Capítulo 44
En realidad, tanto como en breve, no, porque llegó el día 28 y Soraya no había recibido nada todavía…
Se estuvo wasapeando con ella esos días, para hablar de Blas y luego se enredaban con otros temas, pero todo demasiado amistoso y cordial, sin una sola referencia a lo que verdaderamente importaba para él y que era que se moría de ganas de volver a verla.
Necesitaba que llegaran las flores de una maldita vez para dinamizar el asunto, pero Miguel no daba señales de vida porque tenía el móvil apagado desde la última vez que hablaron y no se atrevía a mandar otras flores por su cuenta, por si acaso llegaban a la vez y quedaba como un agonías…
Así que no le quedaba más que esperar, mientras se moría de la ansiedad que tenía encima…
—¿Se te ocurre algo para que la cosa se anime un poco? —le preguntó a Teo, mientras hacía esfuerzos por desayunar, porque con los nervios tenía el estómago cerrado.
Teo le miró con una sonrisa enorme y le replicó divertido…
—¿Te parece que no está ya suficientemente animado?
—Hablamos de todo y de nada y por las noches nos metemos besos corazones, pero me sabe a tan poco…
—Lo bueno se hace esperar. Lo mejor que te ha podido pasar es que esas flores no hayan llegado todavía —le dijo Teo, tras apurar su Nesquik.
—¿Y si se enfría la cosa? —preguntó estrujando la servilleta de papel que tenía en la mano
—¿Cómo se va a enfriar si os pasáis el día hablando por wasap como dos adolescentes? —replicó Teo, resoplando.
—Pero de si hoy hace frío, que si dormí mal, que si detesta la piña, que si me chifla la carne roja, que si le gusta la lluvia, que si odio la niebla, que si le molan los musicales, que si aborrezco la novela negra, que si le encanta viajar en tren, que si por poco me dio una trombosis en mi último viaje trasatlántico en clase económica…
—¡Para ya! —bufó Teo aburrido—, eso se llama conocerse y es lo que suele hacer la gente cuando quiere hacer algo más que chingar.
—Yo con tal de estar hablando con ella, me pongo a preguntarle cosas y más cosas, y la verdad es que me responde a todo… ¿Pero si ya solo me quiere como amigo, y no le intereso ni para chingar? —preguntó Eduardo angustiado, aferrado a la taza de café.
—Joder ¿tan malo eres? —inquirió Teo, frunciendo el ceño y a punto de partirse de risa.
Eduardo se pasó la mano por la frente, luego se revolvió el pelo y musitó desbordado:
—Yo ya no sé nada…
Y lo que menos podía imaginarse era que justo en ese mismo instante en el que era consciente de que no sabía nada, Soraya estaba leyendo la nota que acompañaba a las dos docenas de camelias rojas que acababa de recibir en su domicilio y que ya lucían en su mejor jarrón…
Tú eres mi luna, guapi. Besos para empezar tus 24, cari… Te quiero. Eduardo.
Soraya leyó la nota unas cuantas veces más, confirmó que pusiera su nombre correctamente en la dirección de envío y luego llamó a Vera porque no entendía nada. ¿Sería una inocentada por ser 28 de diciembre, el Día de los Santos Inocentes?, se preguntó flipada total.
Porque por una parte reconocía que le encantaba ser su luna, su cari, parecerle guapi, y que la quisiera… Bueno, tal vez era un poco precipitado el te quiero, pero quererse estaba bien, además era Navidad y era lo que tocaba…, pensó.
Pero lo de tus 24 era tan mosqueante que tenía que comentarlo con Vera para que arrojara luz al respecto:
—Vera, ya sé que estás trabajando, pero te necesito. Por favor, será muy breve… —le suplicó en cuanto descolgó el teléfono.
—No hay nadie en la tienda, así que dime…
—¡Eduardo acaba de enviarme dos docenas de camelias rojas! —exclamó emocionada mientras veía lo bonitas que eran.
—Tía, qué detalle más bonito, por favor.
—¡Es la primera vez que un tío me regala flores! ¡Es tan romántico! —confesó Soraya muy ilusionada.
—Sí, Eduardo es un tío muy romántico… ¡Es una joyita, Soraya! A ver si te coscas de una vez…
—Es romántico recibir flores, Eduardo no sé yo qué decirte… Me tiene totalmente desconcertada, no le pillo, porque o se pone burro y no para de decirme que quiere empotrarme o bien se pone en plan cuestionario para conocer mejor al cliente y endosarle más productos y me pregunta por mi comida favorita, la música que me gusta o si tengo algún diente implantado…
—¡Tía, quiere saberlo todo de ti!
—¿Hasta si he probado alguna vez la lima electrónica del Doctor Scholl?
—¡Qué mono, de verdad! Se interesa por todo tu universo…
—No lo sé, porque me ha enviado una nota que me tiene que ya no sé qué pensar. Mira, te mando la foto porque es que no puedo ni leerla…
—¿Es muy guarrindingui? —preguntó Vera, muy intrigada.
Soraya hizo la foto de la nota y se la adjuntó por wasap a su amiga:
—Lee y opina por favor…
A los tres segundos Vera soltó tal carcajada que por poco no se le cae el teléfono de la mano:
—¡Me parto! Jajajajajajajajajajajaja. Pues sí que habéis ido lejos con los cuestionarios que ya te llama guapi y cari… Por no hablar del “te quiero”, jajajajajajajajajajajajajaja. ¡Está entregadísimo, Sorayita! ¿Y todavía dices que no sabes qué pensar? ¡Este tío está pillado hasta las trancas!
—Calla anda, que estoy dudando entre si se habrá confundido de chica o será una inocentada, porque dime tú cómo se interpreta lo de “para empezar tus 24”.
—Nena, es obvio: los 24 polvos que quiere pegarte el día que os veíais. Y antes de pegártelos te manda besos…
—No, Vera, no, que él jamás dice guapi, ni cari, ni mucho menos “Te quiero”. Y no me lo va a soltar por primera vez así por cartita… ¿Y si está liado con una alumna que cumple hoy veinticuatro? O lo que es peor ¿y si se está choteando de mí? —inquirió muy angustiada.
—Mira, acaba de entrar una clienta y ya no puedo hablar más. Llámale y sales de dudas, pero es lo que yo te digo. Tú tranquila. ¡Eduardo te ama! ¡Así que a por tus 24, guapi!
Vera colgó y pensó que lo mejor era hacer caso a su amiga y salir de dudas cuanto antes, porque si no iba a terminar haciéndose una película tremenda de terror…
Así que respiró hondo, se armó de valor y le llamó…
—¡Eduardo! ¡Buenos días! Te llamo porque acabo de recibir tus camelias… ¡Miles de gracias! ¡Son preciosas!
Eduardo que estaba consultando unos informes para preparar sus próximas clases, cuando vio que la llamada entrante que tenía era de Soraya, se peinó con los dedos, se envaró y mostró su mejor sonrisa como si ella pudiera verle:
—De nada. Me alegro mucho que te hayan gustado…
—Sí, las he puesto en el salón y quedan muy bonitas… Espera que te mando una foto para que las veas —dijo Soraya agradecida, con tal mala fortuna que en vez de enviar la foto que acababa de hacer, seleccionó la de la nota.
Eduardo cuando leyó ese mensaje por poco no se desmayó:
—¡Yo le mato! —masculló—. ¿Pero es que ese incompetente no sabe hacer una a derechas?
—Perdona que me he equivocado de foto —se excusó Soraya, sin entender la extraña reacción de Eduardo.
—Perdona tú porque la nota es un error garrafal… —confesó Eduardo abochornado.
—¿Ah sí? —replicó Soraya temiéndose lo peor: las camelias eran para la de veinticuatro años.
Y no le moló nada porque estaba empezando a sentir cosas cada vez más fuertes por Eduardo, porque le había gustado ser su cariguapi y porque era demasiado bonito que le dijeran que la querían, como para que ahora le soltara que era un error garrafal. No era justo, pensó. Nada justo.
—Le encargué a Miguel, el portero, que te enviara las camelias con la nota, porque además de portero es alumno en mi Facultad y no ha tenido mejor ocurrencia que compartir en el Departamento el video en el que salgo cantando con mi familia…
—El video es tan mono… —musitó Soraya, nerviosa por lo que tuviera que contarle al respecto de la nota.
—Debo ser el cachondeo de la comunidad universitaria, por su culpa he perdido toda mi reputación, y por supuesto que no se va a ir de rositas… Le he convertido en mi lacayo, así que le pedí que te enviara las camelias y le dicté una nota que para mi horror: ¡ha traducido al choni!
—¿Al choni? —replicó Soraya, alucinada.
—Se pensará que así es más cariñoso. ¡Vete tú a saber cuáles habrán sido las intenciones de ese cabeza de serrín! —comentó Eduardo, muy cabreado—. Yo le dije que pusiera: Tú eres mi luna. Besos, para empezar: 24… Y el muy imbécil te ha metido todas esas morcillas, que han echado a perder la magia de la nota.
—Lo de guapi y cari me encantó…
—También… ¿Besos para empezar tus 24? De verdad, que yo no sé ni cómo le aprobaron la ESO a ese mendrugo…
—Bueno, no pasa nada, al fin y al cabo lo importante es la esencia del mensaje… —dijo Soraya aliviada, porque era mucho mejor un lacayo idiota que una de guapi de veinticuatro.
—Sí que pasa, sí. Cuelgo, le monto el pollo y te llamó… —comentó muy sulfurado.
—Pobre chico, no le digas nada, solo quería agradar. Y más que llamarme, mejor vente esta tarde a casa, si quieres… —propuso Soraya, que tenía muchísimas ganas de verle—. Y ves a Blas y a las camelias… Y me cuentas.
A Eduardo casi le dio un vuelco al corazón al escuchar la invitación de Soraya y, ansioso ya porque llegara la tarde, le dijo:
—Quiero, deseo y de todo. ¡Allí estaré, guapi!
Después colgó y llamó a Miguel porque, aunque a Soraya no le gustara, ese tontucio necesitaba que le cantaran las cuarenta, si bien estaba tan eufórico con la cita con Soraya que no estaba a seguro de si iba a ser capaz:
—¡Eduardo! ¡Qué bueno saber de ti! —exclamó Miguel, muy contento.
—Pues yo no digo lo mismo, cari —dijo en un tono muy cortante—, Soraya no solo ha recibido hoy las camelias que tenía haber recibido hace dos días, sino que le has enviado una nota de lo más hortera, que cuando la he visto por poco no me he muerto de vergüenza. ¿Pero quién te manda a ti meterte a corrector de estilo de mis notas más íntimas, so botarate?
—Joder, tío, que no tenía pasta. Ya te lo dije. He tenido que esperar a llegar a Madrid y pedírsela prestada a mi viejo. Y lo de la nota lo he hecho por tu bien, que no te enteras. Era una sosería, dejé lo de la luna y los 24 y le metí un poco de flow… En el amor hay que ser generoso, pequeño saltamontes. ¿A qué le ha molado? ¿A que se muere por verte? Cuéntamelo todo, guapi…
Eduardo tenía ganas de mandarle bien lejos, pero con la alegría que tenía de ver a Soraya, solo pudo mascullar:
—¡Cuelga antes de que vaya meterte un flow que te deje girando sobre tu eje una semana!
Y Miguel colgó partido de risa…