Queridos lectores: ha llegado el momento de ocuparnos de nuestras deposiciones. Abróchense los cinturones, ajústense bien las gafas y tómense un buen sorbo de té. Con la debida distancia de seguridad, nos estamos acercando a un misterioso montoncito.
COMPONENTES
Muchas personas piensan que las heces se componen sobre todo de aquello que han ingerido. Pero no es así.
Las heces están compuestas en sus tres cuartas partes de agua. A diario perdemos unos 100 mililitros de líquido. Solo en un ciclo de digestión, el intestino absorbe unos 8,9 litros. Así pues, lo que vemos finalmente en la taza del lavabo es pura eficiencia máxima: la cantidad de líquido que contienen las heces debe estar ahí y en ningún otro lugar. Gracias al contenido óptimo de agua, las heces son lo suficientemente blandas para transportar hacia el exterior los restos de nuestro metabolismo.
Un tercio de los componentes sólidos son bacterias. Han servido de flora intestinal y, por consiguiente, abandonan el servicio activo.
Otro tercio son fibras vegetales no digeribles. Cuantas más verduras o fruta ingiramos, mayor volumen tendrán nuestras deposiciones. De una media de 100 a 200 gramos de peso de materia fecal podemos llegar a 500 gramos diarios.
El último tercio es una mezcolanza. Se compone de sustancias de las que quiere librarse el cuerpo, como restos de medicamentos, colorantes o colesterol.
COLOR
El color natural de las heces humanas se mueve entre el marrón y el marrón amarillento, aunque no hayamos ingerido nada de esta tonalidad. Sucede lo mismo con nuestra orina: siempre tiende a ser amarilla. Esto se debe a un producto muy importante que producimos fresco a diario: nuestra sangre. Cada segundo se fabrican 2,4 millones de glóbulos sanguíneos nuevos y, a su vez, se suprime exactamente el mismo número de ellos. El colorante rojo de la sangre se convierte primero en uno de color verde y después en otro amarillo; cuando nos damos un golpe esto se ve muy claro en las diferentes fases y tonalidades del morado azul. A través de la orina desechamos directamente una pequeña parte del colorante amarillo.
La mayor parte acaba en el intestino pasando por el hígado, donde las bacterias pueden producir otro colorante a partir de eso: el marrón. Puede resultarnos muy práctico saber apreciar el origen de otras tonalidades de las heces:
ENTRE MARRÓN CLARO Y AMARILLO: este tono de color se puede deber al cuadro clínico inocuo del síndrome de Gilbert-Meulengracht. Una enzima encargada de la descomposición de los glóbulos rojos funciona con una efectividad de tan solo el 30%, por lo que llega menos colorante al intestino. El síndrome de Gilbert-Meulengracht está relativamente extendido, con un 8% de la población afectada. Aunque tampoco es tan malo, ya que este defecto enzimático apenas provoca molestias. El único efecto secundario es que no se tolera bien el paracetamol y, por consiguiente, se debe intentar no tomarlo en la medida de lo posible.
Otra causa de una defecación amarillenta son los problemas con las bacterias intestinales: si no funcionan correctamente, tampoco se fabrica marrón. Con la ingestión de antibióticos o con diarrea se pueden mezclar los distintos colorantes fabricados.
ENTRE MARRÓN CLARO Y GRIS: si la unión entre el hígado y el intestino se dobla o comprime por el camino (por lo general, después de la vesícula biliar), tampoco puede llegar colorante de la sangre a las heces. Los conductos aplastados nunca son buenos, así que debe acudir inmediatamente al médico en cuanto perciba un tono de gris en las heces.
NEGRO O ROJO: la sangre coagulada es negra, la sangre fresca es roja. Pero en este caso no se trata del colorante que se puede convertir en marrón. Estos colores engloban glóbulos sanguíneos enteros. Si se tienen hemorroides, el rojo claro no es preocupante. Todo lo que sea más oscuro debe consultarse con el médico, excepto si el día anterior hemos comido remolacha.
CONSISTENCIA
La escala de heces de Bristol existe desde 1997. Así pues, no es particularmente antigua si pensamos en cuántos millones de años hace que defecamos. Se muestran 7 consistencias diferentes que pueden adoptar las heces. Esta información puede resultar muy útil, puesto que a la mayoría de las personas no les gusta hablar sobre el aspecto de sus heces. Nada que objetar a este silencio; al fin y al cabo, no tenemos por qué hablar de todo. Sin embargo, el problema llega cuando las personas cuyas deposiciones no son sanas piensan que son totalmente normales: es lógico, no conocen otra cosa. Una digestión sana, en la que la defecación final tiene un contenido óptimo de agua, equivaldrá a un tipo 3 o tipo 4. Las demás formas no deberían estar a la orden del día. De lo contrario, puede acudirse a un buen médico para determinar si somos intolerantes a determinados alimentos o podemos hacer algo contra el estreñimiento. La versión original proviene del médico inglés Dr. Ken Heaton.
Tipo 1:
Trozos duros, separados, como nueces, que pasan con dificultad | separate hard lumps, like nuts (hard to pass)
Tipo 2:
Con forma de salchicha, pero grumosa | sausage-shaped but lumpy
Tipo 3:
Con forma de salchicha, con grietas en la superficie | like a sausage but with cracks on the surface
Tipo 4:
Con forma de salchicha o de serpiente, lisa y suave (como la pasta de dientes) | like a sausage or snake, smooth and soft
Tipo 5:
Bolas suaves con bordes definidos | soft blobs with clear-cut edges
Tipo 6:
Trozos blandos y esponjosos con bordes irregulares, consistencia pastosa | fluffy pieces with ragged edges, a mushy stool
Tipo 7:
Acuosa, sin trozos sólidos. Totalmente líquida | watery, no solid pieces. Entirely liquid
El tipo al que pertenezcan nuestras heces puede indicarnos la rapidez con la que se transportan los elementos nutricionales no digeribles desde el intestino. En el tipo 1, los restos de la digestión tardan unas cien horas (estreñimiento), mientras que en el tipo 7 alrededor de siete horas (diarrea). Se considera que el más beneficioso es el tipo 4, puesto que posee la proporción óptima de agua y sustancias sólidas. Además, si nos encontramos con el tipo 3 o el tipo 4 en el inodoro, podemos observar con qué rapidez se hunde la formación en el agua. No debe desplomarse en seguida hasta el fondo de la taza, ya que eso significa que aún contiene muchos alimentos que no se han digerido bien. Cuando las heces no se hunden tan rápidamente, significa que contiene burbujitas de gas que le permiten flotar en el agua. Esto se debe a las bacterias intestinales, que casi siempre hacen un excelente trabajo, y es una buena señal si no se sufre flatulencia.