Todavía sin creérselo, Robert sonreía.
—¿Y si te digo que es cosa hecha? Pero tú a cerrar el pico, ¿eh?
—Si te lo he prometido…
A medida que el patrón le iba relatando la aventura, los detalles, las trampas de Querelle con el dado, la indiferencia hacía aparición en Robert. Pero estaba furioso. La venganza le hacía apretar los dientes y hundía sus pálidas mejillas, al tiempo que ante. Nono se volvía pobre y débil.