Arevalo, mayo de MCCXXXIX . Año de N. S.
Iberia se movía nerviosa en las cocinas de la casa de don Gonzalo, padre de Martin. Sabe que tiene que descansar, que así se lo ha recomendado el buen galeno y también su amado, quien gracias al Altísimo, ha vuelto de entre los muertos y con él ha traído vida y esperanzas para ellos.
Sentado en una silla, el médico le pide que deje de pensar tanto que no es bueno, dado su estado mental, que necesita mas descanso y sobretodo, paz en su alma. Sin embargo ella no parece calmarse y le contesta a don Gonzalo, a quien ha tomado un cariño muy especial desde que éste la rescatara de una muerte segura, que tiene que hacer algo, que algo le dice que Pedro está en peligro y que esta venganza es tan suya como de él. Entonces el viejo, viendo que no puede callar más, le relata que le han llegado noticias de su hijo contándole que la intención del de Montánchez y Martín y los otros, es hacer parada en León , donde serán músicos y él un Juglar del Rey muy afamado en la boda de uno de los hijos del que fuera Mayordomo Real. Pretenden arrestarlo allí mismo, aunque mucho me temo que Pedro no quiera hacer mas justicia que la suya…
-No encontrará en mi –le dijo Iberia, mientras depositaba el cuenco con algo de comida sobre la mesa- misericordia alguna, querido amigo. Cada uno de ellos merece la muerte y es eso, precisamente, lo que me atormenta. No poder estar allí para verlo.
- Querida hija, -contestó el viejo médico con la voz apesadumbrada y cargada de pena- ¿Quién soy yo para buscar en ti tal misericordia? No, Iberia, no.., yo solo se que la vida os dado otra oportunidad; que Dios o no se bien que Santo, os ha vuelto a reunir y que no deberíais desperdiciar esta oportunidad y con todo el tesoro que acumula Pedro, marchar a otros reinos donde empezar de nuevo y crear una familia que nunca más tenga que mirar atrás…
-Vos no lo comprendéis, amigo mío, el dolor sigue vivo, tan grande, tan profundo y tan cercano, que ni Pedro sería Pedro, ni yo misma podría volver a amarlo como entonces. Es una herida abierta que hemos de quemar a fuego, cicatrizar y finalmente, cerrarla. Y nada de esto podrá ser posible, si no es derramando la sangre de esos demonios y de todos los que les ayudaron.. ¿Por qué creéis que Pedro está haciendo todo esto? El lo sabe y yo así lo quiero.
-Si tanto es así, Iberia, y visto que no puedo ayudar en el alma, lo haré en el cuerpo. Terminad de curaros y yo mismo os contaré todo el plan que se está poniendo en marcha en estos mismos instantes. Descansad unos días más y Vos misma, seréis parte del mismo, ayudando a conseguir toda la información posible sobre el infame Alvar. Para ello, tendréis que tomar otra identidad y trasladaros a Toro, donde vigilaréis sus movimientos, hemos de saberlo todo sobre él: ¿donde va?, ¿a que horas?, ¿qué lugares visita?, ¿quienes tienen acceso a su palacio?, ¿cuánta guardia le escolta?...¡Todo! Absolutamente todo cuanto podamos saber, hará más fácil su derribo cuando vuestro amado Pedro lo decida. Yo he de irme en unos días, -le dijo cariacontecido el galeno mientras le tomaba las manos- debo recoger al Infante Alfonso que me espera en el castillo de Villalpando y que ha de ser testigo de los acontecimientos si queremos que todo salga bien, pero tu debes prometerme que guardarás reposo al menos dos semanas mas.
Iberia promete que será así, que descansará, pero en su interior solo alberga la idea de volver cuanto antes a la ciudad que la viera nacer para saciar su sed de venganza contra su enemigo con la peor de las muertes posibles. Ahora su cabeza, su mente y su cuerpo, se han recuperado y todos los recuerdos que la atormentaban se han hecho razones para querer ver muerto al que fuera Merino. Al pasar apenas unos días desde que don Gonzalo se marchara a Villalpando, Iberia, emprende viaje a la que fuera su ciudad.., donde todo comenzó.