Hace mil años
Reino de Xerbuk
Corriendo por los pasillos del palacio, una anciana de cabellos largos y grises avanzaba apresuradamente hacia los aposentos del rey. Todavía no había amanecido y el fuego de las antorchas iluminaba los corredores formando sombras fantasmales. Todo estaba en silencio, solo el retumbar de las pisadas de la anciana hacía eco en sus oídos.
La mujer se paró frente a la puerta de su rey la golpeó fuertemente al tiempo que gritaba entre jadeos.
El rey, al escuchar los chillidos desesperados que provenían del otro lado de la puerta, se levantó sin vacilación y caminó hacia ella velozmente. Entonces pudo escuchar las palabras que provenían de afuera: «¡El Reino de Xerbuk llegará a su fin tal y como lo conocemos!»
Alarmándose, el rey abrió de golpe la puerta y exaltado por aquellas palabras, le ordenó a la anciana que se explicara de inmediato.
La anciana recitó aquello que la había hecho correr angustiada hasta los aposentos de su rey.
Una joven bruja llegará con su ejército de seres monstruosos y se apoderará del reino. Los caballeros del rey se volverán en su contra dando muerte a todos los que no obedezcan a la bruja. Miles de personas morirán, razas enteras serán exterminadas. Ni siquiera el gran poder de los xerbuks podrá con ella.
Solo el último descendiente de los zedhriks la derrotará, solo él tendrá el poder de acabar con la malvada bruja.
Dicho esto, el rey se estremeció de la cabeza a los pies, pues la anciana era una profetisa que siempre había ayudado a su gente con sus visiones y sus predicciones. Todo el reino la respetaba. Si ella anunciaba que su reino moriría, así sería, no albergaba ninguna duda sobre ello. Pero la vieja mujer le había dado una esperanza, el último descendiente de los zedhriks. Debía hablar con ellos de inmediato.
A los pocos días el rey tuvo una reunión con la raza que debía salvar el reino y les explicó lo que la anciana había profetizado que sucedería en el futuro y qué solo ellos podían acabar con el caos anunciado.
El líder zedhrik y su consejo se reunieron para buscar una posible solución al desastre que estaba por venir.
Después de semanas sin dormir encontraron el modo de derrocar a esa poderosa bruja cuando llegara.
Los zedhrik unieron sus poderes para invocar la Fuerza Vital con la mayor intensidad que jamás habían convocado. Todo el poder obtenido fue depositado en un cristal de color ámbar con forma de daga. Fue colocado en un pequeño cofre de bronce forrado en su interior con terciopelo negro.
Después el líder zedhrik fue a palacio para mostrarle el arma al rey y decirle que ya no se preocupara, que el poder que contenía el cristal derrotaría a la malvada bruja. Pero el rey tuvo miedo de ese poder, miedo de que los zedhriks pudieran usarlo en su contra para apoderarse de Xerbuk. Ambos hombres se miraron fijamente a los ojos y el temor del rey fue aún mayor. Corrió hacia el hombre y le arrebató el cristal de las manos. En cuanto lo tocó, sus gritos hicieron retumbar las paredes del palacio, sus manos ardieron como las llamas del infierno haciendo soltar el cristal de sus manos. Este cayó al suelo, rebotando varias veces sin hacerse la más mínima mella. «Solo la sangre zedhrik puede utilizar el cristal», le informó el hombre a su rey.
Agachándose, recogió el cristal, lo devolvió al cofre y cerró la tapa. El rey, inmerso en su inseguridad, le quitó el cofre diciéndole que él lo guardaría en un lugar seguro. En cuanto la bruja llegara se lo entregaría a los zedhriks para que acabasen con ella.
Junto al cofre, el rey escribió la profecía de la anciana en un pergamino y el poder del cristal para que no quedase en el olvido si la profecía no se cumplía en su generación.
Después lo colocó en un nicho cerrado bajo doble llave a la espera de que el poder que allí se enclaustraba fuera necesario.