Capítulo 15
A Dafne le encanta el olor de la gasolina. Cada vez que entra en el garaje de su bloque aspira profundamente y exclama.
—¡Umm! ¡Qué rico!
Nadie comparte con ella ese gusto tan peculiar. Sus hermanas no se lo creen, piensan que lo hace para llamar la atención, pero el caso es que ella disfruta con el olor de los carburantes como otros con el del perfume más exclusivo. Le pasa desde que era pequeña. Quizá sea porque le recuerda a su padre. Aunque lo cierto es que ella nunca tuvo la oportunidad de conocerlo, pero cuando piensa en él, siempre lo imagina al volante de un coche de Fórmula 1, como en la foto que tiene su madre encima de la cómoda de su cuarto, que inmortaliza la tarde en que se conocieron.
Trabajaba en la escudería de un corredor que estuvo a punto de ganar en una ocasión el campeonato nacional.
Dafne siempre se imaginaba que su padre tenía que oler como las gasolineras. Según ella, el lugar que más bien huele del mundo. Mejor que una panadería a las ocho de la mañana, que una fábrica de patatas fritas, y que la cocina de su casa cuando su madre hace las galletas de nata que le enseñó su abuela. Mejor que ningún otro lugar.
Las gasolineras suponen para ella un puro deleite. Cuando viaja con su madre, y esta tiene que llenar el depósito de su automóvil, Dafne suele bajarse también para colocarse al lado de los surtidores, donde se empapa de aquella fragancia que sólo disfruta ella y que le recuerda tanto a su padre.
Nadie lo entiende, pero Dafne es así. Y así hay que quererla.
Sin embargo, para su sorpresa, ella no es la única a quien le entusiasma ese olor tan peculiar.
-oOo-
Todas las tardes, a la salida del colegio, Paula y ella se dedicaban a vigilar de lejos a Roberto en el Barrio, comportándose como si no tuvieran nada que ver en el asunto de Dafne.
A veces se miraban la una a la otra y se daban codazos mientras se reían sin que sus compañeros de clase supiesen por qué, recordando la cara del Rata mientras esperaba a la chica que nunca llegó.
En cierta ocasión, en que las dos primas se encontraban con su grupo, pasándose canciones de unos móviles a otros, Dafne escuchó una conversación entre Roberto y uno de los gemelos que solían andar armando bronca con él.
—¡La que más me gusta es la sin plomo!
El amigo le respondió con un gesto de repugnancia.
—¡Joder, macho, tú sí que eres raro!
—¿Raro por qué? Si huele de puta madre.
—¡Venga ya! ¡No me lo creo! ¡Y por si fuera poco, me tengo que tragar que las distingues!
—Te lo juro, tronco, me gusta más que el olor de una piba. Si quieres, te lo demuestro. ¡Vamos a una gasolinera!
A Dafne se le paralizó el pulso. No importaba si Roberto se lo había podido demostrar o no a su amigo, supiese o no supiese distinguir los olores de los diferentes combustibles, el hecho era que compartía con ella el gusto por el que sus hermanas la habían acusado de excéntrica toda la vida.
Esa misma tarde, se registró en el facebook con el nick de Gasolina sin plomo y una dirección de correo electrónico a la que llamó Dafn_ huele_a_gasolina. Una vez en el muro del facebook, creó un perfil con las características de su hermana Cristina y colgó algunas de sus fotografías. Después, se registró también con una docena de nombres ficiticios que le pidieron a Gasolina sin plomo que les aceptasen como amigos y que se encargarían de hacer verosímil aquella farsa con sus comentarios. Hacía días que lo llevaba pensando, pero aquella conversación que acaba de oír entre el Rata y su amigo fue para ella la señal de que había llegado el momento. A partir de entonces, cada día colgaría una de las fotos de los books con los que se presentaba su hermana a los cástings de modelo, y que Dafne escanearía sin que nadie se enterase. En algunas de ellas, Cristina se encontraba en el circuito de Fórmula 1, al que acudían con frecuencia todas las hermanas, invitadas por los antiguos amigos de su padre.
Aquel álbum del facebook sería un paso más en el plan que había fraguado para vengarse de Roberto. Otro eslabón de la cadena que conseguiría atarle a los encantos de alguien que nunca iba a corresponderle. Roberto no podría resistirse a aquellas fotos.