V

La Hora de matar seguía alejándose del almacén de naves de Miseria a una velocidad cercana a la máxima que podía mantener durante un período de tiempo prolongado. Si aceleraba más, el rendimiento de sus motores empezaría a degradarse. Estaba aproximándose al punto medio entre Miseria y la Excesión cuando cortó la potencia y dejó que su velocidad fuera aminorando hasta la de la luz. Quería evitar a toda costa una parada brusca. Con este fin, extendió con mucho cuidado un enorme campo de varios segundos luz de anchura sobre el tejido del espacio real y, tirando de él, fue frenando con lentitud hasta detenerse del todo, en una posición fija e inmutable en las tres dimensiones del espacio real. Su único vector de movimiento apreciable se debía a la expansión del propio universo; el lento alejamiento del punto central de Realidad asumida que compartía toda la materia en las tres dimensiones. Entonces envió una señal.

[haz estrecho, M32, tra. @n4.28.885.1008]

º º URO Hora de matar

ª ª VGS Brillo acerado

ºº

Tengo entendido que eres la comandante militar de facto de esta zona. ¿Quieres que te envíe mi estado mental?

ªª

No. Aprecio tu gesto –tu oferta–. Sin embargo, tenemos otros planes para ti. ¿Puedo preguntarte qué te ha llevado a Miseria?

ºº

Un asunto personal. Sigo convencido de que había otra nave en Miseria; una antigua nave de la Cultura y fui allí porque me pareció conveniente. Esta antigua camarada trató de provocar mi destrucción. Eso es algo intolerable. Mi orgullo está en juego. Mi honor. Quiero vengarme. Por favor, recibe mi estado mental.

ªª

No puedo. Aprecio tu celo y tu preocupación pero nuestros recursos son tan escasos que no podemos permitirnos el lujo de malgastarlos. Algunas veces el orgullo personal debe aceptar un papel subsidiario frente al pragmatismo militar, por mucho que esto nos repugne.

ºº

Comprendo. Muy bien. Sugiere un curso de acción, por favor. A ser posible, que deje abierta la posibilidad de que la nave traidora y yo volvamos a encontrarnos.

ªª

Desde luego (DiaGlif de itinerario adjunto). Por favor, confírmame la recepción del archivo y envía una señal cuando llegues a la primera posición.

ºº

(recepción confirmada.)

[haz estrecho, M32, tra. @n4.28.885.1122]

º º URO Hora de matar

ª ª Excéntrica Liquídalos más tarde

ºº

Te pido que sigas esto (secuencia de señal adjunta). ¿Quieres recibir mi estado mental?

ªª

Mi querida nave, ¿de veras es esto necesario?

ºº

Nada es necesario. Algunas cosas son deseables. Yo deseo esto. ¿Quieres recibir mi estado mental?

ªª

¿Te detendrás si no lo hago?

ºº

Puede. Desde luego eso me demorará

ªª

No te gusta facilitarle las cosas a los demás, ¿verdad?

ºº

Soy una nave de guerra. Esa no es mi función. ¿Quieres recibir mi estado mental?

ªª

¿Sabes?, por esto precisamente preferimos llevar tripulaciones humanas a bordo. Ayuda a prevenir heroicidades.

ºº

Ahora estás intentando entretenerme. Si no accedes a recibir mi estado mental, lo transmitiré hacia ti de todas maneras. ¿Quieres recibir mi estado mental?

ªª

Si insistes... Pero no lo haré con la conciencia tranquila...

La nave transmitió a la otra una copia de lo que en otros tiempos podría haberse llamado su alma. Entonces experimentó un extraña sentimiento de liberación y libertad mientras completaba sus preparativos para el combate. Ahora sentía una extraña afinidad, al mismo tiempo orgullosa y humilde, con los guerreros de todas las especies en todas las épocas del mundo que se habían despedido de sus vidas, sus seres queridos, sus amigos y conocidos, habían hecho las paces consigo mismos y con las entidades que exigiesen sus supersticiones, y se habían preparado para morir en batalla.

La embargó el más fugaz momento de azoramiento por haber despreciado alguna vez a estos bárbaros por su falta de civilización. Siempre había sabido que no era culpa suya ser unas criaturas tan humildes, pero a pesar de todo le costaba expurgar a sus pensamientos sobre estos animales del patricio desdén que tan frecuente era entre las Mentes. Ahora en cambio, percibió una hermandad que no solo se extendía a través de las eras, especies o civilizaciones, sino también sobre el presumiblemente más alargado abismo que separaba la torpe, confusa y apagada consciencia exhibida por la mente animal y la casi infinitamente más extendida, refinada e integrada percepción de lo que la mayoría de las especies antiguas se complacían por alguna razón en llamar Inteligencia Artificial (u otra cosa no menos –y puede que con razón, aunque inconscientemente– desalentadora).

Así que ahora había descubierto la verdad que había en la idea de una especie de pureza en la contemplación y preparación del sacrificio personal. Era algo que el estado mental que acababa de transferir –su nuevo yo, que renacería en la matriz de una nueva nave de guerra, antes de no mucho tiempo– no podría experimentar nunca. Por un instante consideró la posibilidad de enviar su estado mental actual para reemplazar al anterior, pero inmediatamente abandonó la idea. Para empezar, supondría perder más tiempo, pero además, y esto era lo más importante, sentía que estaría insultando a la extraña calma y seguridad interior que sentía ahora si la colocaba artificialmente en una Mente que no estaba a punto de morir. Sería inapropiado, puede que hasta inquietante. No, aquella certeza transparente era exclusivamente para ella y la sostendría junto a su alma exculpada como un talismán de sagrada verdad.

La nave de guerra revisó sus sistemas internos. Todo estaba preparado; cualquier demora adicional constituiría una prevaricación. Giró en la dirección por la que había venido. Encendió con lentitud sus motores para acelerar gradualmente y encaminarse, luminosa, hacia el vacío. Mientras avanzaba, sembró el tejido del espacio con minas y misiles capaces de actuar en el hiperespacio. Quizá solo pudieran eliminar una nave o dos, y eso con suerte, pero al menos frenarían al resto. Aumentó la velocidad hasta que la tasa de degradación significativa de los motores se situó en 128 horas, luego en 64 y luego en 32. Se mantuvo allí. Por encima de esto se hubiera arriesgado a sufrir una inmediata y catastrófica avería.

Atravesó las oscuras horas de distancia que para la mera luz eran décadas, gloriosa en su triunfante y sacrificial celeridad, radiante en su marcial justicia.

Sentía la flota que se le estaba acercando como un mapa de cometas brillantes y veloces en aquel espacio contemplado. Noventa y seis naves distribuidas en un tosco círculo de treinta años luz de diámetro en el espacio tridimensional, la mitad por encima y la mitad por debajo del tejido. Tras ellas captó los rastros de otra oleada, numéricamente tan grande como la primera pero extendida a lo largo del doble de su volumen.

Había trescientas ochenta y cuatro naves almacenadas en Miseria. Cuatro oleadas si cada una era tan grande como la primera. ¿Dónde se colocaría ella si estuviera al mando?

Cerca del centro de la tercera oleada, pero no exactamente en él.

¿Adivinaría la nave capitana su propósito y se colocaría en otro lugar? ¿En el extremo exterior de la primera oleada, en algún lugar de la segunda, en retaguardia, o incluso más lejos, completamente separada de todas las oleadas?

Adivina.

Penetró en el Ultraespacio recorriendo el tejido con sus sensores y preparando los sistemas de armas. Su velocidad era tan colosal que estaba acercándose a la flota enemiga más deprisa de lo que hubiera visto nunca salvo en las simulaciones más salvajes. Pasó a gran altura sobre ella en el hiperespacio, todavía, según parecía, sin ser descubierta. Una descarga de placer puro embargó su Mente. Nunca se había sentido tan bien. Pronto, muy pronto, moriría, pero lo haría de forma gloriosa, y su reputación pasaría a la nueva nave nacida con sus recuerdos y su personalidad, transmitidos en su estado mental por la Liquídalos más tarde.

Cayó sobre la tercera oleada de atacantes como un león sobre una manada de herbívoros.

Excesión
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
notaautor.xhtml
prologo.xhtml
parte1.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
parte2.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
parte3.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
parte4.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
parte5.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
parte6.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
parte7.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
parte8.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
parte9.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
parte10.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
parte11.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
parte12.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
epilogo.xhtml
autor.xhtml