Capítulo 9

Practica la generosidad y la gratitud

 

En este capítulo

triangle.png   La importancia de dar con generosidad

triangle.png   Cuando das con el corazón, siempre ganas

triangle.png   Dar y recibir son dos partes de una misma cosa

triangle.png   Contribuye al fluir del universo

triangle.png   Dar y recibir en la vida cotidiana

 

Hablar de dar y recibir tiene mucho que ver con el ego. Cuando se trata de dar, el ego se pone a la defensiva, intenta que te sientas culpable y pienses que otros tienen más que tú, a tu costa. Cuando se trata de recibir, te invita a poseer más y más, como una forma de tener más a costa de que otros tengan menos. Y hablar de dar y recibir con generosidad y gratitud es una auténtica provocación para el ego.

La misión de ese enemigo interior es crear separaciones, y dar con generosidad y recibir con gratitud son dos formas de unir seres y mejorar nuestra conexión con el universo. Eso es lo que te interesa lograr para practicar la ecología mental, y es lo que el ego quiere evitar a toda costa. Trabajará duro para que no caigas en la sana costumbre de practicar la generosidad y la gratitud. Entre otras tretas, te hará creer que, cuando das, pierdes tú para que otros ganen.

A la hora de recibir, intentará que huyas de la gratitud sincera, porque eso te une a otros seres. Utilizará las artimañas a su alcance para que no lo consigas. Por ejemplo, te hará caer en la avaricia, pensando en cómo recibir más la próxima vez, y te hará sentir fuerte por haber logrado que otra persona tenga menos a costa de que tú tengas más.

Si caes en esos engaños y te dejas llevar, el ego se alimentará y será cada vez mayor. Este capítulo te muestra cómo vencerle de una forma que el no puede soportar: viendo las cosas tal como son.

Dar es recibir

ejercicio.pngPiensa en alguna de tus posesiones. En particular, alguna que aprecies mucho. Ahora imagina que se la regalas a otra persona. ¿Verdad que hay algo dentro de ti que se opone? ¡Es el ego!

¿Por qué se opone? Sencillamente, porque has intentado hacer algo que va en contra de sus propósitos. Te has acercado a ver la realidad tal y como es, sin separaciones. Una realidad en la que dar es lo mismo que recibir. Y el ego no puede quedarse quieto ante algo así. Para el ego, las posesiones son un arma muy valiosa, con las que puede mantenerte lo más alejado posible de otros egos, y creer que realmente no existe. Poseer es irreal. Si te lo planteas, poseer algo carece de sentido. ¿Acaso se puede ser propietario de algo? Para poseer, debes utilizar tu mente. Solo puedes ser propietario de algo si tú u otras personas pensáis que lo sois. Para poseer es necesario, en primer lugar, que exista una entidad separada: el poseedor. Además, debe existir otra entidad separada: lo poseído. Y finalmente, está el acto de poseer.

Analicémoslo... En el universo no existen separaciones. Todo está unido a todo, y eso nos lo confirma incluso la física cuántica (en el capítulo 2 aprenderás más al respecto). Al no existir separaciones es imposible que existan dos entidades separadas llamadas «poseedor» y «poseído». Luego está el acto de poseer. Ese acto necesita de la mente para existir. Es una especie de convenio. Significa que yo acepto que poseo algo, pero también lo aceptan y respetan otras personas (no toman lo que es mío). Incluso puede establecerse por escrito, existiendo un documento legal que diga que lo que poseo es mío y lo haga ante una tercera persona con cierta autoridad, que no deja de ser otro convenio. Pero eso solo es real cuando hay mentes que lo piensan. Si no hay razonamiento, no es posible establecer ese convenio y, por tanto, no hay acto de poseer.

Cuando la mente racional cesa su actividad, no dejamos de existir (cualquier persona que haya meditado lo suficiente lo sabe). En ese estado en el que no hay razonamientos, podemos experimentar esa unidad del universo sin poseedores ni poseídos, ni tampoco el acto de poseer.

Poseer no es malo

A pesar de lo dicho, es importante aclarar que no es necesario irse a los extremos. Está claro que poseer es cosa del ego, y es algo que realmente no existe, salvo en la mente humana. Pero un poco de ego (hasta un límite sano) no es tan malo. Consigue que las personas tengan diferentes personalidades, y hace que la existencia humana sea más interesante. Incluso, en cierta forma, posibilita que se perpetúe la especie humana, ya que nos fijamos en otras personas por sus características físicas y carácter. Por supuesto, siempre puedes decidir retirarte a meditar a un monasterio, y es algo respetable. Pero debemos reconocer que a la mayoría de mortales nos interesa más un término medio, donde hay un cierto nivel de ego (llamémosle «sano») sin llegar a ser presas de él.

En este contexto, poseer tampoco es malo. Es correcto mientras poseas sin apego. Por ejemplo, tener el coche de tus sueños en principio es positivo. Si lo consigues y disfrutas de cada instante conduciéndolo, eres feliz. Ahora bien, si pasas el tiempo pensando en poseer el mejor coche del mundo, quizá un mes después de comprar ese nuevo coche ya estés pensando en el siguiente que querrás comprarte, y dejas de disfrutar del que acabas de adquirir. O quizá te pases el tiempo pensando en que los demás quieren quitártelo, y en ese caso caerás en las garras de la aversión, que también te hará sufrir. En estos últimos ejemplos hay apego y aversión, y poseer de esa forma no es sano.

Hay un bonito proverbio que dice que la felicidad está en querer lo que tienes, no en tener lo que quieres. Si posees con apego o aversión, habrás caído en las manos del ego.

El universo es un constante fluir de dar y recibir

El universo es energía en constante movimiento. No deja de fluir (en el capítulo 2 aprenderás más sobre este tema). Como forma una unidad, cuando lo vemos integrado por partes, te das cuenta de que unas partes dan y otras reciben. A veces damos, a veces recibimos. Al hacerlo, contribuimos a que la energía fluya en el universo.

Para dar, hay que recibir. Para recibir, primero hay que dar. Dar y recibir son dos partes de una misma cosa. Si dejamos de dar, dejaremos de recibir. Si nos negamos a recibir, no tendremos nada para dar.

Por ejemplo, en un negocio basado en la producción lo puedes ver muy claro. Para que todo funcione es necesario no dejar de producir (dar), pero tampoco de recibir la materia prima necesaria. Mientras funcione así, no hay problema. Todo fluye. Sin embargo, si te fallan los proveedores tienes un problema, porque antes o después no podrás producir. Y si frenas tu producción, se acumularán las materias primas. Otro ejemplo es tu propio cuerpo. Para mantener tu tipo (además de leer Ponerse en forma para Dummies) es necesario que elimines, al menos, tanta energía como ingieres. Si el cuerpo recibe demasiadas calorías, pero quema (da) pocas, engordarás. Si el cuerpo quema más de lo que recibe, adelgazarás (aunque no soy médico, utilizando el sentido común te aconsejo que tengas cuidado con esto último y también con lo primero, recuerda que la virtud se encuentra en el término medio). Cuando todo fluye, liberas la energía que ingieres a un ritmo compatible. Contribuyes al fluir de energía en el universo. Hay energía que llega a tu cuerpo, y energía que liberas.

Mientras fluyes, todo va bien. Eso significa que das y recibes correctamente. Si flojeas con el dar o el recibir, te conviertes en un obstáculo para el universo, y las consecuencias nunca son positivas. Los ejemplos anteriores solo son un par de casos, pero este principio se aplica a todos los aspectos de la vida.

Cuando das, no pierdes

Para empezar a dar correctamente debes eliminar de tu mente una falsa creencia que tu ego lleva años haciéndote creer: dar no significa perder. Cuanto más das, más te entregará el universo para que sigas dando. Pero claro, cuando digo dar, me refiero a hacerlo de manera genuina, desde el corazón, sin esperar nada a cambio. Cuando se hace así, dar es algo sumamente natural, en línea con la realidad del universo, y por ello, no cuesta un esfuerzo, porque no hay que oponerse a nada.

Imagínate el siguiente ejemplo: haces un viaje y ves un maravilloso pastel en una pastelería, especialidad local del lugar que estás visitando. Se te ocurre comprar dos pasteles más para llevarlos a tu trabajo y compartirlos con tus compañeros con la sincera intención de demostrarles que te acuerdas de ellos y los aprecias. Estarán muy agradecidos porque has pensado en ellos y has compartido, y las muestras de aprecio y agradecimiento serán, de por sí, el mayor de los regalos. Probablemente sembrarás el ejemplo para que otros compañeros hagan algo parecido. Lo mires como lo mires, al dar de corazón, recibes más de lo que das, y comienzas a recibir desde el momento que das.

Pasemos al otro extremo. Imagina que compras un jamón para regalárselo a tu jefe. Él te cae fatal y lo último que sientes por él es aprecio, pero quieres que te ascienda, así que decides hacerle la pelota y destacar por tus detalles. Eso es adulación, no tiene nada de generosidad. Créeme, a un adulador se le pilla rápidamente y, en este ejemplo, lo último que ganarás de tu jefe es confianza (y no se suele ascender a alguien en quien no se confía). Aquí puedes apreciar otra gran verdad: cuando se da esperando algo a cambio, antes o después se sale perdiendo.

Tampoco se trata de darlo todo. No hay que llegar al extremo. Solo tú podrás determinar ese límite, y no tienes por qué compararlo con referencia alguna. Tú eres quien mejor sabrá cómo debes actuar en determinada situación. Por ejemplo, si estás ante una persona que sabes que se aprovecha de los demás, y que utilizará lo que tú le des para dañar al prójimo, seguro que pensarás que vale la pena pensárselo dos veces antes de dar.

Por otro lado, hay personas que no saben dar o recibir que quizá te ofrezcan interesantes oportunidades para poner en práctica la generosidad. Por ejemplo, imagina que te encuentras con alguien que sabes que es muy avaricioso, y solo piensa en tener mucho y dar poco. Un pequeño gesto de generosidad podría merecer la pena, al menos como prueba. En muchas ocasiones, de esa forma podemos apreciar cambios notables en el otro. ¡No te extrañe que pronto te devuelva ese gesto, o al menos sea un poco menos avaricioso y comparta contigo!

anecdota.pngCuando hablo del tema de la generosidad, un caso muy frecuente con el que me encuentro es el de la persona que dice: «Yo soy muy generoso, pero ya estoy harto de tanto dar y no recibir nada a cambio». Obviamente, existe una contradicción. Esa persona no puede estar dando de forma realmente generosa, puesto que espera algo a cambio. Si su generosidad fuera genuina, no tendría razón alguna para decir que no recibe nada, ni se jactaría de ser generoso (pues sabría que dar es natural y que no cuesta cuando se hace sin esperar nada a cambio).

Aprende a dar con generosidad en tu vida cotidiana

Para cultivar la generosidad, hay que ponerla en práctica. Todas las oportunidades que puedas aprovechar para dar de corazón te servirán. Al principio, quizá te sientas forzado, pero antes de lo que imaginas se habrá convertido en algo natural que no te costará esfuerzo.

A continuación te ofrezco algunos consejos para llevar la generosidad a la práctica en tu vida cotidiana:

visto.png   La felicidad no es posible sin generosidad. El ego obstruye tu conexión con la felicidad. El sol siempre brilla en tu interior, pero en medio se interponen las nubes que ese enemigo interior ha puesto allí para ocultar la luz. La generosidad te ayudará a abrir un importante claro entre esas nubes, y empezarás a experimentar los destellos de la auténtica felicidad que reside en tu interior. ¡Dejarás al ego un poco más indefenso!

visto.png   Actúa con buena intención. Si das lo que te sobra, actúas con superioridad o no te interesa hacer feliz a otra persona, no darás de corazón, sino que actuarás desde el ego.

visto.png   No compares. No se trata de dar lo mismo que otra persona ni de entregar más o menos. En realidad, no tiene nada de malo observar lo que hacen los demás, siempre que te sirva de inspiración. Pero, ante todo, haz lo que te dicte tu corazón. Para evitar que el ego te controle, no se trata de dar más para competir, ni menos pensando que has sido más listo, ni de copiar sistemáticamente lo que hacen los demás.

visto.png   No necesariamente se trata de dar dinero o posesiones materiales. Cuando se da desde el corazón, hasta las cosas más pequeñas cobran un valor incalculable. Una sonrisa, una mirada, un gesto de complicidad, compartir un trozo de nuestro bocadillo, un poco de ayuda... Los anteriores solo son algunos ejemplos. ¡Descubrirás muchos más si practicas la generosidad!

visto.png   Vive el momento con atención. Cuando das con generosidad, la otra persona (o personas) responde con agradecimiento. Cada uno lo hace a su manera, pero si te fijas en los mensajes no verbales, verás la felicidad del prójimo, y eso te hará sentir más feliz. Vive esos momentos con atención plena, en el presente. Mantente abierto ante todas las sensaciones, pensamientos, sonidos que escuchas, etc. Pero no solo te concentres en ti: es importante que practiques la empatía, es decir, que te pongas en la piel de la otra persona. En ese estado, se reducirá la separación que crea tu mente entre ti y la otra persona. Cualquier cosa buena que hagas por la otra persona la vivirás como algo bueno para ti. ¿Cómo no ibas a querer ser generoso? No juzgues la respuesta de nadie ni esperes nada en concreto. Vive el momento y disfrútalo tal como es. ¡Conectarás con la felicidad!

visto.png   Decide dar desde el corazón al menos cinco veces cada día. Utiliza tu propio cuaderno de la generosidad. Anota allí tus ideas de gestos que podrías poner en práctica. Por ejemplo, ofrecer un poco de ayuda a ese compañero de trabajo que tanto la necesita, o dedicar un momento para hablar con aquella persona que tanto lo desea y para quien nunca tienes tiempo, o participar en ese proyecto de servicio en tu comunidad que tanta ayuda está prestando a quienes más lo necesitan. Anota allí cada día los (al menos) cinco gestos de generosidad que hayas puesto en marcha, tus impresiones sobre cómo te sientes y tu progreso.

visto.png   Muestra a la otra persona que no esperas nada a cambio. Si tu generosidad es auténtica, tu forma de actuar, tus gestos, tu mirada y otros tantos detalles revelarán a la otra persona que actúas de corazón. Pero si tienes dudas, no tardes en decirle que no esperas nada a cambio, y que para ti es maravilloso hacer ese gesto, porque la aprecias y quieres verla feliz.

Como verás, los anteriores consejos encajan con el proverbio que reza «Haz el bien y no mires a quién». También lo dice la Biblia: «Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha» (Mateo 6, 3). En efecto, se trata de dar desde el corazón, sin esperar nada a cambio, sin juzgar al receptor de tus acciones, ni perseguir un sentimiento de superioridad por el hecho de dar (lo cual sería un alimento para el ego, justo lo contrario a lo que buscamos).

 

Para matrícula de honor...

 

Lleva tu práctica de la generosidad (y, con ello, tu felicidad) a un nivel superior. Ten un pequeño gesto de generosidad con alguien que jamás haya sido generoso contigo. Es todo un reto, pero te reportará un premio de valor incalculable. Quizá acabes viendo que la otra persona se transforma de forma positiva, aunque solo sea un poco. ¿Quién sabe? A lo mejor, descubres que esconde en su interior cualidades maravillosas que no eran demasiado visibles.

Recibir es dar

Hemos visto la mitad de la ecuación. Dar con generosidad es muy importante, no obstante, el fluir natural del universo necesita que, además de dar, estés dispuesto a recibir. Si te niegas a recibir, bloquearás a otras personas que quieren ser generosas contigo. ¡No les hagas eso, te opondrías al fluir natural del universo y su unidad! Veamos cómo recibir correctamente en tu vida cotidiana.

No cierres la puerta a recibir, pero tampoco te pases

El ego te engaña con diversas ideas irreales para llevarte a los extremos. Puede convencerte de que recibir no merece la pena o convertirte en un adicto a recibir, para que siempre creas que deberías recibir mucho más. Ésos son los extremos del apego y la aversión, en los que no debes caer, ya que hacen sufrir.

Por ejemplo, uno de los trucos del ego (basado en la aversión a recibir) consiste en ponerte en un compromiso. Es decir, si aceptas lo que te dan ahora, crees que tendrás que responder más tarde dando lo mismo o más, y eso es un compromiso... Por ello, prefieres no recibir para evitar esa responsabilidad. Si lo haces, el ego te habrá ganado otro tanto, utilizando (como siempre) algo irreal. En la mayoría de las ocasiones, ese compromiso no existe.

Como siempre, lo correcto es situarse en el término medio. No se trata de cerrar la puerta por completo a recibir (aversión), ni pasarse el día buscando la forma de recibir cada vez más (apego). Siempre que sea posible, no dudes en recibir con gratitud, pero recuerda que hay ocasiones en las que no conviene hacerlo, y nadie mejor que tú las podrá identificar.

Por ejemplo, quien te ofrece algo, podría hacerlo de manera interesada. Sí, ya sé que suena raro que alguien pueda darte algo por conveniencia, pero en realidad esa situación existe, y es más frecuente de lo que me gustaría admitir. Cuando ocurre, la otra persona te da pensando en que le devuelvas el favor más tarde, por lo cual hay un interés propio. Es fácil que más tarde esa persona te recuerde que le debes un favor. En esos casos, lo correcto es evitar esa oferta: sal del paso como puedas, de forma diplomática y sin herir a la otra persona.

Pero si la persona que te entrega algo lo hace de corazón, sin esperar nada a cambio, lo sabrás de inmediato. No te costará aceptarlo, ni te sentirás comprometido a devolver el favor, puesto que eso es algo que sucederá de la forma más natural del mundo, sin que te cueste esfuerzos ni complicaciones.

Como puedes apreciar, al recibir también se trata de buscar el término medio. No tienes que recibirlo todo, ni cerrar la puerta a quienes quieren ser generosos contigo. De nuevo, nadie está mejor preparado que tú para saber en qué casos merece la pena recibir y en qué ocasiones es más sabio evitarlo.

Cuando recibes correctamente, das

Cuando hablo de recibir no me refiero a hacerlo de cualquier manera. Para que recibir sea equivalente a dar, es necesario hacerlo con auténtica gratitud. Si es así, lo que transmitirás a la otra persona es el mejor agradecimiento del mundo. Estarás dándole más de lo que podrías imaginar. Cuando una persona da con generosidad y otra recibe con gratitud, se produce un increíble vínculo de interconexión entre personas, a través del cual comparten la conexión con la felicidad.

Cuando tu gratitud es sincera, no te cuesta transmitirla a la otra persona. Pero, si tienes dudas, ¡que no te tiemble el pulso! Haz uso de la palabra mágica: «gracias».

Si esa palabra no se encuentra demasiado integrada en tu vocabulario, te recomiendo hacer un esfuerzo consciente por lograrlo. Al principio te sentirás un poco raro, pero no tardará en formar parte de tu habla cotidiana. No temas dar las gracias incluso por las pequeñas cosas. El efecto que produce en otras personas es enorme y muy positivo.

anecdota.pngRecuerdo una ocasión en la que tenía que ir a una conocida tienda a presentar un libro que acababa de publicar. El técnico de sonido e imagen me recibió y me ayudó a conectar mi ordenador, probar el sonido, etc. Era obvio que estaba acostumbrado a que lo ignoran, sin dar importancia a su trabajo. Lo reflejaba su rostro, su forma de mirar, sus gestos, su manera de hablar, etc. Pero para mí su labor era esencial, y contribuía al éxito de todos los eventos que se celebraban en esa sala. Si quería hacer una buena presentación, necesitaba que el sonido funcionara a la perfección, que mis transparencias se proyectaran correctamente en pantalla, etc.

Cuando me ayudó a conectarlo todo, le di las gracias. Su cara reflejó un gran asombro. Estaba claro que no acostumbraban a darle las gracias por su trabajo. No pudo evitar sonreír. Yo le mostré mi agradecimiento sincero, y él me transmitió el suyo de inmediato. Desde ese momento se volcó en conseguir que mi presentación fuera un éxito, y su expresión transmitía un entusiasmo que antes no se veía en su cara.

Un compañero del técnico me dijo que no solía quedarse para asegurarse de que todo estaba en orden durante una presentación, era la primera vez que le había visto hacerlo.

Ahí tuve una prueba más de que «gracias» es una palabra mágica.

Lleva la gratitud a tu vida cotidiana

Para desarrollar la sana cualidad de la gratitud sincera, el principio es el mismo que en el caso de la generosidad. Se trata de practicar la gratitud en tu vida cotidiana, con lo cual cada vez se integrará más en ella, hasta convertirse en algo natural, que no te cuesta esfuerzo alguno.

Para dar algo, primero hay que tenerlo. O lo que es lo mismo, no se puede dar lo que no se tiene. Así que para transmitir gratitud, primero tienes que sentirla, y debe ser sincera. Te recomiendo adoptar la sana costumbre de dedicar dos minutos cada mañana (cuando te despiertes) a pensar en algo por lo que te sientas profundamente agradecido, y llegar a sentirlo. Puedes encontrar más detalles sobre este ejercicio en el capítulo 16. Al principio quizá te sientas un tanto forzado, y es normal, pero no te preocupes, cambiará si lo practicas cada día.

Conforme aprendas a sentir gratitud, cada vez te resultará más fácil transmitirla. Comprométete a expresar gratitud al menos cinco veces al día. Te recomiendo crear tu propio diario de la gratitud para anotar allí tus experiencias cotidianas. ¡Los resultados te asombrarán! Cada vez te resultará más natural transmitir agradecimiento. Como ocurría con la generosidad, te aconsejo que no te compares con otras personas para transmitir gratitud (aunque inspirarte en un buen ejemplo siempre es bueno, por supuesto, pero no se trata de competir ni imitar).

Y recuerda que la palabra mágica (gracias) te ofrecerá resultados asombrosos, pero hay que usarla con sinceridad y con sentido común, sobre todo en cuanto a la frecuencia. Si te pasas el día dando las gracias a una misma persona, acabarás siendo un tanto plasta, y los efectos del agradecimiento perderán su poder.

Por cierto, qué mejor parte de este libro que esta para darte las gracias de todo corazón por llevar estos consejos a la práctica, mejorar tu vida, y hacer de este mundo un lugar mejor. ¡Gracias a ti!

 

Formas de transmitir gratitud

 

Cuando experimentas gratitud sincera, es natural que sientas ganas de transmitirla a la otra persona (o personas). Una forma habitual de lograrlo es a través de un acto de generosidad sincera. La lista de posibles ideas es casi infinita, y el mejor consejero lo encontrarás en tu corazón.

Por ejemplo, estas son algunas formas de mostrar gratitud mediante un acto generoso:

visto.png   Ser ordenado (facilitas el trabajo y la vida de otros seres; «regalas» tiempo y sensaciones agradables).

visto.png   Ser puntual (regalas tiempo a los demás, porque no se lo haces perder).

visto.png   Ser sincero (regalas respeto).

visto.png   Llamar por teléfono, enviar un correo electrónico o quedar con alguien (regalas tus palabras y tu tiempo).

atencion.pngRecuerda que donde digo generosidad me refiero a la auténtica, a la que procede del corazón. No caigas en el error de sentirte obligado a realizar actos generosos (que deseas realizar) como moneda de cambio para pagar por algo maravilloso que han hecho por ti. Si tu agradecimiento es sincero, lo natural es que la generosidad sincera fluya. Sin embargo, si crees que tienes que hacer algo bueno por otra persona para pagarle su generosidad, permíteme invitarte a poner en duda la autenticidad de la gratitud que has sentido.