Un asado dominical fue el evento escogido por Julia para presentar a Nick a los demás miembros de la familia. Corría la primera semana de noviembre. El siguiente fin de semana se irían para Napa. Días antes, nerviosa y expectante, hizo cita con el médico de la universidad, un amable hombre de ascendencia oriental, quien le mostró los diferentes métodos de planificación usados en la actualidad. Julia se decantó por las pastillas anticonceptivas. Nick le dijo que siempre se protegía con condones, a lo que Julia soltó una sonrisa amarga al recordar las existencias en su cuarto de universidad, además le dijo que el equipo les hacía pruebas cada pocos meses para evaluar el estado de salud de los jugadores.
El domingo en la cocina de los Lowell, su madre y Maggie alistaban los ingredientes de una ensalada para acompañar la barbacoa. Raúl había adobado la carne más temprano, el olor de la cebolla se mezclaba con el de la carne y los demás aliños. Julia había revoloteado por todos lados.
—Mamá ¿Qué torta traerá la abuela? Ojalá sea de chocolate a Nick también le gusta el chocolate.
—Julia recuerda que no es solamente Nick que va a comer, somos de diez a doce personas, por favor, la tarta que traiga tu abuela estará bien —dijo su madre ya con impaciencia.
—¿Quién es el famoso Nick que oigo nombrar cada dos por tres? —preguntó Maggie, que sacaba unas servilletas de papel del paquete que estaba encima del mesón, única concesión a las labores de esa mañana.
—Pregúntale a tu hermana —dijo Liz señalando a Julia.
—Nick es un chico con el que estoy saliendo —dijo Julia
—¿Es Cal? —señaló Maggie, usando el apelativo de la universidad de Berkeley.
—No, va a tu universidad. Está en último año de administración y finanzas —contestó Julia atenta a la cara de sorpresa de Maggie a medida que le iba contando.
—¿Cuántos años tiene?
—Veintitrés.
Maggie dejó de sacar las servilletas y la miró con gesto confuso.
—Siempre habías salido con chicos de tu edad ¿Qué dice papá?
—Quiere conocerlo y formarse una opinión por él mismo.
—¡Ay Dios! Voy al supermercado por algo que me hace falta —salió Liz disparada.
—¿Cuál es su nombre completo? de pronto lo conozco.
“Oh sí, estoy segura de que lo conoces”
—Nicolás de la Cruz —dijo Julia.
—¿Me estás tomando el pelo?
—No aún está en tu cabeza —remató Julia, mientras servía dos tazas de té.
—Muy graciosa. Es jugador del equipo de fútbol, todas las mujeres de la universidad van tras él. —Maggie la miraba con cara de desolación.
—Maggie, lo amo y estoy segura de que él me ama también —le dijo Julia con los ojos brillantes de emoción. Y para nada afectada por las palabras de su hermana, confiaba plenamente en él.
Por los ojos de Maggie pasó una enorme sombra de duda.
—No dudo que tú lo ames, se te nota, pero sé realista, es un hombre que puede tener la chica que quiera. En la universidad está acostumbrado a otra clase de jóvenes. Tú ni de lejos entras en la categoría de las mujeres con las que él ha andado.
—Por Dios, ni que fuera el monstruo de la laguna —exclamó Julia.
—No, no lo eres. Eres preciosa —Maggie se le acercó con cariño y le acarició las mejillas—. Tienes algo que él no ha visto en las demás, inocencia. Tú eres muy sincera, transparente y no te guardas nada. No le demuestres tan abiertamente tus sentimientos, sé inteligente en esta relación, si él viene a pasar el día contigo y a enfrentarse con papá puede que esté algo más que interesado en ti. Te doy un consejo, no le pongas todo fácil.
—Lo tendré en cuenta.
Nick llegó a las dos de la tarde, con un ramo de flores para Liz. Estaba muy guapo, vestido con atuendo casual. Con unos jeans claros que Julia no le conocía, camisa amarilla pálida con un botón abierto, una chaqueta de cuero negra y zapatos del mismo color. Tenía el cabello peinado hacía atrás con gel y la barbilla reluciente. Julia bajó la escalera despacio, se había puesto una falda acampanada de color gris y arabescos rojos, una blusa camisera de color rojo vino, suéter de lana y botas negras de tacón delgado a la rodilla.
—¿Y bien, como estoy?
Nick con expresión absorta y los ojos oscurecidos de deseo, la aferró y la pegó a su cuerpo.
—Eres lo más bello que tengo en la vida.
Estaban en el recibidor, a lo lejos, se escuchaban las voces provenientes de la cocina o el patio. Julia, que se sonrojó ante el escrutinio de Nick, lo tomó de la mano dispuesta a llevarlo al sitio de reunión, pero él la jaló de nuevo hasta sí. Después de besarla, sacó un paquete del bolsillo de la chaqueta y se lo entregó.
—¿Y esto?
—Hace dos meses entraste a mi vida —le dijo sobre los labios y ella le levantó el rostro y le delineó la barbilla, la frente, el cabello. Él estaba estático ante su toque.
—Eres hermoso, me quitas el aliento.
Se estiró y lo besó.
—Ábrelo —le dijo sobre la boca.
Julia abrió el regalo, estaba en un estuche de joyería de color oscuro. Dentro, había una cadena preciosa en oro blanco de la que pendía un colgante con la inicial de su nombre. Era una delicada y sencilla joya algo costosa, presumió ella. Estaba segura que la ausencia de esa semana no había sido solo por los entrenamientos y el estudio, estaba segura que Nick había trabajado para poder regalársela.
—Oh Nick, es preciosa, pónmela, por favor.
Julia se volteó, retirándose el cabello a medio lado, dejando el cuello al descubierto. Nick percibió como si la piel y el vello de la nuca se le erizaran por culpa del contacto. Olía su perfume, su champú. Se acercó más a la nuca y unas ansias inmensas por besarla, por poseerla, lo inundó, no sabía dónde empezaba esa sensación, si en la garganta, en el vientre o en el corazón. La semana que hacía falta para su encuentro se le antojaba a años luz. Le ajustó la joya.
Julia se acercó al espejo y acariciaba la letra con el dedo.
—No me la quitaré —se volteó—. Yo no te he dado nada.
Nick señaló el cinto que Julia le había dado hacía tiempo en su primer partido y que solo se quitaba para lavarlo. La abrazó por detrás mientras miraban su imagen en el espejo. Liz los interrumpió.
—No sabía que tu amigo había llegado.
—Novio —contestó Nick , lo que hizo que Liz levantara las cejas—. Mucho gusto señora, soy Nicolás de la Cruz. Estoy muy contento de estar en su casa. Gracias por invitarme.
Nick le entregó las flores que había dejado en una consola al lado.
—Gracias, son hermosas, pero sigan al patio mientras las pongo en agua.
En el patio había casi una docena de personas. Era un lugar amplio, rodeado de plantas y con un par de árboles de donde pendía una hamaca. En un espacio especial había una barbacoa grande. Raúl se afanaba con la carne que expedía un delicioso sabor. Una mesa de madera larga a unos pocos metros estaba atestada de vasos, platos y diferentes bebidas, las sillas estaban ubicadas alrededor del lugar. En un equipo de sonido una balada de Joni Mitchell se elevaba por encima de las voces. Julia se hizo escuchar por sobre el ruido y con un fuerte carraspeo lo presentó.
—Familia, les presento a Nick, mi novio.
Raúl que estaba frente al asador, saludó al joven con mirada especulativa y le brindó una cerveza.
—Bienvenido Nick.
—Es un placer.
Nick saludó a todo el mundo de mano. Maggie que estaba charlando con lo que dedujo él eran padre e hijo. Se sorprendió cuando los presentaron, eran Mathew y Jasón Anderson. Por las charlas con Julia, se imaginaba un renacuajo, pero este chico, tenía pinta de todo menos de renacuajo y la bilis de los celos llegó hasta él para instalarse. Era un hombre casi de su misma edad y miraba a su novia con ojos de pescado. Mira, pero ni se te ocurra tocar, fue el mensaje tácito que le envió con la vista. Más allá estaba la abuela de Julia; Elizabeth, que era todo un personaje según le había relatado Julia, con sus sesenta y pico de años no hizo sino coquetearle. Era aún hermosa, con sonrisa chispeante, se notaba que gozaba de la vida. Julia le dijo que el hombre que estaba a su lado era su tercer esposo. Se había casado hacía cuatro años. Liz no lo aprobaba.
—Eres muy guapo. Mi nieta tiene buen gusto —dijo Elizabeth en voz alta para que Raúl escuchara—. Y te juro que ese rasgo de buen gusto, se saltó una generación, me alegra verlo de vuelta.
—¡Mamá! —exclamó Liz que salía con una jarra de sangría.
Raúl bufó y le contestó:
—No lo creo Elizabeth, te di nietos hermosos y de los que presumes a cada tanto.
La anciana blanqueó los ojos. El esposo que se llamaba Sam solo la escuchaba y bebía lo que parecía un brandy.
—Tomate uno hijo, está haciendo frío.
Nick negó con la cabeza y Raúl se acercó.
—Si lo haces por mí o por darme buena impresión, no te preocupes. Hace frío.
—No tengo ningún problema, si quisiera lo aceptaría.
—Bienvenido a la familia —interrumpió Julia. Nick le dio un apretón.
—Deja que conozcas a la mía.
—Estoy entrenando —volvió a la carga Nick.
—Cierto, el Big Game, ojalá hagan un buen papel este año.
Nick se acercó al patriarca de los Lowell dispuesto a ayudar.
—Es lo que deseo señor. Esta será mi última temporada y no deseo irme sin poner mi grano de arena para ganar.
—Estoy seguro que pondrás más que un grano de arena, eres receptor ¿verdad?
—Sí señor.
Raúl sacaba los pedazos de carne del asador. Nick con una bandeja recibía las porciones de carne que a su vez Julia pasaba a la mesa.
—Y qué planes tienes para cuando te gradúes.
—Mis planes a corto plazo son: trabajar en el área financiera en el mercado de valores. Quiero hacer un pequeño capital para después desempeñarme en lo que verdaderamente deseo, que es la administración hotelera —concluyó Nick.
—Unos planes muy ambiciosos. Te felicito, con ambición y empuje se logran muchas cosas. Tendrás que hacer muchos sacrificios —señaló Raúl.
Julia abrazó a Nick por detrás, en un espontáneo gesto que hizo que Raúl levantara las cejas.
—Estoy segura de que lo vas a lograr —le dijo ella.
Raúl, le pidió a Julia que trajera más salsa barbecue. Se quedaron solos. No muy convencida se alejó a la cocina. Nick la tranquilizó con la mirada, no era que se dejara amilanar fácilmente y hasta el momento el papá de Julia había sido amable. Serio pero amable.
—Julia es una mujer muy inteligente, no es porque sea mi hija y como cualquier chica de su edad está llena de sueños. Está iniciando su vida universitaria. Tú estás en un momento de tu vida en que vas a empezar a luchar en el mundo laboral. No es fácil y más con la competencia de hoy día —Raúl hizo una pausa frunciendo el ceño, era su costumbre cuando quería ordenarse los pensamientos—. Te digo esto porque a leguas se nota que ustedes dos se gustan. Pueden llegar a enamorarse y una persona enamorada a veces no toma las mejores decisiones. Julia tendría que hacer muchos sacrificios y al estar contigo se perdería una serie de vivencias que créeme, sé lo que te digo, te pasarán factura más adelante.
—Con todo el respeto señor, no quiero que Julia se sacrifique por mí en ningún aspecto de su vida, usted tiene en parte la razón en todo lo que me dice y entiendo que quiera protegerla, pero como usted mismo afirma, estamos enamorados. No sé a dónde nos llevará este amor, pero en el momento que este sentimiento se convierta en un freno para alcanzar nuestra realización; no podría seguirse llamando amor y sé que Julia y yo no queremos eso, también sé que tenemos que hacer sacrificios ¿qué parejas no los ha hecho? También nuestras vivencias cuentan y más sí estamos enamorados. Yo también quiero lo mejor para ella. Mejor dicho para los dos —concluyó Nick.
Liz los interrumpió y los invitó a sentarse a la mesa. Raúl abrió una botella de vino y en medio de temas agradables transcurrió el almuerzo. Steve llegó de su entrenamiento y lanzó un silbido de sorpresa al enterarse de que el novio de su hermana era jugador de los Cardinales, acaparó su atención un buen rato. Julia lo separó un momento y entre susurros le preguntó cómo había ido la charla con su padre. Nick le contestó que todo había sido perfecto.
—¿No necesitaste el casco entonces?
—Para nada ¿Ahora sí explícame por qué me hacías creer que Mattew era una pobre criatura desvalida?
—No sé de qué hablas. No lo mires así.
Julia le dio un codazo.
—Lo siento, desvalido o no, no tiene derecho a mirar a mi novia de esa manera.
A Nick le molestaba la mirada de adoración en los ojos de Mattew. Él era el único que la podía mirar así. Nadie más. Se sorprendía de la vehemencia de sus sentimientos. Sí ella supiera la lucha que libraba en su interior por no sentirse así, tan avasallado, una deliciosa tortura. Era agradable observarla en su entorno, rodeada de su familia. La manera cariñosa y respetuosa de tratar a sus padres y a la abuela y así le hubiera hecho vivir un infierno a Steve de niño. Se veía el cariño entre hermanos. Steve no parecía afectado, ni sometido por el fuerte temperamento de sus hermanas. Maggie no dejaba de mandarle mensajes con la mirada “Si le haces algo a mi hermana, te mato” Nick la enfrentaba en el duelo “No te metas y no tendrás problemas conmigo” Elizabeth se acercó a ellos en un momento dado.
—Julia preciosa, tráeme el chal que dejé en la sala.
—Claro abuela.
—Te doy un consejo, deja de mirarla como mendigo frente a una pastelería, inquietarás a sus padres.
Nick se ruborizó, lo que arrancó una carcajada a la anciana.
—Perdón señora no me había dado cuenta.
—No tienes por qué. Se te nota lo que sientes hijo; las mujeres de esta familia producimos ese efecto en los hombres de nuestra vida, es como un imán, no hay remedio para eso. Julia es temperamental y muy inteligente, de los tres, es la de más sensibilidad social, cuando toma una decisión no se echa para atrás, a veces su terquedad la hace sufrir.
Se calló un momento y prosiguió después pensativamente:
—Si decidió entregarte su amor no se echará para atrás, tienes una gran responsabilidad.
—Me siento honrado de tener su amor.
En cuanto Julia apareció con el chal. Se despidieron, irían a pasar un rato en casa de Lori y Peter. Ella invitó a Mattew, pero el chico, al ver el ceño de Nick, declinó la invitación.
—Los chicos están en el estudio, sigan —señaló la mamá de Lori, en cuanto llegaron a la casa de los Stuart.
En la habitación había media docena de jóvenes. Una canción de Madonna vibraba por el lugar.
—Hola a todos —saludaron Nick y Julia.
—Hola —saludaron algunos.
—Ey, tomate una cerveza —dijo Peter.
Nick negó con la cabeza.
—Entrenamiento.
Peter lo miró jocosamente, mientras bebía de su cerveza.
—¿Cómo estuvo todo? —preguntó.
—Bastante bien, los papás de Julia son muy agradables —concluyó Nick, aunque estaba algo preocupado por la charla con Raúl y los comentarios de la abuela.
—Me alegro.
Nick observó su reloj. Llevaría a Julia en una hora a su casa y se retiraría temprano, pues el ejercicio del otro día sería a primera hora. Cuando estaba lejos no dejaba de pensar en ella. Si la tenía cerca no podía dejar de mirarla, como en ese momento, en que se alejó de ellos para ir a saludar a Lori. Sabía que estaba ante una mujer algo compleja y eso era lo que la hacía tan fascinante para él, nada lo preparaba para lo que sentía cuando estaba con ella: ternura, ansiedad, felicidad y el deseo devastador que lo tenía a punto de ebullición. Era una mezcla desconcertante y que nunca había experimentado. Ella le devolvió una mirada de ojos cálidos y luminosos. Él también deseaba lo mejor para ella, se dijo.
Julia sonriente le mostró la cadena a Lori.
—Vaya, es preciosa —dijo Lori contenta e impresionada por la belleza de la joya—. Parece que las cosas van en serio entre ustedes ¿Eh?, ¿Cómo te fue en la presentación del chico en sociedad?
—Oh muy bien, parece que les cayó bien a mis padres, pero noto a Nick algo preocupado desde su charla con papá, no me ha querido comentar gran cosa.
—Cosas de hombres, ven vamos a tomar algo.
Beth se acercó a Nick y a Peter, silenciosa como un gato. Peter se alejó en busca de su novia.
—Hola Nick —lo saludó con ojos de querer comérselo.
—Hola Beth —contestó Nick indiferente.
“¿Qué diablos querrá ahora esta descocada?”
—¿Ya te enteraste? —soltó Beth y ante el gesto confuso de Nick prosiguió—: Mattew, hizo un cambio de materias y ahora tiene el mismo horario que tu querida Julia. El par de tórtolos anda junto todo el día.
Nick la observó cómo se mira una mosca, le dio la espalda y se dirigió dónde Julia.
Julia escuchaba los pormenores de una cita que Lori había tenido el día anterior. Sonreía de verdad divertida cuando se dio cuenta de la mirada maliciosa de Beth mientras hablaba con Nick. Era una mirada burlona y de pronto un nudo de temor y celos se instaló en su pecho. Era ridículo, absurdo, pero veía con sus propios ojos, como una mujer que ella conocía le coqueteaba a Nick. No quería que los celos hicieran mella, pero no podía evitarlo. Él apenas le prestó atención, pero cuando le dijo algo, de súbito, el gesto de Nick se transformó en uno interesado y después… En un par de zancadas estaba a su lado. Beth salió de la estancia, pero aunque le daba la espalda, Julia adivinó su sonrisa.
—¿Qué tienes? —preguntó ella, algo alarmada al verle el semblante.
—Quiero hablar contigo en privado —adujo Nick cogiéndola del brazo y llevándola al cuarto de huéspedes, dónde se iba a quedar él esa noche. Entraron, cerró la puerta y prendió una pequeña lámpara que estaba en la mesa de noche. Nick le destinaba vistazos resentidos en el proceso.
Julia se frotó ambos brazos, tenía frío.
—¿Por qué no me contaste que Mattew está de compañero tuyo de clases?
Julia le arrojó un vistazo confuso.
—No creí que fuera importante.
Nick soltó una risotada carente de humor y con las manos detrás de la cabeza caminaba de lado a lado.
—Todo lo tuyo me importa, y más, si es un imbécil que anda detrás de ti, quien sabe con qué intenciones.
—Somos amigos —le contestó ella sulfurada—. No puedo creer que sigas celoso de Mattew, no me interesa.
—Me muero de celos de cualquiera —bramó, incapaz de detener la andanada la aferró y la inmovilizó en sus brazos—. Esta obsesión me está matando, no quiero que nadie te mire, mucho menos te toque. Siento celos de todo lo que te rodea.
Nick la soltó y se sentó en la cama con las manos a ambos lados de la cabeza y prosiguió con una sonrisa triste:
—Estoy jodido.
Julia se sentó a su lado. Le tomó el rostro, le peinó el cabello, le delineó las orejas.
—Mírame —le pidió—. Se me quiere estallar el corazón y se me hace un nudo en el estómago cuando te veo. Nunca imaginé que el amor podría ser así.
—Pienso que tu padre podría tener razón no quiero robarte tu vida, pero este deseo egoísta de tenerte solo para mí, no sé Julia ¿Qué vamos a hacer? —La miró con cara atormentada y con todas sus dudas fijas en el rostro.
Julia entendía su situación, ella estaba igual o peor. ¿Cómo hacerle entender que su vida sin él, no sería vida? Que él era lo más importante del mundo para ella. Que con gusto dejaría todo para ir tras él. Donde él quisiera y como él quisiera.
—Nick te amo. Solo quiero estar contigo, que se joda el resto del mundo. No cambiaría esto que tenemos por nada del mundo, pero tienes que confiar en mí —Julia lo miró con semblante serio—. Mattew es solo un amigo, un compañero. Estoy contigo porque es dónde quiero estar.
Nick notó un escalofrío surcarle la nuca por la contundencia de su declaración que le instaló una piedra en las entrañas.
—Mi amor, perdóname.
La abrazó y se moldearon en un beso que los enloqueció a los dos. Nick le besó el cuello y entre clamores y caricias ansiosas, fue bajando hasta la línea de los senos, con dedos temblorosos le subió el suéter y le desabrochó el sujetador. Empezó a acariciar los pechos sin llegar al pezón. Julia con el cuerpo en llamas lo dejaba hacer. La besó en la boca y sus miradas se encontraron. Los ojos de Nick se tornaron oscuros, brillaban con haces de luces y promesas sensuales, solo para ella. Tomó posesión de sus pezones sin dejar de mirarla, hasta que bajó hacia ellos y los chupó a conciencia, uno, luego el otro, mientras iba subiendo su falda. Le acarició los muslos hasta llegar al triángulo en medio de las piernas, introdujo la mano en los interiores. Nick no pudo impedir un gemido gutural, cuando puso la mano en su sexo. Julia gemía, pero al sentir la caricia de Nick, se tensó.
—Tranquila mi amor, no voy a hacerte daño, déjame hacer —jadeó Nick sin dejar de tocarla—. Sueño con esto todos los días. Quiero chuparte hasta que te derritas.
—Yo también he soñado con esto, con tus dedos y tu boca en medio de mis piernas.
Nick levantó la cabeza con gesto sorprendido. Elevó una de las comisuras de la boca.
—¿Te tocas? —preguntó.
—Si —contestó ella con un suspiro.
Nick empezó a acariciarla en ritmos suaves yendo más abajo, le sorprendió la intensa humedad que lo empapó y se dijo que la haría suya en ese momento. Introdujo un dedo de manera delicada en su interior. Fue bajándole los interiores hasta que se los quitó.
—¿Piensas mucho en eso?
—Oh Nick… —Julia tenía la voz entrecortada, abrumada de placer, ahogada por la ausencia de aire. Por las palabras que tenía en la punta de la lengua, quería que la hiciera suya en ese mismo instante, pero los quejidos no la dejaban hablar.
Nick le besó el vientre hasta llegar a la vulva, que masajeaba en medio de su propia excitación.
—Necesito probarte. Quiero hacerte correr otra vez —murmuró Nick con voz atormentada, el aroma de Julia lo encendía. Era dulce, frutal y suave. Empezó a besarla de forma mansa.
Julia no lo podía creer. Había oído hablar mucho de sexo oral, muchas compañeras de escuela eran expertas en ese campo. Siempre le causó curiosidad y había tenido sus buenas fantasías con Nick, pero nada la había preparado para el sin fin de sensaciones que le atravesaron el cuerpo de arriba abajo.
En ese momento, alguien golpeó la puerta.
—Chicos —exclamó Peter—, siento arruinarles la diversión pero mamá está preguntando por ustedes, no demora en venir hacia acá.
—Ok, ya vamos —contestó Nick de mala manera.
Acarició por última vez los pliegues de Julia, con los dedos frotó su sexo, se regodeó satisfecho. Julia saltó de la cama y se arregló en segundos. Cuando estuvieron presentables, salieron, no sin antes Nick abrir una de las ventanas, la habitación olía a sexo. Peter los esperaba en el hall. Julia pasó de largo, sin mirar a Peter y sin dirigirle la palabra de lo mortificada que estaba.
Antes de entrar al estudio, donde estaban todos reunidos, Nick tomó a Julia del brazo.
—Mi amor, tenemos que hablar.
—Ahora no, por favor —susurró Julia, avergonzada.
Él frunció el ceño y se inclinó hasta quedar más cerca.
—Perdóname; me es difícil controlarme. No tienes que sentirte avergonzada de lo que estábamos haciendo yo te deseo y tú me deseas, es normal.
Julia dejó caer los párpados y luego levantó la mirada. Una mirada que azoró a Nick.
—No estoy avergonzada por lo que hicimos. Lo que me molesta es que nos hayamos dejado llevar, en casa de nuestros amigos, con sus papás a dos habitaciones de la tuya.
—Está bien mi amor —ajustó su brazo y le besó el hombro—, por favor, no peleemos.
Se integraron a la fiesta. Peter los miraba con suspicacia o eso le pareció a Julia que se sonrojó, pero Nick se acercó y le besó el cuello.
—Qué vergüenza —susurró Julia mirándolo sonrojada—, nunca me había sentido tan avergonzada.
Nick bajó la voz, y el tono en el que pronunció las palabras, se le deslizó por el oído y tuvo repercusiones en todo su cuerpo, por la mente pasó lo ocurrido minutos atrás como un fogonazo.
—Nunca sientas vergüenza de lo que hacemos o sentimos, Julia, ninguna. —Se acercó a ella con toda intención y arrastrando las palabras en un tono sensual le dijo: —Me encanta tu sabor.