas a conseguir pistas?
—Has dicho que has visto a Bethany con Vaughn, ¿no?
Lo confirmé con un gesto de la cabeza.
—Bueno, pues resulta que sé dónde vive. Y es probable que él sepa dónde está Beth y qué le pasó a Dawson.
—¿Cómo sabes dónde vive?
Esbozó una sonrisa un tanto malvada.
—Tengo mis métodos.
Un pánico completamente nuevo me clavó sus gélidas garras.
—Un momento. Dios santo, no puedes ir a por él. ¡Es una locura! ¡Y muy peligrosa además!
Daemon enarcó una ceja negra como el carbón.
—Como si te importara lo que me pase, gatita.
Me quedé boquiabierta.
—¡Claro que me importa, imbécil! Prométeme que no harás ninguna tontería.
Se quedó mirándome unos segundos y su sonrisa se volvió triste.
—No pienso hacer promesas que sé que acabaré rompiendo.
—¡Joder! Qué frustrante eres. No te lo he contado para que hagas alguna estupidez.
—Aunque lo que tengo pensado sea arriesgado e insensato, se trata de un nivel de estupidez bien planeado.
Puse los ojos en blanco.
—Qué tranquilizador. En fin, ¿cómo es que sabes dónde vive?
—Puesto que vivimos rodeados de gente que puede querer hacerle daño a mi familia, suelo tenerlos vigilados igual que ellos me vigilan a mí. —Se echó hacia atrás y estiró los brazos hasta que se le arqueó la espalda. Madre mía, tuve que apartar la mirada. Pero no antes de ver el destello de satisfacción en sus ojos—. Está en un apartamento de alquiler en Moorefield, pero no estoy seguro de en cuál.
Me acomodé mejor en el sofá, bostezando.
—¿Y qué vas a hacer? ¿Vigilar toda la calle?
—Exactamente.
—¿Qué? Pero ¿tú quién te crees? ¿James Bond?
—Algo parecido —contestó—. Solo necesito un coche menos llamativo. ¿Tu madre trabaja mañana?
Enarqué las cejas.
—No, tiene la tarde libre y es probable que se la pase durmiendo, pero…
—Su coche sería perfecto. —Cambió de posición en el sofá y ahora estaba tan cerca que tenía el brazo desnudo pegado al mío—. Aunque Vaughn haya visto su coche, no sospechará que sea el suyo.
Me aparté un poco.
—No pienso dejarte el coche de mi madre.
—¿Por qué no? —Se acercó unos centímetros, sonriendo. Era una sonrisa encantadora: la misma que había usado con mi madre cuando se conocieron—. Conduzco bien.
—No se trata de eso. —Me pegué al brazo del sofá—. No puedo dejarte su coche si no me llevas contigo.
—No voy a involucrarte en esto —dijo con el ceño fruncido.
Pero yo quería involucrarme, porque me afectaba. Negué con la cabeza.
—Si quieres el coche de mi madre, me tienes a mí también. Es un dos por uno.
Entonces Daemon inclinó el mentón y me miró a través de sus espesas pestañas.
—¿Así que te tengo? Vaya, ese trato suena mucho más interesante.
Me puse colorada. Daemon ya me tenía, pero él no lo sabía.
—Como socia.
—Ajá. —Desapareció y volvió a aparecer en la puerta—. Te quiero lista mañana después de clase. Deshazte de Bartolomeo a toda costa. Y no le digas ni una palabra de esto. Tú y yo vamos a jugar a los espías por nuestra cuenta.