Capítulo 33

Aquel día Eduardo estaba tan harto de todo que se metió en la cama a las nueve de la noche después de cenar solo en la cocina.

Lo único que quería era que aquel día de mierda terminara cuanto antes, pero eso sí antes de apagar la luz y dormir, como cada noche, escribió a Soraya un wasap tan coñazo como lo era su vida:

Buenas noches, ¿todo bien con Blas? Gracias.

Con lo que no contaba era con que Teo, con quien compartía habitación para su desgracia, iba a aparecer a los cinco minutos…

—¿Te vas a acostar tan pronto? —le preguntó Eduardo con el ceño fruncido, al ver cómo el chico se tiraba en el sofá cama que estaba ocupando esos días.

—Papá me ha pedido que hable contigo… —confesó mientras se tapaba hasta el cuello.

—Si vienes a pedirme disculpas, no te las acepto. Gracias.

—¿Disculpas? ¿Por qué? No tienes actitud para tocar a Händel, sigo pensando lo mismo de ti.

Eduardo se incorporó y colocando la almohada doblada detrás de la espalda inquirió con curiosidad:

—¿Para qué te manda mi padre?

—En esencia, el pobre hombre todavía cree que tienes arreglo y quiere que me acerque a ti, a ver si consigo que seas mejor persona.

—Qué curioso, a mí me ha pedido lo mismo pero al revés… Quiere que te pervierta enseñándote lo que sé de estrategia.

Teo sacó las manos por encima del edredón y colocándolas sobre su pecho le preguntó muy intrigado:

—¿Por qué te odia tu gato?

—Ya se le pasará… —contestó sin ganas de hablar de Blas con ese niñato.

Y justo en ese instante, recibió el wasap de Soraya:

Buenas noches, Eduardo. Blas ha pasado un día tranquilo y feliz y acaba de cenar de maravilla. Hasta mañana.

Eduardo resopló y luego farfulló:

—Joder y este cabrón se lo está pasando teta…

—¿De quién hablas? ¿Quién se lo está pasando teta? ¿Tu gato? —preguntó Teo, curioso.

—¡Métete en tus asuntos, colega!

—Eres mi hermano —le recordó el chico encogiéndose de hombros.

—¿Y eso implica que tengas que ser un cotilla?

—Los hermanos se protegen, se cuidan, se apoyan…

—Pues yo no necesito nada de ti. Duérmete y deja de darme el coñazo —replicó mientras pensaba en qué le ponía a Soraya.

Eduardo se moría de ganas por decirle que la extrañaba, que pensaba en ella a todas horas, que quería volver a hacer el amor bajo el caos de mantas y edredones, pero no sabía cómo sin quedar como el plasta amargado y desequilibrado que había abocetado su amiguete, el etólogo rastafari.

Los días anteriores por sacar algún tema de conversación le había preguntado por Vera y le había contado de una forma muy fría y escueta que ya habían empezado con la obra de los probadores, pero que con Eloy todo seguía igual. Del mismo modo, le había contado que su vecina Amparo ya tenía el billete, que en breve partiría para Bolivia, y que se lo agradecía mucho.

Pero más allá de eso y de los partes diarios sobre lo bien que comía Blas, no había logrado arrancarle ni una sola palabra sobre si pensaba alguna vez en él, sobre si echaba de menos sus besos o si sobre deseaba tanto como él volver a estar juntos en la cama.

—¿No sabes qué poner a la chica que tiene tu gato? —preguntó Teo con una sonrisa que a Eduardo le puso enfermo.

—¿Se puede saber de qué te ríes?

—Es que es gracioso tu caso. Nunca había conocido a un gato celestino…

—¿Gato celestino? ¡A saber que sandeces te ha contado mi madre! —replicó Eduardo arrepintiéndose de haberle contado a la diva lo de Soraya, porque era una bocazas y ahora hasta el niñato de Teo sabía su patética historia.

—Mi teoría es que se escapó para encontrarte una novia. Debe quererte mucho y no quiere que sigas más solo…

—¡Qué bobada! Blas saltó por la ventana después de que yo gritara como un loco que quería estar solo. Pero no lo dije por él, sino por vosotros que no os aguanto…

—Creo que te conoce mejor que tú mismo y se largó para buscarte una novia… ¿Cómo es la chica que te eligió? —preguntó Teo, muy intrigado.

—¡Tío, no lo flipes! ¿Qué chorradas estás diciendo? Blas saltó asustado por la ventana, estuvo vagabundeando por el parque y acabó abordando a la primera persona que apareció por allí, porque estaba muerto de hambre. No hay más misterio que ese.

—Pero resulta que escogió a una chica joven, guapa, romántica, cariñosa, divertida, mágica…

Eduardo no recordaba haberle contado a la diva nada sobre cómo era Soraya, así que ¿cómo sabía el niñato tanto sobre ella?

—Fue todo casualidad…

El chico se incorporó un poco colocando las manos detrás de la cabeza y le dijo a su hermano:

—Eres un experto en estrategia, sé que no crees en el azar. Y Blas es como tú… Todos los gatos se acaban pareciendo a sus dueños y Blas además de amargado, resentido y borde también tiene que ser estratega… Para mí que ha montado todo esto para encontrarte novia…

—Lo que dices es una estupidez sin fundamento, aparte de que Soraya pasa de mí.

—¿No te acaba de escribir un wasap?

—Pero solo para contarme cómo está Blas, que si desayuna, que si cena y tal… Todo sobrio, seco y sin un puñetero emoticono con besito corazón o alguna cursilada semejante.

Teo se rascó la cabeza y luego le preguntó a su hermano:

—¿Qué le gusta a Soraya?

Eduardo se encogió de hombros y luego se acordó de su habitación:

—Las lunas, la noche que se encontró a Blas estaba retratando lunas. Tiene su dormitorio lleno de lunas.

—Ponle que si ha visto lo preciosa que luce la luna esta noche…

—Si le molan las lunas, ya lo habrá visto. ¿Cómo voy a escribirle para esa tontería de “cómo luce la luna”? Además ¡qué coño sé cómo está la luna! ¡Y no me voy a asomar ahora con el frío que hace!

—La luna está siempre hermosa… Venga, dale… —insistió el chico saltando del sofá y metiéndose en la cama de Eduardo.

—¿Qué haces, malandrín? Sé lo que te propones, primero vienes un rato y luego yo termino en el sofá. ¡Fuera de aquí, ya!

—No seas aburrido, tío. Estoy aquí para ayudarte… A ver, escribe lo que te he dicho.

Aun a sabiendas de que era una soberana estupidez, Eduardo escribió a Soraya lo que su hermano acababa de decirle… Y al momento, Soraya respondió:

Sí, ¿tú también la estás viendo?

Yujujuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu —gritó Teo, que tenía pegada la cabeza a la de su hermano para leer el móvil.

—Joder, ¡que me ha contestado una pregunta abierta! Soy un genio de la estrategia… Voy a responderle que me gustaría estar en su cama viéndola con ella…

—Perdona, el genio soy yo —dijo el crío haciendo la V con los dedos —. Y escribirle esa horterada sería un gravísimo error de precipitación, responde que no puedes dejar de mirarla y aprovecha ahí para meter lo que sientes por ella…

—¿Por quién? ¿Por la luna? ¡A mí la luna me la bufa! Está ahí y tal pero vamos que no soy poeta, ni me pone lo más mínimo.

—¡Por Soraya, jolín! —exclamó Teo, alucinado de lo fuera de juego que estaba su hermano.

—¿Por Soraya? Siento que quiero estar con ella, contarle cosas, viajar lejos, besarnos muy largo, tener siempre planes, aferrarme a su sueño, no separarnos nunca… —A Eduardo se le puso tal nudo en la garganta de la emoción que tenía que tuvo que callarse para que su hermano no pensara que era un moñas de mierda.

Sin embargo, Teo sonrío a lo grande y le ordenó entusiasmado:

—Escríbelo tal cual… Vamos…

—Uf. Ya se me ha olvidado…

El chico le arrebató el móvil de la mano y se puso a escribirlo a toda velocidad con los pulgares:

No puedo dejar de mirarla, quiero estar con ella, contarle cosas, viajar lejos, besarnos muy largo, tener siempre planes, aferrarme a su sueño, no separarnos nunca…

—Joder, tío, lo has clavado. ¡Vaya memoria que tienes! —musitó Eduardo alucinado.

Teo dio a enviar y a los dos segundos, recibió un mensaje de Soraya:

Buenas noches, Eduardo. Que sueñes bonito, con ella. Un beso :-*

—¡Jajajajaja! Besito corazón para el nene —dijo Teo apuntándose el tanto.

Eduardo le quitó el móvil de la mano para dejarle claro a su hermano que:

—Ese beso es para el maestro…

—¡Vaya maestro! ¡Si seguimos con tu estrategia, fijo que te habría mandado un batallón de cacas por ir tan a saco! ¡Quiero meterme en tu cama…! Buah… eso es de loser inrehabilitable.

—Pues yo ahora quiero que tú salgas de la mía… —dijo empujándole para que se marchara.

—No, si el que se marcha soy yo —replicó saliendo de la cama—, cualquiera se queda contigo con lo que roncas. Y mañana nos vamos a ver a Blas…

—No creo que Soraya tenga muchas ganas de verme, después de cómo me comporté el último día con el etólogo…

Teo se metió de nuevo en el sofá-cama y tras taparse hasta arriba, le comentó a su hermano:

—No te preocupes, que ya no estás solo. Conmigo vas a triunfar.

—Sí, seguro que sí. Oye ¿y ahora qué le pongo a Soraya?

—¿No eres el maestro? —repuso el niño con sorna—. Pon, buenas noches Soraya, y emoticono besito corazón.

—¿Solo eso?

—Si tienes ganas, tecléale también Los veinte poemas de amor y una canción desesperada de Neruda… —ironizó tapándose la cabeza con la almohada.

—Niñato descarado…

—Buenas noches, Eduardo… con infinitos emoticones de la caca.