El chistoso[8]
«No puede haber gracia donde no hay discreción».
(Cervantes, en Don Quijote)
EL PRINCIPAL DEFECTO DEL CHISTOSO es que cree ser la persona más divertida del mundo. Pero raramente lo es. El que se autotitula gracioso es, por lo general, aburrido, frivolo, latoso, inseguro y patoso. La categoría de chistoso sólo la alcanzan aquellos que, aparte de hacerse gracia a sí mismos, ¡consiguen hacer gracia a los demás!
Desde niño, el chistoso ha podido constatar lo alegre que se lo pasa un grupo de personas que ríe a carcajada limpia. Cree, por tanto, que la risa es la clave del éxito social y decide dedicarse a ser gracioso. Como quien decide que es hora de cepillarse los dientes y acostarse. Pero no hay nada peor que el chistoso no espontáneo, falto de naturalidad, escasamente dotado para la chispa, y que ejerce como tal en todo momento y circunstancia: en casa, en el trabajo, en reuniones sociales o profesionales, fiestas y velatorios. Con el chistoso no se puede debatir nada en serio. Él siempre sigue «bromeando» con estúpidas e inoportunas historias. Porque es incapaz de aportar alguna idea o solución a los problemas que la vida o el trabajo plantean. En este sentido, el chistoso es tan inútil ¡como saber el número de botones de la sotana del Papa!
El chistoso, además, no es sensible a sus propias carencias. Desconoce que el humor es algo muy individual, y que su éxito o fracaso depende mucho del clima social, el momento, la oportunidad, la originalidad, el estilo narrativo, y, muchas veces, también de la graduación del vino que se está ingiriendo. El chistoso suelta «gracias» sin pensar y sin apuntar. Esto es, si el comentario es relevante y adecuado a la situación. Porque el chistoso no ha aprendido a usar el sentido del humor. No distingue cuándo es apropiado bromear y cuándo actuar con seriedad. De ahí que, a menudo, someta a los demás indiscriminadamente a bromas pesadas o destructivas, sazonadas de sal gorda a costa de alguien (ausente o no). Por lo general, sobre su obesidad, atributos sexuales, baja estatura, etc. La diferencia es para el chistoso su principal motivo de cuchufleta. Sin saber siquiera si la víctima elegida es amiga del oyente. El chistoso parte de la premisa de que todo es gracioso, ¡siempre que le pase a otro!
Síndrome «Sólo Era Una Broma» (SEUB)
En muchas ocasiones, cuando el chistoso ha escogido como víctima de sus gracias menospreciadoras a sus propios amigos o compañeros de trabajo, tiene la oportunidad de comprobar cómo el rostro del afectado le dedica una mirada de ira que podría atravesarle el corazón. Entonces, en un intento de restar importancia al comentario negativo, el chistoso se apresura inmediatamente a justificar su improcedente conducta bajo el conocido y manoseado pretexto de que ¡sólo era una broma!
En realidad, y de acuerdo con las teorías freudianas, cada chiste o broma encierra una verdadera y oculta intención. La broma de este incomprendido chistoso revela la falta de consideración y respeto que le inspira su víctima. Y, cuando ésta le replique que «su broma no tiene ninguna gracia», el chistoso se pondrá a la defensiva. Tratará de hacer sentir culpable a su propio interlocutor diciéndole que «no tiene sentido del humor». Ahí el chistoso puede agravar definitivamente la situación. Este insoportable e insensible gracioso ignora que hay dos insultos que el ser humano no tolera: ¡Cuando se le dice que no sabe qué es tener problemas o que no tiene sentido del humor!
No es de extrañar, pues, que en la mayoría de ocasiones, sus pretendidamente ingeniosos comentarios sean acogidos con profundo silencio o absoluta frialdad. A cuya reacción el chistoso recurrirá, una y otra vez, a su tópico preferido, preguntando con desdén: ¿Es que no tenéis sentido del humor? A veces se aventurará a explicar de nuevo la clave del comentario o el chiste, porque en su ingenuidad cree que no ha sido bien comprendido. Pero tampoco nadie entenderá su explicación. Así, el chistoso creerá que el problema sigue estando en la falta de perspicacia de su audiencia. No en él. El chistoso tiene un cerebro tan chico ¡que no le cabe la menor duda!
Al chistoso se le descubre enseguida. Su forma de incorporarse a un grupo de personas es, inevitablemente, con la pregunta:
- «¿SABÉIS EL ÚLTIMO CHISTE SOBRE…?»
acompañándola con los inherentes comentarios anticipatorios. Y sin esperar a que los demás respondan, agregará:
- TIENE MUCHA GRACIA…
Posteriormente, tras su relato, anima a la gente a reírse, y él predica con su propio ejemplo. Y lo hace de forma tan estentórea, que pareciera que también es la primera 1vez que él lo escucha. Su repertorio de chistes es limitado, y sus amigos y conocidos están irremisiblemente condenados a escucharlos repetidamente en distintas reuniones a las que el chistoso asiste. No está mal escuchar al loro una vez. ¡El peligro está en que éste se repite demasiado!
Resulta realmente patético comprobar cómo un grupo de personas, que trata de debatir algún interesante tema de conversación, es interrumpido por el chistoso, que considera su obligación moral aportar alegría al colectivo. Sin embargo, la realidad es muy otra. Como quiera que el chistoso, por sus carencias culturales, no puede tomar arte ni parte en el debate, propone la salida más fácil para no sentirse humillado: contar chistes que nadie le ha pedido.
Bajo el chiste protector
¿Por qué actúa así el chistoso?
No hay que sorprenderse de que el chistoso decida serlo. Se trata de un tipo nervioso, inepto, y deseoso de llamar la atención para encubrir su profunda inseguridad personal y social. Emplea sus gracias como arma. Evita así poner en evidencia su falta de cultura, sensibilidad, competencia profesional y habilidad para las relaciones sociales. El chistoso tiene una baja autoestima y ha elegido contar chistes sin parar, especialmente de carácter sexual, o hacer comentarios pseudograciosos sobre otras personas, como una forma de conseguir la aceptación de los demás. Aunque él cree que debe proporcionar a todo el mundo una ración de grosería o inconveniencias para aliviar su aburrimiento. El humor es, efectivamente, una importante medicina para el ser humano. Pero no en manos del chistoso. Porque su estilo no tiene nada que ver con Chesterton ni Woody Alien. Si el chistoso los leyera, con toda seguridad, preguntaría: «¿Dónde está su gracia?»
ESTRATEGIAS DEFENSIVAS
¿Aún no está cansado de soportarse a sí mismo?
¿Qué hacer cuando uno se encuentra ante un insoportable chistoso y el resultado de su T.E.I. no le permite mucho margen de maniobra? Aparte de escapar —la táctica más recomendable—, hay otra forma que puede ayudarle a usted, muy educadamente, a enfrentarse a esta amenaza social. Cuando el chistoso anuncie el argumento de su historia, reaccione del siguiente modo:
- SÍ, ES MUY DIVERTIDO, PERO YA ME LO HAN CONTADO. (Frase que también sirve para justificar por qué usted no se ha reído, si no ha podido evitar que el chistoso concluyera su relato).
Si su grado de tolerancia al chistoso es bajo y no ha podido escapar —ni siquiera a los lavabos— de su radio de influencia, o el chistoso no ha captado el significado de su silencio o de su controlada y fingida sonrisa, usted puede emplear, si su grado de implicación con él no es significativo, la técnica del «encaro directo». Es la más efectiva para deshacerse del chistoso. Le permite hacer ver claramente a este detestable sujeto que usted no lo encuentra divertido y que no está dispuesto a regalar su precioso tiempo escuchando estúpidos cuentos. Manifiésteselo con voz firme y segura. Con toda probabilidad, se librará del chistoso.
Si, por el contrario, el chistoso continúa haciendo comentarios vejatorios sobre alguna persona que usted conoce y aprecia, proceda como con el caso del chismoso. Dígale:
- ESPERA, LLAMARÉ AL INTERESADO PARA QUE SE LO DIGAS A ÉL PERSONALMENTE…
Por último, si el chistoso es alguien que acaba usted de conocer y quiere desembarazarse de él sin más contemplaciones, dedíquele alguna de las siguientes frases de autodefensa:
- MI MADRE SIEMPRE ME DIJO QUE NO DEBÍA HABLAR CON DESCONOCIDOS. ¡AHORA SÉ POR QUÉ!
- ¿AÚN NO ESTÁ CANSADO DE SOPORTARSE A SÍ MISMO?