Capítulo XIX

Julia dejó de respirar y observó a Nick con ojos entrecerrados. Era un hombre que estaba en su elemento, la arrogancia y la seguridad con que enfrentaba los retos, jugaba un papel fundamental en lograr ser el hombre que era. No estaba acostumbrado a recibir negativas. Una parte de ella se rebelaba ante las imposiciones de Nick pero por otro lado, deseaba disfrutar de ese momento. Con una sonrisa nerviosa, se dedicó a testear con Lori por whatsapp.

“¿A que no adivinas para dónde voy?”

Segundos después.

“¿Para dónde? Déjame adivinar, la cabaña de Frank en Santa Bárbara, el lugar de los ricos aburridos y de los ancianos.”

“Helado, helado.”

“????”

“Nick de la Cruz, Napa.”

“¡¡OMG!! Emoticones sorprendidos. Julia, hay algo que no te he contado.”

“Cuenta.”

Nick la miró curioso.

—¿Estás pidiendo permiso para ausentarte? —Nick frunció el entrecejo — ¿A tu jefe o a tu querido Frank?

Julia lo miró exasperada.

—No es de tu incumbencia.

—Mis disculpas.

El teléfono volvió a vibrar.

“Hace un par de meses, me encontré con Beth en casa de mis padres, se casó y tiene dos hijos, creo.”

“????”

Julia se tensó al leer el nombre.

“Está muy cambiada. Me comentó algo que me dejó pensando. Me preguntó por ti, y me dijo que si había una persona a la que tenía que pedir perdón era a ti.”

Julia resopló. Lo que hizo que se ganara otra mirada curiosa de Nick. Testeó veloz.

“Que se meta sus disculpas por donde mejor le quepan.”

“En serio, me dijo que los había engañado a los dos, pero no pudimos seguir hablando más, los chiquillos y su esposo nos interrumpieron.”

“¿Por qué no me lo dijiste antes? Y no cuando me voy a montar en un jodido helicóptero con él.”

“¡¡¡Helicóptero!!!”Emoticones variados.

“Intenté decírtelo en la cena de días pasados y no me dejaste hablar ¿Recuerdas?” “No te lo dije antes porque Nick no estaba en el panorama y estás comprometida con tu alma gemela”

“Que conveniente.”

“¿Qué quieres decir?”

Julia miró de reojo a Nick que estaba concentrado en su iPhone.

“Piensas que le debo dar la patada a Frank y lanzarme a la cama de Nick. Deja de leer tanta novela romántica Lori, en serio.”

“¡No estoy diciendo eso! ¿Qué te pasa? Y yo leo lo que me da la gana”

Julia podía adivinar el gesto de Lori al escribir la respuesta.

“Es lo que piensas. Además, ese comentario llega muy tarde”.

“¿Si? ¿Qué hubieras hecho de haberlo sabido hace dos meses?”

Julia frunció el ceño y suspiró.

“Nada.” “Emoticón furioso.”

Julia guardó el móvil en el bolso. Quedó atontada por la declaración de Lori. Que pésimo momento había escogido Lori para relatarle aquello.

—¿Estás bien? —preguntó Nick.

—Sí. —contestó ella, al ver que faltaba poco para llegar al aeropuerto.

—¿Seguro? Parece que hubieras recibido una mala noticia.

—En serio, estoy bien.

Trató de sonreír, sin lograrlo. Nick frunció el ceño.

En minutos llegaron al aeropuerto de San Francisco y se dirigieron hasta el hangar de la empresa de helicópteros. El chofer aparcó, salió, abrió la puerta del lado de Julia y la ayudó a bajar. Nick se acercó a ella y la tomó del brazo.

—Vamos.

El día era espectacular, cielo azul con ausencia de nubes y la temperatura típica de la estación.

Llegaron al helicóptero, era un aparato mediano de cuatro sillas. El piloto los saludó con afabilidad. Nick ayudó a acomodar a Julia en una de las sillas, le ató el cinturón. En un gesto, que Julia supo, fue deliberado le rozó las rodillas, se estremeció enseguida. La sonrisa taimada del hombre ante la respuesta de ella, lo confirmó. Se incorporó y con gesto inescrutable dio la vuelta y se acomodó al lado del piloto.

—Ponte los auriculares —dijo antes de seguir él, el mismo protocolo que había utilizado con ella.

El piloto recibió la autorización para iniciar el recorrido e intercambió información con la torre de control. En minutos surcaron el aire. A los lejos observaba el Golden Gate y como desaparecía la ciudad. Nick y el piloto cruzaron un par de palabras. Se dio la vuelta, le sonrió y le guiñó el ojo. Era la primera vez que Julia montaba en un helicóptero ¿qué la esperaría al final del viaje? Tenía que recordar que a lo mejor ese era el día a día de Nick con todas las mujeres y en ese momento pensó en Frank, había hablado con él, el día anterior. La notó distraída y le preguntó qué le ocurría. Quiso decirle Nick de la Cruz, eso era lo que le ocurría, pero lejos de ella el querer lastimarlo.

Aunque Frank era más rico que Nick, era austero en sus gustos, tranquilo y predecible. Casi nunca discutían y normalmente ella tomaba las decisiones sobre adonde irían los fines de semana y qué actos benéficos apoyaban. Era un hombre muy ocupado. Hacía semanas que no se acostaban, ambos alegaban cansancio, como si después de ponerle el anillo, la hubiera dado por segura y pudiera dedicarse tranquilo a sus actividades. No la avasallaba con una mirada y mucho menos imponía su presencia y sus criterios. No la hacía arder al entrar en contacto con su piel. Recordó la charla con su padre, el parloteo de Lori y la invadió la tristeza. Tenía que ser honesta con Frank. No podía seguir con el compromiso, cuando su mente y su corazón estaban siendo tan desleales con él.

Beth le había mentido, nunca se acostó con Nick. “Dios mío por qué no creí en él”. El hombre que tanto había amado, se merecía al menos una disculpa de su parte por haberle hecho lo que le hizo. Había cercenado una relación por culpa de su inmadurez e inseguridad. Cuánto dolor se habrían evitado, a lo mejor en ese momento estarían juntos y hasta tendrían un par de hijos, la sensación de desengaño de años atrás amenazó con hacerse presente de nuevo, pero esta vez, por motivos diferentes. A pesar de su reticencia, el almuerzo en Napa se convertía en una buena oportunidad para disculparse, cerrar ambos ese capítulo y seguir cada uno con su vida.

—Aterrizaremos en un minuto —dijo con mirada penetrante. Volvió la vista la frente.

A Julia le retumbó el corazón, no sería nada fácil, sustraerse al encanto y poder de seducción de este hombre y más conociendo la verdad. El helicóptero aterrizó sin problemas y Nick se acercó a soltar el cinturón protector. Julia se quitó los auriculares. Un auto los esperaba unos metros más allá. Un hombre se acercó y le entregó las llaves a Nick, que apoyó la mano en la espalda de Julia y la llevó hasta la puerta del copiloto. Ya acomodados, Julia sacó unas gafas oscuras de su bolso. Nick encendió el equipo de sonido, una canción de Lenny Kravitz invadió el pequeño espacio.

—Hacía meses que no venía a Napa —comentó Julia por iniciar algún tipo de conversación, cuando tomaron la carretera para donde sea que la iba a llevar Nick.

—Tengo un lugar aquí.

Julia arqueó las cejas.

—Y me imagino que es allí donde me llevas.

—Exacto.

Como última esperanza preguntó:

—¿Es un viñedo?

—Nop.

No quiso seguir indagando y tocó temas más mundanos. La conversación derivaba de la música al cine y la política. Minutos después, Nick se desvió de la vía principal y tomó una carretera angosta y sin pavimentar, hasta llegar a una entrada rodeada de cercos de madera con un portón en el mismo material. Se bajó del auto y abrió la puerta. Se dirigieron por un camino a una pequeña loma donde reposaba una casa, medio oculta entre los árboles.

Al bajar del coche, Julia vio que la edificación era pequeña, sencilla y sin pretensiones. Un jardín bien cuidado rodeaba el sitio. Un hombre de mediana edad salió a recibirlos.

—Señor De la Cruz. —El hombre extendió la mano en un gesto cortés.

—Tony ¿Cómo estás?

—Muy bien, gracias.

—Te presento a la señorita Julia Lowell. —El hombre extendió la mano y Julia reciprocó el saludo.

—La casa está lista. — Miraba a Julia con abierta curiosidad— ¿Piensa pasar la noche señor?

—No, Tony, solo estaremos un rato ¿La cocina está lista?

—Sí señor.

—Vamos —dijo a Julia.

La casa estaba pintada de blanco con puertas en madera oscura. Al entrar un ambiente cálido la sorprendió. Una chimenea y un sofá amplio con sillas a juego constituían la sala. Un cuadro de un viñedo pintado al óleo en la pared principal y en otra pared, fotografías de Napa y de un lugar que resultó familiar para Julia, pero estaba tan nerviosa que no le prestó atención. En otro espacio, un comedor de cuatro puestos y la cocina integrada al ambiente y separada por una barra amplia hecha en piedra. Al fondo puertas cerradas, donde se imaginó serian habitaciones y algún baño. Nick le inspiraba curiosidad, quería fisgonear por todos lados, echar un vistazo al cuarto, abrir los cajones, oler sus camisas. Estaba loca de remate ¿Con quién compartiría su vida? ¿Qué lo hacía sonreír? ¿Cuál era el último libro leído? ¿Había estado enamorado de alguna chica en esos años? Sintió urgencia por saber y malestar por sentirse así.

—Es hermosa y muy acogedora. —Sonrió Julia.

Nick no le quitaba la vista de encima, esperaba su reacción al lugar.

—Me alegra que te guste.

Julia soltó el bolso en una silla y se quitó la chaqueta. Nick hizo lo mismo, se veía sexy con la camisa blanca y la corbata. El corazón le golpeteó y una punzada de deseo la asaltó.

—¿Qué deseas tomar? —preguntó, acercándose a la nevera.

—Agua está bien, gracias. —Julia se acomodó en uno de los taburetes que daban a la barra que separaba la cocina.

Nick sacó una botella de agua y una botella de vino.

—¿Quieres un vino?

—No deseo beber alcohol, tengo que volver a la oficina y el licor me adormece —concluyó Julia. Además, pensó, el licor la desinhibía.

—Un par de copas no te arruinaran la tarde. Disfruta este rato conmigo, no pienses en trabajo.

—Sigues siendo tan dictatorial como siempre.

—Los viejos hábitos nunca cambian —dijo deslizando la mirada por su boca, sus ojos y su piel—. Eres una mujer hermosa Julia Lowell.

Julia decidió cambiar de tema.

—¿Vienes aquí a menudo?

Nick se desabotonó la camisa y se quitó la corbata. Se arremangó las mangas de la camisa.

—Vengo cuando quiero estar solo.

—Me imagino que aquí traes a tus conquistas.

Abrió la botella de vino y sirvió en dos copas. Le pasó una a Julia.

—Nop. Nunca he traído una mujer a este lugar.

Julia soltó una carcajada irónica.

Nick soltó un suspiro frustrado y empezó a sacar cosas de la alacena y la nevera.

Julia le dio un sorbo a la bebida.

—¿Vas a cocinar?

Una rápida sonrisa, brilló en su semblante.

—Sí, me gusta, es algo que me relaja.

Nick la miraba de reojo. Le parecía mentira estar compartiendo con ella ese espacio de su vida. Era verdad, no tenía por qué mentir, nunca había traído una mujer a este lugar. Era su refugio. Lo había comprado hacía año y medio.

Ella lo miraba con escepticismo. La deseaba, Dios mío, como la deseaba. Quería acercarse a ella, besar su apetitosa boca, soltar su glorioso cabello.

No sabía cómo sería el largo de su cabello ahora. Recordó que le caía como un manto sobre los hombros y hasta la mitad de la espalda. Sucios pensamientos lo asaltaron al recordar su pelo acariciándole el pecho, la espalda y sus muslos. Era oficial, estaba loco por ella como siete años atrás.

Ella se levantó de la silla y fue hacía un mueble que contenía un equipo de sonido. Tenía una forma elegante de sostener la cabeza, con la espalda recta. Como una princesa. Rizos brillantes y rebeldes cansados de estar confinados en una moña, se balanceaban bajo su barbilla. El cuerpo le tembló de lujuria. Los brazos con pecas que no tenía en el pasado, seguro tomaba mucho el sol y los celos lo atacaron al recordar una revista con la fotografía de Frank y ella en una playa, no recordaba dónde. Desecharía esos pensamientos y disfrutaría de lo que la vida le brindaba. No iba a perder el tiempo yendo por ese camino.

—¿Puedo?

—Claro —contestó Nick mientras organizaba varios alimentos en el mesón. Sin dejar de mirarla por ratos y soltando una sonrisa de incredulidad por tenerla en su casa.

Julia eligió varios discos compactos, los puso en el equipo y sonaron las primeras notas de Rolling in the deep de Adele. Se acercó al mesón otra vez.

—Has cambiado un poco tus gustos musicales. —Levantó una ceja—. ¿Ray Charles? ¿Eric Clapton? ¿Qué pasó con Iron Maiden?

—Todos tenemos que crecer— contestó—. Aunque en la universidad también disfrutaba de Bon Jovi y Alicia Keys y no creas, si miras en la parte baja del estante, encontraras mi pasado oscuro.

—¿Dónde aprendiste a cocinar? —dijo mientras tomaba otro sorbo de vino— Según recuerdo tu especialidad era, pasta y sándwich.

—En Nueva York, no me gusta mucho la comida congelada, tomaba clases los sábados en la tarde en una escuela de gastronomía.

Nick organizó una refractaria con varios champiñones de gran tamaño. Los roció con una mezcla de aceite de oliva y hierbas.

—Un hobby en toda regla.

Nick le regaló una sonrisa ladeada que podía ser su perdición sino erigía mejor sus defensas.

—¿Qué haces en tu tiempo libre? —preguntó él, al tiempo que limpiaba unos langostinos.

Nick quería saber todo de la vida de Julia en el tiempo que llevaban separados. Volver a conocerla, conectar de algún modo.

—Nada tan sofisticado como tu hobby. Leer, caminar, salir con amigos, vivo dedicada al refugio y los compromisos con …

—¿Quieres otro vino? —interrumpió Nick antes de que nombrara a Frank.

—Claro —contestó con una sonrisa.

“Bien” pensó Nick para sí, no le importaría jugar un poco sucio y le rellenó la copa.

—Me gusta lo que han hecho en el refugio. En serio, tienes mi admiración, se necesita un buen manejo del tiempo para poder rendir en todos los frentes.

Ella sonrió satisfecha por su cumplido y tomó otro sorbo.

—En mi trabajo en Gilford he encontrado una fuente de ayuda increíble.

Nick sofrió los langostinos aderezados con algunos condimentos.

—Lo supongo, estás en contacto con las fuentes de trabajo.

—Sí y es asombroso ser parte del empoderamiento de una mujer ¿Sabes? Ellas en medio del dolor, son conscientes de que las personas que las ayudan, son las únicas que les brindaran la oportunidad de hacer algo con sus vidas y nos han retribuido muy bien.

Esa era la pasión que adoraba en ella. Ella lo seducía sin siquiera proponérselo. No entendía por qué había malnacidos dispuestos a oprimir a sus mujeres de tal forma, para que nunca brillaran con luz propia. Una mujer con luz propia era una verdadera joya y estaba frente a una. Julia era asombrosa, inteligente, astuta y de buen corazón. Una mujer valiente que deseaba hacer la diferencia. Nunca sería capaz de apagar ninguna de sus virtudes, al contrario, deseaba para ella lo mejor y si era con él a su lado, mucho mejor.

—¿Has recibido algún reconocimiento por tu labor?

—No, y no me interesa. Si quieres hacer la diferencia en el mundo, pues ayudas sin esperar reconocimientos o laureles por ello. La experiencia me ha enseñado que las personas con verdadera vocación de servicio, no tienen necesidad de esas cosas.

Nick la miró como entonces y ella se sintió desfallecer.

—Sí, es cierto. Las personas que desean reconocimiento como líderes y además desean la gloria, son demasiado egoístas para dar de sí lo que se necesita y sacar adelante este tipo de proyectos. ¿Has recibido amenazas de algún malnacido de esos, como ocurrió en el pasado?

—No, está vez las cosas se manejan de manera diferente.

—Me alegro.

Nick cortaba vegetales con la destreza de un chef profesional.

—Vaya, me siento en Master Cheff, eres muy hábil con las manos. —Enrojeció de pronto por su comentario, aferró su copa y bebió de golpe.

Los labios de Nick se torcieron en una mueca sensual y levantó los ojos hacia ella.

—Lo recuerdas.

—No lo dije en ese sentido. —Su mirada celeste parecía querer devorarla.

Pero era mentira, Julia recordó todas aquellas veces en que Nick le acariciaba el cuerpo de arriba abajo, le recordó devorándola, saqueando su boca, el placer salvaje y la manera en que la miraba cuando estaba dentro de ella, maravillado por algo y a la vez expectante por darle placer.

Nick rellenó los champiñones con los langostinos y los llevó al horno. Revolvió vegetales y frutas en una ensaladera. Asó un pollo marinado.

—Yo recuerdo muchas cosas de ti, no veo en que pueda afectarnos unas pocas remembranzas. Además…— Se quedó en silencio, calibrando sus próximas palabras.

—Además qué…

—El sexo era fabuloso ¿o no?

Sus ojos brillaban con una expresión retadora y algo más que Julia no supo interpretar.

—Era fabuloso —dio otro sorbo a su copa y se negó a dejarse amilanar por él—, como puede serlo en cualquier pareja de jóvenes enamorados.

Nick de la Cruz le afectaba, claro que le afectaba. Era la tercera copa de vino, la fragancia compleja del Merlot danzaba en su boca. Bebería agua de ahí en adelante.

—Déjame ayudarte en algo.

Hizo un gesto negativo con la cabeza.

—Eres mi invitada.

Rato después se sentaban a la mesa y disfrutaban del delicioso almuerzo.

—¿Por qué no te has casado? —preguntó Julia a quemarropa.

—No he estado tentado —contestó antes de llevarse una porción de langostino a la boca. Se limpió con la servilleta—. A mí me parece difícil que alguien no haya querido atraparte antes de Frank.

—He estado ocupada.

Los acordes de Somewhere Only We Know de Keane se deslizaban por el lugar y se conjugaban con una extraña intimidad, como si a un nivel subliminal el pasado regresara con una intensa necesidad de futuro. La mirada de Nick escarbaba en ella y no solo en la parte física, quería hurgar en su alma.

De postre, sirvió un trozo de tarta que tenía en la nevera.

—No soy muy bueno con los postres —le dijo.

—Todo ha estado exquisito. Muchas gracias.

Julia deseaba tocar el tema de Beth, le había dado vueltas todo el rato y no sabía cómo empezar. Además, estaba esa maldita atracción haciendo de las suyas. Ver cocinar un hombre era jodidamente sexy, si a eso le adicionabas, una sonrisa letal, una voz profunda y áspera y un cuerpo de infarto, estabas en serios problemas. Quería acariciarlo, hundir los dedos en su cabello, tocar sus brazos, su pecho. Quería abrazarlo y sentir su calidez. Era tan atractivo que la cabeza le daba vueltas y no era culpa del vino.

Era difícil de creer la intensidad de lo vivido siete años atrás. Aquí, mirando su silueta derecha y oscura contra el paisaje de Napa, el recuerdo parecía un sueño.

El móvil de Julia sonó, estaba en el bolso. Se acercó y se apresuró a contestar.

—Hola cariño.

Nick soltó un plato de forma brusca en el lavavajillas.

—Me alegro. Estoy en un almuerzo de trabajo. —Miró a Nick de reojo.

“Almuerzo de trabajo, una mierda” pensó Nick. No es que le importara Frank, por él podría quedarse viviendo en Tailandia, Hong Kong o dónde diablos estuviera.

—Me parece perfecto. —Se alejó de Nick y titubeó antes de contestar—: Yo también.

Sin mirarlo guardó el teléfono de nuevo en el bolso. Julia se acercó a Nick, que con expresión de granito recogía algunos utensilios.

—Debo hablar contigo de algo.

—Habla.

Se acercó hasta quedar frente a ella.

—Quiero disculparme contigo Nick.

Nick vio el anillo de compromiso, al que le había negado toda su atención en el rato pasado, en cuanto ella lo tocó. No podía ignorarlo, la piedra lanzaba dardos luminosos que lo acabaron de enfurecer. Ella lo desafiaba con su pose y lo excitaba como ninguna mujer lo había logrado antes. Quería que esa fachada de contención se fundiera con su toque. Quería escuchar ese tono educado y sensato gimiendo de placer.

—¿Por decirle a tu querido Frank que estabas en un almuerzo de trabajo?

—Es un almuerzo de trabajo y no es por eso que deseo disculparme.

Se quedaron en silencio, rodeados de cadenas invisibles, que los acercaron un poco más. Nick se inclinó con lentitud y la miró a los ojos. Tenía que besarla, se moriría si no volvía a probar la piel de su boca.

—Julia… —Se interrumpió, tomó la hebilla del cabello y soltó el moño—. Deseaba verte con el cabello suelto desde que te vi en la oficina.

El cabello cayó como un manto oscuro y las visiones de él sosteniéndolo mientras empujaba en ella, le aceleraron el pulso.

Julia lo tomó de la mano y la apretó con suavidad. Nick contuvo la respiración ante ese pequeño gesto y se atrevió a entrelazar los dedos. Volvió a inspirar.

—Sé que no te acostaste con Beth —dijo Julia de sopetón.

Nick levantó la vista, asombrado por lo que escuchaba. El desconcierto lo paralizó un instante. El nudo de angustia y celos por la llamada de segundos atrás, se entremezcló con un soplo de alivio.

—¿Cuándo te enteraste?

—Hace un rato. Lori me lo contó. Discúlpame por no creer en ti, por haber destruido nuestro amor por culpa de mi inmadurez, de mi inseguridad. Fui tan injusta, de verdad lo siento.

—Ya veo. —Nick la soltó y con las manos en la cintura le dio la espalda y se dedicó a observar por la ventana.

—Sé que mis disculpas llegan tarde.

—¿Sabes cómo me he sentido todos estos años? No me diste la más mínima oportunidad. —Nick quiso imprimirle a su voz un tono tranquilo, aunque calma era lo último que sentía.

—Supongo que ya no tiene tanta importancia, pero me parecía que debías saberlo.

Una carcajada irónica rompió el silencio. Nick dio la vuelta y furioso se acercó a ella. Julia retuvo el aliento. El gesto de Nick transformado por el resentimiento y la vulnerabilidad, le robó el corazón.

—¿Qué no tiene importancia? ¡Es importante! —Señaló con el dedo—. ¡Para mi es jodidamente importante!

Julia abrió los ojos como platos.

—¿Por qué es tan importante?

—¿No es evidente? Volví por ti. Yo podría seguir viviendo en Los Ángeles y venir aquí de forma esporádica, así como hago con los otros hoteles.

—¿No creerás que me voy a tragar ese embuste?

—¡Te equivocaste una vez no creyendo en mí! —Su tono de voz reverberó por la estancia—. No querrás hacerlo de nuevo. Todos estos años pensaba en la manera de volver a acercarme a ti. Solo imaginar que ese malnacido te toca…

Nick cerró los puños a los costados y continuó con su diatriba.

—No mereces mi sufrimiento y sin embargo aquí me tienes. Mi corazón es testarudo y se niega a olvidarte.

Julia estaba muda, incapaz de moverse, como si un hechizo la hubiera sembrado en el lugar. Un sentimiento de añoranza escondido en capas de resentimiento y desengaño, empezó a florecer dentro de ella.

Nick la atrajo hasta atraparla y le rozó la boca en un gesto dedicado a tentar, pero el gruñido que salió de su garganta, lo llevó a devorar los labios y a encerrarla en su cuerpo. Era un beso voraz y desesperado, necesidad cruda contra dulzura y entrega. Era deliciosa y cálida, sus senos tensos contra su vestido lo enervaban. Sentía cada temblor que recorría su cuerpo suave. Pensó que se pondría rígida pero ella se aferró a él, no supo si para evitar caerse o para sentirlo más cerca. No le importaba. Interrumpió el beso y la tomó de la mano. La llevó hasta una de las puertas de la habitación que abrió presuroso y algo inseguro, la verdad, temía las comparaciones y ¿sí no se sentía bien con él? No deseo pensar más en eso.

—Mírame —Ella parpadeó y él pudo ver las dudas que como sombras oscuras se instalaban en su mirada.

—Nick —susurró—, por favor. Esto no está bien.

El mayor temor de Julia era volver a arriesgar su corazón.

—Está más que bien, es perfecto. —“Es un jodido sueño del que por ahora no vamos a despertar”

La besó de nuevo e instigó a su boca para que se abriera. Tocó su lengua y danzó con ella, mientras la llevaba al lado de la cama. Su negativa se había esfumado y Nick apretó su miembro contra ella. Le bajó el cierre del vestido. Ella no se quedó atrás empezó a desabotonar la camisa, pero era tanta la ansiedad que él, se la sacó por la cabeza. Julia le acarició los pectorales, besó su cuello y el pecho. Tenía que poseerla enseguida, la piel le ardía, en segundos le quitó el vestido y le acarició la piel en el proceso.

Nick volvió a besarla, mientras Julia, nerviosa y encendida forcejeaba con el cinturón. No quería pensar, solo quería sentir. Ella le mordisqueaba el cuello asombrada del hermoso físico del hombre que la devoraba. Estaba ardiendo y lo único que quería hacer era devorarlo. El contacto de sus pieles desnudas los llevó a un abrazo desenfrenado, pero no se engañaban, el amor y la pasión danzaban alrededor junto a los celos, las dudas y la desconfianza. Desprovistos de palabras sus cuerpos se mecieron al ritmo de las sensaciones. A él le parecía increíble tener a Julia en su cama, escuchar sus gemidos, sentir sus manos aferradas a su espalda. Una última mirada de Nick y el tácito consentimiento de Julia, lo llevó a acariciarla entre las piernas, deseaba ir más lento, pero el vaivén de las caderas de ella se lo impedía.

—Llevo años soñando con esto. He esperado tanto para verte así. —La mirada lujuriosa de Nick la encendió aún más.

Se arrodilló frente a ella y la atrajo al borde de la cama, besó la cara interna de los muslos hasta llegar a los labios vaginales y empezó a besarla a chuparla a explorar su intimidad. Su aroma era como una droga que llegaba directamente a su cabeza y lo hacía un necio.

La besó y lamió de arriba abajo y empezaba de nuevo.

Julia loca de excitación, estalló en llamaradas gimiendo y perdiendo totalmente el control. Al volver a la realidad se dio cuenta que tenía las manos apresadas en la cabeza de Nick y que lo tenía completamente pegado a ella. Lentamente lo soltó. Con semblante apenas contenido, fue ascendiendo en una lluvia de besos hasta llegar a los pezones que agasajó con dedicación, sin dejar de acariciarla. Ella quería que la penetrara, se moriría sí no lo sentía dentro de ella.

—Nick, por favor, por favor —repetía con voz entrecortada.

Fue al baño rápidamente y volvió poniéndose un condón con celeridad. Traía unos cuantos en la mano, que dejó en la mesa de noche.

—Julia, mírame. Quiero que te entregues totalmente a mí. No quiero que te guardes nada, quiero que seamos uno solo.

—Sí, sí, sí.

Julia sintió la punta de su glande suave y dura a la vez, cuando empezó a penetrarla, ella se resistió, hasta que la penetró de un empujón colmándola totalmente. Salió de ella, para volver a entrar hasta el fondo. Tomó su cuerpo y lo reclamó como suyo, soltó un gruñido fuerte de posesión, que arrasó con ella. Empezó a embestir con fuerza.

Nick estaba tenso trataba de controlarse para no correrse como deseaba hacer hacía rato y poder complacerla. Sentir la estrechez de Julia lo volvía loco y lo sumergía en un mar de sensaciones. En un momento dado, se sintió perdido no sabía sí era la realidad o un sueño ¡Dios! No iba a aguantar mucho más.

—Sí, sí, más, más —murmuró ella al borde del éxtasis.

Siguió embistiendo con fuerza contra ella. Quería morderla, quería chuparla, volverla loca de placer. Le preocupó el estar siendo demasiado brusco, no era que ella se quejara, después de unos gemidos tensos y cuando Julia pensó que no podría aguantar más placer; estalló en un clímax tan intenso que las contracciones las sintió por todo el cuerpo. El corazón le iba a estallar. Era un fuego que arrastró a Nick, haciendo que sus contracciones lo llevaran a un clímax tormentoso. El hombre gruñía y gemía sin dejar de moverse.

Se separaron todavía temblorosos. Julia se levantó enseguida y se encerró en el baño. Se apoyó en la puerta y cayó al piso.

—¡Dios mío! ¡Qué he hecho! —Se golpeaba la cabeza con las rodillas—. ¿Qué mierdas te pasó Julia Lowell?

Se levantó como un resorte “Tengo que salir de aquí”. Se higienizó como pudo, enrolló el cuerpo en una toalla y salió a enfrentar el desastre.

—Tengo que irme. —Apenas lo miró y se dedicó a buscar su ropa.

Nick la observó recoger la ropa.

—Podríamos pasar la noche aquí, te llevaría temprano a San Francisco, estarías en tu oficina a primera hora.

Julia negó con la cabeza y con el atado de ropa entró al baño de nuevo. En unos minutos salió.

—No puedes negar lo que aún hay entre nosotros —señaló Nick quien apenas se había puesto un par de pantaloncillos, la acercó a él. Ella rehuyó su mirada—. ¿Has sido más feliz con él que conmigo?

—No es eso Nick.

—¿Te pone muy caliente? ¿Su dinero te excita, su polla o lo que te hace?

Ella se soltó furiosa.

—No seas imbécil. Esto fue solo sexo, no le des más vueltas.

Julia resopló. No quería mirarlo, no quería caer de nuevo en su hechizo, rogarle que la llevara de nuevo a la cama y que le hiciera todo lo que quisiera. No podía.

Nick soltó una risa sardónica que a Julia le recordó las discusiones del pasado.

—No mientas, sabes que es más que eso ¿Alguna vez volveré a ver la sinceridad que amaba?

Ella no quiso mirarlo.

—Esta charla es absurda. Tengo que irme, en serio, buscaré un transporte. No necesitas molestarte con el helicóptero.

Salió a la sala, temblaba cuando aferró el bolso para sacar, el cepillo y algunos cosméticos.

—No seas tonta, yo te traje, yo te llevo. —Se quedó mirándola con gesto inescrutable—. No puedes seguir negándolo, ni a ti, ni a tu querido Frank.

—No lo nombres, por favor, no lo nombres.

—Gozaste en mis brazos, no lo olvides.

Se dio la vuelta y en minutos salió arreglado de nuevo a la sala. El cabello estaba mojado y llevaba unos jeans, camiseta y suéter. Julia recordó que así era que se vestía cuando estaba en la universidad.

Salieron de la cabaña, el viaje lo hicieron en silencio. Llegaron al helipuerto y el helicóptero ya estaba listo. Todavía era de día cuando aterrizaron en San Francisco. Nick insistió en llevar a Julia a casa. Al llegar, ella casi se tira del auto, deseaba alejarse de lo que empezaba a considerar el peor error de su vida. Se despidió brevemente. Al entrar al apartamento, supo que no estaba sola.

—¡Frank!