RECADO TERRESTRE
Padre Goethe, que estás sobre los cielos,
entre los Tronos y Dominaciones
y duermes y vigilas con los ojos
por la cascada de tu luz rasgados:
si te liberta el abrazo del Padre,
rompe la Ley y el cerco del Arcángel,
y aunque te den como piedra de escándalo,
abandona los coros de tu gozo,
bajando en ventisqueros derretido
o albatros libre que llega devuelto.
Parece que te cruza, el Memorioso,
la vieja red de todas nuestras rutas
y que te acuden nombres sumergidos
para envolverte en su malla de fuego:
Tierra, Démeter, y Gea y Prakriti.
Tal vez tú nos recuerdes como a fábula
y, con el llanto de los trascordados,
llores recuperando al niño tierno
que mamó leches, chupó miel silvestre,
y quebró conchas y aprendió metales.
Tú nos has visto en horas de sol lacio
y el Orion y la Andrómeda disueltos
acurrucarnos bajo de tu cedro,
parecidos a renos atrapados
o a bisontes cogidos del espanto.
Somos, como en tu burla visionaria,
la gente de la boca retorcida
por lengua bífida, la casta ebria
del «sí» y el «no», la unidad y el divorcio,
aun con el Fraudulento mascullando
miembros tiznados de palabras tuyas.
Todavía vivimos en la gruta
la luz verde sesgada de dolo,
donde la Larva procrea sin sangre
y funden en Madrépora los pólipos.
Y hay todavía en grasas de murciélago
y en plumones morosos de lechuzas,
una noche que quiere eternizarse
para mascar su betún de tiniebla.
Procura distinguir tu prole lívida
medio Cordelia loca y medio Euménide.
Todo hallarás igual en esta gruta
nunca lavada de salmuera acérrima.
Y vas a hallar, Demiurgo, cuando marches,
bajo cubo de piedra, la bujeta
donde unos prueban mostaza de infierno
en bizca operación de medianoche.
Pero será por gracia de este día
que en el percal de los aires se hace
paro de viento, quiebro de marea.
Como que quieres permear la Tierra,
sajada en res, con tu río de vida,
y desalteras al calenturiento
y echas señales al apercibido.
Y vuela el aire un guiño de respuesta
un si-es no-es de albricias, un vilano,
y no hay en lo que llega a nuestra carne
tacto ni sacudida que conturben,
sino un siseo de labio amoroso
más delgado que silbo: apenas habla.