Existen lugares en los que el inconsciente linda con lo consciente. Nos encontramos en el salón y estamos almorzando. Mientras lo hacemos, no nos damos cuenta de que, a tan solo un par de metros de distancia, en la vivienda de al lado, otra persona también está sentada y comiendo algo. A veces quizás escuchamos un crujido desconocido en el suelo y entonces volvemos a pensar más allá de nuestras paredes. En nuestro cuerpo también existen esas zonas de las que sencillamente no sabemos nada. No sentimos qué hacen nuestros órganos durante todo el día. Nos tomamos un trozo de tarta y aún notamos su sabor en la boca, también percibimos los primeros centímetros al tragar, pero luego, ¡zas!, nuestra comida ha desaparecido. A partir de aquí, todo desaparece en una zona que en terminología médica se denomina musculatura lisa.
La musculatura lisa no la podemos controlar de forma consciente. Bajo el microscopio tiene un aspecto diferente a la musculatura que podemos controlar, como, por ejemplo, los bíceps. Podemos tensar y destensar los músculos del bíceps en el brazo según queramos. En los músculos controlables, las fibras más diminutas tienen una estructura tan perfecta como si estuvieran dibujadas con una regla.
Las subunidades de musculatura lisa forman redes entretejidas orgánicamente y se mueven dibujando ondas armónicas. Nuestros vasos sanguíneos también están revestidos de musculatura lisa; por eso, muchas personas enrojecen cuando una situación les resulta embarazosa. La musculatura lisa se distiende con emociones como la vergüenza. Y eso hace que las venitas de la cara se dilaten. En muchas personas la capa de músculos se contrae en situaciones de estrés: esto hace que los vasos se estrechen y la sangre deba ejercer presión, pudiendo causar una tensión arterial alta.
El intestino está recubierto de tres capas de musculatura lisa. De este modo puede moverse con una elasticidad increíble, con diferentes coreografías en distintos lugares. El coreógrafo de estos músculos es el sistema nervioso propio del intestino, que controla todos los procesos que tienen lugar en el conducto digestivo, además de ser extraordinariamente independiente. Aunque se corte la unión entre este sistema nervioso y el cerebro, todo continúa moviéndose y la digestión sigue avanzando alegremente: un fenómeno de estas características no existe en ningún otro lugar de nuestro cuerpo. Las piernas no podrían moverse, los pulmones no podrían respirar. Es una pena que no percibamos conscientemente el trabajo de estas fibras nerviosas obstinadas. Un eructo o una ventosidad quizás suenen como algo asqueroso, pero el movimiento que necesitan para ello es igual de sofisticado como el de una bailarina de ballet.