II

El dron Sisela Ytheleus 1/2 flotaba y esperaba. Habían transcurrido varios segundos desde que sintiera la vibración del tejido a su alrededor y todavía estaba tratando de decidir lo que debía hacer. Había pasado este tiempo preparando la cámara de reacción de antimateria lo mejor posible, en lugar de llevar a cabo los exhaustivos y fatigosos preparativos que hubiera utilizado en otras circunstancias. También se le ocurrió lanzar todos sus nanomisiles salvo uno y disponer doscientos de ellos alrededor de su chamuscado panel trasero, en dos grupos, a ambos lados de la cámara de reacción. Por fortuna, la superficie dañada del panel permitía empotrar en ella los diminutos proyectiles de tal modo que solo la tercera parte de sus cuerpos de un milímetro de longitud estuviera a la vista. Mantuvo los otros treinta y nueve misiles preparados para disparar, por si le servían de algo contra lo que quiera que estuviera acechándolo.

La delicada y zumbante vibración del tejido tenía una signatura distintiva. Algo se le estaba acercando por el hiperespacio, algo que tenía una quilla sensorial en el espacio real, desplazándose con lentitud, muy por debajo de la velocidad de la luz. Fuera lo que fuese, no era La paz trae plenitud. Las características de su timbre eran todas diferentes.

Sintió un chorro de radiación de banda ancha, como una luz sin fuente, un último pulso de energías maestras, esta vez en el espacio real, y luego algo trémulo que se había hecho a un lado; una nave que, parpadeando y luego consolidándose, emergía al vacío tridimensional.

A diez kilómetros de distancia. Un kilómetro de longitud. Con idéntica velocidad. Una gruesa forma elipsoide, de color gris oscuro, cubierta de afiladas espinas, protuberancias y hojas...

¡Una nave Afrentadora!

El dron titubeó. ¿Sería la nave que había estado siguiendo a La paz trae plenitud? Probablemente. ¿Habría caído en manos del artefacto/excesión? Posiblemente. Y no es que eso importase demasiado, al fin y al cabo. Mierda.

La Afrenta. No eran muy amigos del Elenco. Ni de nadie, en realidad. He fracasado. Me pescarán con una red y me subirán a bordo.

Desesperado, el dron trató de decidir lo que debía hacer. ¿Suponía alguna diferencia el hecho de que fuera una nave Afrentadora? Era dudoso. ¿Debía enviarle una señal, tratar de conseguir su ayuda? Podía intentarlo. La Afrenta había firmado todas las convenciones estándar referentes a naves e individuos en peligro y en teoría deberían subirlo a bordo, repararlo y retransmitir una advertencia sobre el artefacto al resto de la galaxia.

En la práctica, reducirían al dron a fragmentos minúsculos para averiguar cómo funcionaba, le arrancarían toda la información, tratarían de obtener un rescate si el proceso de investigación e inquisición no lo había destruido, probablemente tratarían de colocarle un programa espía que les enviara información cuando estuviera de regreso en el Elenco y mientras tanto tratarían de averiguar cómo podían utilizar el artefacto/excesión, tal vez cometiendo el mismo error temerario y fatal que La paz trae plenitud o tal vez guardando su existencia en secreto por el momento y trayendo más naves y equipos para investigarlo. Lo que seguro que no hacían era abordar la situación según el manual.

Un efector EM; estaban comunicándose. Sisela Ytheleus 1/2 preparó sus escudos (por si le servían de algo). Probablemente alargasen las cosas... ah, un nanosegundo largo si la nave Afrentadora decidía atacar...

~ ¡Máquina! ¿Qué eres?

(Vaya, al menos hablaba como un Afrentador, de eso no había duda. Podría apostar a que todavía no habían topado con el artefacto/excesión. Oh, bueno. Seguiría las convenciones:)

~ Soy Sisela Ytheleus 1/2, dron de la Nave Exploradora La paz trae plenitud, un navío del Clan de los Observadores de Estrellas, parte de la Quinta Flota del Elenco Zetético, y en peligro –comunicó–. ¿Y tú?

~ ¡Ahora estás en nuestras manos! ¡Ríndete o huye!

(Seguía siendo 100% Afrenta.)

~ Lo siento, no he oído bien. ¿Cuál decís que es vuestro nombre?

~ ¡Ríndete ahora mismo o huye, despojo!

~ Permitidme que lo piense.

(Y pensar era exactamente lo que estaba haciendo, pensar sin parar, pensar febrilmente. Tratando de ganar tiempo, pero pensando.)

~ ¡No!

La fuerza de la señal del efector empezó a elevarse exponencialmente. Tenía tiempo de sobra para derribar sus escudos.

Bastardos –pensó–. Por supuesto; les encantan las persecuciones...

El dron activó los misiles que tenía empotrados en el panel trasero. Los doscientos cohetes diminutos mezclaron cantidades idénticas de materia y antimateria y arrojaron el chorro resultante de plasma al vacío, lo que impulsó la máquina por el espacio, alejándola de la nave de la Afrenta. La aceleración era relativamente leve. El dron no había tenido tiempo de probar la cámara de reacción de antimateria que había construido. Introdujo unas pocas partículas de cada clase en la cámara y cruzó los dedos.

La cámara reventó. Mierda, otra vez a la mesa de dibujo.

Los daños no fueron muy importantes –no mucho más de los que ya había sufrido, al menos– pero tampoco consiguió demasiado impulso y no podría volver a utilizar la cámara. La aceleración siguió ascendiendo lentamente. ¿Qué más? ¡Piensa!

La nave Afrentadora no se molestó en salir tras el dron. Sisela Ytheleus 1/2 abandonó su plan original de plantar unos pocos nanomisiles tras de sí como una especie de campo de minas. (Y además, ¿a quién estoy tratando de engañar? Piensa. ¡Piensa!)

El espacio pareció combarse y retorcerse delante de él y de repente ya no se encontró alejándose de la nave Afrentadora. Volvía a estar paralela a ella. ¡Esas malditas bolsas de pus están jugando conmigo!

Un destello cerca del morro de la nave Afrentadora. Un círculo de luz láser de un centímetro de diámetro hizo blanco en el revestimiento del dron y empezó a oscilar. El dron ordenó a los motores de sus nanomisiles que se apagaran y encendió sus escudos espejo. El rayo láser lo siguió y se estrechó hasta tener un milímetro de diámetro y entonces, inesperadamente, su potencia aumentó en siete órdenes de magnitud. Ignorando las protestas de sus escudos de espejo, el dron los obligó a adoptar forma de cono y le dio la espalda a la nave para presentar un blanco lo más pequeño posible. El láser moduló y pasó a ultravioleta. Empezó a parpadear con luz estroboscópica

Están jugando conmigo, joder, jugando conmigo... (¡Piensa, piensa!)

Bueno, para empezar...

Abrió los cierres que sujetaban sus dos mentes superiores y levantó la tapa de su revestimiento para dejar libres los dos componentes –el núcleo de IA y el fotónico–. El revestimiento se estremeció y chirrió, pero se movió. En cuanto el revestimiento estuvo abierto, el dron empujó los dos componentes mentales con su campo de manipulación, pero no pasó nada. Estaban atascados.

¡Pánico! Si permanecía intacto y los Afrentadores lo capturaban y no eran mucho más cuidadosos de lo que su fama sugería... Apretó con más fuerza. Los componentes empezaron a moverse y perdieron la energía en el momento mismo en que dejaron de estar en contacto con el cuerpo del dron. Lo que quiera que hubiera en su interior debía de estar ya muerto o agonizando. Por si acaso, los redujo a polvo candente con su láser y a continuación lo expulsó tras de sí, rodeando sus campos de escudo, para que interfirieran un poco con el láser enemigo. Muy poco.

Preparó el núcleo que contenía su sustrato actual. También tendría que expulsarlo y destruirlo.

Entonces se le ocurrió una idea.

Le dio vueltas. Si hubiera sido humano, se le habría quedado la boca seca.

Giró en redondo en los estrechos confines de su maltrecho escudo y activó los motores de los doscientos nanomisiles. Se sacudió de encima el resto de los proyectiles sueltos y disparó treinta de ellos contra la nave Afrentadora. Los otros nueve los dejó dando vueltas tras de sí como un puñado de diminutas puntas de aguja de cuerpo negro, con sus propias instrucciones y la poca capacidad que le quedaba a sus cerebros microscópicos llena de tonterías codificadas.

Los nanomisiles disparados contra la nave Afrentadora aceleraron hacia ella en una nube de luz centelleante, precediendo al dron. Fueron abatidos, uno por uno, a lo largo de un milisegundo, en una vertiginosa y resplandeciente cosecha de flores de luz, provocadas por la detonación simultánea de sus diminutas cabezas explosivas y lo que quedaba de sus reservas de antimateria. La última en ser cazada por el efector de la nave Afrentadora y obligada a autodestruirse había logrado acercarse a menos de un kilómetro.

Más lejos, los nueve nanomisiles giratorios debían de haber sido abatidos también por el efector, porque también ellos habían explotado.

Y con un poco de suerte, pensaréis que estaba enviando mensajes en una botella y que esa era mi gran idea –pensó Sisela Ytheleus 1/2 mientras separaba el núcleo que contenía el estado mental de su gemelo. El núcleo perdió energía. Lo que quiera que contuviese murió.

No tuvo tiempo de lamentarlo; reorganizó su estado interno para arrojar el núcleo al exterior y a continuación dejó que su cuerpo recobrara la normalidad. Atrajo el núcleo sobre su carcasa cubierta de ampollas y grietas, lo llevó hasta el panel trasero, cerca del lugar en el que colgaban los restos de la fundida y reventada cámara de reacción y entonces lo dejó caer en el lívido plasma y la nevisca de radiación de los chorros de los nanomisiles. Ardió, se desintegró y se perdió a popa dejando un brillante rastro de fuego.

El láser que seguía al dron estaba acercándose al extremo del espectro de los rayos-X. Atravesaría el escudo espejo dentro de un segundo y medio. El dron tardaría cuatro segundos y medio en llegar a la nave.

Mierda. Esperó a que al escudo espejo le faltara dos décimas de segundo para fallar y entonces envió la señal:

~ ¡Me rindo!

Confiaba en estar hablando con otra máquina. Si tenía que contar con el tiempo de reacción de un Afrentador, estaría frito antes de que el mensaje se hubiera abierto camino por sus estúpidos cerebros animales..

El láser se apagó. El dron mantuvo los escudos EM levantados.

Estaba acercándose a la nave Afrentadora a casi medio kilómetro por segundo. La mole dentada y voluminosa de la nave estaba cada vez más cerca.

~ ¡Baja tus escudos!

~ ¡No puedo! –Dotó de expresividad la señal para que sonara como un gemido.

~ ¡Ahora!

~ ¡Lo estoy intentando! ¡Lo estoy intentando! ¡Me habéis dañado! ¡Más de lo que ya estaba! ¡Menudas armas! ¿Qué posibilidades tenía yo, un mero dron, una cosa más pequeña que el pico de un Afrentador, frente a semejante potencia de fuego?

Casi estaba al alcance. Cerca. Ya estaba muy cerca. Otros dos segundos.

~ Baja tus escudos inmediatamente y permite que te subamos a bordo o sufrirás una destrucción instantánea.

Seguían faltándole casi dos segundos. Nunca lograría distraerlos el tiempo suficiente...

~ ¡No lo hagáis, por favor! Estoy tratando de apagar el protector del escudo, pero está en modo a prueba de fallos. No se deja desactivar. Está discutiendo, ¿os lo podéis creer? Pero, de verdad, estoy haciendo lo que puedo. Por favor, creedme. Por favor, no me matéis. Soy el único superviviente, ¿sabéis? ¡Nuestra nave fue atacada! Tuve suerte de poder escapar. Nunca había visto nada parecido. Ni siquiera había oído hablar de algo parecido.

Una pausa. Una pausa de dimensiones animales. El tiempo para pensamientos animales. Montones de tiempo.

~ Ultima oportunidad; baja...

~ Ya está; estoy bajando los escudos. Soy todo vuestro.

El dron Sisela Ytheleus 1/2 desactivó sus escudos espejo electromagnéticos. Al mismo tiempo, disparó su láser contra la nave Afrentadora.

Un instante después, levantó los campos de contención que protegían sus reservas de antimateria, detonó su carga de autodestrucción incorporada y ordenó al único nanomisil que todavía conservaba que explotara.

~ ¡Jodeos, cabrones! –fueron sus últimas palabras.

Lo último que sintió fue una mezcla de pesar, júbilo y una especie de desesperado orgullo al saber que su plan había funcionado... Y entonces murió, instantáneamente y para siempre, en una ardiente bola de calor y luz.

Para la nave Afrentadora, el efecto del láser del diminuto dron fue comparable a unas cosquillas: se dispersó por su casco sin apenas chamuscarlo.

La nube de brillantes restos que la autodestrucción del dron había provocado pasó sobre la nave Afrentadora y fue analizada por sus sensores analíticos. Plasma. Átomos. Nada mayor que una molécula. Lo mismo que los restos en lenta expansión de los dos grupos de nanomisiles.

Una decepción, pues. Era un modelo de dron del Elenco especialmente sofisticado, casi tanto como los más avanzados de la Cultura. Hubiera sido una espléndida captura. No obstante, teniendo en cuenta las circunstancias, había presentado una resistencia razonable y había proporcionado una cacería inesperadamente estimulante.

El crucero ligero de la Afrenta, Propósito furioso, se alejó lentamente del escenario de la batalla en miniatura, escudriñando cuidadosamente sus alrededores en busca de más nanomisiles. No representaban amenaza alguna para el crucero, claro está, pero el pequeño dron parecía haber tratado de utilizar las diminutas armas para esconder información y era posible que hubiera dejado atrás alguno que no se autodestruyera al recibir la señal de un efector. No apareció ninguno. El crucero recorrió en sentido inverso la trayectoria que parecía haber seguido el dron. En un punto descubrió una nubécula de materia que estaba enfriándose, los restos de alguna explosión aparentemente, pero eso fue todo. Más allá, nada. Allá donde miraran, nada.

De lo más decepcionante.

Los inquietos oficiales del Propósito furioso debatieron cuánto tiempo convenía seguir buscando la desaparecida nave del Elenco. ¿Le habría ocurrido algo? ¿Estaría mintiendo el pequeño dron? ¿Habría un adversario más interesante ahí fuera, en alguna parte?

¿O sería todo ello un ardid, un señuelo? Todos sabían que la Cultura –la Cultura de verdad, la astuta, no los semi-místicos elenquistas, con su miserable afán por ser diferentes– había mantenido ocupadas a flotas enteras de la Afrenta durante meses enteros con tentaciones y subterfugios no muy diferentes, haciéndoles creer que estaban siguiendo el rastro de alguna presa enormemente interesante que al final había resultado no ser nada, o una nave de la Cultura con alguna excusa ridícula pero ofrecida con toda seriedad, mientras la Cultura o una de las razas lloronas que eran sus clientes se hacía con algo en alguna otra parte, arruinando su merecida diversión a los Afrentadores.

¿Cómo podían saber que no era una de esas ocasiones? Puede que la nave elenquista hubiera sido contratada por la Cultura. Puede que hubieran perdido la Exploradora y una UGC –que los estuviera siguiendo como ellos habían estado siguiendo la nave del Elenco– hubiera ocupado su lugar. ¿Podía ser esta la verdad?

No –argüyó uno de los oficiales–, porque la Cultura nunca sacrificaría a un dron considerado consciente.

El resto pensó en ello, consideró la actitud insólitamente sentimental de la Cultura hacia la vida y se vio obligado a mostrarse de acuerdo.

El crucero pasó otros dos días en las proximidades del sistema Esperi y luego se marchó. Regresó al hábitat llamado Grada con un insignificante pero molesto fallo de motores.

Excesión
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