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Invitaciones envenenadas
Con 30 años probé por primera vez la cocaína. Eso no quiere decir que me haya convertido en un consumidor habitual, ni mucho menos la tomo en todas mis salidas. Pero sí es cierto que desde aquella primera vez han sido bastantes las noches en las que he aceptado alguna raya. Digo aceptado porque la verdad es que nunca he tenido que gastarme un solo euro para tenerla, sino que siempre ha sido el ligue de turno quien la ha compartido conmigo. Y para qué mentir, uno ya sabe a quien acercarse para conseguir esa invitación…
Las primeras veces fueron a través del gerente de un club del que era cliente habitual, y donde actualmente tengo prohibida la entrada. Él se había fijado en mí bastante tiempo atrás, y solía recibir por su parte constantes «sobeteos» y propuestas de acompañarle a casa. No me resultaba especialmente molesto el trato con él, de hecho tenía bastantes ventajas «seguirle el rollo», como las copas gratis, y más tarde, algunas rayas de coca.
Como ya he dicho actualmente este es uno de los locales en los que no se me permite la entrada. Uno de varios… En este caso el motivo fue una gran bronca con ese gerente, quien una noche creyó haberme comprado con sus invitaciones y fue más allá de lo que yo iba a permitir.
Fui el claro culpable del asunto. A esas alturas ya no era tan inocente para creer que sus regalos eran desinteresados. Imagino que tensé la cuerda más de lo debido.
Generalmente mis noches acababan en ese local, y tras el cierre volvía a casa. Pero después del incidente esa madrugada busqué otro sitio donde continuar la fiesta, y llegué hasta una conocida discoteca de ambiente.
Me sucede, en especial cuando llego a un lugar nuevo, que exagero aun más esa chulería tan común en mí. Y lo curioso es que me funciona bastante bien a la hora de ligar. No importa si nadie me acompaña a estos sitios, pues enseguida me veo rodeado de chicos con los que pasar el rato.
Con el «bagaje» de drogas y alcohol que arrastraba del anterior club tuve suficiente por el momento, así que no pedí ninguna copa, y me limité a recorrer el lugar observando y dejándome ver. No tarde en tener acompañantes, y la noche se fue animando. Me encontraba a gusto, y no necesitaba beber más, pero acepté algún trago de los que me ofrecieron.
Empecé a notar un calor exagerado, y a encontrarme bastante mareado. Todo en cuestión de segundos. Me extrañó que apenas con esos tragos, y tanto tiempo después de haber consumido coca, me notase «colocado» de esa forma.
Pregunté al chico que tenía a mi lado y de quien había aceptado beber de su copa. Entre risas me confesó que había puesto algo de éxtasis líquido. —Pero muy poco…— se justificó.
Me inquieté por desconocer los efectos, pero no le di mayor importancia y continué con la fiesta; mientras fui consciente de mis actos…
Recuerdo vagamente caminar hacia las escaleras del local buscando la salida para tomar el aire. A continuación estaba en la planta de abajo rodeado de gente, tendido en el suelo y con bastante dolor. Me había desmayado y caído por las escaleras.
Un par de chicos me llevaron hasta la salida, y se quedaron a mi lado hasta que me encontré mejor. Comprobé aquellas zonas de mi cuerpo que tenía doloridas y las encontré totalmente amoratadas, en especial el costado derecho.
Tuve fisura en dos costillas y un par de meses con mucho dolor tras el «accidente».
Por segunda vez en la misma noche el aceptar una invitación, y por supuesto mi cada vez mayor falta de control, me había traído malas consecuencias.