Capítulo Dieciocho
Grace se despertó con el sonido lejano de las ruedas de un carro moliendo el camino de grava. Bostezó. ¿Cuánto tiempo habría estado durmiendo? No era posible que la diligencia que había contratado se estuviera marchando.
Tuvo la tentación de acercarse a la ventana y ver de qué se trataba, pero también estaba tentada a quedarse justo donde estaba: tumbada de lado con la cabeza sobre el cálido brazo de su marido y su cuerpo dormido acunándola por detrás. Ella levantó la mano que él había dejado descansando sobre su vientre y se la llevó a los labios para plantar un beso en su palma. Las yemas de sus dedos estaban ásperas por los callos. Ella se estremeció al recordar el efecto de esos dedos sobre sus pezones, sobre su cuerpo.
Estas eran las manos tan desgastadas por el trabajo que su abuela había objetado. Grace entrelazó sus dedos con los de Oliver. En lo que a ella se refería, sus dedos no sabían hacer nada más que magia.
El estruendo de las ruedas del carro se acercaba. Definitivamente no era la diligencia marchándose. Ella se apartó de Oliver. ¡El desayuno de la boda! No lo habían celebrado aún, así que si alguno de sus amigos quería felicitarles en persona, por supuesto que tendrían que venir hasta su casa para hacerlo. ¡Y allí estaban ellos! ¡Desnudos! ¡A las seis de la noche!
Ella se levantó urgentemente de la cama y comenzó a buscar sus interiores. Se suponía que ahora era una condesa. Lo que probablemente significaba que debía estar vestida y presentable cuando los duques y similares se presentaran de visita.
"¿Qué está pasando?" Dijo la aturdida voz de Oliver desde las almohadas. "¿Es ya la hora de cenar? Podría comerme un elefante."
Riendo, ella le tiró el chaleco a la cabeza. "No es hora de cenar. Me temo que tenemos invitados."
"¿Invitados?" Oliver saltó de la cama y se pegó junto a la ventana en cuestión de segundos, inmóvil mientras estudiaba la situación al otro lado del vidrio.
Preocupada, Grace se cubrió el pecho con su vestido y se unió a él en la ventana. La distancia era todavía bastante grande, pero los dueños del señorial carro negro eran inconfundibles. Habían solicitado ese mismo carruaje hacía semanas.
"¿Mis abuelos están aquí?"
Él no contestó. En todo caso, parecía emocionado, zumbando de emoción. Las comisuras de sus labios se curvaron. Recuperó sus pantalones del suelo y comenzó a metérselos por los pies.
Grace se volvió hacia la ventana. El cochero había saltado de su cabina y estaba abriendo la puerta trasera. Ahora estaba ayudando a la primera persona a salir... su abuela, por supuesto. Nadie podría precederla. Su abuelo sería el siguiente, y—
No. El cochero acababa de ofrecerle su mano a otra persona dentro del vehículo. La luz era muy pobre y la mujer que estaba saliendo llevaba un sombrero demasiado grande como para poder ver su rostro, pero no había duda de quién se trataba.
"¡¿Mi madre?!" Chilló Grace, demasiado aturdida como para darle demasiado sentido a lo que estaba viendo. "¿Puede estar pasando esto?"
El vestido de Grace cayó al suelo cuando Oliver la arrastró hacia él y la hizo girar en un círculo. "Tu madre está aquí."
"¿Tú has hecho esto?" Preguntó sin aliento, y luego le dio un puñetazo en el pecho. "¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué no me lo dijiste?"
"El día que me comprometí a franquear tus cartas. Tan pronto como volví a casa del parque. No te lo podía decir porque no estaba seguro de que mi alocada idea fuese a dar sus frutos. Contraté a un ex corsario. Terminé vendiendo el príncipe Negro para pagar los fondos que le prometí, pero—"
"¿Qué acabas de decir?"
"Era mi única opción. No podía perder el tiempo enviando un emisario en un barco de pasajeros, por lo que contraté un pirata. Un corsario es un mercenario con un barco rápido propio que no hace demasiadas preguntas sobre la naturaleza de—"
"¡Ya sé lo que es un corsario!" Irrumpió Grace, mirándolo con una mezcla de asombro y furia. "Lo que no puedo creer es que hayas vendido tu preciada reliquia familiar con el fin de contratar un pirata para navegar hasta América y secuestrar a mi madre."
Luego se echó a reír. Por supuesto que podía creerlo. Era exactamente el tipo de rescate que él haría.
Impenitente, Oliver sonrió por la ventana hacia el jardín delantero y luego a ella. "Ha funcionado, ¿no?"
Ella se cubrió la cabeza con las manos. "¡Podrías habérmelo dicho!"
"No sabía que iba a funcionar." Él se puso serio. "No quería alimentar tus esperanzas sin estar seguro de que fuera a ser un exitoso plan."
"¡Yo iba a ir a por ella, idiota!" Ella lo golpeó en el hombro y luego se hundió de nuevo en sus brazos. Él la hizo dar vueltas en varios giros vertiginosos. "¡Lo has conseguido, Oliver! ¡Has salvado a mi madre!"
Él la colmó de besos. "Ahora no tendrás que ir a ninguna parte. Excepto a saludar a tu madre."
Oliver dejó caer su vestido por la cabeza y le dio un último beso. Ella metió las manos por las mangas y apenas esperó a que él se lo atara a la espalda antes de salir corriendo de su dormitorio y emerger por la entrada principal.
Ferguson le mantuvo la puerta abierta mientras que ella volaba afuera. La última de sus dudas se disipó. Era su madre. ¡Mamá estaba aquí!
Grace le echo los brazos y la abrazó con fuerza.
"He estado tan aterrada durante tanto," susurró contra su pelo.
Mamá la abrazó de la misma manera. "Yo también. Cuando Blackheart apareció—"
Grace dio un paso atrás para mirarla a la cara. "¿Quién?"
"El capitán del barco. Ese no es su nombre real, por supuesto, pero es difícil referirse a un pícaro así como 'señor algo.' Es tan..."
Los labios de Grace se arquearon. "Pirata, me imagino."
"Sí, creo que no hay otra palabra para definirlo. Ha sido toda una aventura. Claro que estaba tan débil que dormí durante su mayor parte."
Grace levantó una inquisitiva ceja hacia su marido.
"No, no le culpes a él. Envió un montón de monedas e instrucciones explícitas para que no me moviera si no me creía capaz. Pero por supuesto que vine. No hay mucha diferencia entre convalecer en casa y convalecer en la cabina de un barco."
"De un barco pirata. En medio del océano. Con un hombre llamado Blackheart." Grace no podía creer lo que estaba oyendo. "No hay ninguna diferencia en absoluto."
"Solo lamento haberme perdido tu boda. Mi fiebre acababa de brotar y no podía mantenerme en pie—"
"¡Mamá!" Grace envolvió a su madre entre sus brazos de nuevo. Habría sido una locura hacer todo ese viaje estando tan enferma...
"—así que nos hospedamos en casa de mis padres." Su frente se arrugó. "Madre se deshizo del corsario sin apenas despedirse—"
"Como era correcto," interrumpió la abuela Mayer con un resoplido. "Nunca he visto un canalla de tan mala reputación en toda mi vida."
"—pero luego ella y mi padre me metieron en la cama delante del fuego ardiente. Cuando me desperté, nos apresuramos para ir a la iglesia, pero nos perdimos y la ceremonia ya había terminado cuando llegamos. ¡Mi bebé! Casada. No puedo creerlo."
Grace puso su mano en la de Oliver y él la besó en la parte superior de la cabeza.
"Mamá, tengo el más profundo placer de presentarte a mi marido. Oliver York, conde de Carlisle." La piel a lo largo de toda su columna vertebral se erizó mientras pronunciaba esas palabras en alto por primera vez. Lord Carlisle. Su marido. "Oliver, esta es mi madre, la señora Clara Halton."
Oliver soltó la mano de Grace con el fin de realizar una reverencia extremadamente elegante.
La abuela Mayer llamó la atención de la madre de Grace con el pie de su bastón. "¿Has visto esto? Así es cómo se supone que un caballero debe saludar a una dama. No gruñendo y bramando sobre pistolas como un animal salvaje."
"Creo que el pirata ha impresionado bastante a la abuela," murmuró Grace.
Su madre negó con la cabeza. "Mejor no hablemos de eso."
"Por favor, acompáñenme al interior de mi casa." Oliver hizo un gesto hacia la mansión. "No tengo mucho, pero al menos puedo ofrecerles un poco de fuego para entrar en calor, y una buena taza de té caliente con leche y miel."
La abuela asintió y se dirigió hacia la vivienda.
"Un momento," dijo el abuelo de Grace, asintiendo con la cabeza hacia el carro. "¿No os estáis olvidando de algo?"
Mama juntó las manos. "¡Oh! ¿Le importa, padre?"
Antes de que el hombre pudiera abrir siquiera la puerta del coche, el cochero volvió a bajar y le ayudó a sacar de su interior un gran rectángulo envuelto en papel. Un enorme y principesco rectángulo.
"Tengo un regalo de bodas diferente para ti," le dijo mamá a Grace con una sonrisa secreta. "Este es para tu marido."
La mano de Oliver comenzó a temblar cuando se acercó a tocar el borde del papel marrón, como si temiera que pudiera tratarse de un espejismo. Cuando hizo contacto con él, el papel se arrugó de una manera que indicaba—por si acaso no era evidente todavía—que se trataba del marco de una pintura muy grande.
Oliver se quedó mirando a la madre de Grace con alegría e incredulidad. "¿Ha comprado el príncipe Negro? ¿Para mí?"
"No ha sido ella." Abuela apuntó con el bastón a su marido. "Esto ha sido obra del señor Mayer. Yo lo he intentado tanto como he podido, pero siempre ha sido un tipo de corazón blando. Clara seguía durmiendo. Ni siquiera se había enterado todavía de que era rica."
Grace parpadeó ante su madre. "¿Eres rica?"
Mamá le devolvió la sonrisa. "Sabía que iba a ser repudiada cuando me escapé a América. Pero para mi desconocimiento—"
"Y para el mío," interrumpió la abuela con un carraspeo.
"—tu Abuelo invirtió mi dote en un fideicomiso a mi nombre, el cual ha estado acumulando una cantidad exorbitante de intereses durante veintitrés años. Deberías ver el estado de la cuenta bancaria. No podría gastar tanto dinero en toda mi vida." Ella agarró las manos de Grace. "Así que voy a darte la mayor parte. Feliz día de tu boda, hija."
"¿Para mí?" Grace se sintió un poco mareada. ¿Más dinero del que podría gastar en toda mi vida?
"Es mío para poder darlo si quiero, y quiero que lo tengas. Quiero que ambos lo tengáis." Mamá arqueó una ceja ante Oliver, pero sus ojos se arrugaron con humor. "Si no he entendido mal, vosotros, tortolitos, tenéis que hacer algo de remodelación en vuestro hogar."
Oliver parecía tan estupefacto como Grace se sentía, pero le devolvió la sonrisa a su madre. "Creo que la primera mejora que hay que hacer es crear una habitación para el acompañamiento adecuado. ¿Aceptaría vivir con nosotros como parte de nuestra familia? Hemos soñado con ello incluso cuando no teníamos ni un centavo."
"Bueno, ahora tenéis muchos centavos," declaró la abuela de Grace. "Clara está finalmente en casa, donde pertenece, y yo atribuyo ese milagro en su totalidad a lord Carlisle. Debería haberte creído antes, Grace. Si lo hubiera hecho, Clara podría haber llegado hace semanas. Por lo tanto, como regalo de bodas para los dos, el señor Mayer y yo estamos dispuestos a igualar la cantidad que tu madre os conceda." Ella entrecerró los ojos hacia Oliver. "Pero no vayas a ofrecerme ningún aposento. Yo prefiero mi propia casa, muchas gracias."
"¿Igualar la cantidad..." Grace estuvo a punto de ahogarse con sus propias palabras. "Pero abuela, ¡ni siquiera te gusta Oliver!"
"Tal vez no al principio. Pero me ha ayudado a recuperar a Clara. Eso por sí solo vale más que todo el oro del mundo." Ella le lanzó una mirada especulativa a Oliver. "Si bien, puedo admitir que supe que habría mucho más que decir sobre él cuando vi sus manos desnudas. Tu abuelo tuvo esos mismos callos en las suyas durante muchos, muchos años. Puede que no sean las manos de un conde, pero son las manos de un hombre."
Grace la miró boquiabierta, pero no pudo decir nada.
"Y bien," la abuela llamó a Oliver dándole unos golpecitos en el hombro con su bastón antes de volverse hacia la mansión. "¿Qué hay de esa taza de té?"