Capítulo XVIII

 

Salamanca

 

Fani se encontraba en la cocina de su casa ayudando a su madre a preparar una lasaña boloñesa. Le encantaba la cocina y era una buena forma de distraerse a la espera de que su guerrero viniese por ella. ¿Qué más podía hacer sino esperar?

Hacía tres semanas que la hechicera había muerto y el Reino de Xerbuk había sido liberado. Marco la trajo ese mismo día a Salamanca junto con Laura. Le dijo que tratara de descansar, las últimas semanas habían sido muy duras para ella. También le dijo que necesitaría al menos un par de semanas para poner en el reino un poco en orden y que volvería por ella. Marco la despidió con un beso abrasador que la dejó temblando y con la promesa de que su corazón permanecería a su lado. Un «te amo» a media voz fue lo último que salió de sus labios cuando cruzó el portal hacia su mundo.

Pero ya pasó una semana más de las que dijo Marco que tardaría, y no había señales de él. Empezaba a preocuparse. Tal vez Marco pensaba que ella no querría vivir con él en Xerbuk. Tal vez la quería tanto que no le permitiría renunciar a su familia y a sus sueños o simplemente, no estaba tan enamorado cómo le había hecho creer y solo la había utilizado para que liberara a su reino.

Ese pensamiento le provocó un nudo en el estómago y se le cerró la garganta, ¿en verdad la había enamorado de esa forma, para luego dejarla tirada? Eso habría sido muy cruel por su parte y ella sabía perfectamente que Marco no era cruel.

Era dulce. Tierno. Cariñoso. Romántico.

Estaba segura de que Marco no la había abandonado. Puede que le surgieran más imprevistos, como siempre le sucedía. Bien sabía ella, que Marco nunca era puntual en ninguna de sus citas. Siempre llegaba tarde. Solo esperaba que en esta ocasión  no tardara mucho más, pues empezaba a desesperarse. Tres semanas sin verle era demasiado tiempo. ¿La habría visto él a través del espejo? ¿La echaría de menos tanto como ella a él?

«Oh mi amor, dónde estás», gritó su corazón agónico.

 

Estefanía no había vuelto a trabajar en la escuela. Ya había abandonado una vez a sus alumnos y no lo haría otra vez cuando Marco la llevara con ella. Su amiga Elena la había llamado varias veces, pero Fani no había querido verla. No creía que pudiera contarle la verdad y no tenía ninguna historia creíble que explicarle. Así que, allí metida en casa se estaba volviendo loca. No hacía más que pensar, pensar en el tiempo que había pasado con Marco en Xerbuk. En sus momentos íntimos. Dios mío qué bien besaba y que sensaciones tan fantásticas sentía cada vez que la tocaba. Hacer el amor con él había sido lo más excitante y maravilloso que había experimentado en su vida. Y cuánto deseaba volver a repetirlo.

También estaba cansada de darles explicaciones a sus padres. La hacían contar la historia una y otra vez y cada día les surgían preguntas nuevas. Y por supuesto, trataban de convencerla para que no se marchara con Marco cuando viniese por ella. Estaba harta del acoso al que sus padres la tenían sometida. A veces tenía ganas de gritarles. Gritarles lo enamorada y lo segura que estaba de él. Claro que a veces también le entraban las dudas, pero las desechaba casi inmediatamente de aparecer.

Laura todos los días le preguntaba cuándo iba a llevarla al reino. Ella le contestaba que cuando Marco regresase. Así que todos los días Laura le preguntaba cuándo iba a regresar Marco. Al menos había una persona más, aparte de ella, que deseaba que él volviese.

 

A las dos y media del mediodía, Tomás cruzaba la puerta con Laura a su lado. La llevaba y la traía del colegio todos los días.

Se lavaron las manos y se sentaron a la mesa. Carolina y Estefanía ya tenían todo listo, Tomás solo disponía de un par de horas para comer y marcharse de nuevo al trabajo. Era por eso que ellas trataban de que todo estuviese a punto para que le diese tiempo a descansar y no se le hiciese tarde.

Así pues, se reunieron todos en el comedor para compartir juntos la hora de la comida como habían hecho cada día antes de la marcha de la hija mayor.

La familia de Estefanía estaba bastante silenciosa desde que había regresado a casa y les contara todo lo que pasó. Sus padres estaban muy preocupados por ella, hasta ahí podía entenderlos. Los primeros días la sometieron a un intenso interrogatorio. La conclusión de todo lo vivido en aquella extraña tierra, era que no se fiaban de Marco. Menos mal que Estefanía había omitido esa parte en que la había estado vigilando durante cinco años. Y la parte en la que su guerrero había amenazado a todos sus posibles novios con matarles si volvían a verla y también que se había entregado a él. Esas cosas serían solo de Marco y suyas. No obstante, su padre pensaba que Marco solo le había hablado de amor porque la necesitaba y ahora la había abandonado. Y los pensamientos de su madre no eran muy distintos.

Al parecer solo Laura la animaba. Le decía que Marco era súper romántico, súper guapo, que pronto vendría por ella y cumpliría sus promesas, tanto las que le había hecho a Estefanía como las que le había hecho a la propia Laura. Marco le había jurado a la niña llevarla al Reino de Xerbuk cuando la guerra acabase.

 

—Te veo muy aburrida, deberías volver a trabajar —dijo Carolina rompiendo el silencio.

—Mamá, sabes que estoy esperando a Marco, no quiero comprometerme con nada en este momento.

—Tu padre y yo, ya te dijimos lo que pensamos de ese hombre.

—Que no va a volver —afirmó Tomás.

—Vosotros no sabéis nada de él.

—Hija, tú tampoco sabes nada de él. Apenas le conoces —insistió su madre.

—¡Por supuesto que le conozco!

—¿Desde cuándo? ¿Tres semanas, un mes? Nadie se conoce en tan poco tiempo.

—Yo sí. Tú no estuviste allí, no viviste lo que yo, no puedes entenderlo.

—Estefanía…

—Mamá, por favor, no quiero seguir discutiendo. Todos los días tenemos la misma discusión y ya estoy cansada. No me vais a convencer.

Fani estaba segura de que Marco vendría por ella. Sin embargo, en momentos como ese dudaba, aunque nunca se lo diría a sus padres, pero rápidamente se deshacía de sus dudas y seguía confiando en él. Porque necesitaba confiar para poder seguir adelante.

Laura al ver el rostro desolado de su hermana, la abrazó para darle fuerza y consuelo mientras.

—No te preocupes tata, yo pienso qué sí va a volver por ti.

—Sí, Laura. Regresará y nos llevará a las dos a Xerbuk.

Durante el resto de la comida la familia permaneció en un intenso mutismo. Fani apenas levantó la mirada de su plato. No tenía ganas de ver en los ojos de sus padres los reproches que cada día le arrojaban.

En el momento en que Fani y Carolina se levantaron para recoger la mesa, sonó el timbre de la puerta. Tomás se levantó arrastrando la silla hacía atrás.

—Yo voy —dijo mientras daba media vuelta y salía del comedor.

Estefanía oyó los pasos de su padre que se alejaban por el pasillo y suspiró resignada. Poco después escucho abrir la puerta y…

—¿Qué haces tú aquí? ¡No te llevarás a mi hija!

A Fani se le paró el corazón al escuchar las palabras que su padre le había dirigido al recién llegado. Al instante supo quién era. Se levantó y corrió a través del pasillo hasta llegar al recibidor. Y allí estaba. Plantado, con las piernas separadas y las manos detrás de la espalda. Tan ancho y alto. Su padre apenas le llegaba por el hombro. Estaba realmente guapísimo, pero… ¿qué llevaba puesto? Unos vaqueros desgastados y una camiseta negra de manga corta con cuello de pico adherida a su pecho. Sí, estaba realmente guapísimo con ropa del siglo XXI. Fani tenía un nudo en la garganta y no pudo articular palabra. Sabía que volvería por ella, lo sabía. En esos momentos, mientras miraba sus preciosos y cristalinos ojos marrones, no comprendía cómo había sido capaz de dudar de él aunque solo fuera por un instante.

Los ojos de Fani comenzaron a brillar como esmeraldas bañadas por la lluvia de la emoción por volver a ver a su amado guerrero. Le parecía un sueño, un sueño hecho realidad, puesto que había soñado con este momento infinidad de veces.

Al final ella no hizo otra cosa que sonreír. Aunque en realidad tenía ganas de saltar de alegría, gritar a pleno pulmón  cuánto amaba a ese hombre y de abalanzarse sobre él y besarle con toda la pasión que había contenido estas últimas semanas. Pero su padre se interponía entre los dos.

—Quiero hablar con Fani —dijo Marco al fin.

—¡No dejaré que te la lleves!

—Papá, por favor —intervino Fani cuando recuperó su voz y cogió el brazo de su padre—. Marco y yo tenemos que hablar.

Su padre la miró y vio cómo su rostro se había iluminado y sus ojos esmeralda brillaban como hacía mucho tiempo no lo hacían. En aquel instante, Tomás se dio cuenta de que ya había perdido a su hija. Ese hombre se la llevaría y ahora solo deseaba que Marco fuera como Estefanía pensaba que era. Esperaba que ese hombre no defraudara a su hija y la hiciera muy feliz. Aun así, Tomás pensaba que su hija debía pensárselo muy bien antes de irse con él. Era una decisión muy importante de la que dependería su futuro. No era para tomársela a la ligera.

—Hija, piensa en todo lo que te hemos dicho tu madre y yo. —Le tocó la mejilla con la palma de su mano y tristemente se alejó por el pasillo dejándoles a solas.

Marco sacó una flor de detrás de la espalda y se la ofreció. Era esa que a ella tanto le gustaba, una rosa de extraño color violeta. Esa rosa que solo había visto crecer en Xerbuk. Esa que solo él le había regalado.

—Ya sé que he tardado más de lo que te dije, no sabes cuánto lo lamento. —Dio unos pasos más hacia ella, entrando en la casa—. ¿Me perdonas?

Ella cogió la rosa, se la acercó a la nariz e inspiró su aroma. Luego alzó la vista hasta encontrarse con sus bellos ojos, estaban cargados de amor. Su mirada la fascinaba, se le clavaba en el corazón como dulces puñaladas y entonces le dedicó una amplia sonrisa.

—¿Tú qué crees?

Marco la cogió por la cintura con ambas manos y la levantó hasta su altura para poder besarla a su antojo.

Su beso fue hambriento y desesperado. Estaba lleno de promesas, promesas de una vida juntos, de una vida llena de amor y felicidad. Promesas que la obligarían a dejar su mundo y su familia, pero a ella ya no le importaba, porque quería hacerlas realidad. Solo deseaba estar junto a Marco todos los días de su vida y estaba dispuesta a renunciar a todo por él.

Cuando acabó el beso, él la depositó en el suelo con delicadeza. Fani le acarició el rostro con ternura y se deleitó en sus facciones masculinas.

—Pero algo tenemos que hacer con tu puntualidad, siempre llegas tarde —dijo fingiendo estar irritada.

—Nadie lo lamenta más que yo, cariño. No sabes cuánto te he echado de menos todas estas semanas. —Hizo una pausa para luego proseguir—. Tardé más, porque estuve preparando una sorpresa para ti.

—Oh, ¿y qué es? —preguntó impaciente.

—Haz las maletas —se limitó a indicar sin más.

—¿No me lo vas a decir?

—Haz las maletas mientras hablo con tus padres.

—Está bien. Pero sé paciente con ellos, solo están preocupados por mí. No te conocen y tienen miedo de perderme o que me hagas daño.

 

Mientras Fani hacía sus maletas, con la ayuda de Laura, Marco se dispuso a tener una seria conversación con sus suegros. Pese a su experiencia dirigiendo un ejército, se sentía en tensión frente a estas dos personas, pues era demasiado importante para él su aceptación. Había pasado los últimos días ensayando qué les iba a decir.

—Señor, señora. —Marco pasó la mirada de uno al otro—. Solo tengo dos cosas que decirles…

—Pues yo solo tengo una cosa que decirte, y es que no me fio de ti —interrumpió Tomás.

Marco se dijo a sí mismo que tendría paciencia, tal y como Fani le había pedido. Así que decidió ir al grano haciendo caso omiso al comentario de Tomás.

—Amo a su hija y quiero casarme con ella. Les prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para hacerla feliz.

Los padres de Estefanía no se esperaban que aquel hombre fuese tan directo. A Carolina se le llenaron los ojos de lágrimas por la emoción que Marco puso en sus palabras. Le pareció sincero y se alegró por ello. Se alegró por su hija.

En cambio Tomás no estaba del todo convencido, sabía que ya había perdido a Estefanía y que no podría impedir que se fuera con él. Aun así, sabiendo que no le serviría de nada, intentó poner objeciones.

—Ese reino tuyo no es seguro. Acuérdate de lo sucedido.

—¿Acaso este mundo lo es? Le garantizo que en estos momentos, Fani está más segura en Xerbuk que aquí.

Tenía toda la razón, no había más que decir, se la iba a llevar y Tomás no podría hacer nada para impedirlo. Solo le quedaba una cosa por averiguar.

—¿Volveremos a verla?

—Por supuesto, tome esto. —Marco se quitó un colgante que llevaba al cuello y se lo entregó a su suegro.

Era un medallón de bronce que llevaba grabado un dragón con las alas extendidas, el símbolo de los xerbuk, y en el centro una piedra azul oscuro incrustada en el metal.

—Con este medallón podrá llamar a su hija cuando necesite verla y yo la traeré. Solo debe presionar la piedra —explicó.

Carolina estaba muy complacida y emocionada. Podía ver en los ojos de aquel hombre tan desconocido para ella el amor que sentía por su hija. Y Estefanía les había confesado estar muy enamorada de él. Sí, iban a ser una hermosa pareja, solo lamentaba no poder ir a visitarla tan a menudo como quisiera. Sin embargo, lo más importante era la felicidad de Estefanía.

—Hágala muy felilz —le dijo Carolina mientras se acercaba a él y se ponía de puntillas para darle un beso en la mejilla.

Viendo él la intención de su suegra, se inclinó para que la mujer lo alcanzase.

—Tiene mi palabra —contestó sonriendo al fin.

 

Estefanía hizo sus maletas en un tiempo record. Se despidió de sus padres y de Laura entre abrazos, lágrimas y la promesa de volver a verse muy pronto.

Una hora más tarde ya estaban en el coche camino del aeropuerto. Fue la única información que Fani pudo sacarle a Marco, por mucho que ella insistió durante todo el viaje.

Llagados al lugar, cogieron un avión con destino a Valencia. Fani cada vez se sentía más intrigada, tal vez Marco quisiera llevarla a la playa o a comer paella. Ella seguía sin tener ni idea de por qué se dirigían a Valencia y Marco no soltaba prenda. Reía de forma maliciosa, le divertía su desconcierto.

—Marco, ese portal que tú abres, ¿no nos podría llevar directos a Valencia?

—No cariño. Nunca he estado en el lugar al que vamos, no puedo abrir portales sin saber a dónde voy. Al menos no sin una magia adicional.

—Ah, vale.

 

El trayecto hasta el aeropuerto de Manises duró una media hora y allí cogieron un taxi. Marco le dijo en voz baja al taxista su destino de modo que ella no lo escuchase. Fani desistió de insistir en que le dijese a dónde iban, estaba claro que él no pensaba revelar su sorpresa porque entonces ya no sería una sorpresa. Ella entendió y aceptó eso, así que se acomodó en el asiento trasero del taxi, apoyó su cabeza en el hombro de Marco y entrelazó su mano con al de él.

En cuanto llegaron a su destino, Fani se quedó sin palabras. Literalmente con la boca abierta. Estaban en el puerto y Marco la llevaba hasta un gran Crucero. No podía ser verdad, esto debía de ser un espejismo. No podía creer que Marco estuviera haciendo esto por ella.

—Zarpa en una hora Fani. —Cuando la miró vio que las lágrimas de ella rodaban por sus mejillas completamente descontroladas—. No mi amor, no llores. —Sacó un pañuelo y le limpió el rostro húmedo por la emoción.

Ella le abrazó con fuerza mientras susurraba contra su pecho.

—Te amo, te amo, te amo.

—Gracias a Dios, por un momento pensé que no te gustaría hacer ese crucero conmigo —dijo sonriendo y acariciándole el pelo con suma dulzura.

—Oh Marco, sabías cuánto deseaba hacer ese crucero y lo preparaste todo para mí.

—Sabía que era uno de tus sueños y antes de volver a Xerbuk quería que lo realizaras, aunque ya sabes que puedo traerte al reino humano siempre que lo desees. Y viajar por este reino a dónde tú quieras.

Fani no tenía palabras para poder expresar cuánto amaba a Marco y sabía que su decisión de irse con él había sido la acertada. Él la hacía inmensamente feliz, aunque llegara tarde siempre a sus citas.

—Espero Fani que no seas de las que siguen las tradiciones.

Fani hizo un gesto con la cara indicando que no entendía sus palabras, así que él prosiguió con la explicación.

—Porque vamos a realizar nuestra luna de miel antes de la boda. —Sacó de su bolsillo una cajita y se la entregó. —¿Te casarás conmigo?

—Eso ni se pregunta, ¿acaso lo dudabas?

Abrió la cajita y encontró una sortija de oro blanco con una esmeralda en el centro rodeada pequeños diamantes formando un zigzag.

—Es preciosa. —Su voz delataba la emoción que sentía en esos momentos. Jamás había visto una joya igual, al menos no en su mano. Y el significado que tenía era mucho más importante que el valor de aquella maravilla.

—Hace juego con tus ojos.

Marco la sacó de la cajita, le cogió la mano derecha y le colocó la sortija en el dedo anular. Se sentía orgulloso de vérsela puesta. Su padre se la había regalado a su madre el día de su boda, junto con unos pendientes que Marco pensaba entregarle más adelante.

—Nos casaremos el mes que viene en Xerbuk, ¿te parece bien?

—Me casaría contigo incluso en la Antártida.

Y cogidos por la cintura subieron al enorme barco donde les esperaba un crucero inolvidable por el Mediterráneo.