CAPÍTULO 19

 

—¡No!, mi bebé noooo, ¡no te lo lleves por favor! Es mi bebé, es todo lo que me queda ¡Por favor! Me alejaron de todo, no te lo lleves ¡¡te lo suplico!!!

Vio cómo  una extraña tomaba a su bebé en sus brazos y se lo llevaba para no volver a verlo… no sabía si era niña o niño porque no se lo quisieron decir.

Despertó agitada, empapada en sudor y con el corazón corriendo una maratón.

Abrió sus ojos tratando de entender lo que sucedía. Vio unos ojos que la miraban con amor. Unos ojos que estaban inflamados de la angustia. Martín había estado con ella durante varios días hasta que despertó.

—Pequeñita… —dijo al verla despertando, más allá del semblante aterrador que la rodeaba.

—Martín, mi bebé, nuestro bebé… me lo robaron… me lo sacaron… ¿Cómo superarlo?

Su llanto angustiado no tardó en llegar.

—¿Qué dices mi amor?. Perdiste  al bebé cuando estabas en la India.

—¡Noooo! Me lo robaron Martín, me lo robaron, yo los ví, ¡ahora lo recuerdo! Y coincide exactamente con lo que me confesó mi padre…

Ahora sí que estaba segura. Lo había vivido. Tenía  un bebé, que ahora tendría cinco años. Las cuentas cuadraban de en su drogada mente.

Debía buscarla…

—¿Cómo? ¿Una criatura sin sus verdaderos padres? ¿Dónde?

Los gritos de dolor en el alma, no pasaron desapercibidos para las enfermeras que estaban al cuidado de su sala. Corrieron y volvieron a darle sedante para que se calmara. Necesitaba descansar para recuperar todo lo vivido y lo que estaba reviviendo.

 

Gracias al oxígeno que le proporcionaron junto con un mágico sedante, se volvió a dormir.

Para continuar soñando.

Estaba embarazada y sola. Abandonada por sus padres, sin saber nada de Martín  y ni siquiera tuvo tiempo de apuntar el número de móvil para poder encontrarlo.

Hacía unos meses que estaba en la India.  Sus padres, amigos del embajador Argentino en ese país Asiático, la habían enviado cómo  un paquete sucio y despreciable.

La familia hindú  que la acogió era dulce, todo lo contrario a cómo  ella se sentía.

La habían hecho parte de su cultura y de su grupo de médicos.

Ella había intentado seguir adelante. Casí lo había casi logrado, exceptuando solo por ese bebé que crecía dentro de ella. Su embarazo evolucionaba perfectamente mes a mes. Su tripa se agrandaba así cómo  el dolor que sentía por la pérdida de su gran amor. Un hombre al que que adoraba con el alma y con quien había soñado disfrutar de un futuro junto a él.

No la habían dejado.

Sus padres ya se lo le habían advertido. Si continuaba con esa relación, tomarían medidas drásticas y habían cumplido su amenaza. Alejarla de él.

Habían elegido el peor momento. Su bebé se movía dentro de ella y se moría de pena  por no poder compartirlo con él.

Sus días comenzaban temprano, tenía a su cuidadora una señora argentina, que la seguía a sol y a sombra y la cuidaba. Controlando que se alimentara correctamente y que tuviera el descanso necesario para que ese bebé creciera sano.

Emulaba la tradición familiar de despertar y realizar los ejercicios del saludo al sol  para poder empezar el día con más energía

Lo que la familia no sabía, o lo que ella creía que esa familia no entendía, era el dolor que ella sentía en su corazón.

Durante el día ayudaba a sus colegas a curar a enfermos. A ella la habían destinado a una zona donde no corriera ningún riesgo de contagio de ninguna enfermedad. En general, se ocupaba de visitar a mujeres mayores con alguna enfermedad del tipo parkinson o alzheimer y les hacía los controles  rutinarios.

Eso la mantenía ocupada.

 

Soñó con Shanti, su amiga. El primer encuentro, durante una fiesta llamada “ diwali ”. Ella estaba con sus padres recién llegada de otra provincia.

Los padres de Shanti, habían aprovechado la invitación de la familia con la que Laura vivía, para conocer a un posible candidato para un matrimonio concertado.

Las fiestas la fascinaban. Eran majestuosamente coloridas, ostentosas y osadas.

Recordó como sus miradas se cruzaron y cómo Shanti le sonrió con cariño y curiosidad al bajar la vista hacia su abultado vientre.

La recordó acercándose a ella y presentándose en un inglés con acento asiático aunque se le entendía perfectamente.

La conexión fue al instante.

Laura no le contó de sus penas de amor y odio. No hizo falta, por alguna razón ajena a la lógica su raciocinio tenía la sensación de que Shanti la entendía y la compadecía.

Shanti no le reveló el susto y la ansiedad que le generaba casarse con alguien a quien solo había visto por fotos.

Laura captó su miedo a los pocos segundos de observarla.

Había encontrado una aliada. Alguien en quien confiar.

Soñó con la playa. Sintió la arena acariciándole los pies descalzos y se vio a ella misma sin su  barriga de embarazada  y sin su bebé. En su cabeza tarareaba un tema que la había hecho rezar otra vez, una canción que la había identificado durante  varios meses. Mientras tarareaba, lloraba sin parar. Se agarraba se y abrazaba el vacío vientre y se vio acurrucándose junto a una roca a orillas del océano.

 

Isn’t anyone trying to find me? 
Won’t somebody come take me home 


It’s a damn cold night 
Trying figure out this life 
Won’t you, take me by the hand, take me somewhere new 
I don’t know who you are but i, i’m with you 
I’m with you

 

¿No hay alguien tratando de encontrarme?
¿No vendrá nadie a llevarme a casa?
Es una maldita noche fría 
Tratando de encontrar sentido a esta vida
No me tomarás de la mano?
Llévame a un lugar nuevo
No sé quién eres
Pero, estoy contigo
Estoy contigo

 

Sintió un contacto tibio en la palma de su mano. Un  mimo que le era familiar.

Estaba hipando sin parar y de nuevo sin aire cuando volvió a abrir los ojos y vio  a Martin.

—Tenemos que buscarla  —susurró en un hilo de voz que le quedaba por la falta de aire.

Martín no entendía nada. El hecho de que hubiera vuelto a despertar lo hacía feliz.

—Tranquila, mi amor, todo se va a solucionar —le besó la frente y le tomó una mano.

Con la mano que le quedaba libre tocaba el botón para que  viniera una enfermera o algún doctor de guardia.

Martín la observaba con gesto apesadumbrado. La  había visto moverse bruscamente. Había observado el cambio en su respiración seguida del llanto. Fue en ese preciso momento en el que decidió despertarla. Seguramente estaba teniendo una pesadilla.

 
Tu secreto, mi destino
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