Capítulo VI

Fred Thomas, estaba frente a su ordenador portátil, tirado en la cama de un motel entre la vía San Francisco-Sacramento. No podría volver a su casa, la policía lo buscaba, se había afeitado la cabeza y salía a la calle con lentes oscuros o disfrazado. Había engatusado a su tía Mildred para que le prestara el automóvil ya que la mujer estaría en el extranjero hasta el año siguiente. Todo rodaba cuesta abajo, sino fuera por esa Julia Lowell, ya estaría reunido con su pequeña. La maldita estudiaba en Berkeley, la había seguido durante un par de días, era hija de un prominente abogado, vivía en las colinas de Pleasanton. Ella junto con Jane pagarían lo que le habían hecho. Ahora a sus cargos por maltrato se sumaba intento de secuestro y denuncia por lesiones personales, si ni siquiera la había tocado. Ganas no le faltaron. Ni Jane ni Michel habían vuelto a salir. Se había escondido tras varios disfraces para poder vigilar el refugio. Toda la mierda rodaba cuesta abajo. El único sitio en el que podría acercarse a Julia para mandarle un mensaje a Jane era el estadio de fútbol, tendría que buscar la fecha de más aglomeración. Haría salir a Jane de ese lugar como fuera y después desaparecerían, no sin antes darle su merecido a Julia Lowell, saldría por la frontera con Canadá. Ya tenía los papeles listos, hasta los de Jane, la perdonaría, ya con su hija en tierras canadienses le daría a elegir o seguía con ellos como una familia y aquí no ha pasado nada… O vería que sucedería.

El sábado amaneció nublado. Julia se arregló con esmero; jeans Calvin Klein, blusa blanca de algodón, suéter negro, botines negros y chaqueta bajo el brazo. Se alisó el cabello y se maquilló. Iba a pasar la tarde con Nick, por la mañana él, tendría entrenamiento, la había invitado, pero para Julia los pocos partidos que había visto le parecían más que suficiente y Nick no tenía problema con ello. Almorzarían en la universidad y luego irían a ver una película. Como la llevaría a su casa en la tarde, decidió hacer el viaje en tren. En cuanto se apeó, lo vio en la acera. Estaba muy atractivo, con sus vaqueros negros pegados, camiseta azul clara tipo polo y suéter amarillo claro también. Como siempre, el corazón le batió como un tambor y su cuerpo entraba en anarquía, sudores, escalofríos y otras sensaciones que no podía dilucidar.

—Hola preciosa —susurró Nick en el oído y después le dio un profundo beso en la boca.

—Estoy feliz de estar aquí, estás muy guapo —exclamó exultante Julia, devolviéndole el beso y caminó a su lado sin dejar de mirarlo.

Nick adoraba la mirada que Julia le destinaba, nunca nadie lo había hecho así, con una expresión tan clara como si el sol ausente en el cielo, estuviera en su rostro que dejaba ver todo lo que guardaba su corazón y a la vez, lo atravesaba, lo calentaba y veía cosas en él, que no sabía que tenía. Lo hacía sentir más grande.

—¿Deseas almorzar ya? —Nick, enterraba la nariz en su cabello, le encantaba su olor, podría olfatearla horas, sin cansarse.

—No, no tengo hambre todavía, caminemos un rato.

—Lo que tú quieras preciosa.

Atravesaron el campus. Nick le enseñó la biblioteca, una de las más completas del mundo, que no se comparaba con la de Berkeley y algunas aulas de clase. La sede social de su facultad y algunos campos deportivos.

Julia miraba a lado y lado buscando algo.

—Bien ¿dónde está? —preguntó aparentando seriedad.

—¿Dónde está qué? —contestó Nick.

—La estatua de estrella de fútbol que te habrán hecho todas las rubias pechugonas de la universidad que babean por ti en los partidos.

Nick soltó la carcajada.

—Eres una impertinente. Ven vamos a almorzar no quiero que te me mueras de hambre.

Entraron a una de las cafeterías del campus.

Hicieron la fila, pidieron las bandejas, Julia ordenó un pollo a la plancha, ensalada verde, patatas al vapor y soda dietética. Nick pidió un baby beef, patatas fritas y soda normal. Se sentaron en una mesa cerca de un ventanal. Ambos pidieron pie de manzana.

—Se ve delicioso. —Julia atacó el pollo, se le había despertado el apetito.

—Tienes razón, todo está delicioso. Con gusto me saltaría la comida y saborearía mi postre. —Nick delineó con el dedo los labios de Julia—. ¿Por qué no estudiaste en Stanford?

Julia esbozó una sonrisa.

—Me gusta el talante de Berkeley, aunque mi padre, me insistió bastante, pero mi universidad tiene algo que atesoro por encima de tu elitista Stanford y es la capacidad de navegar en mundos opuestos. Tiene una libertad de pensamiento que te permite trabajar en los diferentes cambios que necesitamos. Stanford es maravillosa, pero para mi gusto, algo acartonada.

—Yo no soy elitista, estudio aquí porque gané una beca. Me gustó porque es cuna de empresas. Te enseñan a hacer empresa. Fíjate, cazamos perfectamente con lo que queremos de la vida. Julia Lowell, salvar el mundo y Nick de la Cruz, ser dueño de una empresa.

—¿No te tomas el fútbol en serio?

—Sí, claro que sí, pero no voy a dejar el pellejo en él y tampoco me veo como jugador profesional. Tengo muchos planes. El fútbol es algo temporal, es un medio para alcanzar un fin.

Quedaron en silencio unos minutos, sin sentirse incómodos por ello. Se sonreían y disfrutaban del momento. Julia saboreaba el pie con deleite.

—¿Cuándo conoceré a tus padres? —comentó Nick de pasada— No quiero seguir escondiéndome.

—No te estás escondiendo, solo estoy esperando el momento oportuno —Julia sonrió—. Quiero que sea con toda la familia reunida.

—Chica inteligente.

—Simplemente te estoy protegiendo, lleva el casco de fútbol y doble saco de lana, los puños de papá son grandes. —Julia soltó la carcajada al ver la cara de Nick.

—¿Crees que sea buena idea con toda la familia reunida? Lo digo por ti, soy capaz de enfrentarlos, pero no quiero que tengas problemas y más con toda la familia reunida.

—No va a haber problema. Despliegas todo tu encanto y los convences de que eres lo mejor que me ha pasado. Ya soy mayorcita, no tengo que rendir cuentas a nadie.

—Julia, eso que dices es una bobada, siempre serás la niña de papá. Si Laura llegara a presentarme un tipo como su novio o su enamorado, créeme, lo tendría en la mira un buen tiempo y eso que no soy su papá.

Julia se detuvo a pensar, que Nick había tomado sobre sus hombros la responsabilidad de su madre y hermana. A pesar de llevarse solo tres años, él parecía mayor, maduro, más experimentado que ella. Tenía voluntad, fortaleza y deseos de triunfar. En ese instante Julia supo que lo lograría, que el hermoso muchacho que la miraba con avidez, haría todo lo que se propusiera. Lo amaba y en ese momento perdió la cabeza por él. Estaba condenada, no sabía si reírse por este sentimiento descubierto o echarse a llorar de angustia de pensar que él no le correspondiera de la misma manera.

Nick al ver su expresión, pensó que le preocupaba la reunión con sus padres.

—Haré lo que quieras —dijo—, no quiero problemas con ellos, estoy ansioso por conocerlos.

—Sé que todo saldrá bien —señaló Julia al tiempo que trataba de controlar sus pensamientos y vestía su miraba de tranquilidad—. Ellos verán lo que sientes por mí.

“Ni Dios lo quiera, preciosa”

—Estoy loco por besarte —murmuró Nick.

—Bésame ¿Qué esperas?

Terminaron el postre y salieron a caminar un rato. Se sentaron bajo un árbol ya casi pelado por el otoño.

—Hay una exposición de pinturas de los estudiantes de bellas artes en una galería de la facultad. ¿Vamos?

—Sí claro, vamos. Está haciendo frío y parece que va a llover —dijo Julia en apariencia entusiasmada, pues quería estar un rato a solas con él y no iba ser ella la que fuera a plantearlo ¡De ninguna manera!

Se encaminaron hacia la galería cuando empezó a llover y corrieron hasta resguardarse del agua, ya era tarde, se habían calado hasta los huesos, no alcanzarían a llegar a la galería.

—Ven, vamos a mi dormitorio. Tenemos que secarnos —dijo Nick.

En cuanto llegaron, a la habitación. Nick le pasó una toalla, una camiseta, y unos pantalones cortos de pijama.

La habitación era pequeña, como todas las de esa ala del área de los dormitorios, se escuchaba el equipo de sonido de otra habitación. Tenía una cama sencilla con un edredón café oscuro, un escritorio en una esquina con libros abiertos, papeles pegados a la pared, libretas abiertas de cualquier forma y un computador. El mueble daba a la ventana que a su vez daba a un extenso parque. Una repisa con libros, una canasta de ropa, un balón de fútbol tirado en un rincón y un tablero de corcho con varias fotos de su madre y su hermana y tres fotos de Julia, en las gradas del estadio, eran de un partido que ella recordó, Nick había jugado dos semanas atrás. Sonrió, le había pedido a alguien que le tomara una fotografía.

—Por favor, cámbiate antes que te resfríes —musitó Nick, apenas la miró.

Julia confundida por el semblante y el tono frío de Nick, le hizo caso y entró al baño. Todavía con la ropa agarrada, se detuvo a observar el pequeño y pulcro lugar. Una toalla amarilla, pareja de la que tenía en las manos y una repisa pequeña que tenía todos sus útiles de aseo, crema de dientes, cepillo, enjuague, una crema de afeitar, Julia la abrió y se la llevó a la nariz, tocó la maquinilla de rasurar y destapó el frasco de perfume que inhaló con deleite. Dejó todo en su sitio, abrió un cajón debajo del lavamanos y encontró vendas, implementos de curaciones y en una caja una tira de condones, con semblante serio la dejó en el puesto. Se acordó de una de las expresiones de su abuela “El que busca lo que no debe, encuentra lo que no quiere.” Se desvistió, secó y se cambió. Se miró al espejo, tenía el maquillaje corrido, lavó su cara y las manos, se frotó la mascarilla de pestañas del párpado inferior. La ropa de Nick le quedaba inmensa. Asustada salió a la habitación.

Nick ya se había cambiado, con un pantalón sudadera largo y una camiseta; colocaba un cd en el equipo de sonido. Estaba hermoso, aunque su ceño se acentuó al verla aparecer. Julia dedujo que no tenía muy buen aspecto, despeinada y sin maquillaje.

—Dame la ropa para extenderla y que se seque algo antes de cambiarte nuevamente —le dijo sin mirarla.

Nick puso las prendas frente a un pequeño calentador que alzó encima de una mesa. Lo que Julia no tenía idea, era el esfuerzo que Nick estaba haciendo para no abalanzarse sobre ella. Ignorante de lo que pensaba, se le acercó por detrás y lo abrazó. Nick cerró los ojos al sentir el cuerpo de Julia, separado por las delgadas prendas de ropa. ¡Oh Dios!, ¡Oh Dios! Julia estaba temblando de frío pegada a él, con sus pechos rozándole la espalda. No aguantó más, se dio la vuelta y la miro con anhelo. La abrazó con fuerza. Sin darse cuenta del ímpetu que ejercía sobre ella, empezó a besarla en la mejilla y al llegar a la boca le chupó el labio superior. Julia le dio la bienvenida con un gemido. Él introdujo la lengua y siguió besándola sin poder saciarse de su dulzura. Empezó a acariciarle la cintura y el vientre, la llevó hasta la cama.

—Mi amor, mi amor, me vuelves loco.

Al acomodarse en el lecho, ella levantó la mirada hacia él, quedó pasmada por el color de los ojos que se habían tornado más oscuros y con un brillo inusual. La respiración era entrecortada. Ella percibía un profundo nudo en el vientre, algo parecido a un dolor de estómago. Era el deseo y por primera vez en la vida quiso dar el paso siguiente. La sensación de intimidad y confianza que nunca había sentido con nadie, la llevaría a la última instancia, estaba segura. Nick siguió besándola.

—Eres preciosa, preciosa, no sabes cuánto te deseo —repetía Nick mientras la devoraba literalmente.

Nick le beso los ojos, la nariz, le mordisqueo el lóbulo de la oreja, le besó el cuello, y después le quitó la camiseta por arriba de forma suave. Le bajó la tira del sujetador y la mordió en el lugar sensible dónde el cuello se unía con los hombros, esas sencillas caricias habían desatado una miríada de sensaciones que le tenían el cuerpo en llamas. Nick le desabrochó el sujetador por delante y dejo al descubierto sus preciosos senos, con pezones rosados, los tocó con mucha suavidad, mirándolos fijamente, los acarició con manos temblorosas.

—Julia… —Nick apenas farfulló su nombre con voz ronca de la emoción. Bajó la cabeza, se metió un pezón en la boca y empezó a chuparlo.

Julia creyó que iba a enloquecer al sentir los labios de Nick en su pecho; gimió en voz alta, creyó que estaba en el paraíso. Nick no descuidaba el otro seno lo acariciaba mientras la saboreaba, luego le tocó el turno al otro seno.

—Nick… —apenas podía hablar entre gemidos.

Él, embobado por tener a Julia así, debajo de él, sin dejar de besarla, llevó su mano a los muslos, que acarició de arriba abajo, eran tan suaves, toda ella era de una suavidad exquisita, puso su mano en el triángulo de las piernas. Con la palma, empezó a masajear la vulva, apreció la suavidad de su sexo y la intensa humedad que invadía el interior.

Julia se corrió enseguida. Violentos espasmos la sacudieron, en un torbellino de estremecimientos que nunca había experimentado, como si hubiera estado esperando esa precisa caricia. Nick la miraba con adoración, mientras ella le acariciaba la espalda, el pecho, siguió bajando por su abdomen hasta notar la longitud de su virilidad, retiró la mano asustada, Nick la aferró de nuevo e hizo que rodeara su miembro.

—Amor, por favor, tócame —exclamó Nick apenas, el profundo deseo casi no lo dejaba gesticular.

—Enséñame…

Julia cerró la mano, asombrada y temerosa de sus dimensiones, pero feliz de la respuesta que su gesto produjo en él, gemía y se estremecía con cada caricia, ayudada con la mano de Nick, empezó a deslizar de arriba hacia abajo, despacio, y en el cuarto intento eyaculó, gimiendo y estremeciéndose con espasmos de placer.

Avergonzado como nunca, por su falta de control, tragó saliva y trató de ordenar sus pensamientos, se separó enseguida. Ver su semen en el vientre desnudo de ella, era lo más erótico que había vivido. No, eso no es cierto, se sintió perdido en cuanto ella pronunció la palabra enséñame, no supo si fue el tono de voz, ronco y necesitado o la expectativa en su hermosa mirada, el saber que era tan dueña de sí misma en todos los ámbitos de su vida, pero en esto, no tenía experiencia o simplemente, estaba loco por ella. Quiso devorarla enseguida, sin importar quien estuviera tras esas paredes, quiso que se corriera con su miembro dentro de ella, morderla y que a su vez ella lo mordiera y lo marcara como suyo.

—Oh Julia, ha sido delirante, perdóname por mi falta de control. Es que te deseo tanto, lo menos que pensé hoy era que…

Julia lo atrajo de nuevo a ella y lo silenció, con un tierno beso.

—No tengo nada que perdonarte. Yo también siento lo mismo.

Nick se levantó al baño, se aseó y volvió con una toalla húmeda, le higienizó la mano y el vientre. Ya en la cama, al acomodarse detrás de ella para abrazarla y hundir la nariz en su cabello y tal vez en unos minutos reanudar todo de nuevo; se dio cuenta del terrible morado que Julia tenía en la espalda.

—¿Qué diablos es esto?

Julia se tensó enseguida.

—Nada, me caí en la universidad.

—Déjame verte.

Algo en el tono utilizado por Julia, le hizo desconfiar. La puso boca abajo y observó el tremendo chichón en la parte superior izquierda de la espalda. Lo delineó de forma suave.

—¿Cuándo fue?

—Ayer… mi amor no es nada. Más bien sigamos en lo que estábamos —lo engatusó ella.

Él conocía de golpes, años de enfrentarse a mastodontes, le había enseñado cuando un golpe había sido ejercido con presión. La mirada cautelosa de Julia le confirmó sus sospechas. Además de que se lo había ocultado. Se levantó sin decirle nada, fue al baño y volvió con un tubo de crema. Le dio un masaje suave con el linimento que esparcía un aroma fuerte y mentolado.

—Dime qué paso —le repitió.

—Ya te dije —contestó ella, algo nerviosa.

—No mientas mi amor, eres la mujer más transparente que he conocido —le decía en un ronroneo suave sin dejar de masajearle la espalda.

Si Julia le hubiera visto la expresión, en total contravía a lo que percibía, nunca lo hubiera admitido.

—Está bien —levantó la cabeza y trató de incorporarse, Nick, no la dejó—. Ocurrió ayer en la tarde en la casa de mujeres, un hombre me atacó.

Nick se levantó de la cama y cuando Julia se dio vuelta, lo encontró con las manos detrás de la cabeza, la miraba furioso.

—¿Por qué cojones te atacó? —preguntó enfurecido.

—Para evitar que se llevara a Michel. —Julia estaba sorprendida del tono beligerante de Nick y en pocas palabras le contó lo sucedido.

—Te expusiste —concluyó en tono frío.

Le dolía su enojo y dureza después de lo vivido minutos atrás. Julia quería devolver el tiempo para no ser tan imbécil y haber aflojado la lengua. Bastante se reprochaba a sí misma, el haber salido al jardín con la pequeña y si ese hombre se la hubiera llevado, no se lo hubiese perdonado nunca. Rogaba al cielo que ya estuviera en poder de las autoridades.

—¡Ah no! A mí no me vas a echar la culpa por querer proteger a esa pequeña.

—¡Pudiste haber salido más lastimada! Esa clase de hombres son peligrosos, inestables ¿Acaso no lo has aprendido? ¿Has hecho algún entrenamiento sobre cómo tratar con hijos de putas como él?

A Julia le molestó el tono en el que Nick pronunció las palabras.

—No es necesario que seas tan vulgar.

La tarde se había ido al carajo. Julia recogió su ropa que aún estaba húmeda y entró al baño a cambiarse. Nick, tocó la puerta y le ofreció una de sus camisetas, Julia la recibió y agradeció el gesto. Cuando salió, Nick se había cambiado con un jean y un buzo de lana color negro. Volvió a la carga tan pronto la vio.

—¿Me imagino que la policía ya lo arrestó y que tú presentaste cargos?

—Yo presenté cargos —bajó la mirada— pero la policía no lo ha aprehendido.

Está mañana había llamado al refugio y hablado con Mary que le había dicho que el hombre estaba desaparecido.

—¿Y sabes lo que eso significa?

Ella negó con la cabeza.

—Muchachita tonta.

Nick caminaba de lado a lado, a cada momento lo invadía la preocupación.

—Yo no soy tonta.

—Ese hombre ahora tiene tres objetivos, la madre, la hija y tú.

—¿Por qué yo?

—Porque lo detuviste, solo por eso. Me extraña que estén tomando las cosas con tanta calma ¿Qué dicen tus padres?

—¿No pretenderás que por un simple empujón ande con una caterva de policías o guardaespaldas detrás de mí? —soltó una carcajada que no llegó a sus ojos—. Mis padres no lo saben.

Nick se acercó a ella la aferró de ambos brazos y le dijo:

—Me imagino que si les dices, te prohíben el jueguito en el refugio.

Ella se soltó furiosa con los ojos echando chispas.

—No es ningún juego, ya estás igual que mi padre.

—¡Ese tipo o cualquier otro puede lastimarte o hacer cualquier locura con tal de recuperar a su hija y tú vas a estar en el medio!

—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué salga corriendo porque tú o papá lo dicen? Pues no y se joden los dos.

Salió de la habitación y bajó las escaleras. Nick la alcanzó en segundos.

—¿A dónde crees que vas? No hemos terminado.

—Yo sí he terminado —dijo con voz entrecortada—. Si no deseas volver a verme lo entiendo.

El pánico se apoderó de Nick. Así que esto era amor, se dijo con un gesto sarcástico. Este deseo de preservar a una mujer de todo lo que la lastimara, este anhelo de ella, que le ablandaba las entrañas. La acompañó en silencio, ya había escampado, el piso aún estaba mojado, al ver que se dirigía hasta la estación de tren, la tomó del brazo y la llevó hasta donde tenía parqueado su auto.

—No es necesario —farfulló ella sin mirarlo e intentando soltarse de su amarre.

Nick forzó una risotada.

—Sí que lo es.

Nick abrió la puerta del acompañante, esperó hasta que subiera y la cerró con un golpe adusto. Julia permaneció en silencio, mientras se ajustaba el cinturón de seguridad. El mutismo los acompañó hasta Pleasanton. Ya cerca de su casa Nick sin mirarla soltó:

—Te amo, Julia y no quiero que te pase nada.

A Julia la vista se le nubló. El viaje había sido un tormento pensando que se despediría de él y no volvería a verlo.

—Yo también te amo.

Nick parqueó el auto frente a un parque a unas cuadras de la casa de Julia. Se quitó el cinturón, la tomó de la cabeza y le devoró la boca. Ella le devolvió el beso con los ojos cerrados y totalmente entregada a su gesto. Le acarició el cabello y ese simple gesto lo conmovió. La pegó al cuerpo mientras que con boca y lengua la asediaba.

—Te necesito, quiero hacerte el amor…

—Yo también.

En ese momento fue Julia la que se apoderó de sus labios e introdujo la lengua lo que ocasionó que Nick gimiera agitado. Luego le levantó el suéter y le acarició los pechos, mientras le besaba y mordisqueaba el cuello.

—Eres mía, mía, mía ¿De verdad quieres? —volvió a la carga Nick, en un susurro sensual.

—Claro que sí. Hoy quería ser tuya, quería hacerlo en tu cuarto.

Él se separó de ella y la miró con pasmo. Ahí estaba de nuevo esa voz y lo que dijo ¡Dios mío! Nick hubiera dado la vuelta y regresado a la habitación a continuar donde lo dejaron. Pensó que tendría que insistir, rogarle que acabara con su agonía, pues el solo rozarla lo inflamaba de deseo. Estaba duro como una piedra. Quería besarla otra vez, meterse debajo de su ropa, hacerle cosas…Pero a la vez quería que fuera algo especial, algo que no olvidaran nunca.

—No, mi amor, no deseaba que nuestra primera vez fuera a pocos metros de un poco de chicos que podrían escuchar todo lo que hacíamos. No. Iremos a algún lugar un fin de semana.

Nick hablaba atropellado como si Julia fuera a arrepentirse en algún momento.

Ella le tomó el rostro.

—Es lo que más deseo, estar contigo. Haz que sea pronto.

—Mi amor, en cuanto al refugio, sé que es importante para ti, te acompañaré las veces que pueda y cuando no, nos turnaremos con los chicos ¿Está bien?

—Estoy enamorada del mejor hombre del mundo.

La dejó en la puerta de su casa minutos más tarde, esperó hasta que entró y se fue a pasar la noche en la casa de Peter.