19

Jackie Brown estaba sentado en la oficina exterior, con cara de póquer y las manos esposadas en el regazo. Tobin Ames, con una escopeta en el regazo, estaba sentado frente a él detrás de un escritorio y lo miraba. En la oficina del jefe, Waters y Foley observaban a Ames y a Jackie Brown a través del panel de cristal.

—¿Ha dicho algo? —preguntó Waters.

—Ha dicho que comprendía sus derechos, el cabrón —dijo Foley—. Es un chico duro, eso hay que reconocérselo.

—¿Cuándo lo detuvisteis? —dijo Waters.

—Hacia las cinco y cuarto —dijo Foley.

—Supongo que, de camino, os habéis detenido a tomar una copa —dijo Waters.

—¿Has conducido alguna vez por la 128 en hora punta? —dijo Foley—. Lo llevamos a la oficina del comisario, le hicimos las fotos, le tomamos las huellas y lo trajimos aquí.

—De acuerdo —dijo Waters—. Y ahora son casi las ocho y media. Espero que tengas algún plan para él para lo que queda de noche.

—Pues claro —dijo Foley—. Vamos a acusarlo.

—Bien —dijo Waters—. Me parece una idea excelente. ¿Y sabéis de qué vais a acusarlo?

—Sí —respondió Foley—. 26, 58-61: tenencia ilícita de armas de guerra. Cinco ametralladoras.

—Bien, ¿y a qué esperáis? —dijo Waters—, ¿a que llegue Navidad? Quiero decir que hace casi cuatro horas que lo trincasteis. Ya tendría que estar acusado.

—Ya sé que tendría que estarlo, Maury —dijo Foley—, pero las órdenes judiciales no caen del cielo. Moran tuvo que conseguir una orden de registro para el coche. Entonces lo registramos. Encontramos las armas. Ahora, Moran está presentando el auto de acusación. Tengo al comisario preparado. Tan pronto Moran termine los trámites, procederemos.

—Tenía entradas para el partido de los Bruins de esta noche —dijo Waters.

—Eh —dijo Foley—, lo sé y lo siento de veras. Pero he pensado que tenía que hablar contigo.

—Habla —dijo Waters.

—Y ahora, ¿qué hago? —dijo Foley.

—¿Después de que consigas que le pongan fianza y todo eso, te refieres? —dijo Waters—. Eso es lo primero que tienes que hacer.

—Lo sé —dijo Foley—, pero luego, ¿qué?

—¿Qué alternativas hay? —preguntó Waters.

—Bueno —dijo Foley—, puedo soltarlo. Seguro que le ponen fianza. Puedo decir «Muy bien, señor Brown, ya nos veremos en el juicio». Y luego tratar de conseguir una acusación formal contra ese hijo de puta.

—¿Y crees que puedes conseguirla? —dijo Waters.

—Me parece que sí —respondió Foley—. No creo que ni ese cabrón de la Fiscalía pueda encontrar algún defecto de forma en el caso. De hecho todo lo que se me ha ocurrido y a Moran se le han ocurrido más cosas aún. Te lo aseguro, si este chico quisiera ir a echar una meada, pediría una autorización formal por escrito antes de permitírselo.

—Bien —dijo Waters—, así que puedes soltarlo y, después, conseguir una acusación formal. ¿Y qué más?

—Podría decirle algo antes de que se marchara.

—¿Cómo qué? —preguntó Waters.

—Bueno —dijo Foley—, por ejemplo, el tipo sabe que alguien se chivó. No es estúpido. Ha entendido que alguien nos sopló que iba a estar en la estación de tren. Cuando veníamos, preguntó un par de veces quién nos lo había dicho, quién nos había dicho que estaría ahí.

—Espero que hayas tomado nota de eso —dijo Waters.

—Sí, lo anoté —asintió Foley.

—Bien —dijo Waters—, hacía preguntas. ¿Y qué?

—Supón que se lo decimos —dijo Foley.

—¿Que le decimos qué? —dijo Waters.

—Bueno —dijo Foley—, tenemos una alternativa. Podríamos hacerle creer que han sido los chicos del microbús Volkswagen.

—¿Y lo creerá? —dijo Waters.

—Difícilmente —respondió Foley—. A lo mejor sí, pero es poco probable.

—Entonces, ¿por qué hacerlo? —inquirió Waters.

—Para conseguir sus nombres —dijo Foley—. No digo que sea lo que tengamos que hacer. Solo digo que podríamos hacerlo.

—¿Tienes el número de matrícula del microbús? —preguntó Waters.

—Sí —asintió Foley.

—Tarde o temprano, esto nos dirá a quién pertenece, ¿no? —dijo Waters.

—Posiblemente —respondió Foley—. A menos que sea robado.

—Supongamos que no lo es —dijo Waters—. ¿Qué tenemos?

—Los nombres —respondió Foley.

—Y como prueba, podemos demostrar que fueron en el microbús a la estación de trenes —dijo Waters—. ¿Es un delito federal ir en microbús a una estación de ferrocarril?

—¿A comprar ametralladoras? Seguro —dijo Foley.

—¿Y quién va a decir eso? —preguntó Waters.

—Jackie Brown —dijo Foley.

—Supón que no lo hace —dijo Waters.

—Entonces nadie, nadie lo haría.

—¿Y sigues teniendo un delito federal? —dijo Waters.

—Claro —respondió Foley.

—Claro —dijo Waters—, pero no puedes demostrarlo, eso es todo.

—Exacto —dijo Foley.

—Siguiente pregunta —dijo Waters.

—Puedo decirle que lo delató Coyle —dijo Foley.

—Una idea interesante —dijo Waters—. ¿Por qué decirle eso?

—Porque se pondría furioso —replicó Foley—. Estoy razonablemente seguro de que se lleva algo entre manos con Coyle. Así que le digo que el chivato ha sido Coyle, se enfurece y me cuenta lo que andaban tramando juntos.

—¿Y vale la pena? —inquirió Waters.

—Bueno —respondió Foley—, tú mismo me lo dijiste.

—Supón que fuera Coyle quien ha armado a esos atracadores de bancos. Si ha sido él, quizá Jackie Brown le vendió las pipas.

—Te gustaría pillar a esos atracadores, ¿eh? —dijo Waters.

—Sí, claro —dijo Foley—. Estaría bien.

—De acuerdo —dijo Waters—. Se lo dices a Brown. Y luego, ¿qué pasa?

—No lo sé —dijo Foley.

—Yo, sí —dijo Waters—. Es acusado de tenencia ilícita de armas de guerra. Y después sale libre. Y entonces, ¿qué?

—Va a buscar a Coyle —dijo Foley.

—Seguro —dijo Waters—, va a buscar a Coyle y, cuando lo encuentra, lo mata. Y entonces, ¿qué tienes? Un vendedor de ametralladoras y un chivato muerto. ¿Es eso lo que quieres?

—No, a poder ser, no —dijo Foley—. ¿Hay alguna manera de que pueda quedar detenido sin fianza?

—No —respondió Waters—. El objetivo de la fianza es… ¿Quieres oír toda la lección?

—No —dijo Foley—. «Es asegurarse de que el acusado se presentará a los procedimientos judiciales posteriores». ¿Incluso con ametralladoras de por medio?

—Incluso con ametralladoras —repitió Waters.

—Bien —dijo Foley—. Va a salir libre. Puedo decírselo igualmente.

—Y entonces, ¿hablará? —preguntó Waters.

—No, probablemente no —dijo Foley—. Creo que esos tipos no te dirían siquiera que se te ha prendido fuego en la chaqueta.

—Entonces, ¿qué ocurrirá? —inquirió Waters.

—Irá a buscar a Coyle —dijo Foley— y yo lo seguiré.

—Anda ya —dijo Waters.

—Pondré un localizador en su coche —dijo Foley—. Seguiré su rastro por la radio, joder.

—Como en Misión imposible —dijo Waters.

—Mi favorito es Efrem Zimbalist —dijo Foley—. Como en el efebeí.

—Recuérdame que agilice tu traslado a Topeka —dijo Waters—. ¿Alguna otra idea brillante?

—Sí —dijo Foley—. Puedo decirle que fue el tío que le vendió las armas.

—Esa sí que es una idea interesante —dijo Waters—. Explorémosla. ¿Quién fue?

—Apostaría a que fue un soldado ladrón —dijo Foley.

—¿Y de dónde sacó el arma? —dijo Waters.

—Probablemente fuera la suya —dijo Foley—. Él y cuatro colegas quieren un poco de pasta para unos coños de primera clase.

—¿Hay números en las armas? —preguntó Waters.

—Sí —dijo Foley.

—¿Números de serie registrados a nombre del soldado que tiene el arma?

—Sí —respondió Foley.

—¿Y el soldado tiene que dar cuenta del arma cuando desaparece?

—Sí —dijo Foley.

—¿Y qué avanzamos con eso? —dijo Waters—. Lo averiguaremos de todos modos.

—Tú ganas —dijo Foley—. No le diré que han sido los soldados.

—Y no le dirás que han sido los del microbús y no le dirás que ha sido Coyle —dijo Waters.

—No le diré nada —dijo Foley—. Lo soltaré bajo garantía personal.

—Y entonces, ¿qué ocurrirá? —dijo Waters.

—Saldrá a la calle y yo intentaré que ese capullo del juzgado lo inculpe.

—Pero, y él, ¿qué hará?

—Irá a casa y pensará —dijo Foley.

—Exacto —dijo Waters—. Estúpido no es. ¿Y qué pensará?

—Lo primero que pensará es si lo han delatado los del microbús —respondió Foley.

—Exacto —dijo Waters—. Y entonces, ¿qué decidirá?

—Decidirá que no —dijo Foley—. Que estaban allí pero que no sabían nada. Decidirá que no han sido ellos.

—Y entonces, ¿qué hará? —dijo Waters.

—Empezará a pensar quién más pudo haberlo hecho —dijo Foley.

—¿Y a quién elegirá? —dijo Waters.

—A Coyle, primero —dijo Foley—. Eso, si sabe el nombre de Coyle. Apuesto lo que quieras a que esta tarde ha visto a Coyle. Coyle probablemente ha visto las ametralladoras. Le echará la culpa a Coyle.

—¿Y cómo iba a ver Coyle las ametralladoras? —dijo Waters.

—El chico abrió el maletero —dijo Foley.

—¿Y por qué iba a abrir el maletero? —dijo Waters.

—Para sacar algo y dárselo a Coyle —dijo Foley—. Naturalmente.

—Hoy Coyle ha comprado armas —dijo Waters.

—Coyle ha podido venderle las ametralladoras, claro —dijo Foley.

—¿Y de dónde habría sacado Coyle las ametralladoras? —dijo Waters—. ¿Unas ametralladoras del ejército? No. Coyle estaba comprando algo.

—Así que piensa que ha sido Coyle y va a buscarlo —dijo Foley—. Y nosotros, ¿qué podemos hacer al respecto?

—¿Crees que sabe quién es Coyle? —dijo Waters.

—¿Si sabe cómo se llama, si sabe su nombre, quieres decir? —dijo Foley—. Tal vez. Probablemente no. Quizá el nombre de pila, pero no el apellido. ¿Si sabe con quién se junta? Probablemente. Es un chico duro y listo. Tan pronto Coyle se presentó buscando armas, debió de empezar a pensar en la mafia. Coyle no es un Pantera, eso seguro, y tampoco es un revolucionario. El chico probablemente sabe que Coyle es un gánster.

—De acuerdo —dijo Waters—. Ahora tal vez tengamos algo. El chico obtiene la fianza y quiere saber quién lo ha traicionado, así que empieza a pensar y decide que lo han traicionado los muchachos. Si es listo, y lo es, no saldrá por ahí a cargarse a tiros a uno de ellos. Así que lo que querrá es desquitarse. Y ahora, dime, ¿cómo puede un tipo desquitarse de uno de los muchachos que lo ha traicionado?

—Bueno —dijo Foley—, podría llamarlo todas las noches y amenazarlo.

—Sí —dijo Waters—, y podría envenenar el pozo de agua de ese tío y contar por ahí que la mujer del tío jode con otro, pero hay una manera más fácil, ¿no?

—Pues así —dijo Foley—. Uno llama a un agente de la ley amigo y delata al cabrón que lo ha delatado.

—Exactamente —dijo Waters—. Y ahora, ¿crees que puede ocurrírsete algo que decirle a Jackie Brown para expresar el profundo pesar que sientes personalmente por haberlo arrestado y tu sincero convencimiento de que lo han traicionado?

—Déjame que lo piense un rato —dijo Foley—. No me ha gustado nunca ver que se aprovechan de un chaval.

—Sé cómo te sientes —dijo Waters.

—Sobre todo, porque se nos han escapado los revolucionarios —dijo Foley—. No hay mal que por bien no venga.