21
Vales lo que quieren que valgas

Me percaté que había dejado de lado forjarme un futuro.

Siempre queriendo gustar, me había olvidado de mis propias metas. Mis acciones siempre se veían condicionadas a lo que los demás, en especial los novios que me habían dejado, esperaran de mí.

Un ejemplo fue Ricardo quien, aunque siempre evitaba darme consejos que pudiesen identificarle con una posición fraternal, a causa de la diferencia de edad, me pidió que retomase los estudios y accediese a la universidad.

En esa época yo estudiaba cine, y pretendía seguir por ese camino, pues era lo que realmente me apasionaba. Pero mi mayor deseo era el de agradarle; y por ello no tardé en matricularme para el siguiente curso (cosa que hoy por supuesto le agradezco).

Una vez terminada la relación, la obsesión por impresionarle fue más allá, y recurrí a aquello que, pensaba, le haría sentirse orgulloso. Pasé horas estudiando como nunca lo había hecho, y no sólo conseguí sacarme el título, sino que lo hice con la mejor nota de toda la promoción.

Así fue hasta que la figura de Ricardo se desvaneció, y su recuerdo se debilitó tanto como para no importarme lo que pudiese pensar si desistía. Me mantuve trabajando y estudiando mientras pude, pero era inevitable que no llegase a concluir mis estudios con éxito. Había sido mi elección, pero al no recibir la recompensa esperada toda motivación desapareció junto a mis esperanzas de recuperarle.

En cuanto al físico, nunca he sido capaz de ser objetivo con mi imagen en el espejo. Esta siempre ha dependido de los halagos de los demás, en lucha constante contra mis propias inseguridades y mi «afición» por recrearme en los defectos, muchas veces inexistentes.

Sé que esa es la razón por la que acudía con frecuencia a ciertos lugares. Todos esos desconocidos alimentaban mi ego y me «cargaban» de seguridad, aunque el efecto durase poco… Miradas, piropos, propuestas, invitaciones, deseo, pasión

Durante esos momentos malinterpretas que lo que más valor tiene de ti es tu físico, y que con él puedes conseguir todo lo que te propongas. Pero finalmente nada de lo que recibes de todos esos encuentros puede «sanar» la falta de autoestima; al contrario, de esas noches aprendes que vales lo que los demás quieren que valgas.