MAR CARIBE
A E. Ribera Chevrem
Isla de Puerto Rico,
isla de palmas,
apenas cuerpo, apenas,
como la Santa,
apenas posadura
sobre las aguas;
del millar de palmeras
como más alta,
y en las dos mil colinas
como llamada.
Isla en amaneceres
de mí gozada,
sin cuerpo acongojado,
trémula de alma;
de sus constelaciones
amamantada,
en la siesta de fuego
punzada de hablas,
y otra vez en el alba,
adoncellada.
Isla en caña y cafés
apasionada;
tan dulce de decir
como una infancia;
bendita de cantar
como un ¡hosanna!,
sirena sin canción
sobre las aguas,
ofendida de mar
en marejada:
¡Cordelia de las olas,
Cordelia amarga!
Seas salvada como
la corza blanca
y como el llama nuevo
del Pachacamac[15],
y como el huevo de oro
de la nidada,
y como la Ifigenia,
viva en la llama.