Si observamos la Tierra desde el universo no podemos vernos a nosotros, los seres humanos. La Tierra se puede distinguir: es un punto redondo y luminoso junto a otros puntos luminosos sobre un fondo oscuro. Si nos acercamos más, veremos que los seres humanos vivimos en lugares muy distintos de la Tierra. Por la noche nuestras ciudades resplandecen como pequeños puntos luminosos. Algunas poblaciones viven en regiones con grandes ciudades, mientras otras están distribuidas por todo el territorio. Vivimos en la fría campiña nórdica, pero también en la selva tropical o en los límites de los desiertos. Estamos por todas partes, aunque no se nos pueda ver desde el espacio.

Si observamos a los seres humanos más de cerca, constataremos que cada uno de nosotros es un mundo en sí mismo. La frente es un pequeño prado bien ventilado, el codo es un terreno baldío, los ojos son lagos salados y el intestino es el bosque más inmenso y alucinante con las criaturas más increíbles. Igual que los seres humanos habitamos el planeta, también estamos habitados. Bajo el microscopio se pueden distinguir perfectamente nuestros habitantes: las bacterias. Parecen pequeños puntos luminosos ante un fondo oscuro.

Durante siglos nos hemos ocupado del gran mundo. Lo hemos medido, hemos investigado sus plantas y animales, y hemos filosofado acerca de la vida. Hemos construido máquinas gigantescas y hemos ido a la Luna. Quienes hoy en día quieran descubrir nuevos continentes y pueblos deben explorar el pequeño mundo que se encuentra dentro de nosotros mismos. Y, sin duda alguna, nuestro intestino es el continente más fascinante. En ningún otro lugar viven tantas especies y familias como en él. La investigación sobre el intestino no ha hecho más que empezar. Se está produciendo una especie de nueva «burbuja» (comparable a la descodificación del genoma humano) con muchas esperanzas y nuevos conocimientos. Esa burbuja podría estallar o ser una señal de que aún hay más.

Hasta 2007 no se empezó a trabajar en un mapa de las bacterias. Para ello se frotan todos los rincones imaginables de muchísimas personas con bastoncillos de algodón: en tres puntos de la boca, debajo de las axilas, en la frente… Se analizan heces y se evalúan frotis genitales. Lugares, que hasta la fecha se consideraban asépticos, de repente resultan estar poblados, como por ejemplo, los pulmones. En la materia «atlas bacteriano» sin duda el intestino es la disciplina reina. En el intestino encontramos un 99% de la microbiota o microflora: es decir, el conjunto de todos los microorganismos que pululan por nuestro cuerpo. Y no es porque escaseen en otros lugares, sino porque la concentración de los mismos en el intestino es sencillamente increíble.