XIX

Bzzzzz… Fiiiiiiiiiiiiiiii… Bzzzz…

Lo despertó una vez más aquel sonido incómodo de la radio. Pero en esta ocasión quiso aguantar un poco, no encender la luz, no comprobar la posición de encendido o apagado. Sencillamente quiso asegurarse de que no era una mala pasada de su angustiada mente.

Bzzzzz… Fiiiiiiiiiiiiiiii… Bzzzz…

De súbito el sonido se hizo más intenso, y también variable. Era como cuando uno busca una emisora en el dial, sin lograr acertar a encontrarla. Y entonces sonó una voz, una voz que conocía demasiado bien:

—¡Papá, papá… ayúdame… ESTOY EN EL INFIERNO!