El pedante[1]

«Si no puedo presumir de saber algo, presumo de no saberlo. El caso es presumir».

R. W. EMERSON

LA ABUNDANCIA DE ELEVADOS conocimientos que da la impresión de poseer el pedante impide que cualquier conversación siga su curso normal. Él la desvía siempre hacia lo divino y lo humano hasta quedarse solo. A esta engreída e insoportable criatura no sólo le gusta dominar el diálogo, sino impresionar a la audiencia con su erudición. Con su pseudoacadémica actitud, trata de conseguir que las personas que lo rodean se sientan estúpidas, incultas y, por supuesto, inferiores a él. Pero, lamentablemente, el pedante logra mucho más que eso: provoca, además, dolores de cabeza, hastío, rechazo social y un aburrimiento hasta la náusea. Por tanto, resulta difícil relacionarse con él. El pedante es pretencioso, ególatra, sentencioso, arrogante y vano. Su engreimiento está basado en hacer un permanente alarde de erudición que casi nunca posee. ¡Tiene la cultura adherida al cerebro con un clip!

Discurso profuso, difuso y confuso

¿Cómo actúa el pedante? Conviene extenderse en este aspecto para que usted conozca los máximos detalles y evitar así que le atrape en sus redes. Ante todo, el pedante elige muy bien las palabras. Considera importante hablar de acuerdo con los preceptos gramaticales más ortodoxos. Aunque, paradójicamente, le guste abusar de innecesarios neologismos, tecnicismos y palabras poco comunes. Pero lo que más destaca de este busto parlante es su tendencia a incorporar conceptos psicoanalíticos, semióticos y filosóficos a cualquier tema de conversación. El lenguaje ininteligible y críptico que usa el pedante es como los rizos de celofán y el lazo de cinta azul con que se envuelven las cestas de Navidad. ¡Despojadas de su estética envoltura se quedan en nada!

Su forma de expresarse es, pues, excesivamente retórica. Pero él siente una hemorragia de placer cada vez que abre la boca:

El pedante no dice palabras vulgares como: Él dice:
BUENO
MALO
RARO
FALTA GRAVE
AGUA
Enteramente positivo
Enteramente negativo
Absolutamente impropio
Lastimoso error
H2O

Asimismo, compone frases de apariencia intelectualoide como:

  • «LA INFORMACIÓN ES LA MAGNITUD FUNDAMENTAL DE LA VIDA HUMANA».

Estas frases pueden no tener relación alguna con el tema que se está tratando, pero el pedante tiene la suficiente habilidad para insertarlas «adecuadamente». Su lectura preferida (y secreta) es de libros del estilo del siguiente:

«PENSANDO CON LOS PIES»,
de M. K. Woodall

(CÓMO RESPONDER PREGUNTAS BRILLANTEMENTE TANTO SI USTED CONOCE O NO LA RESPUESTA.)

¡Descubra un tesoro de estrategias para dar lustre a sus intervenciones!

Su orgiástica retórica está orientada a deslumbrar a sus contertulios y demostrarles que el único erudito en muchos kilómetros a la redonda es él. Se escucha a sí mismo. Su propio sonido le gusta más que la música de Bach. Si el pedante es profesional liberal, nunca se apea de su jerga especializada. Su incomprensible terminología lleva, al menos, un mensaje comprensible a su sufrida audiencia: «¡Entérate bien de quién soy y de lo que valgo». Porque una de las primeras premisas de la actuación del pedante es que los demás se enteren cuanto antes «con quién están hablando». En este sentido, el pedante es ese tipo que le cuenta a su psicoanalista que odia ir a la playa: «En bañador, ¿¡cómo sabe la gente que soy abogado!».

Asimismo, en sus conversaciones, el pedante refuerza sus comentarios asociándolos a personas prominentes o de alto rango social. Deja caer sus nombres a fin de sentirse relevante. El pedante no se trata con pequeñeces, ¡salvo cuando descubre un mosquito en su habitación! Su biografía está llena de datos (a menudo falsos o robados de la biografía de un amigo) que le confieren un cierto carisma ante los demás:

  • HA REALIZADO SEMINARIOS DE PSICOANÁLISIS.
  • VIVIÓ EL MAYO DEL 68 EN PARÍS.
  • HA HECHO TEATRO INDEPENDIENTE.
  • LEE A WODEHOUSE.
  • ES AMIGO DE ALGUNA CELEBRIDAD.

Otra forma de impresionar a sus víctimas es hablar poco, con aplomo, y esporádicamente. Sentenciando cada vez que lo hace. Con frases cortas o monosílabos estratégicos. A veces, ni siquiera participa en el diálogo. Mirando de forma reflexiva y profunda a los demás, le basta ese gesto para situarse por encima de todos.

No desciende a intervenir cuando los diálogos no están a la altura de su cátedra. En este caso, ni siquiera mira al interviniente. Hace que piensa o se distrae restando importancia a lo que los demás dicen. Y no se va con la música a otra parte, porque quiere demostrar que él es un tipo educado. Lo principal para el pedante es, como para el torero, mantener la pose. Después de todo, lo verdaderamente importante no es saber, sino aparentar que se sabe. Su obsesión es dar siempre la imagen de una persona cultivada. ¡Sólo le falta que le salga el perejil por las orejas!

Cómo hablar con erudición de todo a cualquiera

El pedante es un oportunista de la información. Antes de emprender un viaje a un país extranjero, por ejemplo, se empapa de datos históricos, sociales, culturales y populares muy precisos acerca del lugar de destino. No para ampliar su saber, sino para presumir ante el grupo de acompañantes de sus vastos conocimientos. Este truco le sirve, además, para poner en aprietos al guía turístico con preguntas comprometidas que el propio pedante se encarga de responder hábilmente cuando aquél confiesa su limitación cultural.

Esta táctica la extiende a cualquier otra materia (el pedante es primo hermano del sabelotodo). Para hablar con erudición de cualquier tema no devora ningún diccionario ni textos especializados. Le basta hojearlos y utilizar algunos nombres y conceptos de cada especialidad, que caen fuera del vocabulario del hombre de la calle. En la tabla que figura a continuación se citan algunos ejemplos que el pedante utiliza en algunas materias. Le servirá a usted para identificar a este aborrecible ser:

TODO LO QUE EL PEDANTE NECESITA SABER PARA DÁRSELAS DE ERUDITO

ARTE

Asegura que ya no existen vanguardias porque no tolera a Piero Manzoni, y dice que quien no ha leído a John Berger no sabe mirar una obra de arte.

MÚSICA

Su frase preferida es: «La quinta siempre es la quinta». Cita a Furtwängler y Carlos Kleiber. Habla del «rubato» o el «obligato» con la misma familiaridad con que habla de pasta italiana. Nunca se olvida de comentar algo del Diccionario Oxford de la Música.

SEXO

Nunca dice que alguien está salido. Afirma con solemnidad que tiene «una libido alta». Menciona siempre a Kinsey, Master y Johnson y Shere Hite.

TEATRO

Habla siempre de los últimos estrenos en Londres y Nueva York, y cita a Stanislawsky y Strassberg como quien da la hora.

CABALLOS

Los orígenes de cualquier caballo no tienen secretos para él. Su padre era higline y su madre filform. Y lo pronuncia como si estuviera comiendo alfalfa.

GASTRONOMÍA

Exige que la carne no se la sirvan en plato de barro, y habla del vino, el coupage, el bouquet y petillant con acento de la Sorbona. Como si se estuviera aclarando la garganta.

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No se le traba la lengua afirmando que: «El rough del story deja constancia del nivel de calidad de un casting».

ECOLOGÍA

Se conoce los títulos (sólo eso) de los libros más carismáticos para los expertos: Los de D. Meadows y F. Cairncross.

TENIS

Los golpes de los tenistas jamás los pronuncia en español. Al globo le llama lob, al de derecha, drive, y a la dejada, dropshout. Y su electo preferido es el slice.

PARAPSICOLOGÍA

Nunca habla de «cosas raras», sino de fenómenos psi-gamma, psi-kappa, poltergeist, ESP, Zenner, etc. Y cita, como si comiera con ellos todos los días, a Richet, Tenhaeff, Bender, Targ y Puthoff.

Un actor de clase… ¡baja!

¿Por qué actúa así el pedante?

El pedante es un ser inseguro y tan frágil como la cáscara de un huevo. Tiene una baja autoestima que trata de elevar representando un papel que despierte la admiración entre los demás. Se complace, pues, en hacer alarde de una erudición que, de hecho, no posee. Persigue con ello parecer más importante de lo que realmente él se siente. El pedante tiene un ego que necesita ser alimentado. Si no fuera así, este acomplejado vocero de la cultura enfermaría o se convertiría en un maniático más insoportable aún.

Pero su actitud surte, entre la gente que lo trata, los efectos contrarios que él persigue (salvo en algún iluso). Es tanto su egoísmo concentrado en esa representación teatral, que los que lo rodean se sienten ignorados, menospreciados y hasta ignorantes, si no pueden eludir su presencia. Porque el pedante apenas considera sus puntos de vista. Monopoliza la atención. Mira a los demás por encima del hombro. Y toda su gesticulación da muestras inequívocas de sus aires de superioridad. Lo que pone en evidencia su inferioridad.

ESTRATEGIAS DEFENSIVAS

Cuatro formas de cargarse la «cultura»

Como se ha puesto ya de manifiesto, el pedante es un insoportable farsante que se le atraganta a casi todas las personas que lo tratan. Pero usted dispone de cuatro tácticas para desembarazarse de tan pesada carga, que puede elegir en función de los indicadores de su T. E. I:

1. Relajación.— Si los alardes culturales del pedante están acabando con su paciencia, usted puede optar por la relajación como primera medida, siguiendo estos cuatro pasos:

  1. Cierre sus ojos y respire profundamente varias veces. Libere el aire profundamente de su abdomen, de forma que su diafragma pueda extenderse y relajarse.
  2. Relaje su cuerpo. Elimine toda tensión en sus piernas, brazos, cara, cuello, hombros, etcétera.
  3. En cuanto sienta su cuerpo deprimido, libere a continuación su mente y desconecte del pedante, manteniéndose emocionalmente distanciado. Ocúpela con cualquier cosa. ¡No reprima ninguna fantasía!

2. Escapada.— Como en el caso del aburrido, y de la misma forma que se explica en su correspondiente capítulo, ésta es otra de las opciones que le permiten evitar al pedante.

3. Humor.— Escuche lo que el pedante dice con mucha atención. Pídale más explicaciones y aclaraciones sobre su disertación. Estimúlelo con tantas ideas como a usted se le ocurran. Dígale que su conversación es «excitante» e «irresistible» y que está convencido de que la gente con la que él trata se volverá loca al adquirir tantos conocimientos a su lado. Finalmente, felicítelo. Dígale que ha estado sensacional, ¡tan ambiguo como un político!

4. Encaro directo.— Si sus intereses emocionales o profesionales con el pedante no son especialmente significativos, usted puede optar por desvincularse de él mediante la estrategia del encaro directo. Déle a entender claramente que no lo toma en serio. Esto puede hacer comprender al pedante lo ridículo de su postura. Al menos, respecto a usted. El pedante, probablemente, se irritará por su actitud y tratará de apabullarlo con más y mejor artillería cultural. Si éste no le concede a usted tiempo suficiente para expresar sus argumentos, ignórelo o aléjese de él.