A José Saramago, que nos rogó que no llamáramos

mascotas a nuestros perros; a él y a Pilar del Río,

su mujer, que quisieron tanto a sus perros de Lanzarote.

A Tonet y a Carmen Calvo.

A mi inolvidable Botín, que abandoné en Torrecaballeros en brazos de Pedro y Juan Altares.

A Deva y a Bout, que acompañan

en Oviedo a Ángeles Caso.

A Ruco, que dejó desolado a Mariano Vega.

A La Chata, que sobrevivió a Trini unos cuantos años.

A los perros huérfanos de Eduardo Haro Tecglen.

A la perra Rita y a su Eva Cruz.

A Tronco, siempre en la memoria de Ángeles Bazán.

A Elvira Lindo y a su Lolita.

A Bruno, el de Ana Parra.

A Sole, la mimosa perra de Gabi y Paco.

A Fusa y Pato, junto al arpa de Luisa Domingo.

A Marita, que se fue con su Badall.

A Lucas, perro mallorquín del doctor Kovacs.

A Zaco y Lula, compañeros en Vinarós de Carlos

y Alicia Giménez Bartlett.

A la memoria de Eduardo Westerdahl, que tanto lloró

la muerte de sus perros en la isla.

Y a Pedro García-Reyes y a los nuestros: Tito, Paca, Fara y, por supuesto, Lucas.