El criticón
«Sólo el débil es cruel. La gentileza sólo puede esperarse del fuerte».
LEO BUSCAGLIA
LO IMPORTANTE NO ES LA REALIDAD, «sino la interpretación que yo hago de ella». Así de esencial considera el criticón su juicio. Este insoportable juzgador cree tener el manual perfecto que describe cómo debe hacer las cosas la gente que está a su alrededor. El criticón ha de advertirle en qué está usted equivocado para que él pueda sentirse bien. Es un implacable censurador del quehacer ajeno. Con una frase, un gesto o un insulto desaprueba todo lo que no se ajuste a sus normas, criterios y prejuicios personales. Y lo hace directamente a la cara, descalificando a los demás hasta convencerlos de que son unos estúpidos o incompetentes. Se instala por encima de todos, subido a un imaginario pedestal, del que pocos se atreven a derribarlo. Es obvio que se dedica a la crítica sistemática de los que actúan, porque él no hace nada. El criticón es alguien que evita hacer cosas para observar cómo las hacen los demás y luego censurarlas. ¡Es como un excelente conductor de asiento trasero: ¡sabe muy bien adónde hay que ir, pero no tiene ni idea de conducir!
El criticón es un tipo enormemente tóxico. Es más venenoso para la salud psicológica de quienes lo tratan que casi cualquier enfermedad. Porque está ocupado exclusivamente en socavar la autoestima de los demás cada día de su vida. Su voz es tan insidiosa e infiltrante que, muchas veces, sus víctimas nunca llegan a ser muy conscientes de sus devastadores efectos hasta que ya es demasiado tarde. Una muestra de su influencia es que a menudo el criticón parece tener más poder y control sobre sus víctimas que ellas mismas. El criticón es ofensivo, intimidador y sentencioso. Es una especie de chacal que, con cada ataque, debilita y rompe cualquier buen sentimiento que usted pueda hacer sobre sí mismo. Sin embargo, el criticón es una persona libre de prejuicios: ¡Critica a todos por igual!
El evangelio según el diablo
El criticón es capaz de convencer a sus amigos de que son aburridos, estúpidos o imbéciles, con argumentos que, aunque les duela, parecen razonables y justificados a sus víctimas. Hasta ellas mismas los suscribirían. Y los remata con frases exageradas y generalizadoras:
- «SIEMPRE DICES ESTUPIDECES».
- «NUNCA TERMINAS NADA A TIEMPO».
- «SIEMPRE ACABAS ESTROPEANDO UNA RELACIÓN».
- «¿CÓMO PUDISTE HACER ESO? ¡YO NUNCA HARÍA UNA COSA ASÍ!».
- «¿PERO QUÉ CLASE DE HOMBRE ERES? ¿ES QUE NO TIENES AGALLAS».
- «¿HAS VISTO A ALGUNA MUJER COMPORTARSE COMO TÚ LO HACES».
Nadie puede hacer nada correctamente teniendo cerca al criticón. Con él uno siempre se siente incómodo. Constantemente hace advertencias, comentarios negativos y acusaciones. Y si no puede recriminarle nada en el momento, echa mano de su archivo para mostrarle algún fallo en el pasado, que a usted le recuerda otro, y otro más. Esto le forma una larga y dolorosa cadena de asociaciones que le dejan a usted moralmente hundido. Porque el criticón jamás le recuerda sus logros o éxitos. Sólo es capaz de advertir los defectos de los demás. En su afán criticador no respeta ni a sus padres. Tal vez se pregunte: ¿cómo se puede respetar a unos padres que echaron al mundo un tipo así?
El criticón juega con muchas armas. Entre las más efectivas están las normas y los valores con los que, según él, se debe vivir. Le encanta aleccionarlo sobre por qué no debió usted comportarse como lo hizo. Tiene una fácil predisposición a endosarle magistrales conferencias morales basadas en su propio evangelio. Cómo usted debe pensar, sentir y actuar. Acostumbra, pues, a manipularlo con «debes»:
- «UN MATRIMONIO “DEBE” SER PARA TODA LA VIDA» (le advierte su fallo después del divorcio).
- «UN HOMBRE ÍNTEGRO “DEBE” SER CAPAZ DE MANTENER A SU FAMILIA» (se lo dice cuando usted acaba de ser despedido de su empleo y se queda en el paro).
- «EN LOS NEGOCIOS “DEBE” UNO SABER DÓNDE SE METE…» (le aconseja después de que usted le acaba de confesar que lo han estafado).
- «NO “DEBÍAS” DE HABERTE OPERADO. ESTABAS MÁS SEXY ANTES» (se lo advierte después de que usted se ha hecho la cirugía estética).
- «LA FAMILIA “DEBE” FUNCIONAR ASÍ» (cuando descubre que en ella hay un hábito con el que no comulga).
El criticón intenta que usted haga las cosas como él quiere. Pero son sus «debes», ¡no los de usted!
Este incansable crítico usa, como se puede apreciar, conceptos distorsionados de la misma manera que un atracador emplea la pistola. Pero parece un policía frustrado del comportamiento ajeno, que no puede callar el resultado de sus indagaciones comparativas. Su hipótesis de trabajo es que «nadie hace nada bien» y ahí está él para corregirlos. Pero el criticón no se limita a buscar el lado negativo de los aspectos conductuales más importantes de la vida de los demás. También hace lo mismo con asuntos tan insignificantes como lo que uno elige para comer, beber, leer o entretenerse. Disfruta minimizando y ridiculizando cualquier cosa que usted diga o haga. El caso es mantener a sus víctimas en un permanente estado de inseguridad. El criticón es sádico y persigue que se cumpla su principal objetivo: «Yo estoy bien, tú no».
La Abyección como fórmula de sobrevivencia
¿Por qué actúa así el criticón?
El criticón se comporta de manera tan abyecta para ganar poder y control sobre usted. Ataca para hacerse valer. Cree que su obligación es encontrar algo erróneo en la conducta de los demás y lo manifiesta en tono negativo y ofensivo. Ello refleja el constante estado de insatisfacción en el que vive este detestable juez.
El criticón exige la perfección a los otros porque vive frustrado por su incapacidad de hacer cosas por sí mismo. De ahí que invalide gratuitamente cualquier actividad ajena, poniendo en evidencia su propia inoperancia. El ataque sistemático a los demás desvía la atención de su insuficiencia. Pero su táctica le da muchas veces buenos dividendos: hace que los demás aparezcan equivocados, lo que le sirve para mantener la supremacía en sus relaciones personales. ¡Caiga quien caiga!
ESTRATEGIAS DEFENSIVAS
Pedagogía del Despellejador
La crítica es un arma de doble filo. Puede ser constructiva si se usa exclusivamente para mejorar. No para ofender. Pero puede ser destructiva si se emplea para rebajar la autoestima y hacer sentir mal al criticado. Éste es, lamentablemente, el objetivo de la mayoría de insoportables. Vigile usted de quién depende para su autoestima. Si depende del criticón, éste se irá apoderando de usted, paso a paso, hasta que esté totalmente bajo su control. Si su T.E.I. no le permite desvincularse de él, podría usted acabar generando alguna enfermedad psicosomática. Conviene, por tanto, que adopte alguna táctica.
Como primera medida, utilice una táctica amable tratando de detener los avances del criticón. Dígale claramente que usted hace, precisamente, lo que usted cree que debe hacer, y que la forma en que usted decide comportarse no tiene por qué coincidir con la suya. Subraye que usted es el único que decide qué es lo apropiado o no para usted mismo. Si el criticón persiste en corregir su conducta con comentarios negativos y usted no puede, o no es capaz de desconectarse de él, limite su relación a lo imprescindible. De esta manera, el criticón no tendrá demasiadas oportunidades de ejercer su afición favorita. Con todo, usted puede sacar algo positivo de este espécimen:
Cómo aprovecharse del criticón utilizándolo como recurso
Cuando esté sometido a la crítica, usted puede aceptar aquella parte de la misma que le puede ser útil, escuchándola con atención, y siguiendo estos pasos:
DEJE TERMINAR DE HABLAR AL CRITICÓN, NO LO INTERRUMPA AUNQUE DUDE DE LO QUE DICE.
NO ANALICE LOS MOTIVOS POR LOS QUE ÉL LO CRITICA. ESTO SERÍA UNA MANERA DE EXCUSARLO.
TANTO SI USTED ESTÁ DE ACUERDO CON SU CRÍTICA COMO SI NO, REPÍTALA CON SUS MISMAS PALABRAS, PARA QUE EL CRITICÓN SE DÉ CUENTA DE QUE LA HA ENTENDIDO, AL TIEMPO QUE LE MUESTRA SU DESAGRADO.
NO PERMITA QUE LA CRÍTICA AFECTE A SU AUTOESTIMA, PERO RECOJA DE ELLA —SI LA TIENE— ALGUNA ENSEÑANZA PRÁCTICA.
USTED NO ES RESPONSABLE DE LO QUE ES, ¡SÓLO DE LO QUE HACE!
Encaro directo
Si usted puede prescindir del criticón, use la confrontación. Repítale textualmente a él, irónicamente, todas las advertencias críticas que le dedica, para que tome conciencia de lo desagradable que resulta recibir este tipo de mensajes. Este acto de valor puede eliminar definitivamente la conducta del criticón. Si, pese a todo, no lo hace, rompa su relación con él. Despídase de él con un deseo: ¡Si alguna vez te cruzas en mi camino, espero ir conduciendo!