Capítulo 43

Pero a la mañana siguiente, el que se atacó de los nervios fue Eduardo porque recibió una llamada mientras desayunaba solo en la cocina de la secretaria del Departamento de su Facultad…

—¡Eduardo, te llamo para darte las gracias por tu felicitación navideña! —exclamó agradecida y en un tono menos cortante de lo habitual.

Eduardo que detestaba la Navidad, obviamente no perdía su valioso tiempo en enviar jamás felicitaciones a nadie, pero como a la pobre Belén se la veía tan contenta, decidió seguirle el rollo.

 —De nada, mujer. No tienes nada que agradecerme y aprovecho para desearte una feliz Navidad de nuevo…

—Gracias, lo mismo te deseo y de verdad que sí que tengo que agradecerte que te hayas atrevido a mostrar ese lado que tenías tan oculto…

Eduardo no tenía ni idea de a qué se refería, si bien de repente le entró la paranoia de si algún alumno graciosillo no le habría enviado a esa pobre mujer una felicitación demasiado cariñosa en su nombre y ahora se estaba haciendo ilusiones en vano.

—Te repito que no hay nada que agradecer, ¿alguna novedad por el Departamento?

—¿Te parece poca novedad tu felicitación navideña? ¡Lo está revolucionando todo!

Eduardo miró a toda velocidad el día que era para asegurarse que no estaban a día 28 y aquello era una tremenda inocentada, pero estaban a 26 de diciembre y la raspa de Belén estaba hecha melaza por una felicitación que supuestamente él había enviado.

—Mira, Belén… —comenzó a decir para intentar aclararle las cosas, pero la secretaria le interrumpió.

—Sé lo que vas a decirme porque yo también tengo ese lado sensible, dulce y tierno reprimido para que no me coman en esta selva en la que vivimos. Por eso te felicito por haber tenido la valentía de sacarlo y de mostrar esa parte de ti que normalmente inhibes…

Eduardo de los nervios, ya no pudo contenerse más y saltó:

—Belén ¿de qué coño hablas? ¡Porque yo no tengo partes blandas reprimidas!

—¿Tú te has visto bien en el video? —replicó Belén, perpleja por la reacción de Eduardo.

—¿Qué video? ¿Algún cabrón me ha hecho un video para mofarse de mí? —inquirió ofuscado, pensando ya en cómo se le iba a caer el pelo al cretino que le había hecho la pifia.

—Pues el video donde sales con tu madre y tus hermanos tocando el For unto child is born de Händel… —respondió Belén, sin entender el enfurruñamiento de su jefe.

—¿Te he enviado por wasap el video? Discúlpame porque no era mi intención y si así ha sido te ruego que lo borres, no me gustaría que llegara a determinados ojos… Ya sabes tú lo cruel que puede llegar a ser la gente con estas cosas… —comentó y luego agarró la taza de café para dar un sorbo.

—Pero si está compartido en Facebook en el muro de la página del Departamento, con etiqueta a la Facultad, desde el muro de Alejandra del Monte que no sabíamos que era tu madre…

Eduardo estuvo a punto de escupir el café, pero como pudo se controló, lo trago y luego tras limpiarse la boca con el dorso de la mano, preguntó:

—¿Y se puede saber quién es el gilipollas que lo ha compartido?

—Un alumno, Miguel Carrizosa… Y le estoy muy agradecida, pues me ha parecido una idea estupenda que podamos ver una faceta de ti desconocida. ¡Y no sabes cuánto nos han subido las visitas! ¡Estamos teniendo un record histórico con tu felicitación!

Eduardo se revolvió en el asiento y solo tenía una cosa en mente:

—Yo lo único que sé es que hay alguien que va conocer ahora mismo una faceta nueva de mí que ni imagina. Gracias por avisarme, Belén…

—¿Te podía pedir un autógrafo de tu madre? ¡La admiro tanto! —le pidió—. Mira que no contarme que era tu madre… y tu padre entonces es el de los supermercados Sánchez-Narbona, ¿te puedes creer que lo compro todo ahí? ¡Madre mía cuando me he enterado me he quedado muerta! —Eduardo pensó que él sí que estaba muerto, porque todo su trabajo de discreción para poder ejercer su profesión sin condicionamientos se había echado por la borda por culpa del imprudente de Miguel—. ¡Es que eres como muy importante! Y luego, cómo tocas el piano, con qué pasión, con qué fuerza, con qué sentimiento… ¡Me has dejado loca, Eduardo! Mejor dicho, nos has dejado locos… ¿Por qué has leído los comentarios? Están llenos de caritas con corazones, están todos impresionados diciendo que hacen falta muchos más profesores así tan enrollados y polifacéticos…

—¡Ay madre mía, si yo solo quiero que me aborrezcan y me teman! —se lamentó Eduardo, pensado que lo que le faltaba ya era que le llamaran el profesor Buena Onda.

 —Eres un solete. De verdad que te felicito, Eduardo, por darnos esta parte de ti….

—Que sí, Belén, que sí… Bueno, que voy a colgar que tengo que hacer unas gestiones urgentes. ¡Felices Fiestas!

—Oye, pues estaría genial que hicieras otro video para Nochevieja y lo subíamos directamente desde la página del Departamento. Yo había pensado, no sé a ti qué te parece, en que salieras tú al piano, claro, con todos los del Departamento detrás cantando el Te deseo muy felices fiestas de Luis Miguel, que me encanta… Por cierto, ¿tu madre no le conocerá? Porque sería un puntazo que también saliera en el video…

—Sí, claro y si quieres también llamamos a Raphael… —ironizó—. Mira, Belén que ya vamos hablando…

—Oye pero…

Eduardo no quiso escuchar más, porque el profesor más enrollado del mundo tenía que echar una bronca apoteósica a alguien…

Furioso, buscó en su agenda el móvil de Miguel y llamó echando humo hasta por las orejas…

—¡Feliz Navidad, Eduardo! —canturreó Miguel en cuanto descolgó al decimocuarto tono—. ¡Qué detallazo que me llames!

—¡Detallazo el tuyo! ¡Capullo! Me has jodido la vida ¿lo sabes? —gritó percatándose en ese justo momento de que acababa de cosechar un trauma nuevo para su colección de grandes traumas navideños.

—¿Me estás vacilando o qué?

—Cabrón, más vale que te pongas bien lejos de mi vista porque no sé de lo que sería capaz… ¿Cómo se te ocurre subir el video navideño de mi familia al Departamento?

—¡Joder, Eduardo! ¿No te ha gustado el guiño? —preguntó Miguel, sorprendidísimo de que no le hubiera gustado el gesto.

—¿Guiño a qué? ¿A la estupidez más supina?

—Un guiño a la paz y al amor… Es que me lo enseñó Teo ayer por la tarde y me gustó tantísimo, se te ve tan rollo Steve Wonder… que pensé que era bueno que la gente que dice esas cosas tan chungas de ti, vea que también tienes el corazoncito que yo sé que tienes.

—¿A mí para qué coño me interesa que esa pandilla de zoquetes sepa que tengo corazoncito? ¿Para que se descojonen en mi cara?

—Pero que no, Eduardo, que a la gente le está encantado ver que el profesor más cabrón de toda la Facultad en la intimidad de su hogar es un tierno peluchito…

—¡No sigas hablando que se me están despertando los más bajos instintos y me están entrando ganas de arrancarte tus partes más íntimas y tiernas y después arrojarte a leones hambrientos!

Tranqui, tío, que como sigas vibrando en esa energía tan fea, del resentimiento y la venganza, tu Blas no va a volver nunca más.

—Y más fea que va a ser, porque esto es solo el principio. Tú esta me la pagas… —Y de repente se le ocurrió a Eduardo que podía comenzar a pagársela ya—: Para empezar tienes que enviarle a Soraya dos docenas de camelias rojas con una tarjeta que ponga…

Eduardo se quedó callado y empezó a pensar y a repensar qué le ponía: ¿No puedo vivir sin ti? ¿Te pienso a todas horas? ¿Quiero encerrarme contigo en una habitación y no salir en mil años?

No. Le parecía que estaba demasiado visto, necesitaba que fuera algo más personal que, como decía Vera con el regalo, se notara que había estado pensando mucho en ella. ¿Y qué le gustaba a ella? La luna… Le fascinaba como ella le fascinaba a él… Le fascinaba tanto que se moría por besarla y como su abuela decía que… ¡Eureka! ¡Ya lo tenía!, pensó.

—¿Eduardo? ¿Sigues ahí? ¿O estás pensando lento como un ordenador viejuno de baja resolución?

—Ya quisieras tú, pero te jodes que tengo una memoria que me voy a estar cobrando esta afrenta durante años. A ver… Apunta.

—¿Es muy largo?

—Dos frases cortas…

—Venga, pues tira que yo también tengo mucha memoria…

Tú eres mi luna. Besos, para empezar: 24…

—Oye que no cobran por poner más palabras, no es como en los telegramas… ¿Añado sol, estrellas y firmamento entero? Es que si solo es tu luna es como que solo la quisieras para las noches… En cambio, si pones todo lo que yo te digo le estás diciendo que ella es tu todo y eso le va a molar mucho más. Porque estás para todo, para el día y la noche, para lo bueno y lo malo, para la diversión y el coñazo… Y besos, yo pondría mil. ¡Besos mil!

Eduardo gruñó y luego le soltó atacado de los nervios:

—¿Te he pedido en algún momento tu opinión?

—No, pero yo te la doy porque es mi deber de amigo.

—¡Tu deber de amigo era no tocarme las gónadas y no haber compartido momentos de mi intimidad familiar con la comunidad universitaria!

—¡Qué pesado con eso! A ver si te enteras que te he hecho un favor para potenciar tu paupérrima imagen…

—A partir de ahora abstente de hacerme favores y limítate a acatar órdenes. La primera, de las infinitas que vendrán, son las camelias… ¡Así que mueve el culo y se las mandas!

—Estoy con Sofía en la sierra, en un apartamento con encanto y chimenea, y no bajo a Madrid hasta el 28…

—No me cuentes tu vida, majo. ¡Quiero que reciba las flores esta misma mañana! ¡Te mando sus coordenadas por wasap!

—Lo puedo pedir por Internet… pero no tengo pasta, con esto del apartamento con encanto estoy pelado. Te paso mi número de cuenta y me haces el ingreso…

—¿Me has destrozado la vida y todavía piensas que yo voy a pagar las flores?

—Pero…

—¡No hay peros que valgan! ¡Adiós!

Eduardo colgó, decidió dejar de pensar por un rato en el video que ese descerebrado había colgado, y se dedicó a pensar en Soraya que en breve recibiría sus flores…