EL COMIENZO DEL AVANCE

OCUPACIÓN DEL ZOCO EL-ARBÁA

Tenía el propósito de acompañar a la columna que avanzase por la Restinga a fin de presenciar este primer movimiento ofensivo de nuestras tropas, y todo estaba concertado para ello.

El movimiento en que había de realizarse la ocupación del zoco de El-Arbaa de Arkemán no era conocido de nadie, aunque todos lo considerábamos inmediato. Anoche visite al alto comisario para recordarle mis deseos, encontrando una amable, pero resuelta negativa.

Me invitaba tan sólo el general Berenguer a ir en un barco, que ponía a disposición de los periodistas, para que, sin penetrar por Mar Chica, se pudiese contemplar de lejos la operación.

He ahí el error incorregible de la vida oficial de nuestra patria. Muchas veces se ha dicho que los parlamentarios, que la Prensa no han concedido al problema de Marruecos la necesaria atención. En diversas ocasiones recuerdo los apostrofes con que en el Congreso eran interrumpidos algunos diputados cuando de ese asunto discutían, motejándoseles de que no lo habían estudiado sobre el terreno. Ahora, quien al mismo tiempo es periodista y diputado, trata de arrostrar las incomodidades para inquirir en las causas de tan rudos fracasos, y no sólo a él, sino a toda la Prensa aquí representada, se le prohíben los medios de directa información.

Ese sistema de ir a los sitios para no ver nada de una manera precisa no es de mi agrado. Tampoco lo es del de Indalecio Prieto, y ambos hemos desechado la invitación del alto comisario.

Por nuestra cuenta y riesgo, y no sin serias dificultades, fletamos un vaporcito. Y en las primeras horas de la madrugada, nuestra pequeña embarcación, burlando hábilmente en la sombra los obstáculos, salía del puerto de Melilla. Había una fuerte marejada de Poniente y la noche era obscura y tormentosa. Se sucedían los aguaceros, y los relámpagos, de tiempo en tiempo, sacaban de la obscuridad el contorno del Gurugú. ¿Qué ocurriría con tales presagios? Tentados anduvimos de renunciar Prieto y yo a la conquista del zoco El-Arbaa.

Pasó, por fin, la tormenta, mientras nuestro marinero vaporcito saltaba como un caballo sobre las olas y voltejeaba buscando la entrada de Mar Chica. La cerrazón impedía verla al patrón y como es una entrada angosta y llena de bancos de arena, forzoso fue esperar las primeras claridades diurnas. Amaneció, al fin, con luz tristona, que forzaba filtrarse por las densas nubarradas.

Nos situamos ante la bocana, y un obstáculo nos detuvo: el puente formado con barcazas por la sección de Pontoneros. Está tendido con gran perfección y seguridad, y la sección maniobra diestramente para abrirlo y cerrarlo. No merece este grupo sino elogio, y no es a la cuenta suya, sino de lo que vengo denominado el inorganismo español, la inoportunidad con que se ha establecido.

Casi todas las fuerzas y Caballería se han transportado en barcazas, y en el instante en que ya las columnas de avance en la Restringa necesitan sólo los aprovisionamientos, que se hacen todos por mar, se cierra la bocana con este puente, que retrasa esos servicios, más los de provisión espontánea y libre de los cantineros, con las faenas de abrir y cerrar el puente. Botón de muestra que, como tanto que a diario vemos, dan idea de una marcha inconexa.

Esperando esta operación, vimos pasar la majestuosa mole del "Alfonso xiii", la silueta de cuyo guerrero porte dibujaba en el horizonte el perfil de sus grandes cañones. Detrás de él, con su larga hilada de redondas ventanas llenas de luz, iba el "Giralda", y dentro de él, la prolijidad del alto mando, como aquí decimos, el que había calculado y se disponía a ejecutar esta empresa, tan esperada, de iniciar la ofensiva. ¡Qué el Dios de las batallas les guíe y les acompañe!

Se abrió, al fin, el puente, dejando en su centro una mella por donde nos internamos en Mar Chica. Ya conocen nuestros lectores este camino, que hemos hecho juntos anteriormente. El Atalayón, de donde salían, al pasar, los claros sonidos de la diana, saludados inmediatamente por los pacos de la costa. Nador, incitante para nuestras miradas, que lo escudriñan con los gemelos y lo retratan con la máquina.

Al llegar a la Restinga, vemos avanzar por la estrecha lengua de tierra las fuerzas que al zoco El-Arbaa se dirigen. Seguimos costeando y aproximándonos a este objetivo de la operación. Las vastas llanuras de Arkemán se tienden ante nosotros y el zoco, con sus casas análogas a las de Nador y que desde lejos parecen surgir del agua. El "Alfonso xiii" dispara sus baterías con certero fuego. Las de la columna de avance vomitan también metralla sobre los campos.

Al acercarnos, vemos ya distintamente las primeras fuerzas españolas en posesión del zoco, y frente a él, ancladas, las dos cañoneras que mandan los tenientes Cervera y Agulló.

Desembarcamos en el bote de una de éstas, y tenemos la suerte de ser los primeros elementos civiles que allí ponen su planta. Hemos llegado poco después que los soldados que las han ocupado. Aún el general y el resto de la columna no habían venido.

Los oficiales, con esa amable cordialidad del militar español, nos cuentan, entusiasmados, el éxito de la operación, que se ha realizado felizmente sin una sola baja. En cambio, los moros han tenido muchas, habiéndoles cogido trece muertos y tres heridos. Uno de los muertos lo vemos, efectivamente, conducir sobre un mulo, de bruces, con la herida sangrante en un costado.

La sorpresa de los moros ha sido tan grande, que se han dejado abandonado todo: muchas jaimas, tiendas de campaña de las que nos quitaron en la retirada de Annual, hasta los preparativos de su comida.

Como hemos regresado tarde, y la hora del correo es implacable, dada esta impresión, pondré aquí punto, sin perjuicio de continuar mañana detallando cómo se ha efectuado la toma del zoco y las fuerzas que en ella han intervenido en primera línea.

Melilla, 12 de septiembre.