El metepatas[3]
«No es lo que va a su boca lo que deshonra al hombre, sino lo que viene de ella».
(Nuevo Testamento)
TODO EL MUNDO TIENE DERECHO a meter la pata. Nadie está inmunizado contra ello. Ejemplos de planchazos y errores están presentes en mayor o menor medida en la biografía de todos nosotros. Más aún: El error es, seguramente, el rasgo que nos distingue a los humanos de todo lo demás. Pero la inteligencia consiste en no sobrepasar la media tolerada que pudiera ubicarnos en un sospechoso lugar de la clasificación del cociente intelectual. El metepatas, sin embargo, es uno de estos especímenes que rebasa esta media con creces. Absolutamente inconsciente, el metepatas emite con pasmosa frecuencia comentarios inadecuados o actúa de la manera más inoportuna posible. Tanto en situaciones intrascendentes como en las más serias. El metepatas es ese que no aguanta las carcajadas en un funeral y que, al dar el pésame, dice: ¡Felicidades! ¡Es como si andará siempre sobre una piel de plátano que le hace perder el equilibrio!
Vergüenza ajena
Sus salidas de tono son recibidas, obviamente, con sorpresa y profundo silencio. Los afectados se cruzan miradas llenas de perplejidad. Y cuando éstos relatan posteriormente el incidente a alguien de su confianza sólo despiertan incredulidad:
«¡¿CÓMO PUDO DECIR ESO?!».
¿Qué extraña capacidad de asunción hace situar a los demás en el lugar del metepatas y sentir lo que éste debiera?
Orinando fuera del tiesto
Aunque los pasos en falso que el metepatas da pueden ser a veces fatales o muy difíciles de reparar, a continuación se relacionan algunos de los más corrientes con los que se le puede identificar:
- CONFUNDE A UNO DE LOS MIEMBROS DE UN MATRIMONIO (ESPOSA O MARIDO) POR SU HIJA O HIJO.
- SACA A COLACIÓN INMEDIATAMENTE Y EN PÚBLICO UN ASUNTO QUE SE LE TRANSMITIÓ COMO SECRETO O CONFIDENCIAL.
- PISA, CHOCA O PRODUCE LESIONES A LOS DEMÁS POR LA ESCASA ATENCIÓN QUE PONE EN TODO LO QUE HACE.
- TRANSMITE UN CHISMORREO QUE CIRCULA SOBRE ALGUNA PERSONA… ¡A LA PROPIA PERSONA!
- HACE CAER ALGO (BEBIDAS, OBJETOS, ETC.) SOBRE ALGUIEN (A VECES REITERADAMENTE SOBRE LA MISMA PERSONA).
- LLAMA A ALGUIEN QUE CONOCE PERFECTAMENTE POR OTRO NOMBRE EQUIVOCADO.
- SE VISTE DE FORMA ABSOLUTAMENTE INAPROPIADA PARA ASISTIR A UNA FIESTA.
- DESEA, VERBALMENTE O POR ESCRITO, QUE ALGUIEN PASE UNAS «FELICES FIESTAS DE NAVIDAD DE AÑO NUEVO» CUANDO ACABA DE FALLECER UNO DE SUS SERES MÁS QUERIDOS.
- PRESENTA A OTRAS PERSONAS A ALGUIEN CUYO NOMBRE HA OLVIDADO POR COMPLETO.
- DICE AL ANFITRIÓN DE LA FIESTA A LA QUE SE LE HA INVITADO QUE HA ACUDIDO A ELLA PORQUE «NO TENÍA OTRA COSA QUE HACER».
- REGALA A ALGUIEN ALGO INSTÁNDOLO A QUE LO ACEPTE PORQUE, DE CUALQUIER FORMA, «IBA A ARROJARLO A LA BASURA».
- REFIERE AL ENFERMO DE CÁNCER O CUALQUIER OTRA GRAVE ENFERMEDAD NO LAS POSIBILIDADES ESTADÍSTICAS QUE TIENE DE SALVARSE, ¡SINO DE MORIRSE!
- A UNA AMIGA A LA QUE NO VE HACE TIEMPO Y HA ENGORDADO OSTENSIBLEMENTE LE PREGUNTA: «¿PARA CUÁNDO ESPERAS EL NIÑO», O «¿NO SABÍA QUE ESTABAS EMBARAZADA».
- PREGUNTA A LA ACOMPAÑANTE DE UN VIEJO AMIGO: «¿QUÉ FUE DE AQUELLA RUBIA DELGADUCHA Y SIN GRACIA CON LA QUE ESTUVO CASADA TU MARIDO?» (SIN ADVERTIR QUE A MENUDO LAS MUJERES SE TIÑEN EL PELO).
¡Para el metepatas más vale cometer un planchazo que estar callado!
El metepatas crea situaciones embarazosas y peligrosas para todas las personas que lo tratan. Porque no tiene en cuenta los sentimientos de los demás y carece, además, de gracia social. Suele ser un inculto parlanchín, sin elegancia ni estilo. Pero con un «no sé qué» que repele a todo el mundo. El metepatas no es consciente de las palabras que selecciona en el flujo de su conversación hasta que ya las ha pronunciado. No sabe lo que piensa hasta que lo dice. Pero ahí ya es demasiado tarde. La palabra o el deseo inconsciente del metepatas irrumpe en su conducta sin que éste pueda controlarlos. Es una reacción completamente contraria a lo socialmente esperable y que cualquier persona «normal» sabría reprimirla si se le pasara por la mente. Pero el metepatas carece de esa falta de atención a causa de su fuerte intención inconsciente y hace o dice lo que realmente desea. ¡No piensa! Parece que la única actividad del metepatas en la vida es respirar. ¡No sabe hacer las dos cosas a la vez!
El metepatas no tiene un área específica de actuación, pero es especialmente distinguible en las fiestas. En ellas tiene una predilección hacia la grosería. Por lo general, con aquellas personas a las que, precisamente, quiere demostrar simpatía. A la anfitriona puede dirigirle, por ejemplo, atenciones como:
«ANTE INVITACIONES COMO ÉSTA YO NUNCA PROTESTO, POR MUY MALA QUE SEA LA COMIDA».
O tratando de entusiasmar a otros invitados con toscos o improcedentes comentarios que a él se le antojan precisamente graciosos. Pero es que la idea que el metepatas tiene del humor es como la de echar mierda a un ventilador…
En su relación familiar, el metepatas ofende a menudo a sus allegados con expresiones inadecuadas y generalizadoras. Si éstos se irritan, el metepatas recurre a la tópica justificación contenida en el síndrome S.E.U.B. («Sólo era una broma…»). Excusa inaceptable porque, entre los distintos miembros de una familia, todos se conocen entre sí lo suficiente para saber qué molesta a unos y a otros. Pero el metepatas es un inconsciente. No es que no tenga consciente. Pero la mayor parte del tiempo lo mantiene inoperante, inactivo. ¡Su cerebro debería tener derecho al subsidio de desempleo!
Por otro lado, en el trabajo comete error tras error en los cometidos que se le asignan, y dice inconveniencias a sus jefes y compañeros de trabajo. Hasta que lo despiden. Lo lamentable es que, cuando esto ocurre, el metepatas nunca consigue saber cuál es su problema. Curiosamente, algunos metepatas son eficaces en su trabajo, cuando éstos son absolutamente rutinarios o exentos de tomas de decisión personales. Pero continúan siendo unos ineptos sociales fuera de su trabajo. Su constante propensión a meter la pata tal vez convirtiera a este insoportable inconsciente ¡en el trabajador ideal para pisar uva en el lagar!
Hablar sin pensar
¿Por qué actúa así el metepatas?
Freud se interesó por el origen de los planchazos para descubrir la verdadera intención de la persona en su famoso análisis sobre los lapsus. Pero el conocimiento que actualmente se tiene de cómo nuestro cerebro procesa la información, permite hoy ampliar las interpretaciones. Modernas teorías se inclinan a comparar el funcionamiento de la mente con el de un complejísimo ordenador. Así, mientras se procesa la información puede ocurrir que algún dato se extravíe.
Es cierto que las personas «conscientes» se comportan en gran medida «inconscientemente». Es decir, automática o rutinariamente. Programadas mediante esquemas preestablecidos. Pero en cualquier momento pueden volver a tomar el control del proceso, esto es, hacer las cosas conscientemente. Sin embargo, el metepatas desarrolla la mayor parte de su actuación inconscientemente, dando rienda suelta a cuanto se le ocurre, sin filtrarlo por su consciente. Es un ente pueril, sin evolucionar socialmente, y con un cociente de inteligencia bajo, que dice y hace cosas inoportunas que hieren o trastornan a los que lo acompañan, por lo inesperado de sus acciones. No piensa. O piensa siempre en otra cosa mientras habla. Por lo general, el metepatas no quiere herir ni molestar a nadie. Pero es insensible a los sentimientos de los demás. A veces, lo único que pretende es saber algo más de una persona. Pero le falta habilidad social para preguntar o comentar. ¡Hacer el ridículo es gratis!
ESTRATEGIAS DEFENSIVAS
No enseñe a cantar a un cerdo: perderá su tiempo y aburrirá al cerdo
No se conocen técnicas completamente efectivas para tratar de modificar la conducta del metepatas. Como se ha apuntado anteriormente, ésta se rige por complejos e intrincados mecanismos inconscientes difíciles de investigar. Por si esto fuera poco, en la mayoría de casos, el metepatas repite una y otra vez sus planchazos a lo largo de los años y parece rehusar cuantas reflexiones al respecto se le puedan hacer.
Cuando el metepatas crea alguna situación embarazosa y alguien le hace ser consciente de su paso en falso, tiene, aparentemente, una reacción sensible. Quisiera que la tierra se lo tragara, y hasta puede sentirse el tipo más estúpido del mundo. Pero el metepatas es de las típicas personas que no aprenden de sus errores. Es inasequible al desaliento. Por tanto, la mejor opción es reducir, en la medida que a usted le sea posible, el trato con el metepatas. (¡Ojalá que el resultado de su T.E.I. se lo permita!) No sólo le desprestigia tenerlo como amigo, sino que usted mismo puede ser también víctima de sus ofensivos o molestos comentarios.
Es saludable discriminar a gente que afecta negativamente a su bienestar y a sus relaciones sociales. Especialmente si aquélla tiene escasas posibilidades de reformar su conducta. No hay que olvidar que el metepatas adolece de alguna deficiencia en su proceso mental asociado al habla (¡si la actividad cerebral tuviera que pagar impuestos, él estaría exento!). Un esfuerzo con él —no tratándose de un profesional de la psicología— equivaldría a obtener el mismo resultado que anticipa el proverbio americano con que se titula este párrafo.
Usted no tiene por qué acoger en su círculo de amistades al metepatas. Si usted respeta este principio, sobrellevará mejor a la gente insoportable que se vaya encontrando en la vida. ¡Hay que tener claro con quién no debe intercambiar su tarjeta de visita!