Capítulo 31
OLIVIA estaba delante del Alto Consejo Celestial por segunda vez. Llevaba días presentando su caso, negándose a rendirse y a marcharse, pero ellos, satisfechos con el resultado, seguían rechazándola. Aeron estaba muerto, como querían, y Legión había vuelto al Infierno. A su hogar. Algo que Lysander no le había explicado bien a Aeron.
Ella abrió los brazos y las alas y se volvió para que todos la vieran. La sangre de Aeron se había limpiado de su túnica, pero no de sus manos, pues no había permitido que éstas rozaran la tela. Quería que ellos vieran lo que habían hecho.
Los fue mirando a los ojos uno por uno, sentados en sus tronos. Eran hermosos. Fuertes, orgullosos y puros. Se sentían justificados. Se sentían exonerados. No se encogían bajo la mirada de ella.
«No vaciles. Eres asertiva, agresiva».
—Al castigarlo a él, me habéis castigado a mí —declaró—. Eternamente. Yo caí, sí, pero vosotros me permitisteis volver. Otra vez soy como vosotros. Un ángel. Eso significa que mi alma es tan pura como la vuestra. Por lo tanto, yo os pregunto qué he hecho para merecer ese castigo.
Finalmente, surgió un murmullo.
La esperanza renació en Olivia.
—¿Qué quieres decir? —preguntó uno de los consejeros—. Permitirte regresar aquí no pretendía ser un castigo sino un privilegio.
—Yo amo a Aeron. No puedo ser feliz sin él.
—Sí puedes —dijo una de las mujeres del Consejo—. Sólo necesitas tiempo para...
—¡No! Tiempo no. Merezco ser tan feliz como he hecho a miles de personas y os he dicho lo que eso entraña.
Esa vez no hubo murmullos, sólo silencio. Un silencio pesado. Un silencio ensordecedor. Pero ella no inclinó la cabeza ni se disculpó por su osadía. No cedería. Si no le devolvían a Aeron, moriría con él.
Él no moriría solo.
«Asertiva».
—Si dejáis las cosas así, con el asesinato de un hombre bueno, no seréis mejores que los seres contra los que protegéis a los humanos —serían como demonios. No lo dijo así, pero su significado estaba claro.
—Todos los días asesinan a hombres buenos, Olivia. Es el precio del libre albedrío —dijo otra de las mujeres, con voz más suave, que detonaba un rastro de compasión.
«Agresiva».
—Hemos castigado a Aeron por sus actos. ¿Por qué no podemos recompensarlo también? Porque eso es lo que de verdad nos diferencia. La compasión. La bondad. El amor. Amor que él ha demostrado hasta un extremo increíble. Ha dado su vida por la mía. ¿Ese sacrificio no sobrepasa a su crimen? ¿No ha probado más allá de toda duda que es digno de redención?
Otra vez murmullos. Y, por fin, un suspiro.
—Quizá se pueda organizar algo...
Los días pasaban en rápida sucesión, uno fundiéndose con el siguiente. Aeron pasaba todo el tiempo con Baden. Hablaban, reían, gritaban y comentaban posibles escondites para la Caja de Pandora. Su determinación de encontrarla era más fuerte que nunca. No para detener a los Cazadores, aunque eso sería un regalo magnífico, sino por Olivia.
Descubrió que no necesitaba dormir ni comer. Simplemente, existía en aquel blanco interminable, sin que vacilara su determinación.
Hasta el momento habían desarrollado varias teorías. La Caja estaba oculta bien a la vista. Quizá guardada en una esfera como aquella, donde nadie podía mirar dentro. Quizá enterrada en el fondo del mar. Pero seguían sin saber quién se la había llevado y por qué.
—Quiero volver como sea —dijo Baden, caminando con él entre la niebla—. A veces nos permiten vistazos de la vida ahí abajo, pero nunca son suficientes.
—¿Qué has visto?
—Algunas de las batallas de Sabin con los Cazadores antes de que se trasladara a Budapest. La fortaleza. La explosión que os volvió a reunir a todos. A todas las mujeres que os han ayudado. Lucien es un bastardo con suerte. Su mujer es mi favorita.
—Si conocieras a Anya, seguramente le darías el pésame.
Baden rió.
—Es problemática, ¿verdad? Pero, por otra parte, ¿no lo son todas? —dio una palmada en la espalda a Aeron—. Creo que lo que más echo de menos es la suavidad de una mujer.
¿Pensaba en Hadiee?
—¿Por qué lo hiciste? —al fin Aeron formulaba la pregunta que llevaba siglos haciéndose—. ¿Por qué permitiste a los Cazadores cortarte la cabeza?
Su amigo se encogió de hombros.
—Estaba cansado, muy cansado de mirar siempre por encima del hombro, de recelar de todo y de todos, había empezado a dudar de ti.
—¿De mí?
—De todos vosotros, en realidad —suspiró Baden—. Lo odiaba. Odiaba esperar que me traicionaríais cuando en ni corazón sabía que eso no pasaría nunca.
—Tienes razón. Jamás te habríamos hecho daño —habían querido mucho a aquel hombre. A pesar de su demonio, Baden había sido el único en el que se apoyaban todos. Al que todos acudían en busca de guía y poyo.
—Y luego llegó la mujer —siguió su amigo—. Sospechaba que era un Cebo, pero lo peor de todo es que o esperaba que lo fuera. Así que lo hice. La acompañé a su casa, la dejé seducirme, aunque sabía que aparecerían los Cazadores. Me sentí... aliviado cuando se acercaron por fin. Ni siquiera luché con ellos.
Como él había rehusado al final luchar con Lysander.
—¿Estás contento con cómo terminaron las cosas?
—Para ser sincero, no lo sé. Pandora es la única diversión que tengo, y ya has visto por ti mismo que no es muy divertida.
Aquello no se podía negar.
—Hablando de Pandora, parece haber desaparecido. No he vuelto a verla desde que llegué.
—Así es como funciona ella. Te da unos días de paz, te engaña con una sensación falsa de seguridad y luego ataca. Pero basta de hablar de ella. ¿Por qué lo hiciste tú? —preguntó Baden—. ¿Por qué te dejaste matar? Y, sí, sé que dejaste que te mataran. Eres demasiado buen soldado para que pudiera ocurrir de otro modo.
Aeron suspiró.
—Todos estos años he temido a la muerte, pero finalmente... Tienes razón, yo también le di la bienvenida. No porque estuviera cansado sino porque quería salvar a mi mujer.
—Ah, una mujer. La perdición de todos nosotros. Háblame de ella. No la he visto —Baden se frotó las manos—. Quiero saber qué clase de criatura cautivó a un hombre tan receloso.
—Sí, Aeron, yo también quiero oír eso.
Aeron se quedó inmóvil.
—¿Has oído eso? —se volvió y buscó con la vista a la mujer a la que había anhelado más que a su propia vida. No encontró ni rastro de ella.
—Lo he oído —Baden frunció el ceño—. Una voz femenina, ¿verdad?
Entonces no estaba loco.
—¿Olivia? —gritó. Habría jurado que el corazón empezaba a latirle con fuerza en el pecho—. ¡Olivia!
¡Olivia!
Varios metros más allá, el aire empezó a estremecerse y una figura fue tomando forma. Rizos oscuros, ojos azules, piel inmaculada, labios en forma de corazón. Círculos rosados pintaban sus mejillas y unas gloriosas alas blancas se desplegaban detrás de ella.
Alas. Ángel. Ella había vuelto a casa.
—¿Puedes verme? —él se puso en movimiento—. ¿Puedes ver a los muertos?
—Oh, sí, puedo verte.
Cuando llegó hasta ella, la abrazó y la levantó en vilo. La estrechó como no había estrechado nunca a nadie y dio vueltas con ella. Estaba allí. Con él. No la dejaría marchar.
Olivia echó atrás la cabeza y rió con abandono. Esa risa... ¡cómo le consolaba el alma!
—Olivia... —la besó en los labios. Ella abrió los suyos de buena gana y Aeron le dio un beso tras otro, saboreándolo todo. La calidez de su cuerpo, la dulzura de sus curvas. Era suya y sólo suya.
—Aeron. Hay muchas cosas que tengo que decirte.
Él la dejó en el suelo y le tomó la cara entre las manos.
—Tesoro, ¿qué haces aquí? ¿Cómo has llegado aquí? Y veo que vuelves a ser un ángel —«mi ángel».
—Sí. Ahora soy una Portadora de Alegría, ya no soy una Guerrera.
—A mí siempre me has traído alegría, ¿pero cómo...? No comprendo.
Ella le sonrió y pasó los dedos por su cara.
—Mi Deidad es creadora de vida y te ha ofrecido una nueva. Igual que el Alto Consejo Celestial me ofreció a mí mi antiguo trabajo, aunque dicen que ahora estoy mejor capacitada para el clan de los Guerreros. Han comprendido que tú no podrías ser feliz sin mí y yo no tendría alegría sin ti.
Aeron no conseguía entender aquello.
—¿Pero por qué les importa eso? Eran ellos los que me querían muerto.
—Tú lo sacrificaste todo por mí. Mi Deidad ha reconocido tu sacrificio y decidido recompensarte. Te devolverá a tu cuerpo, lo sanará y podrás regresar a la fortaleza. Podremos estar juntos.
—Juntos —Aeron quería caer de rodillas en agradecimiento. Quería gritar y bailar. Pero sólo podía mirarla, Olivia era suya.
—¿Estás contento? —preguntó ella, insegura.
—Soy más feliz de lo que he sido nunca, cariño. Tú eres todo lo que quiero, todo lo que necesito.
Olivia sonrió.
—Yo siento lo mismo... —su sonrisa se apagó un tanto—. Me temo que no pueden devolverte a Ira. Lo he intentado, pero ya se lo han dado a otro.
—¿A quién?
—Una mujer llamada Sienna Blackstone. Antes era una mortal y la mató un tiro. Pero Cronos le salvó entonces el alma y la había conservado con él.
La Sienna de Paris. ¿Qué significaría aquello para el pobre Paris? Al parecer, podría recuperar a su mujer después de todo, pero ella pasaría muchos años enloquecida por Ira. Existiría sólo para vengarse de los que habían pecado.
Aeron haría todo lo que pudiera para facilitarle la transición. Y, con suerte, el demonio lo reconocería. Después de todo, todavía tenían un trabajo pendiente: el castigo de Stefano y de los demonios que habían atacado a Olivia.
—¿Seré mortal? —preguntó. No porque le importara mucho. Estaría con Olivia. Lo demás no importaba.
—No. Serás inmortal, igual que antes. De hecho, tu cuerpo será restaurado a como era en su creación. No tendrás los tatuajes, las mariposas ni las alas —de nuevo pareció insegura—. ¿Te parece bien?
—¿Bien? Es magnífico —él la tomó en brazos y giró con ella por segunda vez. ¿Podía haber algo mejor? Pero ella no parecía tan contenta como debería estar—. ¿Qué ocurre?
—Legión. Ha vuelto al Infierno, vuelve a estar vinculada a sus llamas porque su vínculo contigo quedó destruido.
Aeron sintió hielo en las venas. Recordó las palabras de Lysander. «Ella volverá a casa». Tendría que haberlo sabido, o, como mínimo, haberlo sospechado.
—Lucifer está tan furioso con ella que la ha dejado en su cuerpo humano, y los demonios la atormentan sin cesar. Galen la está buscando y creo... Creo que incluso se aventurará a entrar al Infierno por ella. Quiere matarla porque parece ser que ella intentó matarlo a él.
Aeron abrió mucho los ojos. ¿Legión había intentado matar a Galen? Habían ocurrido muchas cosas desde su muerte.
—No puedo dejarla allí —dijo. A pesar de todo lo que había ocurrido, todavía quería a su pequeña diablesa.
—Lo sé. Por eso he hablado con el Consejo sobre mis nuevos deberes. Como Portadora de Alegría, les expliqué que necesitas a Legión en tu vida, o esa vida no estará completa. Han acordado que, si decides ir a buscarla, dejarán que se quede contigo porque lo que está soportando ahora es un infierno que le durará mil vidas. Pero después de rescatarla, le será asignado un ángel guardián que se asegure de que no haga daño a los humanos.
—Sí, sí, acepto por ella —Legión odiaba a los ángeles, pero de todos modos tendría que acostumbrarse a Olivia—. Sí —repitió. Ni siquiera tenía que pensarlo—. Eres todavía más maravillosa de lo que pensaba, Olivia. Has hecho todo esto y nunca podré agradecértelo bastante —le cubrió la cara de besos—. Tú me lo has dado todo.
—Igual que tú a mí...
—Pasaré el resto de mi vida asegurándome de que tengas tu diversión.
—Lo único que necesito es tu amor.
Aeron la besó en los labios y pronto empezaron a acariciarse impacientes por más, decididos...
—Ah, chicos —la voz de Baden hizo que los dos se volvieran hacia él. Saludó a Olivia agitando la mano en el aire—. Hola. Lamento interrumpir, pero ¿y yo qué? Yo también quiero volver a mi cuerpo.
—Lo siento —dijo Olivia—. Tú no hiciste ningún sacrificio. Me temo que tienes que permanecer aquí.
El rostro de Aeron se llenó de tristeza. ¿Acababa de recuperar a Baden y ya tenía que abandonarlo?
Baden hundió los hombros.
—¿Hay algo que...?
—No —lo interrumpió Olivia con suavidad—. Lo siento. Tú ya estás muerto; no hay un sacrificio que puedas hacer.
—Encontraré el modo de sacarte —juró Aeron—. Pandora mencionó la Caja. No dejaré de buscarla, te lo juro por mi vida.
Su amigo asintió, pero había tristeza en sus ojos.
—Te echaré de menos.
—Y yo a ti —los ojos de Aeron se llenaron de lágrimas.
Baden sonrió, aunque la sonrisa también era triste.
—Dile a Torin que me debe una espada. Y a Sabin que no he olvidado cómo hace trampas al ajedrez. A Gideon, que quiero una revancha. Él lo entenderá —le fue dando un mensaje para cada guerrero y Aeron empezó a llorar abiertamente—. Hasta que volvamos a encontrarnos, amigo.
—Volveremos a encontrarnos.
—Nunca perderé la esperanza.
Baden retrocedió paso a paso. Aeron quería gritarle que se detuviera, pero cuando abrió la boca para hacerlo, incapaz de soportar más la pena, el guerrero desapareció en la niebla.
Olivia le tocó el pecho.
—Lo siento.
Aeron la tomó en sus brazos y la estrechó con fuerza.
—Esto no es el fin, lo juro —enterró su rostro en el hueco del cuello de ella. Nunca podría pagarle todo lo que había hecho por él—. Te quiero muchísimo.
—Yo también te quiero.
—Te haré feliz. De todas las cosas que he jurado, ésa es la más importante para mí.
Ella se puso de puntillas y lo besó.
—Ya me has hecho feliz. Y ahora vámonos a casa. Hay mucha gente deseando verte.
—No puedo creer que diga esto, pero primero llévanos a mi habitación. Necesitamos un reencuentro como es debido y después nos reuniremos con los otros.
Olivia se echó a reír.
—Es verdad. Ahora yo tengo alas y tú no. Supongo que eso significa que también estoy al cargo de... ciertas actividades. Así que considéralo hecho. Después de todo, mi trabajo es procurar tu felicidad.
—Por lo cual estaré eternamente agradecido.
Se besaron de nuevo antes de dirigirse a casa.
Fin