Capítulo 14
Dale un rumbo a tu vida y sigue tu camino con visión y valores
En este capítulo
Qué es tu visión personal
Descubre tu visión
Escribe tu declaración de visión personal
Pon en línea tus visiones personal y profesional
Escribe tu declaración de valores
Imagina por un momento que te apasiona viajar en tren. Disfrutas mirando por la ventana, contemplando los paisajes, disfrutando de lugares que solo el tren te permite descubrir. Imagina que tienes un bono que te permite usar todos los trenes que desees (¡ojalá existiera!). Te subes en un tren, y cuando llega a su término, te bajas y te subes en otro. Eres realmente feliz pasando la vida en tren. ¡Además, te sirven el desayuno, la comida y la cena en tu asiento! Disfrutas del paisaje, la comodidad, el servicio, etc. Eres muy feliz, pero no tienes ni idea de dónde estás, adónde se dirige tu tren ni por dónde has pasado... En esa situación imaginaria, ¿no crees que te faltaría algo? ¿Duraría para siempre, la felicidad? Lo más probable es que no.
Un día, mis hijos me pidieron permiso para utilizar mi simulador de vuelo, en mi ordenador. Aprendieron enseguida a despegar y a desplazarse por el aire con gran soltura usando avionetas. Me decían que disfrutaban mucho, y yo los veía muy felices. Pero pasó el tiempo, y cuando ya lo habían utilizado durante unas diez sesiones, me preguntaron cómo se hacía para ir a algún sitio y aterrizar. Como se puede apreciar, la felicidad duró un tiempo, pero como les faltaba un rumbo, no duró para siempre...
Ser feliz y tener éxito son dos cosas distintas. El éxito tiene que ver con conseguir lo que deseas, mientras que la felicidad consiste en disfrutar del camino. En el ejemplo del tren, sin duda eres feliz, y disfrutas del camino. Pero no sabes dónde estás ni adónde vas. Por lo tanto, no tienes metas, objetivos ni un destino ideal que sueñas alcanzar a largo plazo. Esto equivale a no tener éxito. La felicidad durará un tiempo pero, antes o después, te preguntarás dónde te encuentras y adónde te diriges... Te sentirás desorientado y perdido, y eso (poco a poco) derivará en una pérdida de conexión con la felicidad.
¡Afortunadamente, lo anterior era solo un ejemplo, y existen soluciones! El capítulo 13 muestra cómo una misión te puede ayudar a entender para qué estás aquí y por qué haces lo que haces, lo cual te motiva y te conecta con la felicidad. En este capítulo encontrarás la solución al problema de no saber dónde estás y adónde te diriges (es decir, de sentirte desorientado). La solución se llama visión. ¡Vamos a conocerla mejor!
La visión es como la hermana de la misión. Por eso se trata de un elemento sumamente importante. Juntas, te permitirán dotar a tu vida de sentido y rumbo. Adoptarás un criterio para saber separar lo importante de lo que no lo es, decidir qué caminos son buenos para ti, etc. En el campo de la ecología mental, es muy importante mejorar en tu interior, y siempre lo haces por el bien de quienes te rodean. Pero por muy bien que hagas lo anterior, tu vida no tomará un rumbo correcto por sí sola. Es necesario que cojas el volante y la conduzcas por el sendero correcto. Lo conseguirás gracias a tu visión. Además, a través del ejemplo, influirás en otras personas para que hagan lo mismo. Por un lado, contribuirás a que tu entorno comprenda y respete el rumbo que sigues, y, por otro, les inspirarás a definir su propio rumbo. En ese sentido, tener visión es una actitud en completa armonía con la ecología mental.
Define la visión
Para comprender lo que una visión puede aportar a tu vida (y es mucho), es necesario que primero entiendas qué es. Te invito a explorarlo a continuación.
La misión y la visión son dos cosas muy diferentes. Sin embargo, hay que reconocer que, al principio, cuesta comprender esa diferencia. ¡A mí también me ocurrió! Durante este capítulo te daré diferentes pistas para que comprendas esa diferencia. Pero encuentro que no hay nada mejor que un ejemplo, y si procede de la vida misma, ¡mucho mejor! Te propongo tomar como referencia a Susan B. Anthony (1820-1906). Hoy nos puede parecer una barbaridad, pero en su época, la mujer no tenía derecho a votar. Susan B. Anthony vivió infinidad de discriminaciones hacia ella por el hecho de ser mujer, incluso en el seno de organizaciones activistas liberales. Susan B. Anthony tuvo una misión muy clara: reivindicar los derechos de la mujer. Todas las ideas que generó y todas sus acciones estaban movidas por esa misión. Su misión daba sentido a todo lo que hacía. Pero ¿qué hay de su visión? Lo veremos en los siguientes apartados.
Hablamos de soñar
Una visión es un sueño, una esperanza de futuro. Se trata del futuro ideal que quieres conseguir. Es algo que deseas culminar a largo plazo. Sabes que todavía está lejos. Probablemente no tienes ni idea de cómo lo lograrás. Pero sabes que es lo que más deseas. También sabes que tardarás un tiempo, quizá años, no lo lograrás mañana.
La pregunta clave para definir tu visión personal es: ¿en qué quieres convertirte en el futuro? Imagina tu futuro ideal, donde todo es perfecto, tal y como deseas.
Susan B. Anthony tuvo una visión clara. Era un auténtico sueño. Ella soñaba con un mundo en el que la mujer no fuera discriminada. Concretamente, ese sueño era el de un mundo en el que la mujer tuviera derecho al voto. Podía verlo en su mente.
Sentido y rumbo
Al igual que una misión proporciona sentido a tu vida, la visión te dará un rumbo. Con ella tendrás el elemento necesario para dotar a tu vida de una orientación clara.
Ese sueño a largo plazo te proporcionará esperanza de futuro y motivación, y te ayudará a guiar tus acciones. Para fijar una meta o un objetivo de manera eficaz, es imprescindible que tengas clara tu visión. Sin un rumbo claro, es imposible orientar correctamente tus objetivos, metas y acciones.
Todo ser humano que conduce su vida hacia el éxito por el camino de la felicidad necesita una visión (completada con una misión, que encontrarás en el capítulo 13).
Sin visión, antes o después acabamos sintiéndonos desorientados o perdidos en la vida y, desde luego, sin éxito.
Susan B. Anthony dotó a sus acciones de un rumbo claro gracias a su visión. Por ejemplo, creó una publicación periódica de tipo feminista que se llamaba The Revolution. Otro ejemplo: en 1872 inició una campaña reivindicativa pidiendo el derecho al voto para las mujeres. Se trata de dos acciones que responden a su visión y que la ayudaron a avanzar hacia la misma.
No es un objetivo ni una meta
Un error común consiste en confundir los objetivos y las metas con la visión. En realidad, son tres cosas bien distintas:
La visión marca un sueño a largo plazo. Tienes claro cuál es el mundo ideal para ti, pero no tienes ni idea del camino que te conducirá hasta allí. Tampoco tienes claros los detalles de la visión, sino más bien una idea general y un tanto flexible. En otras palabras, posees una idea general del qué, pero ni la más remota idea del cómo.
Los objetivos son una primera división. Está claro que no podrás alcanzar tu visión con un único paso, y tampoco de la noche a la mañana. Por ello, divide y vencerás. No puedes ver claro el camino que te llevará hasta tu visión. Sin embargo, sí que puedes trazar grandes tramos o fases que te llevarán hacia tu visión. Cada fase termina con la consecución de un objetivo. En el caso de un objetivo, tienes claro qué quieres conseguir (aunque no al cien por cien), pero no tienes muy claro cuál es el camino que te llevará a alcanzarlo. En otras palabras, tienes claro el qué, pero poco claro el cómo.
Las metas son el resultado de seguir dividiendo. El camino hasta cada objetivo debe dividirse en tramos que terminan con subobjetivos. Lo importante es que tomes el primer objetivo e intentes realizar ese ejercicio de división. Y así hay que seguir dividiendo hasta que nos encontremos con algo a lo que llamamos «meta». Sabrás que te encuentras ante una meta (y no ante un objetivo o subobjetivo) cuando se trate de algo:
• Medible. Puedes saber dónde te encuentras respecto a la meta, mediante algún tipo de indicador (o indicadores) de progreso. Por ejemplo, si la meta es terminar diez informes y llevas cinco, sabes que has hecho un 50 por ciento. Cuando alcances la meta, lo sabrás. Incluso puedes hacer estimaciones sobre cuándo la alcanzarás, prevenir posibles retrasos, tomar acciones preventivas y correctivas, programarte mejor el trabajo, etc. En el ejemplo anterior, si has tardado diez días en hacer cinco informes, los cinco informes que te quedan tienen una extensión y nivel de dificultad similar, y dispones del mismo tiempo y energía para entregarte a ello, podrías estimar que te faltan diez días para alcanzar tu meta.
• Realista. Se trata de algo que puedes hacer con los recursos con los que cuentas. De no ser así, no estarás ante una meta, sino ante un objetivo, o una visión (o, en el peor de los casos, una utopía inalcanzable).
• Con un plazo asociado. Una meta tiene asociada una fecha. A una visión no se le puede poner fecha, salvo que sea de forma muy general (quizá una década o un año, pero nunca a ciencia cierta). A un objetivo se le puede poner una fecha aproximada, a veces un año, otras veces un mes, etc. Pero suele ser con una gran incertidumbre. En algunos casos, podrás controlar esa incertidumbre, pero nunca hablarás de una estimación lo suficientemente precisa y exacta. Por ejemplo, en el objetivo de acabar una carrera puedes anticipar una fecha teórica bastante precisa cinco años antes (¡pero en cinco años pueden pasar muchas cosas!). Sin embargo, a una meta puedes ponerle una fecha precisa, con la incertidumbre bajo control. Puedes asignarle una fecha y, en casos muy específicos, incluso puedes asignarle una hora concreta (hablo de casos muy concretos, por ejemplo una acción urgente de un comité que debe presentar resultados en la sesión plenaria del día siguiente, a las nueve de la mañana).
• Específica. En el caso de una meta, debes tener muy claro qué quieres alcanzar. La meta debe estar bien definida, sin ambigüedades. Si no lo consigues, no estás ante una meta.
• Acotada. Cuando te encuentras ante una meta, el camino para alcanzarla debe estar muy claro, sin dejar espacio a la incertidumbre. Tienes que ser capaz de definir con claridad los pasos que conducirán a ella. Si no puedes, sigues sin estar ante una meta.
Si las anteriores condiciones no se cumplen, te encuentras ante un objetivo (o subobjetivo si prefieres llamarlo así). En ese caso, sigue dividiendo hasta que te encuentres con las condiciones anteriores, que te indicarán que ya tienes una meta. Cuando estás ante una meta, tienes perfectamente claro y bajo control el qué y el cómo.
Si intentas definir demasiado tu visión, es fácil que la conviertas en un objetivo. Si te pasas de específico, probablemente acabes convirtiéndola en una meta. Como puedes ver, se trata de un proceso progresivo de fragmentación. ¡Qué razón tiene la afirmación «divide y vencerás»!
En el caso de Susan B. Anthony, el ejemplo de la creación de una publicación periódica llamada The Revolution fue un objetivo. Además de que en aquella época el sufragio femenino era un tema controvertido, tenían que conseguir fondos, lograr una distribución a nivel nacional, etc. El qué estaba claro, y el cómo se iba a ir definiendo. En efecto, Susan B. Anthony (junto a su inseparable amiga y también activista Elizabeth C. Stanton) tuvieron el coraje necesario para encaminarse en esa dirección. Otra de sus metas fue lograr la distribución nacional de la publicación. Se trataba de algo específico, medible, con un claro plan de acción, plazos asignados, etc. Y, además, era realista, pues contaban con el apoyo y la financiación de George Francis Train (un empresario americano, defensor de los derechos de la mujer, que a su vez, era racista, y que incluso aspiró a presidente de Estados Unidos).
Alcanzar y cumplir
La misión tiene que ver con el presente. La felicidad también (solo la puedes encontrar ahora, en este instante). Por ello, la misión tiene mucho (o todo) que ver con la felicidad. La misión no se puede alcanzar. Se puede cumplir... ¡Ahora! Y dentro de un rato (que también será ahora), podrás volver a cumplirla. Por eso la misión logra que te encamines hacia el éxito disfrutando de cada paso, por la vía de la felicidad. Sin embargo, la visión sí que se alcanza. Por supuesto, en el futuro. La visión tiene que ver con el tiempo psicológico (lo opuesto al presente). Tiene que ver con el éxito. Y lo mismo se aplica a los objetivos y metas, derivados de la visión.
Cuando alcanzas un objetivo o una meta, sabes que lo has logrado, y esa historia ha llegado a un final feliz. Entonces, debes plantearte nuevos objetivos que alcanzar.
La misión da lugar a infinidad de objetivos, proyectos, metas... Por ejemplo, si tu misión es plasmar la belleza de la aviación en forma de fotografías, y acabas de fotografiar la toma de tierra de un Boeing 747-800 en el aeropuerto Princess Juliana, has cumplido tu misión. ¡Pero eso no quiere decir que la historia se acabe ahí! Siempre podrás buscar nuevas oportunidades de iniciar nuevos proyectos que te permitan cumplir con tu misión, por ejemplo, retratar impresionantes aeronaves, aterrizajes, etc.
Susan B. Anthony cumplía con su misión de reivindicar los derechos de la mujer en todas sus acciones. Mientras creaba The Revolution, cumplía con su misión. Cuando creó dicha publicación, alcanzó un objetivo importante que la acercó considerablemente a su visión. El objetivo terminó ahí. ¡Pero no su misión! Quedaban infinidad de nuevos objetivos que plantearse para seguir cumpliendo con su misión. Por ejemplo, otro de sus objetivos fue visitar las principales organizaciones feministas de Europa. Al hacerlo, cumplía con su misión. Cuando lo logró, el objetivo se acabó, pero su misión seguía viva, guiándole hacia nuevos objetivos, que la acercaban paso a paso hacia su visión (su sueño).
No confundas la misión con la visión
Si no abordas correctamente tu visión, quizá acabes escribiendo una misión (en vez de una visión). De hecho, es un caso más frecuente de lo que parece. Sobre todo, la confusión inicial ligada al aprendizaje hace que, hasta cierto punto, mezclemos misión y visión. Es normal que ocurra al principio, y que uno no se dé cuenta de que confunde conceptos. A medida que maduran la misión y la visión, vamos dándonos cuenta de los matices, comprendemos mejor la diferencia y refinamos ambos elementos. Pero es mejor que comprendas de antemano esa diferencia, pues te evitarás muchas idas y venidas, acortando el camino hacia una correcta definición de tu visión personal.
Al explicar la misión y la visión a personas que jamás se habían planteado esos dos elementos, suelo encontrarme que me dicen, por ejemplo: «Mi misión es acabar la carrera». Eso, en realidad, no es una misión. Es un objetivo que se puede descomponer en subobjetivos (aprobar cada curso), llega a metas (aprobar cada asignatura), y conduce hacia una visión que podría ser «Convertirme en un prestigioso abogado». Desde luego, convertirse en un abogado de renombre es un sueño a largo plazo que guía los pasos en una dirección. Pero no suele ser el propósito para el que una persona está en el mundo. Por ejemplo, una misión sería «Hacer justicia en el ámbito de la propiedad intelectual». Un joven estudiante con esa misión y visión podrá encauzar sus acciones durante la carrera para especializarse en temas de propiedad intelectual, y orientar su futura carrera en esa línea, convirtiéndose poco a poco en un abogado de renombre, y haciéndolo todo en línea con su misión, como concienciar a los autores de sus derechos, asesorarles, representar su defensa, etc.
Sé que es complejo. ¡No te asustes! La visión suele ser más fácil de comprender, y lo más seguro es que la enfoques correctamente desde el principio (eso sí, asegúrate de que no es un objetivo ni una meta). Los problemas suelen aparecer con la misión, que tendemos a convertir en una visión (como has visto en el ejemplo).
Voy a darte un pequeño truco. Cuando tengas escrita tu misión, pregúntate si es un sueño que puedes llegar a alcanzar algún día, y una vez alcanzado, tendrías que crear otro nuevo sueño. Si es así... ¡ no es una misión, es una visión! Recuerda que una misión no es alcanzable, sino que se puede cumplir en cualquier momento, tantas veces como quieras y puedas.
La misión de Susan B. Anthony era reivindicar los derechos de la mujer. Hay muchas formas de cumplir con dicha misión. Lamentablemente, a las mujeres en la historia se las ha privado de diferentes derechos. Como puedes ver, ¡la misión de Susan daba mucho juego! Permite seguir muchas direcciones perfectamente compatibles con esa misión. Pero, claro, no se puede abarcar todo... Por ello, entre todas esas direcciones, eligió una a través de su visión: que las mujeres tuvieran derecho al voto. Un día, ese sueño se cumplió (lamentablemente, no vivió lo suficiente para verlo). Cuando un sueño se cumple, hay que crear otro. Sin embargo, su misión se podía cumplir de mil formas, y todavía hoy esa misión sigue siendo válida en muchos lugares del mundo. Aquí tienes un ejemplo real de que una visión se puede alcanzar algún día, mientras que una misión se puede cumplir infinidad de veces, a través de diversos proyectos.
Puedes tener varias visiones (y misiones)
Hasta ahora te estoy hablando de encontrar tu visión, pero en todo momento me refiero a tu visión personal. Esa es la visión principal que debe guiarte en la vida. Pero, por supuesto, puedes tener más en otros aspectos de la vida. Por ejemplo, puedes tener visiones en el ámbito deportivo, en una asociación, en el terreno personal, en la vida familiar, etc. No es malo que tengas varias visiones. ¡Para nada!
Ahora bien, evita que dichas visiones choquen entre ellas. La menor colisión te llevará (antes o después) a un conflicto interno que no te ayudará a ir hacia el éxito. Imagina tus distintas visiones como si fueran personas que tiran de una cuerda. Si unas visiones estiran hacia el norte y otras hacia el sur, el resultado será inestable. El conjunto avanzará a veces un pasito hacia delante, y otras veces un pasito hacia atrás (como la famosa canción de Ricky Martin). El resultado final será que te habrás esforzado mucho, pero habrás avanzado poco o nada. Sin embargo, si todas las visiones tiran hacia una dirección parecida (¡no hace falta que sea la misma, pero al menos que no sean direcciones opuestas!), el resultado del conjunto será un movimiento de avance bien definido, en una dirección clara.
Toma siempre como base tu visión personal. Esa es la que dirige toda tu vida. Tómala como un patrón de referencia. Es una especie de vector director en tu vida.
Después, que no te tiemble el pulso a la hora de crear nuevas visiones. Pero cada vez que lo hagas, asegúrate de que la visión que acabas de definir es compatible con tu visión personal (es decir, que vayan en la misma dirección). Por ejemplo, si tu visión en la vida es lograr que en tu país no existan animales maltratados, y tu visión profesional es convertirte en el líder de ventas de pieles de visón, tienes un problema... Una visión te llevará dos pasos adelante, y la otra dos hacia atrás, y no tardarás en sentirte desorientado en la vida y en el trabajo.
No te olvides de alinear tus misiones
Lo mismo que te aconsejo para el caso de la visión, te lo recomiendo para la misión: parte siempre de tener una clara misión personal. ¡Esa es la referencia!
No tengas problema en descubrir tu misión en otros dominios de tu vida. Pero cada vez que lo hagas, asegúrate de que esa nueva misión se encuentra en perfecta armonía con tu misión personal. De otro modo, no tardarás en experimentar un conflicto interno que te llevará por todos los caminos menos por el de la felicidad.
Cuando logras que tu misión personal y tu misión profesional estén en armonía, ¡todo es maravilloso! Gracias a tu misión personal te aseguras de que haya coherencia entre todas tus misiones, y de disfrutar de todos los ámbitos de la vida. Gracias a tu misión profesional, además, disfrutas del trabajo. Y gracias a tus otras misiones (en otros aspectos de la vida) disfrutas de los distintos aspectos de tu vida. ¿No es maravilloso?
Cómo escribir tu declaración de visión
Ahora que ya sabes qué es la visión, surge la pregunta obvia: ¿cómo encuentro mi visión? Vamos a verlo (nunca mejor dicho, porque, cuando hablamos de visión, se trata de ver).
Un proceso de visualización creativa
¿Cómo encontrar tu visión? La verdad es que no se puede... Una misión debe encontrarse, pero no ocurre lo mismo con la visión. Una visión debe crearse. O, mejor dicho, como su nombre indica, debe verse. ¿Y dónde la verás? En tu propia mente.
Para encontrar tu visión, debes seguir un proceso de visualización creativa. Se trata de crear tu futuro ideal en tu mente, y verlo como si fuera real. Tan real, que hasta puedas sentirte como si lo estuvieras viviendo ahora mismo. Imagina que dispones de todos los recursos del mundo. No te falta nada. Tienes todo lo que deseas. Y no existe obstáculo alguno que te impida lograr todo lo que te propongas. En la vida cotidiana es mucho pedir, pero en tu mente eres tú quien manda, y todo es posible. Entonces, se trata de imaginar con la mayor nitidez posible ese futuro que tanto deseas.
Puedes aprender cómo llevar a cabo el proceso de visualización creativa (que te permitirá «ver» tu visión) en el capítulo 6, donde se explica con todo detalle.
¡Te deseo una apasionante visualización y que disfrutes al máximo de tu futuro ideal, por adelantado!
Susan B. Anthony vio claramente su visión en su mente (que es donde debe verse). Su sueño acabó haciéndose realidad, pero ella no vivió lo suficiente para verlo. Pero lo importante es que lo vio en su mente. Gracias a ello, contribuyó a hacerlo realidad. Otro ejemplo fue Disney World (Florida). Walt Disney lo concibió en su mente, pero no llegó a ver su inauguración. Un periodista le dijo a su hermano que era una lástima que Walt Disney no lo hubiera llegado a ver. Su hermano respondió que eso no era cierto... ¡Claro que lo había visto! ¡En su mente!
Las resistencias con las que te encontrarás
Pedirte que visualices el mundo ideal para ti me resulta fácil. ¡Pero de pedirlo a lograrlo hay un gran trecho! No todo el mundo tiene la misma facilidad para crear imágenes mentales. Incluso quienes visualizan con facilidad deben afrontar dificultades, a las cuales llamamos «resistencias».
Cuando te pones a visualizar, antes o después, tu mente te alejará de tu mundo ideal. Quizá te lleve hacia otros pensamientos, sonidos (externos o generados por tu mente), imágenes mentales, etc. Esas distracciones te alejan de tu visualización, constituyen un obstáculo, y por ello se les llama «resistencias mentales». Tu ego se dará cuenta de que estás soñando despierto con algo que te hace feliz, y hará todo lo posible para oponerse. Intentará apartarte de tu visualización, y querrá que veas sufrimiento donde tú ves felicidad. Para el ego, todo lo que no sea el instante presente es una delicia. Y como ya sabes, tu visión tiene que ver con el futuro, así que el ego tendrá la oportunidad de entrar en acción y hacer de las suyas. Su misión será alejarte de los maravillosos y felices deseos que intentas visualizar.
En cuanto te des cuenta de que te has distraído, vuelve lo antes posible a tu visualización. No te sientas mal por ello. ¡No hay motivo! Recuerda que la mente es así. Lo raro sería que no te distrajeras.
En particular, hay una resistencia mental muy común, con la que seguro que te encontrarás alguna que otra vez: la resistencia del cómo. Estarás visualizando tu futuro ideal, y no podrás evitar preguntarte: «Pero... ¿cómo voy a lograr algo así?». Probablemente no sepas ni por dónde comenzar. En este punto, muchas personas abandonan, pensando que es lo más sensato. No obstante, recuerda que al visualizar debes dejar un pie en el mundo de la sensatez y permitir que el otro pie se adelante hacia un terreno más atrevido, y quizá un poco menos sensato. ¡Debes atreverte a soñar!
Cuando te preguntes cómo vas a arreglártelas para alcanzar tu visión, recuerda que estás ante una reacción de tu mente, y es completamente normal. Es algo que le ocurre a todo ser humano que practica la visualización. Además, no olvides que todas las personas que han tenido grandes visiones y las han hecho realidad (llenando importantes páginas en la historia universal) comenzaron sin tener la más remota idea de cómo iban a lograrlo. No te culpes por no saber cómo alcanzar tu visión. Es normal que no lo sepas. No en vano, la visión tiene que ver con el qué, pero no con el cómo.
Cuando Susan B. Anthony visualizó la idea de crear una publicación feminista de gran difusión, también se enfrentó a infinidad de incógnitas. Entre otras cosas, necesitaba mucho dinero, una distribución a nivel nacional, etc. Partió de tener claro lo que quería, y poco a poco se fue solucionando el cómo.
¿Te cuesta crear imágenes mentales?
Si eres de esas personas que no logran crear imágenes mentales, o te cuesta mantenerlas en tu mente durante un rato, debes saber que por ello no dejas de tener la capacidad de crear tu visión.
Un truco muy poderoso consiste en crear una expresión visual de tu visión sobre un papel (a la que se suele llamar «mapa del tesoro»), Si te manejas mejor escuchando que viendo, te recomiendo completar ese mapa del tesoro con afirmaciones positivas. Sobre todo ello puedes aprender mucho más en el capítulo 6.
Haz un primer borrador
Cuando consigas ver en tu mente la situación ideal con la que sueñas, tendrás el punto de partida para escribir tu visión sobre un papel. A eso se le llama «declaración de visión».
Idealmente debe ser breve. Una buena declaración de visión suele ocupar una frase, a veces se reduce a algunas palabras. Pero la primera vez, olvida estos detalles. Considera que estás escribiendo un borrador. Se trata de comenzar con algo imperfecto que ya perfeccionarás más tarde.
Intenta plasmar tu visión con palabras. ¿En qué te quieres convertir? Si te salen quince líneas de texto, no te preocupes. Ese punto de partida es infinitamente mejor que no escribir ni una línea. Por mi experiencia ayudando a otras personas a crear su visión personal, te diré que el mero hecho de realizar ese ejercicio transforma positiva y significativamente a las personas. ¡Felicidades!
No dejes de mejorar tu declaración de visión
Cuando tengas un borrador de tu declaración de visión, debes ir mejorándola poco a poco. No se logra en un día. Quizá necesites meses, y hay quien necesita años. Pero no se trata de un escalón que se asciende en un instante, pasando de un grado inferior a otro superior. En realidad, nos referimos a un ascenso progresivo. Si tardas media vida en crear una declaración de visión perfecta, habrás pasado media vida mejorando constantemente, y se trata de eso, ¿no?
Cada vez que tu declaración de visión se reduzca un poco, tendrás una clara señal de progreso y maduración de tu visión personal. ¡Bravo!
Todas las semanas (o mejor, todos los días), refresca tu mente con tu visión
Una visión no sirve de nada si no se usa. Es muy importante que la mires de vez en cuando. Con dedicar un minuto al día es suficiente. Basta con leerla, nada más. Luego puedes olvidarla y ocuparte de tu vida cotidiana. Si no puedes hacerlo una vez al día, hazlo cada dos días... O cada tres... Lo importante es que seas regular, y crees el hábito de leer periódicamente tu visión.
Antes o después, en los momentos menos esperados, vendrán a tu mente ideas para mejorar tu visión. En cuanto aparezca una, anótala en algún lugar (por el bien de tus paredes, escritorios, servilletas y otros bienes, te recomiendo llevar un bloc de notas, que hoy día casi todos llevamos en nuestros smartphones). En cuanto puedas, ocúpate de retocar tu declaración de visión, teniendo en cuenta tu idea. El objetivo no es que sea más extensa, sino todo lo contrario: condensarla un poco más.
Tu visión se grabará en tu subconsciente, y terminará guiándote desde dentro. En ocasiones, te darás cuenta de que has tomado una sabia decisión utilizando tu visión como referencia, y serás consciente después de hacerlo. Eso te indicará que tu visión guía tu vida sin esfuerzo por tu parte, y que tienes el apoyo de la parte más poderosa de tu mente (el subconsciente).
Si quieres que el resultado sea todavía más poderoso, te recomiendo que conviertas tu visión en una afirmación positiva (en el capítulo 6 encontrarás los detalles). Por supuesto, los consejos que te doy para la visión te los recomiendo para tu misión personal.
Lo que una visión personal puede hacer por ti
Una visión personal tiene mucho que ofrecerte. Te permitirá dotar a tu vida de mayor orden, sabiendo dónde te encuentras, hacia dónde vas, y proporcionará mayor confianza a tus pasos. A continuación te mostraré diversas ventajas que una visión puede aportar a tu vida.
Todos necesitamos esperanza
La visión proporciona algo que necesitamos los seres humanos: la esperanza de un futuro mejor. ¡Cuántas veces habremos escuchado esa promesa dicha por otras personas! Gran parte de las veces no se cumple, ¡pero hay que reconocer que sentimos una gran motivación y entusiasmo cuando la escuchamos!
Por mi parte, no te voy a prometer un futuro mejor, no puedo hacerlo solo. Necesito a alguien muy importante: tú. Por ello, te animo a que te propongas un futuro ideal, y que lo construyas tú mismo. Y la forma de hacerlo es a través de tu visión personal, que te proporcionará ese sueño... Esa esperanza de futuro.
No hay duda que Susan B. Anthony, gracias a su visión y a las acciones que puso en práctica para conseguirla, despertó la esperanza de millones de mujeres a nivel internacional.
Todos necesitamos saber hacia dónde vamos
Una visión personal responde a una necesidad fundamental del ser humano. Por un lado, todos necesitamos saber para qué estamos aquí y cuál es la razón de ser de todo lo que hacemos. ¿Por qué o para qué hago lo que hago? Esa pregunta te la harás antes o después. Si tienes una misión, podrás responder a esa cuestión. ¡Problema solucionado! Sobre esto puedes aprender mucho más en el capítulo 13.
Pero esa no es la única pregunta que te surgirá... Todos los seres humanos necesitamos saber que nuestros pasos nos guían hacia alguna parte. Precisamos estar seguros de que avanzamos hacia algo concreto. Necesitamos una dirección en la vida. ¡Un rumbo! Ese problema lo soluciona la visión personal. Con tu visión, no tendrás duda de hacia dónde vas, porque la visión guía tus pasos.
Encamina correctamente tus metas y objetivos
Si tienes clarísimo lo que son las metas y objetivos, y en qué se diferencian (y seguro que este capítulo te habrá ayudado a conseguirlo), habrás dado un paso muy importante hacia el éxito. Si además dominas el arte de alcanzar las metas y objetivos que te propones, permíteme felicitarte.
Sin embargo, eso no es suficiente. Como te comentaba antes en este capítulo, alcanzar metas y objetivos proporciona una enorme motivación, y te transmite una sensación de felicidad. Pero esa felicidad es (generalmente) falsa. Es condicional. Crees que eres feliz porque has alcanzado tus metas. Pero la verdadera felicidad no es condicional. No depende de condición alguna.
Cada vez que piensas «Si tuviera X, sería feliz», asocias tu felicidad a la consecución de una meta. Estás creando una condición para la felicidad. Pero si te paras a pensarlo, eso no puede ser cierto... Si la felicidad se alcanzara a través de metas, tendrías que pasarte la vida alcanzando metas para ser feliz, y entre meta y meta no habría felicidad. No te preocupes, no es así. La verdadera felicidad siempre está ahí, pero a veces conectas con ella, y otras veces no. No necesitas alcanzar una meta para ser feliz.
Si tus metas y objetivos no te conducen hacia ninguna parte, terminarás desorientado, falto de rumbo, y dándote cuenta de que no eres tan feliz. Vamos, ¡justo lo que te comentaba en la sección anterior!
Pero no te obsesiones, porque tu visión personal está ahí para ayudarte y evitar que caigas en la trampa de la falsa felicidad (la condicional). Cuando tienes clara tu visón, entonces tienes una referencia para crear metas y objetivos bien encaminados. Tu visión es una especie de flecha que señala el rumbo a seguir. Teniendo ese rumbo claro, puedes encaminar correctamente tus acciones y evitar que vayan justo en sentido contrario.
Consigue que misión y visión se lleven como dos buenas hermanas
Es muy importante que tu visión nunca contradiga tu misión. De lo contrario, crearás un importante conflicto interior que, tarde o temprano, saldrá a flote. Por ejemplo, si tu misión es construir un mundo lleno de personas felices, y tu visión es crear una editorial líder en el sector del crecimiento personal, todo está en su sitio.
Sin embargo, si tu misión fuera transmitir la importancia de una alimentación vegetariana y tu visión consistiera en crear la empresa líder en la venta de jamones, me parece que tendrías un pequeño problema... Antes o después, verías las cifras de ventas de jamones, y algo dentro de ti se rebelaría, pues tu misión en la vida se sentiría contradicha.
Asegúrate de que tu visión y tu misión se encuentran en perfecta armonía, y encajan como dos buenas hermanas.
Toma sabias decisiones
Tu visión te ayudará a tomar decisiones en la vida. Al menos te ayudará a simplificar la toma de decisiones importantes. Y si además utilizas tu misión (sobre ella te hablo en el capítulo 13), contarás con más ayuda.
Cuando te encuentres ante un punto decisivo y no sepas qué hacer, te propongo que realices el siguiente ejercicio:
1. Toma una hoja de papel y, en la parte superior, escribe tus declaraciones de misión y visión (que, en teoría, son breves, ¡o están en camino de serlo!). Sobre la declaración de visión aprenderás todos los detalles más adelante en este mismo capítulo.
2. A continuación, escribe el problema que intentas resolver (tienes que tomar una decisión). Te recomiendo que lo hagas en forma de pregunta. ¿Qué posibles soluciones se te ocurren para resolverlo? Haz una lista de todas las opciones que identificas ante ti, entre las que deberás elegir.
3. Toma la primera opción de la lista, y olvida todas las demás.
4. Pregúntate, ¿esta opción choca de algún modo con mi misión? Por ejemplo, si tienes una misión basada en el altruismo, y te encuentras ante una alternativa centrada en acumular dinero aprovechándote de los demás, obviamente se produce un choque. No siempre estará tan claro, así que te recomiendo que te tomes tu tiempo para analizar cuidadosamente la armonía de cada opción con tu misión. Si existe el más mínimo choque, tacha la alternativa de inmediato.
5. Pregúntate, ¿esta opción frena mi avance hacia mi visión o me lleva en sentido contrario? Si es así, no dudes en tachar la alternativa sin darle más vueltas.
6. Repite los pasos 4 y 5 para las demás opciones de tu lista, una a una, hasta procesarlas todas.
Cuando hayas completado el procedimiento, pueden pasar varias cosas. Si lo has tachado todo, algo ha ido mal... En ese caso, quizá hayas procesado erróneamente alguna opción, pensando que entra en conflicto con tu misión o tu visión, cuando quizá no es así. Te recomiendo revisar de nuevo cada opción y pensarlo con detalle.
También es posible que hayas realizado bien el procedimiento pero que tu lista esté incompleta. Con esto me refiero a que quizá no hayas identificado un número suficiente de opciones, con lo que es importante que te esfuerces (tomándote el tiempo que necesites) para llenar un poco más tu lista. Además puede que tu lista tenga muchas opciones, pero que todas las alternativas choquen con tu misión o visión, para lo cual la solución es la misma: seguir engrosando tu lista.
Asimismo puede ocurrir que en tu lista solo quede una opción sin tachar. Si es tu situación, puedes estar contento, no es lo más frecuente... ¡Supongo que será porque es la situación ideal! En este caso, ya tienes la solución que buscabas, ¡felicidades!
La situación más común es que consigas tachar varias opciones de tu lista y que queden algunas sin tachar. No es el resultado ideal, pero tendrás razones para estar contento, ya que el problema se habrá simplificado y eso siempre es un progreso. Si te concentras en las alternativas que te han quedado, quizá te resulte más fácil seleccionar una basándote en otros criterios o en tu intuición. Otra posibilidad es que te esfuerces por completar la lista con más opciones y procesarlas como has aprendido más arriba. En muchos casos, podrás poner las alternativas que han quedado en un contexto más claro para tomar una decisión, o identificar nuevas alternativas válidas.
¿Que no lo encuentras fácil? Te doy la razón. Tomar decisiones no es tarea sencilla. Pero si aplicas este procedimiento, te resultará menos difícil. Y no me des las gracias a mí... ¡Dáselas a tu visión y misión!
Pon valores en tu vida
Todos hemos oído hablar sobre los valores y suele ser algo sobre lo que reflexionamos más de una vez. Pero ¿qué son los valores? Más o menos, tenemos una idea clara de lo que son, pero definirlo con palabras no le resulta sencillo a todo el mundo. En todo caso, lo que de verdad importa es que cada ser humano tenga muy claros cuáles son los suyos. Lamento decir que esa parte no se presenta demasiado clara... Aclarar cuáles son tus valores y su orden de prioridad, y ponerlos por escrito, es un ejercicio que transforma tu vida de forma positiva. No se me ocurre mejor complemento para tus declaraciones de misión y visión que una declaración de valores.
Qué son los valores
¿Qué es lo que consideras más importante en la vida? Piensa no solo en una, sino en varias cosas. Y no me refiero a posesiones materiales. ¿La amistad? ¿El trabajo? ¿La familia? ¿Tu salud?
La respuesta a esa pregunta son tus valores. Tener claros cuáles son resulta esencial para tu crecimiento personal. En el marco de la ecología mental, ser consciente de tus valores y reconocer los de quienes te rodean te puede ayudar a comunicar de una forma mucho menos tóxica.
Tu forma de andar el camino
Los valores definen tu forma de actuar y, aunque no siempre seas consciente, determinan las decisiones que tomas en la vida.
Imagínate a dos personas que tienen exactamente las mismas declaraciones de misión y visión. ¿Significa eso que sus destinos serán los mismos? ¡En absoluto! Cada persona tomará sus propias decisiones y actuará de un modo particular, por lo que seguirán caminos distintos en la vida, y su destino será diferente.
Hay varios factores que pueden marcar la diferencia en la forma de actuar y de tomar decisiones de las dos personas del ejemplo. Los valores son uno de los factores importantes.
Por ejemplo, una persona cuyo valor principal es la familia podría rechazar un puesto de trabajo muy bien pagado en un país lejano, porque esto le obligaría a vivir lejos de su familia durante mucho tiempo. Otra persona cuyo valor principal fuera el dinero no tardaría en aceptar el puesto.
Tu propio camino hacia tu visión (por la vía de tu misión) es particular y único, y en gran medida depende de tus valores.
Los valores se transmiten con especial fuerza gracias a la repetición y el ejemplo. Por ello, la educación que los padres dan a sus hijos tiene un impacto notable en sus futuros valores. En el caso de Susan B. Anthony, ella fue educada en una familia que le inculcó el valor del trabajo. Además, sus padres tenían ideas liberales, lucharon contra la esclavitud y le transmitieron la importancia de defender los derechos humanos y la libertad. Todo ello influyó considerablemente en los valores de Susan, que definieron su forma de recorrer el camino hacia su visión.
Cuestión de prioridad
Los valores se organizan en un orden de prioridad al que se le llama «escala de valores». Ese orden es muy importante y, de hecho, lo cambia todo. Imagina a dos personas con la misma misión, visión y valores, pero con sus valores organizados en diferente orden de prioridad (es decir, con dos escalas de valores distintas). En ese caso, el destino de ambas personas será diferente, pues la escala de valores no es la misma, y eso lo cambia todo.
Para verlo más claro, imagina a una persona cuyos valores principales son, de mayor a menor prioridad:
1. Trabajo.
2. Amistad.
3. Dinero.
Imaginemos que dicha persona y un buen amigo se presentan a competir por un puesto de trabajo que supone un ascenso. Teniendo en cuenta sus valores, no dudará en echar a perder su amistad con su amigo si se trata de algo esencial relacionado con ese puesto. Si gana el puesto, y debido a su superioridad jerárquica debe tratar con dureza a su amigo, lo hará, dejando su amistad en segundo plano. Ahora imagina que esa persona se encuentra con otro buen amigo que ha sido despedido y se ha quedado prácticamente sin dinero para comer. Seguramente hará todo lo posible para prestarle algo de dinero, puesto que la amistad es más importante para él que el vil metal.
Ahora, imagina que los valores de la persona del ejemplo se alteran, quedando en el siguiente orden:
1. Dinero.
2. Amistad.
3. Trabajo.
En ese caso, las cosas cambiarían, pues la amistad está por encima del trabajo. Si obtiene ese ascenso, no por ello se olvidará de su amigo, pues para él la amistad va primero, y quizá le ayude a ascender. Sin embargo, cuando se encontrara con su otro buen amigo en situación de pobreza, quizá decidiera no ayudarle, al considerar que poseer dinero es más importante que la amistad.
Por tanto, es muy importante que seas consciente no solo de cuáles son tus valores, sino también en qué orden de prioridad los tienes organizados.
Escribe tu declaración de valores
Igual que ocurría con la misión y la visión, la utilidad de tus valores en el campo del crecimiento personal se manifiesta cuando se ponen por escrito lo que se denomina «declaración de valores».
Para escribir tu declaración de valores comienza por identificar tus valores principales (diez es un buen número). Para ello te ayudará saber que existen tres tipos de valores:
Principios. Definen cómo eres en esencia. Son los pilares de tu forma de ser. Si tuvieras que eliminar valores de tu lista, nunca comenzarías por los principios.
Creencias. Definen cómo piensas, es decir, lo que has decidido aceptar como cierto.
Reglas. Determinan los límites de tu actuación, es decir, qué es correcto hacer, hasta dónde puedes llegar, y qué línea nunca traspasarías.
Comienza por identificar los valores que te definen dentro de esas tres categorías. Después, crea una lista ordenada de valores por orden de prioridad, en la cual menciones el nombre del valor en cuestión, y a continuación explícalo mejor, con una frase o dos como mucho. Esa lista será tu declaración de valores.
Veamos algunos ejemplos de elementos que podrían aparecer en tu declaración de valores (aquí no indico orden de prioridad):
Proactividad. Logro que las cosas sucedan, y no espero a que pasen por arte de magia.
Puntualidad. Entrego mis resultados a tiempo.
Credibilidad. Lo que digo responde a lo que hago.
Trabajo en equipo. Ningún éxito se logra en solitario.
Respeto a la intimidad. Jamás entro en la vida privada de otras personas.
Sonreír. Siempre recibo a los demás con una sonrisa.
En el anterior ejemplo, proactividad, puntualidad y credibilidad son principios. Definen cómo eres (si fueras la persona del ejemplo, claro está). El trabajo en equipo es una creencia. Tal como está formulado, tú crees que no es posible lograr éxitos si no es en equipo (y, desde luego, desde el punto de vista de la ecología mental, no podía ser más acertado). Otra persona podría decidir no creer en el trabajo en equipo, y decantarse por perseguir los éxitos individuales (mal camino, por cierto). Finalmente, el respeto a la intimidad y sonreír son dos reglas que guían tu comportamiento. El respeto a la intimidad te impone un límite que no debes traspasar, mientras que sonreír te obliga a seguir un comportamiento que consideras correcto.
No dejes de mejorar tu declaración de valores
Cuando tengas tu declaración de valores sobre el papel, te recomiendo seguir el mismo procedimiento que en el caso de la misión y la visión. Dedica un minuto al día a leerla, y luego vuelve a tus tareas. En el caso de los valores, te conviene tener cerca tu declaración, pues te puede resultar útil en determinados momentos, como una especie de guía rápida. Por ejemplo, esto puede ocurrir cuando tienes que tomar decisiones importantes. Por cierto, te recomiendo que añadas tu declaración de valores al procedimiento de toma de decisiones que has aprendido en este capítulo, para asegurarte de que tus decisiones responden a tus valores y su escala de prioridades.
Si revisas periódicamente tu declaración de valores, no tardarán en llegar ideas a tu mente para mejorarla. ¡No dejes de hacerlo, pues es un signo de madurez en tu crecimiento personal!