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Pero Traveler no dormía, después de una o dos tentativas la pesadilla lo seguía rondando y al final se sentó en la cama y encendió la luz. Talita no estaba, esa sonámbula, esa falena de insomnios, y Traveler se bebió un vaso de caña y se puso el saco del piyama. El sillón de mimbre parecía más fresco que la cama, y era una buena noche para seguir estudiando a Ceferino Piriz[1].

Dans cet annonce ou carte —decía textualmente Ceferino— ye reponds devant ou sur votre demande de suggérer idées pour UNESCO et écrit en el journal El Diario de Montevideo.

¡Afrancesado Ceferino! Pero no había peligro, «La Luz de la Paz del Mundo», cuyos extractos poseía preciosamente Traveler, estaba escrito en admirable castellano, como por ejemplo la introducción:

En este anuncio presento a algunas partes extractadas de una obra recientemente escrita por mí y titulada «La Luz de la Paz del Mundo». Tal obra ha sido o está presentada a un concurso internacional… pero sucede de que a cuya obra no la puedo enviar entera a vosotros, ya que cuya Revista no permite por cierto tiempo de que cuya obra sea entregada en su formación completa, a ninguna persona ajena a cuya Revista…

Así que yo en este anuncio me limito solamente a enviar algunos extractos de cuya obra, los cuales, estos que irán a continuación, no deben ser publicados por ahora.

Muchísimo más claro que un texto equivalente de Julián Marías, por ejemplo. Con dos copas de caña se establecía el contacto, y vamos allá. A Traveler le empezó a gustar el haberse levantado, y que Talita anduviera por ahí prodigando romanticismo. Por décima vez se internó lentamente en el texto de Ceferino.

En este libro se hace la presentación de lo que pudiéramos llamar «gran fórmula en pro de la paz mundial». Tanto es así que en cuya fórmula grande entran una Sociedad de Naciones o una U.N., donde esta Sociedad es de tendencia hacia valores (preciosos, etc.) y razas humanas; y finalmente, como ejemplo indiscutido en lo internacional, entra un país que es verdadero ejemplar, ya que el cual está compuesto por 45 CORPORACIONES NACIONALES O ministerios de lo simple, y de 4 Poderes nacionales.

Tal cual: un ministerio de lo simple. Ah, Ceferino, filósofo natural, herborista de paraísos uruguayos, nefelibata…

Por otra parte esta fórmula grande, en su medida de ella, no es ajena, respectivamente, al mundo de los videntes; a la naturaleza de los principios NIÑOS; de las medidas naturales que, en una fórmula que se dé de por sí, no admiten ninguna alteración en la cuya fórmula dada de por sí; etc.

Como siempre, el sabio parecía añorar la videncia y la intuición, pero a las primeras de cambio la manía clasificatoria del Homo occidentalis entraba a saco en el ranchito de Ceferino, y entre mate y mate le organizaba la civilización en tres etapas:

Etapa primera de civilización

Se puede concebir a una etapa primera de civilización a contar desde tiempos desconocidos en el pasado, hasta el año 1940. Etapa que consistía en que todo se inclinaba hacia la guerra mundial de allá por el año 1940.

Etapa segunda de civilización

También se puede concebir a una etapa segunda de civilización, a contar desde el año 1940, hasta el año 1953. Etapa que ha consistido en que todo se ha inclinado hacia la paz mundial o reconstrucción mundial.

(Reconstrucción mundial: hacer de que en el mundo, cada cual quede con lo que suyo; reconstruir eficazmente, a todo lo ya deshecho antes: edificios, derechos humanos, equilibrios universales de precios; etc.; etc.)

Etapa tercera de civilización

También hoy día o actualmente se puede concebir a una etapa tercera de civilización, contando desde el año 1953, hasta el futuro año 2000. Etapa que consiste en que todo marche firmemente hacia el arreglo eficaz de las cosas.

Evidentemente, para Toynbee[2]… Pero la crítica enmudecía ante el planteo antropológico de Ceferino:

Ahora bien, he aquí los humanos ante las mencionadas etapas:

A) Los humanos vivientes en la etapa segunda mismamente, en aquellos mismos días, no atinaban mayormente de pensar de la etapa primera.

B) Los humanos vivientes, o que somos vivientes en esta etapa tercera de hoy día, en estos mismos tiempos no atinan, o no atinamos mayormente de pensar de la etapa segunda. Y

C) En el mañana que ha de estar después, o ha de partir del año 2000, los humanos de esos días, y en esos días, ellos no atinarán mayormente de pensar de la etapa tercera: la de hoy día.

Lo de no pensar mayormente era bastante cierto, beati pauperes spiritu, y ya Ceferino se largaba a lo Paul Rivet[3] cuesta abajo de una clasificación que había sido la delicia de las tardes en el patio de don Crespo, a saber:

En el mundo se pueden contar hasta seis razas humanas: la blanca, la amarilla, la parda, la negra, la roja y la pampa.

RAZA BLANCA: son de tal raza, todos los habitantes de piel blanca, tales, los de los países bálticos, nórdicos, europeos, americanos, etc.

RAZA AMARILLA: son de tal raza, todos los habitantes de piel amarilla, tales, chinos, japoneses, mongoles, hindúes en su mayoría de ellos, etc.

RAZA PARDA: son de tal raza, todos los habitantes de piel parda por naturaleza, tales, los rusos pardos propiamente, los turcos de piel parda, los árabes de piel parda, los gitanos, etc.

RAZA NEGRA: son de tal raza, todos los habitantes de piel negra, tales los habitantes del África Oriental en su gran mayoría de ellos, etc.

RAZA ROJA: son de tal raza, todos los habitantes de piel roja, tales una gran parte de etíopes de piel rojiza oscura, y donde el NEGUS o rey de Etiopía es un ejemplar rojo; una gran parte de hindúes de piel rojiza oscura o de «color café»; una gran parte de egipcios de piel rojiza oscura; etc.

RAZA PAMPA: son de tal raza, todos los habitantes de piel de color vario o pampa, tales como todos los indios de las tres Américas.

—Aquí tendría que estar Horacio —se habló Traveler—. Esta parte él la comentaba muy bien. Al fin y al cabo, ¿por qué no? El pobre Cefe tropieza con las clásicas dificultades de la Etiqueta Engomada, y hace lo que puede, como Linneo[4] o los cuadros sinópticos de las enciclopedias. Lo de la raza parda es una solución genial, hay que reconocerlo.

Se oía caminar en el pasillo, y Traveler se asomó a la puerta, que daba sobre el ala administrativa. Como hubiera dicho Ceferino, la primera puerta, la segunda puerta y la tercera puerta estaban cerradas. Talita se habría vuelto a su farmacia, era increíble cómo la entusiasmaba su reingreso en la ciencia, en las balancitas y los sellos antipiréticos.

Ajeno a esas nimiedades, Ceferino pasaba a explicar su Sociedad de Naciones modelo:

Una sociedad que sea fundada en cualquier parte del mundo, aun siendo el mejor lugar la Europa. Una Sociedad que funcione permanentemente, y por ende todos los días hábiles. Una sociedad donde su gran local o palacio, disponga al menos de siete (7) cámaras o recintos bien grandes. Etc.

Ahora bien; de las siete mencionadas cámaras del palacio de cuya Sociedad una primera cámara ha de ser ocupada por los Delegados de los países de raza blanca, y su Presidente de igual color; una segunda cámara ha de ser ocupada por los Delegados de los países de raza amarilla, y su Presidente de igual color; una tercer…

Y así todas las razas, o sea que se podía saltar la enumeración, pero no era lo mismodespués de cuatro copitas de caña (Mariposa y no Ancap, lástima, porque el homenaje patriótico hubiera valido la pena); no era en absoluto lo mismo, porque el pensamiento de Ceferino era cristalográfico, cuajaba con todas las aristas y los puntos de intersección, regido por la simetría y el horror vacui, o sea que

… una tercer cámara ha de ser ocupada por los Delegados de los países de raza parda, y su Presidente de igual color; una cuarta cámara ha de ser ocupada por los Delegados de los países de raza negra, y su Presidente de igual color; una quinta cámara ha de ser ocupada por los Delegados de los países de raza roja, y su Presidente de igual color; una sexta cámara ha de ser ocupada por los Delegados de los países de raza pampa, y su Presidente de igual color; y una —la— séptima cámara ha de ser ocupada por el «Estado Mayor» de toda cuya Sociedad de Naciones.

A Traveler lo había fascinado siempre ese «-la-» que interrumpía la rigurosa cristalización del sistema, como el misterioso jardín del zafiro, ese misterioso punto de la gema que quizá determinaba la coalescencia del sistema y que en los zafiros irradiaba su transparente cruz celeste como una energía congelada en el corazón de la piedra. (¿Y por qué se llamaba jardín, a menos de imaginar los jardines de pedrerías de las fábulas orientales?)

Cefe, mucho menos delicuescente, explicaba en seguida la importancia de la cuestión:

Más detalles sobre la mencionada séptima cámara: en cuya séptima cámara del palacio de la Sociedad de las Naciones, han de estar el Secretario General de toda cuya Sociedad, y el Presidente General, también de toda cuya Sociedad, pero tal Secretario General al mismo tiempo también ha de ser el Secretario directo del mencionado Presidente General.

Más detalles aún: bien; en la cámara primera ha de estar su correspondiente Presidente, el cual siempre ha de presidir a cuya cámara primera; si hablamos con respecto a la cámara segunda, ídem; si hablamos con respecto a la cámara tercera, ídem; si hablamos con respecto a la cámara cuarta, ídem; si hablamos con respecto a la cámara quinta, ídem; y si hablamos con respecto a la cámara sexta, ídem.

A Traveler lo enternecía pensar que ese «ídem» le debía haber costado bastante a Ceferino. Era una condescendencia extraordinaria hacia el lector. Pero ya estaba en el fondo del asunto, y procedía a enumerar lo que él llamaba: «Primoroso cometido de la Sociedad de Naciones modelo», i.e.:

1) Ver (por no decir fijar) al o a los valores del dinero en su circulación internacional; 2) designar a los jornales de obreros, a los sueldos de empleados, etc.; 3) designar valores en pro de lo internacional (dar o fijar precio a todo artículo de los vendibles, y dar valor o mérito a otras cosas: cuántas armas de guerra ha de tener un país; cuántos niños ha de dar a luz, por convención internacional, una mujer, etc.); 4) designar de cuánto deban percibir monetariamente por concepto de jubilación un jubilado, un pensionado, etc.; 5) de hasta cuántos niños ha de dar a luz toda respectiva mujer en el mundo; 6) de las distribuciones equitativas en el terreno internacional; etc.

¿Por qué, se preguntaba sagazmente Traveler, esa repetición en materia de libertad de vientres y demografía? Bajo 3) se lo entendía como un valor, y bajo 5) como cuestión concreta de competencia de la Sociedad. Curiosas infracciones a la simetría, al rigor implacable de la enumeración consecutiva y ordenada, que quizá traducían una inquietud, la sospecha de que el orden clásico era como siempre un sacrificio de la verdad a la belleza. Pero Ceferino se reponía de ese romanticismo que le sospechaba Traveler, y procedía a una distribución ejemplar:

Distribución de las armas de guerra:

Ya es sabido que cada respectivo país del mundo cuenta con sus correspondientes kilómetros cuadrados de territorio.

Ahora bien, he aquí un ejemplo:

A) El país que en un suponer tiene 1.000 kilómetros cuadrados, ha de tener 1.000 cañones; el país que en un suponer tiene 5.000 kilómetros cuadrados, ha de tener 5.000 cañones; etc.

(En esto se ha de comprender 1 cañón por cada kilómetro cuadrado);

B) El país que en un suponer tiene 1.000 kilómetros cuadrados, ha de tener 2.000 fusiles; el país que en un suponer tiene 5.000 kilómetros cuadrados, ha de tener 10.000 fusiles; etc.

(En esto se han de comprender 2 fusiles por cada kilómetro cuadrado); etc.

Este ejemplo ha de comprender a todos los respectivos países que existen: Francia tiene 2 fusiles por cada kilómetro suyo; España, ídem; Bélgica, ídem; Rusia, ídem; Norteamérica, ídem; Uruguay, ídem; China, ídem; etc.; y también ha de comprender a todas las clases de armas de guerra que existen: a) tanques; b) ametralladoras; c) bombas terroríficas; fusiles; etc.

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Rayuela
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