CAPÍTULO 3
Un sonido familiar hizo que me despertara. Al abrir un ojo me di cuenta de que no estaba en mi cama. La luz de la mañana me iluminaba desde un ángulo diferente al de mi habitación. El sonido del ringtone que había puesto para cuando me llamase mi amiga Mariana me despertó por completo. Era la voz de Aretha Franklin al cantar “Respect”, la que siempre me hacía sonreír. Mi amiga lo había elegido después de una noche de karaoke, en la cual la cantamos a dúo con un par de Margaritas de más en nuestros cuerpos. A ella nunca podía decirle que no. Era cómplice de todas sus locuras.
Me incorporé lentamente para quedarme sentada en esa cama con sábanas a cuadros negros y azules. Eran unos colores totalmente masculinos. Miré hacia el otro lado la de cama y me di cuenta de que estaba sola en la habitación. El ambiente era terriblemente acogedor, a pesar del desorden que habíamos dejado después de una noche tan lujuriosa y pasional.
Volvió a escucharse:
What you want
Baby, I
got
What you
need
Do you know I got
it?
All I'm
askin'
Is for a little
respect
¿Qué
quieres?
Nene, lo tengo
¿Qué necesitas?
¿Sabes que lo
tengo?
Todo lo que pido
Es un poco de respeto.
Pero no respondí. Ya lo haría luego, sentía la necesidad de saber qué estaba sucediendo a mi alrededor en ese lugar que olía tan maravillosamente a… ¡Sexo!
Me levanté lentamente. Estiré mis brazos inspirando profundo y dejando salir el aire despacio. Giré mi cabeza a ambos lados e intenté estirar bien mis piernas, las cuales parecían estar entumecidas. Los músculos, que hacía años que no me dolían, me estaban quemando del dolor. Y qué decir, ni hablar de las marcas que tenía en algunas partes de mi cuerpo. Por suerte, podría disimularlas con la ropa.
Me dispuse a buscar mi ropa o lo que quedada de ella. A medida que la iba encontrando, empecé a sentir vergüenza de volver a vestir esas prendas que estaban echas un asco después de la tormenta que me cayó encima el día anterior, pero no tenía otra opción, o al menos eso creía.
Caminé hacia el baño mirándo a todos lados. Descubrí que el bombón de ojos verdes se había ido. Me duche rápidamente con su gel de ducha, bien de machote y salí envuelta en una toalla intentado convencerme para ponerme de nuevo mi ropa sucia del día anterior.
Cuando llegué a la cocina, vi sobre la mesa una bandeja con un termo con agua caliente, una taza, mate , diferentes bolsitas de té y dos galletitas de chocolate. Debajo de la bandeja había una nota escrita en bolígrafo negro, que decía:
“Preciosa Lau, gracias por la noche que me diste. Me hubiera encantado quedarme, pero tengo una reunión temprano. No quise despertarte puesto que, dormías angelicalmente.
No sé qué te hubiera gustado desayunar. Por eso te dejé un par de opciones. Espero que alguna sea de tu agrado. Sobre el sofá te dejé ropa limpia.
Besote en tu ombligo.
P.D.: Me quede sin café y con muchas ganas de más.
Martín ”
< <Cerré los ojos y me mordí el labio escondiendo una sonrisa. No pensaría. No lo haría. No me cuestionaría el por qué solo recordaba algunos pocos momentos vividos con él.
Guardé la notita en mi cartera y me decidí por unos ricos mates. Solo podía sonreír. Me senté para desayunar tranquila, suspirando, respirando y disfrutando del momento. Ya vería después qué tipo de ropa me había dejado.
Cuando iba por mi cuarto mate y mi décimo no sé cuanto suspiro, volvió a sonar mi móvil. Esta vez era el ringtone de Blondie cantando a viva voz:
One way, or
another, I’m gonna find
ya,
I’m gonna get ya get ya get ya get
ya
One way or another, I’m gonna win
ya…
De una u otra manera, voy a encontrarte. Voy a atraparte, atraparte, atraparte, atraparte.
De una u otra manera, voy a ganarte.
Lo cual me hizo recordar la llamada que no contesté de mi amiga Mariana pero mi curiosidad por leer el mensaje recibido pudo más.
De: Tu bombón
*¡Hola! Me atreví a agendar mi número en tu móvil, espero que no te moleste.
¿Cómo va el desayuno?
<<Mensaje de “tu bombón”. Cuántos atrevimientos juntos, revisar mi móvil, o tal vez no lo hizo, tal vez simplemente guardó su número y nada más, ¿me molesta? No, no lo creo. ¿Me asusta? ¡SÍ mucho! ¡Demasiados acontecimientos interesantes en menos de 24 horas de vida!>>
Decidí contestarle:
“El premio al atrevido te lo acabás de ganar vos. Los mates, geniales. Las galletitas ¡riquísimas! ¿Debo preguntar quitar de quién es la ropa que me espera en el sofá? ”
En menos de un minuto tenía una respuesta:
“La ropa es de mi hermano, ¿o ya te olvidaste que tengo un hermano? Es fotógrafo de agencias de publicidad. Eliminá las tontas hipótesis de tu cabeza, ¿A qué hora estas libre hoy?”
<< ¿Hermano? ¿Este bombón tenía un hermano? No me acordaba. ¿Por qué no me acuerdo? >>
No lo hice esperar:
*¿Es gay? La ropa es divina. Tengo el día libre.
Tomé un par de mates más y esperé por una respuesta que no llegó, o al menos no durante el ratito que estuve sentada terminando mi desayuno.
Me cambié la ropa por unos jeans gastados y una camiseta blanca escote en V. Las dos prendas parecían hechas a mi medida.
Una vez en la calle, volví a suspirar, aunque me vi interrumpida por la voz de Areta Franklin...
—¡Hola Amigota! ¿Cómo estás?
—Yo muy bien. ¿Vos cómo estás? —. Respondió Mariana preocupada.
—¡¡Muy muy muy bien!! ¡¡No te imaginas lo que tengo para contarte!!
—Sí, creo que me lo imagino. Anoche teníamos una cena en lo de Mariel, ¿te acordaste acaso?
—Ohhh… ¡por Dios! ¡Me olvidé completamente!. ¿Dónde estás? ¿Tenés un rato libre? ¡Paso por tu casa y charlamos!
—¡Dale! Pero pasá ahora si podés por que en un rato tengo una clase de danza aérea.
—¡Okie! En diez minutos me verás la cara. Solo tengo que conseguir la forma de llegar, estoy a pie…
—Pero, Lau —dijo mi amigota preocupada.
—No te preocupes, estaré en tu casa en menos de lo que te imagines. Vos poné la pava, que nos vamos a tomar unos cuantos matecitos. ¡Bye bye!
Colgué la comunicación y caminé hasta la avenida más cercana, para poder coger el autobús que me dejara cerca de la casa de Mariana.
Volvió a sonar mi móvil, y pensando que era Mariana, sin mirar, contesté :
—¿Qué querés pesada? Te dije que en diez minutos pasaría por tu casa.
Al escuchar una carcajada masculina del otro lado de la línea se me paró el corazón.
—Hola preciosa, lamento no ser la “pesada” pero tal vez en algún momento me convierta en alguno— dijo esa voz gruesa del bombón que tanto me movilizaba desde hacía pocas horas, y tal vez desde hacía mucho tiempo pero no lograba recordar qué había sucedido.
—¡Martín!
—¡Laura! ¿Cómo estás preciosa? Llamé para escuchar tu voz, me encanta tu voz, pero más me gustaron tus gemidos, y ¡ni hablar de tus besos!
—¡Shhh pará un poco que estoy en la calle y me haces sonrojar!
—Bueno hermosa es que no puedo dejar de pensar en tus besos. Son tan o más ricos que los que solíamos darnos hace algunos años atrás
—Con respecto a eso, deberíamos hablar, ¿no te parece?
—Ya tendremos tiempo, quiero volver a verte, ¿puedo verte hoy? ¿En un rato? ¿Dónde vas a estar?
—En un par de horas estaré en mi casa, por mensaje te paso la dirección.
—Genial, mi cuerpo todavía tiene impregnado tu aroma…
—Bueno ¡demasiada información para una charla por teléfono! ¡Hasta luego! Una última pregunta, no me contestaste si tu hermano es gay, la ropa me queda divina…
Escuché su risotada nuevamente y me temblaron las piernas.
—¡No! ¡No es gay! Es fotógrafo de agencias de moda. La ropa la utiliza para sus conquistas cuando viene a Buenos Aires. Está en Roma en estos momentos.
—¡Ok! … ¡Hasta luego!
Colgué y toqué timbre en el apartamento de mi amiga Mariana.
A Mariana la había conocido a los diez años, estábamos cursando primaria, pero la verdadera amistad surgió en nuestro viaje de estudios en séptimo, cuando nos tocó compartir la habitación del hotel con dos chicas más. Una de ellas, Mariel, con la que también tengo una estrecha relación.
Fuimos a secundaria juntas y después cada una cogió su camino puesto que decidimos hacer carreras diferentes. Mariana es psicóloga, Mariel diseñadora gráfica y yo soy enfermera y me encanta trabajar con personas de la tercera edad.
La puerta se abrió y vi dos pares de ojos observándome acusadores mientras de sus bocas salió una sola palabra:
—¡Rozagante!
Se me escapó una carcajada y les dí un caderazo a cada una. Entré en el piso y se unieron a mi carcajada.
—¡Queremos detalles! ¡Toditos todos los detalles! —gritó Mariel, ansiosa y acusadora
—¡Sí! Mira que no te dejamos ir de acá hasta que nos cuentes todo lo que hiciste para tener ese color en la cara y nos digas de dónde salió ese jean de la marca que nunca te comprarías.
Me senté y les conté toda la historia. Ellas no salían de su asombro. Me miraban boquiabiertas y casi sin pestañear. De vez en cuando, se miraban entre ellas haciendo muecas e inmediatamente volvían a posar la mirada en mí. Noté que algo no iba bien. Las conozco y conozco sus gestos, y sabía que había algo que no les gustaba.
Mariana preparaba mates automáticamente y Mariel solo asentía con su cabeza casi por inercia, cómo un movimiento automatizado, cómo diciendo: “te estoy escuchando y no me lo creo…”
Lo que más me llamó la atención fue que no tuve ninguna interrupción por parte de ellas durante mi relato. Eso no era normal. Siempre que alguna de nosotras tenía algo que contar, las demás la atosigábamos a preguntas pero esta vez , no fue el caso.
— Chicas, ¿qué les pasa? —pregunté asustada, tal vez ellas sabían algo que yo no supiera.
Se miraron y negando con un gesto de sus cabezas me dijeron al unísono:
—Nada Lau.
—¿Vos estás segura de que realmente era Martín Saavedra? —cuestionó Mariel mientras se metía una galletita en la boca.
—Si, Maru, ¡era él! ¿Por qué me preguntas?
—Por nada. Solo curiosidad —respondió Mariel, recostándose en la silla.
Mariana miró la hora en el reloj de pared de su cocina y dijo:
—Casi las doce del mediodía ¡tengo que salir corriendo o no llego a la clase!. ¿Se quieren quedar acá? Por mí, no hay problema, la llave la tienen y en el freezer hay comida.
—No, no, yo tengo que llevar una entrega a la oficina, y luego quedé con un cliente para almorzar —se apuró a decir Mariel.
—Gracias Mariana. A decir verdad, tengo cita en una hora, así que mejor me voy a aprontar para estar divina.
Las dos me miraron incrédulas y sorprendidas, se miraron, y me sonrieron falsamente.
Algo estaba mal.
Bajé a mi piso por las escaleras. Necesitaba estirar las piernas.
Las tres habíamos decidido vivir en el mismo edificio. Cada una en su apartamento. Queríamos mantener el lazo de amistad que teníamos desde pequeñas. Eran mi pilar y mis almas gemelas. Las había elegido para compartir los mejores y peores momentos de mi vida. Sabía que podía contar con ellas porque ellas, además de ser excelentes personas, eran incondicionales.
Ya en mi casa, me puse a arreglarme para estar divina para mi próxima cita con Martín. Tenía más de cuarenta y cinco minutos para estar lista.
Llené la bañera y eché sales de lavanda que me ayudaran a relajar mi cuerpo. Le di al play en el equipo de música y me dispuse a disfrutar del mimo del agua. Me masajeé las piernas con cuidado. Observé mi cuerpo detenidamente para ver todos aquellas marcas que ese hombre me había hecho. Tenía varios cardenales en las piernas, en los muslos concretamente. ¡ qué bruto! Pero es tan sexy y tan buen amante...
Durante unos minutos me di el permiso para revisar mi mente, mi memoria. Abrí cajoncitos que tenía cerrados desde hacía años pero no logré recordar por qué había decidido alejarme del Bombón. Lo único que sí tenía claro era que yo me había alejado. Les preguntaría a mis amigas. Tampoco me había gustado la manera que me habían mirado cuando les dije el nombre de ese hombre que me había hecho gozar cómo una loca.
Decidí dejar el tema para más tarde. Quería estar irresistible para el Bombón.
Cuando faltaban solo cinco minutos para el encuentro, el timbre de mi apartamento me hizo saltar de emoción, de alegría y de ansiedad por lo que iba a pasar.