Capítulo I

 

España, en la actualidad

 

Caminaba por las solitarias y oscuras calles de Salamanca. La acera estaba resbaladiza por la reciente lluvia caída. Solo eran las siete de la tarde, pero la    oscuridad del invierno estaba presente en la ciudad. El aire frío entraba por sus fosas nasales y le calaba hasta los huesos. Algunas farolas estaban apagadas y las sombras que se formaban entre ellas daban a la calle un aspecto fantasmagórico. Tendría que poner una queja al ayuntamiento, pensó ella.

Regresaba de la escuela, había sido una larga tarde. Sus alumnos de primaria habían estado muy rebeldes. Con una mano se tocó la garganta, hoy le picaba más que de costumbre, había tenido que levantar la voz toda la tarde. Además, la madre de uno de los niños más atrasados la había contratado para que le diera clases particulares a su hijo después del colegio. Así que se encontraba agotada. Al llegar a su casa se prepararía un baño caliente y se sumergiría en él durante una hora como mínimo.

Se acomodó la bufanda un poco más alrededor del cuello y aceleró su paso con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo. Deseaba llegar cuanto antes a su hogar, su dulce y tranquilo hogar, al menos hasta que su hermanita llegara.  Era una niña muy activa y su madre la mantenía ocupada con clases extraescolares de danza y judo, apenas le quedaba tiempo para estudiar y cenar, pero así se aseguraba que cayera rendida en la cama.

 

De pronto escuchó un estallido de metal tras ella. Inmediatamente se giró. Lo que vio allí la dejó estupefacta.

Dos hombres de inmensas proporciones luchaban con grandes espadas. Vestían como guerreros de otro tiempo. Ambos llevaban yelmos que cubrían sus rostros y armaduras que protegían sus cuerpos. Uno de ellos llevaba una capa negra con un dragón rojo alado dibujado en el centro. El otro guerrero no llevaba capa, solo una armadura envejecida, la espada en una mano y un escudo en la otra.

Con cada choque de metal, el brutal sonido la hacía dar un paso hacia atrás. Lo que más deseaba era salir corriendo, sin embargo, la ferocidad con la que luchaban la mantenía inmóvil. Los hombres gritaban inhumanamente con cada embestida. Parecía una exhibición medieval. Sin embargo, en una calle solitaria, y en un barrio tan alejado del centro, no tenía ningún sentido. Además, ¿de dónde habían salido? Era como si de de la nada hubieran aparecido detrás de ella para luchar. Esto era muy extraño. Lo más prudente era largarse, en cuanto pudiera levantar los pies del suelo.

Un grito de agonía le hizo abrir los ojos todavía más. El guerrero con capa había atravesado con su espada a su contrincante. Este, cayó de rodillas escupiendo sangre por la boca. El guerrero de la capa sacó la espada del cuerpo de su enemigo y este desapareció al instante en un polvo brillante.

Antes de que ella pudiera reaccionar, el guerrero la tenía cogida del brazo. Ella gritó con todas sus fuerzas, hasta que él tapó su boca.

—Cállate, tenemos que irnos antes de que vengan más —le susurró cerca de su oído.

El guerrero destapó su boca lentamente sin saber si volvería a gritar.

—Has matado a un hombre. —Su voz sonó estrangulada por el terror.

—Él iba a matarnos a nosotros.

—Pero, ¿ha desaparecido? ¿Es esto un mal sueño?

—No.

Oh Dios mío, un mal sueño no,  era una pesadilla, tenía que serlo. Las personas no mueren y desaparecen así como así. Esto le recordó que el guerrero que la agarraba acababa de matar a un hombre. Era un asesino que bien podría terminar con ella allí mismo.

—¿Vas a hacerme daño? —preguntó con la voz entrecortada.

—Por supuesto que no Estefanía, estoy aquí para protegerte.

—¿Protegerme? ¿De quién? ¿Y cómo sabes mi nombre? —Ella ahora se encontraba completamente confundida. Si no hubiera sido porque vio a un hombre desvanecerse frente a ella, pensaría que todo esto era una broma pesada de sus amigos, puesto que no estaba soñando.

—Protegerte de la reina, ese hombre con el que luché lo envió ella para matarte. Yo lo rastreé hasta aquí. Ella ya sabe que ha fracasado, así que enviará más. Debes venir conmigo ahora.

—No te conozco, ¿cómo sé que dices la verdad?

—No lo sabes, tendrás que confiar en mí.

—¿Y cómo sé que pudo confiar en ti?

—No tienes elección —dijo esto firmemente y la cogió por el brazo arrastrándola a través de la calle.

—¡Suéltame! Sé caminar por mí misma.

—Tendrás que disculparme, pero tengo la sensación de que si te suelto correrás en la dirección contraria.

El hombre era inteligente. Le concedería eso. Por supuesto que correría en la dirección contraria, ¿qué había pensado, que se marcharía con un desconocido al que había visto matar a un hombre así sin más? Tendría que estar loca.

—¿A dónde me llevas?

—A un lugar donde la Fuerza Vital sea lo suficientemente fuerte como para abrir el portal. Y en estas ciudades es realmente difícil.

—¿Qué portal? —La voz de Estefanía sonaba cada vez más preocupada.

—El portal hacia Xerbuk. Aquí no puedo protegerte, mis poderes están limitados.

—¿Xer… qué?

—Xerbuk es mi reino. Te lo explicaré en cuanto estemos a salvo.

—Yo no voy a ningún lado. —Ahora parecía más enfadada que preocupada.

Forcejeó y trató de liberar el brazo de su agarre, pero fue inútil. El guerrero era tres veces más grande que ella y su fuerza era incomparable.

—Siento contradecirte pero, vendrás conmigo. Y deja de forcejear, te harás daño.

—¿Qué pasa contigo, vas a secuestrarme?

—Más o menos. Ya te he dicho que te lo explicaré cuando estemos en mi reino. Es demasiado peligroso permanecer aquí.

Apenas acababa de pronunciar su última palabra cuando un golpe en su hombro lo cogió por sorpresa y lo derribó. Cayó de bruces contra el suelo llevándose consigo a Estefanía. Ella miró hacia arriba y vio a otro guerrero de pie, con la espada en alto con la intención de matar al hombre que tenía a su lado.

Cuando este bajó su espada para la estocada final, el guerrero que se hallaba en el suelo, con gran velocidad, agarró la suya con fuerza y paró el golpe. Con un rápido movimiento de pies lo tiró al suelo, se levantó y sin darle tiempo a reaccionar le atravesó el corazón con su espada. El guerrero se esfumó en polvo brillante casi de inmediato.

El guerrero de capa negra se giró en busca de Estefanía, pero ella ya no estaba. Había huido. Como no, pensó él. ¿Acaso había esperado que ella se quedara junto a él para comprobar si estaba herido? Con un largo suspiro se tocó el hombro derecho con la mano izquierda y se le empapó de sangre. Tenía una profunda herida. Si esa mujer le hubiese obedecido y no lo hubiera entretenido discutiendo, habría estado más alerta y no lo hubiesen cogido desprevenido. Y así le agradecía su protección, huyendo de él. Se limpió la sangre con su capa y caminó hacía la casa de Estefanía, seguramente se había dirigido allí. Debía llegar antes que la reina enviara más guerreros.

 

Efectivamente Estefanía acababa de llegar a su casa. Subió las escaleras a toda prisa, abrió la puerta, entró y girándose ciento ochenta grados le colocó todos los pestillos y una silla bloqueando el pomo como había visto en las películas. Después recorrió toda la casa cerrando las ventas y bajando las persianas.

Por fin acabó, estaba exhausta por la carrera que se había dado. Fue hasta la cocina para beberse un vaso de agua, después se sentó en una silla a recuperar el aliento y pensar en lo sucedido.

¿Qué era lo que había ocurrido esta noche? ¿La perseguirían los guerreros? ¿Se atrevería mañana a salir a la calle? ¿Y si la estuvieran esperando? Lo mejor era llamar a la policía. Decirle que unos hombres con armadura la perseguían y que ya habían matado. No, no podía decir eso, no había cuerpo, ella misma lo vio desaparecer. Y si decía que vio a un antiguo guerrero matar a otro, el cual desapareció ante sus ojos, la encerrarían en un manicomio.

Sus padres y su hermana estaban a punto de regresar, ¿qué era lo que iba a hacer? Tal vez estuviesen en peligro todos. Con ese último pensamiento se levantó y fue hasta el salón, cogería el teléfono y les avisaría al móvil.

La intención que tenía de avisar a sus padres quedó en eso, en una mera intención. Nada más atravesar  la puerta quedó paralizada. Allí estaba él. Con su armadura, su capa negra y el yelmo que cubría su rostro. Su brazo y su pecho estaban impregnados en sangre. Eso la asustó mucho más de lo que ya estaba. Estefanía empezó a caminar hacia atrás lentamente. Aunque la espada la llevaba envainada, no tenía ni idea de lo que sería capaz de hacerle ese hombre. Se veía tan feroz y peligroso. Eran tan alto y corpulento.

—Estefanía, tenemos que irnos, volverán y cerrar puertas y ventanas no impedirá que entren —le informó jadeando.

Sentía como los parpados se le cerraban y le pesaba la cabeza, empezaba a encontrarse débil, muy débil. Había perdido mucha sangre, necesitaba descansar para recuperarse y tratar de convencer a esa mujer empezaba a enfurecerlo. ¿Acaso no se había dado cuenta del peligro que corría? ¿Acaso no había visto a dos guerreros ir tras ella? Si él no hubiese llegado a tiempo la habrían matado. No deseaba llevársela a la fuerza, pero si no la convencía pronto de que le acompañara, tendría que hacerlo. No aguantaría de pie mucho con esa herida en el hombro, además la reina pronto mandaría otros guerreros tras Estefanía. Necesitaba regresar a su reino lo antes posible.

—Todavía no me has dicho tu nombre y por qué conoces el mío y… ¿cómo has entrado aquí? —replicó ella en un intento de ganar tiempo.

—Mi nombre es Marco, sé el tuyo porque llevo protegiéndote cinco años desde mi reino y estoy dentro de tu casa porque las paredes no pueden detenerme.

Ella se quedó un largo minuto en silencio tratando de comprender lo que ese hombre le había dicho y…

—¿Me has estado vigilando? —El miedo empezaba a desaparecer y ahora se sentía enfadada y acosada.

Si hubiese querido hacerle daño, lo habría hecho hace mucho tiempo puesto que la había vigilado durante cinco años. ¡Dios mío, cinco años! No tenía ningún derecho.

—Mi raza estuvo protegiéndote desde que llegaste al mundo humano y hace cinco años, yo tomé el relevo.

—El mundo humano… estás loco.

—Volverán por ti, vámonos —insistió ignorando que le había llamado loco.

—Pero, ¿por qué me quieren? —Cada vez estaba más confundida.

—Porque te temen.

—¿A mí? Creo que te estás equivocando de persona.

—No —dijo rotundamente—. Siempre hemos seguido tu pista, no podíamos correr el riesgo de que algo malo te pasara. Te necesitamos.

—Para qué me necesitáis.

—Eres la última descendiente de los zedhriks.

Estefanía seguía sin comprender nada y cada vez que este hombre decía algo para explicarle, la confundía más. ¿De qué demonios estaba hablando? Sin duda, debía estar equivocándose de persona.

—Sigo sin entender nada y si no me explicas todo, no iré a ninguna parte contigo.

Maldita sea, Marco no quería llevarla por la fuerza, prefería convencerla, pero ella se lo estaba poniendo muy difícil y el tiempo se acababa. Toda la historia era demasiado larga para explicársela en los pocos minutos que les quedaban hasta que la reina mandara más guerreros tras ella.

—Si te quedas aquí, no tardarán en entrar, ¿qué crees que pasará si tus padres y tu hermana ya han regresado para entonces? Los matarán. —Si esto no la convencía, usaría la fuerza, no podía perder más tiempo con ella.

Estefanía se quedó casi sin palabras, lo que le estaba contando tenía mucho sentido y después de ver como luchaban esos seres, estaba claro que no tardarían mucho en acabar con toda su familia. El miedo y el terror por sus seres queridos se apoderaron de ella y fue más fuerte que el temor por sí misma. Haría cualquier cosa por su familia, si ir con ese hombre protegía a los suyos, lo haría.

—Está bien Marco, ¿es así como me has dicho que te llamas? —Le había contado tantas cosas y todas tan desconcertantes que estaba perdida—. ¿Mi familia estará a salvo si voy contigo?

—Sí, ellos solo te quieren a ti. Te perseguirán en Xerbuk, pero no te preocupes, allí te mantendré segura.

—Bien, iré contigo. —La duda y el terror renacieron en ella. Se iba con un desconocido que había asesinado a dos hombres y puesto que estaba todo lleno de sangre, vete a saber a cuántos más habría matado. Que Dios la protegiera porque iría con él a pesar de todo, debía alejar el peligro de su familia.

—Aquí no puedo abrir el portal. Pero pasé por un parque viniendo hacia acá donde la Fuerza Vital es bastante fuerte.

Apartó la silla que bloqueaba la puerta, quitó los pestillos y la abrió. Le tendió la mano enguantada a Estefanía. Ella la cogió sin decir palabra y salieron casi corriendo hacia el parque que estaba una calle más al sur.

Una vez allí, Marco extendió su brazo, con el dedo índice señaló al suelo y pronunció unas palabras en un extraño idioma que ella no identificó. De pronto salió de su dedo un destello de luz blanca azulada. Fue alzando lentamente su brazo, luego lo giró a la derecha y volvió a bajarlo, dibujando así una puerta. Una vez concluida, una luz mucho más intensa rellenó el hueco. El portal estaba abierto y ella estaba alucinando, no había otra explicación para lo que acababa de presenciar.

Marco le dio un pequeño apretón en la mano, diciéndole con ese gesto que todo saldría bien y que confiara en él. Ella miró sus ojos escondidos detrás del yelmo y descubrió que eran de un marrón muy claro, casi cristalino. Eran bellísimos. Por un segundo quedó hipnotizada por esos ojos, no podía dejar de mirarlos.

Después de recuperarse de su intensa mirada asintió con la cabeza. Juntos dieron el primer paso al frente.  Y cuando estuvo a uno solo de cruzar la puerta, ella cerró los ojos y apretó la mano de Marco con mucha más fuerza. Él tiró de su brazo y dieron ese último paso.