I
¡Dios, nada funcionaba! Las salvas que la Destino susceptible de cambio dirigía contra el dron de la nave del Elenco desaparecían sin más, enviadas quién sabía dónde. Tuvo que reaccionar rápidamente para cerrar los agujeros de gusano que normalmente utilizaba para lanzar sus bombas y que ahora estaban regresando, interminables, a sus Desplazadores. ¿Cómo se podía hacer eso? (¿Y se habían dado cuenta las naves del Elenco?). El pequeño dron continuó con su vuelo, a escasos segundos de distancia de su nave progenitora.
~ Confieso que acabo de intentar destruir a tu dron –envió la Destino a la Apelación a la razón–. No me disculpo por ello. Mira lo que ha ocurrido. –Le envió un sumario de los acontecimientos–. ¿Vas a escucharme ahora? Tratar de destruir esa maquinita no parece tener mucho sentido, así que aléjate de ella. Intentaré encontrar otra forma de responder.
~ No tienes que hacer nada con mi dron –replicó la Apelación a la razón–. Me alegro de que hayas fracasado. Y de que el dron parezca estar bajo la protección de la entidad. Me parece una señal alentadora.
~ ¿Qué? ¿Estás loca?
~ Te agradeceré que dejes de impugnar mi estado mental con tanta regularidad y me permitas continuar con mi trabajo. No he informado a las demás naves de tu desafortunado e ilegal ataque contra mi nave. Sin embargo, cualquier nuevo intento de naturaleza similar no será respondido con tanta indulgencia.
~ No trataré de razonar contigo. Adiós y buena suerte.
~ ¿Dónde vas?
~ No voy a ninguna parte.