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Sesión número 40.320 de Jurisficción

Snell fue enterrado en el Mar Textual en una ceremonia sólo para invitados y por tanto, aunque Havisham asistió, yo no. Genéricos B-2 ocuparían los puestos de Perkins y Snell. Ya les habían estado interpretando en libros adicionales… esos ejemplares que encuentras en las selecciones baratas del club del libro. Mientras bajaban el cuerpo de Snell al mar para ser convertido en letras, Bellman hizo sonar su campanilla y pronunció un breve discurso fúnebre por los dos. Havisham dijo que fue muy emotivo… pero lo más irónico es que toda la serie de detectives Perkins & Snell se ofrecería en un estuche y ninguno de los dos llegaría a saberlo.

THURSDAY NEXT

Las crónicas de Jurisficción

A la mañana siguiente me sentía cansada, destrozada. Cuando me levanté, Yaya todavía estaba profundamente dormida, roncando sonoramente con Pickwick en el regazo. Me preparé una taza de café y me senté a la mesa de la cocina para leer Tipos móviles. En ese momento llamaron a la puerta. Levanté la cabeza demasiado rápido y me empezó a doler.

—¿Sí? —dije.

—Soy el doctor Fnorp. Doy clases a Lola y a Randolph.

Abrí la puerta, comprobé su identificación y le dejé pasar. Era un hombre alto que parecía muy bajito y tenía un pelo oscuro que en ocasiones parecía rubio. Hablaba con un marcado acento de ninguna parte, y cojeaba… o quizá no cojease. Era un genérico de genéricos… era todo para todos.

—¿Café?

—Gracias —dijo y, cuando vio el artículo que había estado leyendo, añadió—: ¡Ajá! ¡Cada año hay más categorías!

Se refería a los Premios del MundoLibro que, como había comentado antes, estaban patrocinados por UltraPalabra™.

—«Personaje más lelo de Shakespeare» —dijo—. Otelo debería ganar de calle. ¿Va a asistir a los Bookies?

—Me han pedido que entregue uno —respondí—. Aparentemente, ser el miembro más reciente de Jurisficción te otorga ese privilegio.

—¿Ah, sí? Es el primer año que asistirán todos los genéricos… les hemos dado el día libre.

—¿Qué puedo hacer por usted?

—Bien —arrancó—, Lola ha llegado tarde todos los días esta semana, habla constantemente en clase, lleva a las otras chicas por el mal camino, fuma, maldice y la pillamos montando una destilería en el Departamento de Ciencias. No respeta la autoridad y se ha acostado con la mayoría de sus compañeros de clase.

—¡Eso es horrible! —dije—. ¿Qué vamos a hacer?

—¿Hacer? —respondió Fnorp—. No vamos a hacer nada. Lola ha salido genial. Tanto es así que le hemos conseguido un papel protagonista en Las chicas son las que mandan, una comedia romántica sobre treintañeros. No, en realidad estoy aquí porque me preocupa Randolph.

—Ya… comprendo. ¿Cuál es el problema?

—Bien, simplemente no se toma muy en serio los estudios. No es tonto; podría convertirlo en A-4 si prestase un poco más de atención. Su buen aspecto físico será probablemente su perdición. De unos cincuenta y tantos años, siendo lo que llamamos el arquetipo del «maduro interesante», creo que tiene la impresión de que no precisa profundidad… que puede resolverlo todo con un buen párrafo descriptivo de presentación y luego no hacer nada más.

—¿Y eso es un problema por…?

—Quiero algo un poco mejor para él. —El doctor Fnorp suspiró. Estaba claro que realmente le preocupaba lo que convenía a sus alumnos—. Ha suspendido dos veces el examen de grado B; una vez más y quedará reducido a ser un personaje incidental con una o dos frases… si tiene suerte.

—Quizá sea eso lo que quiere. No hay espacio suficiente para que todos los personajes sean de grado A.

—Eso es lo malo del sistema —dijo Fnorp con amargura—. Si los personajes incidentales tuviesen más profundidad, toda la ficción ganaría en riqueza. Quiero que mis estudiantes den vida incluso a los personajes de grado C.

Le entendí. Incluso a pesar de mi relativa ignorancia, apreciaba la importancia de personajes bien desarrollados. El problema era que, por razones de presupuesto, desde hacía más de treinta años el Consejo de Géneros mantenía una política de requisitos mínimos.

—Temen una rebelión —dijo en voz baja—. El C de G quiere que los genéricos sigan siendo estúpidos; una población simple es una población complaciente… pero es a costa de perjudicar al MundoLibro.

—Bien, ¿qué quiere que haga?

Fnorp suspiró, acabándose el café.

—Hable con Randolph y vea qué puede hacer. Intente descubrir por qué es tan intransigente.

Le dije que así lo haría y le acompañé a la puerta.

Me encontré a Randolph dormido en la cama. Estaba abrazado a la almohada. Lola se había ido temprano para verse con unos amigos. En la mesilla de noche del lado de Randolph había una fotografía de Lola. Roncaba. Volví a la puerta y llamé.

—Asmasfamjkms —dijo una voz somnolienta desde el interior.

—Tengo que arrancar uno de los motores —le dije—. ¿Me echas una mano?

Se oyó un golpe cuando se cayó de la cama. Sonreí y me llevé el café a la cabina del piloto.

Mary me había dicho que periódicamente pusiese en marcha el motor número tres y me había dejado una lista de instrucciones. Yo no sabía pilotar, pero sabía un par de cosas sobre motores… y me hacía falta una excusa para hablar con Randolph. Me senté en el asiento del piloto y miré el motor en el ala. Le faltaba la cubierta y el radial estaba manchado de grasa y mugre. Allí nunca llovía, lo que estaba bien, aunque las cosas tampoco envejecían, por lo que tampoco hubiese importado que lloviese. Consulté la lista que tenía delante. Para empezar había que arrancar a mano el motor y a mí no es que me apeteciese, así que hice que un algo molesto Randolph recorriese el ala.

—¿Cuántas veces? —preguntó, dándole al motor por medio de una manivela que se insertaba.

—Con dos debería bastar —le grité, y regresó diez minutos más tarde, sofocado y sudoroso por el esfuerzo.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó, de pronto mucho más interesado. Después de todo, poner en marcha grandes motores radiales era cosa de chicos mayores.

—Léelo tú —dije, pasándole la hoja.

Activar combustible principal, apagar interruptores de encendido —leyó.

—Hecho.

—Levantar el control por completo y abrir la válvula reguladora tres centímetros.

Me peleé con las palancas adecuadas en un pequeño nido del centro de la consola.

—Hecho. El señor Fnorp se pasó esta mañana.

Deflectores preparados y mezcla establecida al ralentí. ¿Qué tenía que decir el vejestorio?

Fijé los deflectores y tiré de la palanca de mezcla.

—Dijo que podría irte mucho mejor. ¿Ahora qué?

—Conectar la bomba de combustible hasta que se apague la luz de aviso.

—¿Dónde crees que está eso?

Encontramos los controles de combustible en una posición bastante incómoda sobre nuestras cabezas y hacia la parte de atrás de la cabina. Randolph conectó la bomba.

—No quiero ser personaje principal —dijo—. Estaría más que contento trabajando como mentor masculino o algo así; piden uno para Las chicas son las que mandan.

—¿No es ésa la novela en la que va a trabajar Lola?

—¿Lo es? —dijo, fingiendo muy mal ignorancia—. No tenía ni idea.

—Vale —dije a medida que la luz de advertencia de presión de combustible se apagaba—, ¿ahora qué?

—Cambiar el interruptor de selección al motor requerido y operar las bombas cebadoras hasta que se llenen las tuberías.

Bombeé lentamente. El ligero olor del espíritu de la aviación llenaba el aire.

—¿Qué es esa relación de amor/odio entre Lola y tú?

—Oh, eso se ha acabado —dijo desdeñoso—. Está viéndose con un tipo de las Clases Avanzadas de Héroes.

Dejé de bombear al encontrar resistencia en la palanca.

—Tenemos presión. ¿Ahora qué?

—Activar simultáneamente la ignición y el elevador de tensión.

—Hecho.

Presionar el arranque y, cuando el motor gire, dar gas. ¿Eso tiene sentido?

—Veamos.

Le di al botón de arranque y la hélice empezó a moverse lentamente. Randolph dio gas y el motor tosió; luego volvió a toser, en esta ocasión soltando un penacho de humo negro. Algunas aves zancudas que rebuscaban en las aguas someras echaron a volar mientras el motor parecía morir, para luego recuperarse y empezar a moverse con más regularidad, las potentes detonaciones transmitiéndose a través de la estructura en series de estruendos, gruñidos y chirridos. Solté el botón de arranque. El motor adoptó un ritmo constante. Activé el automático y la presión del aceite empezó a subir. Solté el regulador y le sonreí a Randolph, quien me devolvió la sonrisa.

—¿Sales con alguien? —le pregunté.

—No.

Me miró con sus enormes ojos y perdió la compostura. Cuando nos vimos por primera vez, no era más que un cascarón vacío: un rostro en blanco sin personalidad ni rasgos propios. Ahora era un hombre de cincuenta años, pero con la inseguridad emocional de un niño de quince.

—¡No puedo imaginar la vida sin ella, Thursday!

—Díselo.

—¿Y quedar como un idiota? Lo contaría por toda Tabularrasa… ¡me convertiría en el hazmerreír de todos!

—¿Qué más da? El doctor Fnorp me contó que esto está afectando a tu trabajo; ¿quieres acabar como un extra?

—La verdad es que no me importa —dijo con tristeza—. Sin Lola no me queda demasiado futuro.

—¡Habrá otras genéricas!

—No como ella. Siempre riéndose y bromeando. Cuando ella está cerca, el sol brilla y los pájaros cantan. —Calló y tosió, avergonzado por lo que había admitido—. No le dirás a nadie que he dicho todo esto, ¿verdad?

Estaba completamente destrozado.

—Randolph —dije con calma—, tienes que contarle lo que sientes, aunque sea por tu bien. ¡Esto anidará en tu mente durante años!

—¿Y si se ríe de mí?

—¿Y si no se ríe? ¡Hay muchas probabilidades de que le caigas bien!

Randolph aflojó los hombros.

—Hablaré con ella en cuanto vuelva.

—Bien. —Miré la hora—. Tengo una reunión dentro de veinte minutos. Déjalo en marcha diez minutos y luego lo apagas. Nos veremos esta noche.

—¿Por quién esperamos? —preguntó Bellman.

—Por Godot —respondió Benedict.

—Ausente otra vez. ¿Alguien sabe dónde está?

Todos negaron con la cabeza.

Bellman lo apuntó, agitó la campanilla y se aclaró la garganta.

—Se abre la sesión número 40.320 de Jurisficción —dijo con la voz cargada de emoción—. Primer punto. Perkins y Snell. Buenos agentes que realizaron el sacrificio final cumpliendo con su deber. Sus nombres se grabarán en el Boojumento; que sean siempre fuente de inspiración para quienes nos sucedan en un futuro. Pido ahora dos minutos de silencio. ¡Por Perkins y Snell!

—Por Perkins y Snell —repetimos todos, y permanecimos en silencio por los agentes perdidos.

—Gracias —dijo Bellman al cabo de dos minutos—. El comandante Bradshaw pasará a ocuparse del bestiario. Hemos contactado con la yegua de Mathias y me ha pedido que dé las gracias a todos los que enviaron su pésame. Los clones B-2 de los libros adicionales se ocuparán de la serie de detectives Perkins & Snell, y sé que os uniréis a mí en desearles lo mejor en su nueva empresa. —Una pausa y tomó aliento—. Estas pérdidas nos conmocionan a todos y no debemos olvidar la lección. Nunca se es demasiado cuidadoso. Vale, segundo punto. —Pasó una página—. La investigación de la muerte de Perkins. Comandante Bradshaw, ¿no se ocupa usted de ella?

—La investigación prosigue —respondió Bradshaw muy despacio—. No hay razones para suponer que su muerte no fuese accidental.

—Entonces, ¿qué le impide cerrar el caso?

—Porque —respondió Bradshaw, intentando dar rápidamente con una excusa—, porque… eh… queremos hablar con Vernham Deane.

—¿Deane está implicado? —preguntó Bellman.

—Sí… quizá.

—Un giro interesante —dijo Bellman—, lo que nos lleva al tercer punto. Lamento anunciar que Vernham Deane ha sido añadido a la lista de LibroHuidos.

Conmoción en toda la sala. Ser clasificado como LibroHuido sólo significaba una cosa: actividades ilegales.

—Conocemos a Vern desde que lo escribieron y, por difícil que nos resulte, creemos que ha hecho algo muy malo. Tweed, ¿no tenías una cosa que decir al respecto?

Harris Tweed se puso en pie y se aclaró la garganta.

—Todos conocemos a Vernham Deane. Como el canalla residente de El señor de High Potternews era bien conocido por su crueldad con la sirvienta, a la que violaba y luego echaba de su casa. La sirvienta regresaba ocho capítulos más tarde, pero hace tres días… debo añadir que fue la mañana posterior a la muerte de Perkins… no volvió.

Pegó al tablón la fotografía de una mujer atractiva de pelo oscuro.

—Es una genérica C-3 llamada Mimi. Veinte años, código de identificación: CDT/2511922.

—¿Qué dijo Deane sobre su desaparición?

—Ésa es la cuestión —respondió Tweed con gravedad—, él desapareció al mismo tiempo. El señor de High Potternews está suspendido, pendiente de una investigación. Ha sido trasladado al Pozo y ahí se quedará hasta que Deane regrese. Si regresa.

—¿No estás llegando a conclusiones precipitadas? —preguntó Havisham, evidentemente preocupada por la falta de objetividad del informe de Tweed—. ¿Tenemos un motivo de sospecha?

—A todos nos caía bien Vern —dijo Tweed—, incluso a mí. A pesar de ser el villano de Potternews, nunca nos dio razones para preocuparnos. Me sorprendió lo que descubrí, y puede que a ustedes también los sorprenda. —Se sacó una hoja de papel del bolsillo superior de la chaqueta y la desdobló—. Aquí tengo una copia de la nota del subcomité de realineación narrativa del Consejo de Géneros por la que se rechaza la petición de Deane de un ajuste interno de trama. —La colocó en el tablón junto a la foto de la sirvienta—. Solicitaba que la sirvienta muriera al dar a luz, para ahorrarle a su personaje la escena traumática del final del capítulo veintiocho en que la sirvienta se presenta con el niño, ya de seis años, en su boda con Ellen O’Shaugnessy, la hija del rico propietario del molino. Si elimina a la sirvienta, puede casarse con O’Shaugnessy sin sufrir el degradante hundimiento en el alcoholismo hasta la muerte que le espera en el capítulo treinta y dos. Lamento decir que tenía motivos, señorita Havisham. También tuvo la oportunidad… y conocimientos de Jurisficción para cubrir su rastro.

Se produjo un silencio mientras todos meditaban acerca de la posibilidad de que hubiese un agente de Jurisficción malvado. Sólo había sucedido una vez, cuando David Copperfield había asesinado a Dora Spenlow para poder casarse con Agnes Wickfield.

—¿Registró su libro? —preguntó Falstaff.

—Sí. Sometimos El señor de High Potternews a una búsqueda palabra a palabra y encontramos a una única persona que no debía estar allí… una polizón de un libro anterior de Farquitt, Canon de amor, oculta en un armario de Potternews Hall. La devolvimos al Pozo.

—¿Ha recurrido a los librosabuesos? —preguntó la Reina Roja limpiando el cañón de su pistola—. Una vez que captan un rastro olfativo no hay forma de detenerlos.

—Los perdimos en la secuencia de pintar la valla de Las aventuras de Tom Sawyer.

—Háblales de la relación con Perkins, Harris.

—Creo que es una suposición, Bellman —respondió Tweed.

—Cuéntalo —repitió Bellman—. Creo que todos deben conocer los detalles si van a perseguir a Deane.

—Muy bien —respondió Tweed, dándole la vuelta a una caja y depositando sobre la mesa una gran cantidad de puntos finales, comas y puntos y coma.

—Los encontramos ocultos en el fondo del armario de Deane. Los hemos analizado y hemos encontrado trazas de Guinness.

—¡Ulises! —dijo Benedict boquiabierto.

—Eso parece —respondió Tweed con gravedad—. Perkins mencionaba un «descubrimiento sorprendente» en el informe que presentó el día antes de su muerte. Trabajamos con la hipótesis de que Deane estaba implicado en el robo o el tráfico de puntación robada. Perkins lo descubrió y Deane soltó al Minotauro y al virus para borrar su rastro. Borracho de éxito y sabiendo que tendrá que desaparecer, mata a la sirvienta, algo que quería hacer desde la primera edición.

—¿No era yo el que investigaba a Perkins? —preguntó Bradshaw.

—Mis disculpas —respondió Tweed—. Le entregaré una copia de mi informe.

Dejó de hablar y se sentó.

—Odio decirlo —comentó Bellman con tristeza—, pero da la impresión de que hemos infravalorado a Deane. Hasta que se demuestre lo contrario, no tengo más elección que declararle LibroHuido. Hay que arrestarlo de inmediato… y hay que ser muy precavidos. Si ha matado dos veces, no vacilará en volver a matar.

Intercambiamos miradas ansiosas. Que te declarasen LibroHuido era grave… muy pocos eran capturados con vida.

—Cuarto punto —siguió diciendo Bellman—. El Minotauro. Ahora mismo pesa una orden de búsqueda sobre él, pero hasta que no aparezca o hasta que cometa alguna estupidez, no sabremos dónde está. Según un informe se había pasado a ensayo, lo que me encantaría creer. Hasta que sepamos algo, todos debemos permanecer en guardia. —Volvió a consultar las notas—. Quinto punto. El 923 Premios Anuales del MundoLibro. Como lanzamos UltraPalabra™ al mismo tiempo, se ha invitado a todos los miembros en activo del MundoLibro. Es evidente que no se pueden dejar despoblados los libros, así que habrá servicios mínimos. La ceremonia se volverá a celebrar en la sala Starlight, aunque con tecnología de desplazamiento de campo que hemos tomado prestada de ciencia ficción, para que pueda asistir todo el mundo. Eso significa que habrá que aumentar la seguridad y he asignado la tarea a Falstaff. ¿Alguna pregunta?

No las había, así que seguimos.

—Sexto punto. Thursday Next ha sido nombrada miembro de Jurisficción en periodo de prueba. ¿Dónde estás?

Levanté la mano.

—Bien. Permíteme ser el primero en darte la bienvenida al servicio… y justo a tiempo; nos hacen falta todas las manos que podamos conseguir. ¡Damas y caballeros, Thursday Next!

Sonreí con modestia. Hubo aplausos y la gente más cercana me dio palmadas en el brazo.

—¡Muy bien hecho! —dijo Tweed, que estaba cerca.

—La señorita Next tendrá todos los derechos y privilegios aunque seguirá bajo la supervisión de la señorita Havisham durante veinte capítulos o un año, lo que pase antes. ¿La llevará al Consejo de Géneros para que jure el cargo?

—Estaré encantada —respondió la señorita Havisham.

—Bien. Séptimo punto. El problema había habido y de que. Lady Cavendish, ¿trabaja usted en ellos?

Lady Cavendish se puso en pie y ordenó sus ideas.

—Efectivamente. El uso de había habido y de de que debe ser controlado estrictamente; estas formas pueden interrumpir de golpe la ImaginoTransferencia, provocando confusión en el lector y obligándole a releer la frase, algo que intentamos evitar.

—Siga.

—Es sobre todo un problema de uso sin licencia. Según el último recuento, sólo en David Copperfield había sesenta y tres había habido, todos ilegales excepto diez. Puede que El progreso del peregrino también dé problemas debido a su tasa de había habido frente a de que.

—Exactamente, ¿cuál es el problema de El progreso?

—Que había diez de que pero había habido había sólo tres. Había habido un incremento del uso de había habido que podría pasar desapercibido si su número no supera el de de que.

—Hummm —dijo Bellman—. ¿No había habido un permiso de la GCT para usar había habido en Dickens? ¿Cuál es el problema?

—Tomemos el primer había habido y el primer de que del libro a modo de ejemplo —explicó lady Cavendish—. Uno diría que el primer había habido tendría bastantes posibilidades de ser considerado un hubo, ¿no? Ese hubo estaba autorizado, pero el había habido no; igualmente podemos afirmar que había habido aprobación para el que de de qué, pero lo otro, el de de de que no…

—En definitva, ¿el problema con ese de que era que…?

—Que para ese de que no había habido aprobación.

—Vale —dijo Bellman, cuya cabeza corría peligro de estallar—, a ver si lo he entendido. En el caso de David Copperfield, no así en el de El progreso del peregrino, en el que había había habido, ¿había aprobación de la GCT para el había habido que había?

Se produjo una larga pausa.

—Vale —dijo Bellman suspirando—. Eso queda así por ahora. Dentro de diez minutos asignaré misiones. Doy por terminada la reunión… y tened cuidado ahí fuera.

—¡Por san Jorge, nunca lo hubiese pensado de Vernham! —exclamó Bradshaw acercándoseme—. ¡Para mí era como un hijo!

—Su personaje en Potternews no era muy agradable —comenté.

—Normalmente intentamos mantener la personalidad del libro al margen de nuestra personalidad en Jurisficción —dijo Havisham—. Considérate afortunada de que no cargue con ninguno de mis rasgos de personalidad de Grandes esperanzas. Si lo hiciese, ¡sería totalmente insoportable!

—Sí —dije diplomáticamente—. Estoy muy agradecida.

—¡Ah! —dijo Bellman uniéndose a nosotros—. Señorita Havisham. Acompañe a la agente Next al C de G para jurar el cargo, luego vaya al Pozo y vea si puede encontrar alguna pista en el interior de El señor de High Potternews. Si es posible, le quiero con vida. Pero —añadió—, no se arriesgue.

—Comprendido —respondió la señorita Havisham.

—¡Bien! —dijo Bellman entusiasmado, dando una palmada. Luego se marchó a hablar con la Reina Roja.

Havisham me llamó a su mesa y me indicó que me sentase.

—Primero, felicidades por convertirte en agente de pleno derecho de Jurisficción.

—¡No estoy preparada para esto! —susurré—. ¡Probablemente haré el ridículo más absoluto!

—Probablemente no —respondió Havisham—. Lo harás. El fracaso concentra la mente que es una maravilla. Si no cometes errores es que no te estás esforzando lo suficiente.

Iba a darle las gracias por una alabanza tan de refilón.

—Esto es para ti.

Del cajón inferior de su mesa había sacado una cajita de cuero de las que habitualmente contienen un anillo de bodas. Me la entregó y la abrí. Al hacerlo sentí que un destello de inspiración me recorría. Sabía lo que era. No era mayor que un grano de arroz, pero poseía un valor que excedía con mucho su tamaño.

—De la Ultima Idea Original —murmuró Havisham—, un pequeño fragmento de cuando tallaron el conjunto en 1884, pero una parte de todas formas. Usalo con sabiduría.

—No puedo aceptarlo —dije, cerrando la caja.

—Tonterías —respondió Havisham—, acepta con elegancia lo que se te entrega con elegancia.

—Muchas gracias, señorita Havisham.

—Ni lo menciones. ¿Por qué llevas «Landen» escrito en la mano?

Me miré la mano, pero no tenía ni idea. Yaya me lo había escrito… debía de estar pasando por uno de sus momentos de confusión.

—No estoy segura, señorita Havisham.

—Entonces lávatelo… te da un aspecto vulgar. Vámonos al Consejo de Géneros. ¡Debes firmar el juramento!