Capítulo XV

 

La cena trascurría con normalidad hablando de trivialidades. Nadie quiso comentar nada referente a la situación por la que pasaba el reino. Nadie quería estropear la cena que estaban compartiendo alegremente con su rey. Después de tres años de cautiverio, lo que menos deseaban hacer era importunarlo. Esa era una noche gozosa, el principio del fin del caos.

De pronto Aurelio rompió esa tranquilidad al dirigirse a Estefanía.

—¿Has sido feliz con tu familia?

Durante un segundo ella no entendió por qué le hacía esa pregunta, pero después recordó lo que Marco le había contado. Su padre había sido el que le buscó una familia en el mundo humano, para esconderla y que cuidaran de ella.

Entonces, una sonrisa iluminó su cara al recordar todas las vivencias pasadas con sus padres y su hermana.

—Sí, he sido muy feliz. Me han dado todo lo que una hija necesita para ser dichosa.

—Me alegra mucho oír eso. Pasé semanas buscándote unos buenos padres, que cuidaran de ti —contestó el rey de forma cariñosa, como si la conociera de siempre.

—Gracias. —Se paró un momento para terminar de tragar lo que llevaba en la boca y prosiguió—: Además de mis padres, también tengo una hermanita traviesa a la que quiero con locura.

—Sí, lo sé. Me alegré mucho cuando me informaron del nacimiento de la pequeña Laura.

Estefanía se puso tensa al escuchar el nombre de su hermanita en boca de Aurelio. Ese comentario le volvió a recordar que nunca tuvo vida privada. ¿Tan importante era ella que hasta el mismísimo rey había hecho un seguimiento de su vida? Por supuesto que sí. Ella era la única esperanza que tenían de devolver al reino la paz y la tranquilidad.

Fani creía que ya lo había superado, pero cada vez que le recordaban que la habían estado vigilando se sentía irritada y avergonzada. ¿Cuántas estupideces habría cometido ella a lo largo de su vida? Todas esas personas allí presentes podían haber sido testigo de todos sus momentos embarazosos, de todos los errores que había cometido y de momentos y conversaciones íntimas. ¿Habrían informado al rey también de todo eso?

Trató de calmarse, respiró hondo y expiró todo el aire muy despacio. No podía perder el control allí. Además, se trataba del rey. Ese mismo rey que le había salvado la vida. Ese mismo rey que le había encontrado una familia maravillosa con la que criarse. Podía perdonarle el haberla espiado. Volvió a respirar hondo y soltar el aire muy despacio.

Marco se percató de inmediato de lo que le estaba pasando por la mente a su Fani en esos momentos. Se estaba conteniendo por respeto a su padre, cosa que no había hecho con él. También sabía que estaba en todo su derecho de sentirse así. Ellos la habían privado de su intimidad durante toda su vida. Pero  había sido para cuidar de ella, por su propio bien. Claro que, él también se había metido en sus asuntos sin ser necesario. Bueno para ser sincero, sí había sido necesario, al menos a su criterio. Ella no había corrido peligro de muerte, pero podría haber corrido otra clase de peligros que él no estaba dispuesto a tolerar.

Así que, entendiendo la postura de su querida Fani, se dirigió a su padre. Tenía un aspecto desconcertante al ver el rostro inquieto de ella.

—Padre, Fani se inquietó mucho cuando descubrió que la habíamos estado cuidando —le informó con toda tranquilidad.

Marco bajó su mano hasta el regazo de Fani y entrelazó sus dedos con los de ella.

—Cuidando no, espiando —lo corrigió ella antes de que Aurelio pudiera contestar.

—La palabra adecuada es cuidar. Te hemos estado cuidando para que no te pasara nada malo —se defendió Marco tratando de mostrarse tranquilo.

—Y tú te hiciste un experto —le atacó con sarcasmo.

Bien sabían los dos, que las intervenciones de Marco no habían sido precisamente para salvarla de un malhechor.

—¿Vas a estar siempre echándomelo en cara?

Le dio un ligero apretón en la mano que ella identificó como señal para que se callara. Pero no estaba dispuesta a hacerlo. A pesar de que no le guardaba rencor por aquello, ella tenía la razón en este asunto y no pudo evitar jugar un poco.

—Siempre que tenga la ocasión —contestó con falso enfado.

—Creo que ya te expliqué los motivos por lo que lo hice.

Marco no captó su tono bromista y volvió a darle otro apretón, esta vez menos amistoso. Le irritaba que sacara ese tema.

—Pero eso no le resta importancia al hecho de lo que hiciste. —Y concluyó dándole una patada por debajo de la mesa en respuesta a su apretón.

—¡Au! —gritó.

En esos momentos, Sebastián soltó una carcajada. Era el único que sabía de qué iba esa conversación. Daniela también sonrió, pero con más discreción. No sabía de qué hablaban, pero le pareció muy graciosa la discusión que mantenían.

En cambio el rey estaba bastante desconcertado observándoles. Por un lado, Fani se sentía molesta por su cuidado durante todos esos años y así se lo estaba haciendo ver a su querido hijo. Pero por otro lado, no se la veía en absoluto enfadada. Es más, él diría que Fani estaba fastidiándole a propósito con ese tema, solo tenía la intención de irritarle, cosa que había conseguido. Ante eso, no tuvo más remedio que sonreír mientras les contemplaba. Al parecer la pareja estaba tan enfrascada en su estúpida discusión que no se habían dado cuenta que no estaban solos, al menos había unas veinte personas a su alrededor y casi todos les miraban.

—Cariño, ¿te he hecho daño? —preguntó dulcemente, sin darse cuenta de la afectuosa palabra que acababa de utilizar en público.

Al final ambos se miraron a los ojos y se sonrieron tontamente.

A esas alturas de la conversación los presentes ya no sabían a dónde mirar. Unos miraban al techo, otros sus propios platos, algunos se miraban las uñas…

De pronto el rey carraspeó y sacó a la feliz pareja del ensimismamiento en el que se encontraban.

Rápidamente le subieron los colores a Fani. La verdad, no había sido consciente de dónde se encontraba. Y le había dicho «cariño» a Marco y todo el mundo lo había escuchado. Se había delatado en público y ya no había vuelta atrás. Aunque la verdad sea dicha, estaba segura de que ya lo sabían. Llevaban demasiado tiempo viviendo en esa casa todos juntos. De todos modos, deseó que se la tragase la tierra por bocazas, aunque toda la culpa la tenía Marco.

Fani le miró de reojo y vio que seguía cenando como si nada. Como si la conversación que habían mantenido fuese lo más normal del mundo. En cambio ella ya no podía probar bocado. Se sentía aun más nerviosa, si es que eso era posible, y también  tímida y avergonzada.

Sin embargo, a pesar de que todos los allí presentes les habían escuchado, siguieron comiendo con toda serenidad y nadie comentó nada al respecto. Aurelio sacó un tema de conversación que nada tenía que ver con ellos y la cena prosiguió con tranquilidad.

Estefanía, alegando que había comido demasiado y no se sentía muy bien, se excusó y se escapó a la privacidad de su habitación.

Nada más entrar, se quitó la ropa y se puso un camisón. Fue hasta la esquina, frente a la cama donde había un aguamanil. Echó un poco de agua, humedeció una toalla y se lavó la cara y el cuello. Se sentía muy acalorada. Seguramente, todavía tenía las mejillas enrojecidas por la vergüenza que había pasado al final de la cena. Se encontraba tan cómoda junto a Marco y le gustaba tanto irritarlo y bromear con él que por un momento había olvidado dónde estaba y cuanta gente tenía alrededor. Después se percató de lo íntima que había sido su conversación y ya no pudo comer. Además, le había llamado «cariño». Era la primera vez que usaba un término tan afectuoso para dirigirse a él, y a pesar de que le había parecido lo más normal del mundo, no tenía por qué haberlo dicho en público. Marco todavía no había hecho oficial ningún compromiso con ella y esas gentes tenían otras costumbres más conservadoras.

Todavía se estaba lavando, cuando la puerta se abrió sin previo aviso. Estefanía se giró bruscamente para encontrar a Marco cerrándola suavemente. Después, dio media vuelta y se acercó a ella.

Sin decir una sola palabra, le arrebató la toalla de las manos. La volvió a humedecer en el aguamanil y se la paso delicadamente por el cuello. Ella echó la cabeza hacia atrás para dejarle hacer mejor. Con la otra mano Marco desabrochó todos los botones de su camisón, que llegaban hasta medio pecho. Después siguió bajando con la toalla húmeda hasta llegar al suave canal que separaba sus senos. Luego volvió a subir hasta pasar por su garganta. Le levantó el pelo y también le lavó la nuca. Ella cerró los ojos y disfrutó de esa sensación tan embriagadora y sensual.

Fani soltó un gemido de placer que hizo que él se excitara todavía más. En cuanto entró en la habitación y la vio, había deseado tumbarla en la cama y hacerle el amor apasionadamente. Se había contenido con la intención de encender su deseo, pero ella se lo ponía condenadamente difícil.

Marco dejó la toalla a un lado y fue subiendo su camisón hasta sacárselo por la cabeza dejándola solamente con las braguitas color rosa. Se separó de ella un poco para poder contemplar las perfectas curvas de su cuerpo. Era tan bella y hermosa, nunca se cansaba de mirarla.

Durante el escrutinio de Marco, Fani se ruborizó, puesto que se la estaba comiendo con los ojos. Podía sentir su calor aún sin haberla tocado todavía. Él no se había quitado ni una sola prenda, eso era una falta muy grave que ella pensaba remediar.

Alzó sus manos hasta el cordón de su camisa y lentamente fue deshaciéndolo, después agarró el borde de la prenda y levantándola se la sacó por la cabeza. Entonces quedó a la vista su musculoso y dorado pecho. Fani buscó en su mirada esos ojos profundos y claros, se sentía maravillada de lo que veía en ellos. Había pasión, admiración y amor. Sí, ella veía el amor en sus ojos, el mismo que había sentido en silencio durante cinco largos años.

Estefanía decidió que era el momento. Iba a corresponder con palabras a todo lo que Marco le había dado sin esperar nada a cambio. Respiró hondo y clavó su mirada en la de él.

—Marco tengo que hablar contigo.

Si no hubiera sido porque Fani estaba desnuda frente a él, se habría asustado por el tono tan serio que ella había adoptado. No tenía ni idea de qué querría decirle en un momento como ese. Así que asintió con la cabeza y le permitió continuar, si antes se lo decía, antes podrían terminar lo que habían empezado.

—Marco yo…

Fani jamás se había declarado a nadie y quería que fuera perfecto. Quería escoger las palabras adecuadas para ese momento.

—Yo… Eh…Eres todo lo que siempre he deseado en un hombre. No, eres más de lo que siempre esperé de un hombre. Y poco a poco te has metido en mí, aquí. —Ella puso la mano en su corazón—. Estás tan dentro de mí que hasta me duele.

Él hizo un gesto para hablar, pero ella le puso los dedos en sus labios para que no dijera nada todavía.

—Sí, Marco, me duele. Te amo tanto que siento un dolor en el pecho cuando no te tengo cerca. Cuando pienso que estás en peligro. Cuando llegas tarde cada vez que quedas conmigo. —Esto último lo dijo con una ligera sonrisa—. Me duele cuando pienso en cuánto tardaré en volver a verte. Eres mi cielo y mi tierra. Has conquistado mi corazón de una forma, que ahora no imagino mi vida sin ti. Has iluminado mi mundo con tu amor y quiero que siga siendo así el resto de mi vida. Te amo, Marco, te amo tanto —acabó su confesión con un susurro.

Marco jamás había esperado semejante declaración de amor. Y menos de la mujer que más quería en el mundo. Apenas podía creer que su Fani le estaba diciendo las palabras que él tanto ansiaba escuchar. Ahora mismo se sentía todopoderoso, tenía ganas de saltar, de gritar a todo pulmón lo feliz que se sentía en ese instante.

Durante tantos años había imaginado que ella le amaba, que le decía esas maravillosas palabras que anhelaba su corazón. Lo había conseguido, había logrado enamorarla.

Marco se quitó rápidamente los pantalones que aún llevaba puestos y los tiró por los aires. Cogió a Fani en brazos y la llevó hasta el lecho donde pensaba demostrarle cuán feliz lo había hecho.

Esa noche hicieron el amor de una forma distinta, lo hicieron con la certeza de que la entrega era mutua. Con la certeza de que ambos deseaban lo mismo. Y con la certeza de que sí podrían tener un futuro juntos.