Un par de horas más tarde, llegaron a la aldea. En el horizonte se alcanzaba a ver los tonos anaranjados del amanecer por encima de la copa de los árboles. Los aldeanos empezaban a levantarse, pero todavía no se veía ninguno por los alrededores. Eso era bueno, no deseaban que se enteraran todavía de que el rey estaba con ellos. Primero querían atenderle y permitirle descansar. Así pues, David y Benjamín escoltaron a Fani y al rey a las habitaciones que tenían designadas para ellos en casa del jefe de la aldea shakt.
Después, en el salón, los dos hombres se miraron el uno al otro. Ambos asintieron a la vez sin decir una sola palabra y salieron a toda prisa a por los caballos. Confiaban en la habilidad de su príncipe y el de su mejor guerrero, pero no se sentarían allí tan tranquilos cuando habían dejado hombres atrás.
En la habitación, Fani estaba llorando desconsolada. Se encontraba acostada boca abajo en su cama, aferrada a la almohada. No podía creer que hubieran dejado a Marco allí. No podía creer que él se hubiera sacrificado para ponerles a ellos a salvo. ¿Qué haría ella si él no regresaba? Eso era algo impensable. Se había acostumbrado a él, a tenerle cerca, a comentar sus cosas, a oír sus palabras de amor, a reír con él. Y sus besos, cómo anhelaba en estos momentos un beso suyo, una caricia. Lo bien que se había sentido cuando la abrazaba. El torbellino de sensaciones que vivió cuando le hizo el amor. A ningún hombre había deseado tanto. Oh sí, ella le quería, es más, le amaba. Marco se había ganado ese lugar en su corazón, ahora estaba segura de ello y él todavía no lo sabía.
Había llegado a su vida de golpe, trayendo consigo un terremoto que había echado abajo todas sus convicciones y todo lo que ella había pensado que era el mundo. Había cambiando por completo su vida y su futuro. Había hecho que abandonara a su familia, a las personas que más había querido. También había dejado sus proyectos a medias para seguirle. Sin embargo, en estos momentos, nada de todo lo que había sido su vida le parecía importante. Tan solo deseaba que Marco regresara a su lado, para poder abrazarle una vez más, sentir su aroma, su piel caliente quemando la suya con cada roce. Haría el amor con él toda la noche, uniendo sus cuerpos en uno solo.
Hasta ahora no se había dado cuenta, pero Marco había estado metiéndose en su corazón poco a poco. Con su ternura, su encanto, su cariño, su amor… Nunca nadie le había dado tanto, a excepción de su familia. Él conocía sus anhelos más grandes. Sus ilusiones, sus esperanzas, sus sueños. Ahora Marco lo era todo para ella. Y todavía no se lo había dicho. Sí, él debía regresar y ella le diría una y otra vez cuánto lo amaba.
Abrazada a una almohada bañada en lágrimas y pensando en Marco, en el hombre que había cambiado su vida, se quedó dormida.
Poco después de que Fani se trasportara al mundo de los sueños, Marco y Sebastián, junto con los otros dos xerbuks, entraron en el salón. Los primeros rayos del sol de la mañana rozaban la aldea shark dándole la bienvenida a un nuevo día. Todavía era muy temprano, pero los criados estaban levantados y ocupados en sus quehaceres. Los cuatro hombres se sentaron a la mesa y pidieron su desayuno.
—¿Dónde están? —preguntó Marco.
—Si te refieres al rey y a tu dama, les dejamos en sus respectivas habitaciones antes de ir en vuestra busca —contestó Benjamín.
—No debisteis venir, estaba todo controlado. Les dejasteis sin protección.
—Nosotros no dejamos atrás a nadie y menos a nuestro príncipe —replicó David.
—Pero era una orden, y Xerbuk depende del rey y de Fani. Ellos son lo más importante en estos momentos.
Los dos hombres decidieron no discutir con su Príncipe, por un lado sabían que tenía razón, pero por el otro, ellos le debían sus propias vidas. No podían dejarles atrás.
—Lo siento, alteza, no volverá a suceder.
Después de ese último comentario, el silencio inundó la sala. Acabaron su desayuno sin decir ni una sola palabra. Luego los dos hombres se retiraron a descansar dejando solos a Marco y Sebastián.
—Has sido un poco duro, tu padre y Fani no han estado tanto tiempo solos.
—Pero ellos no sabían que ya estábamos llegando a la aldea. Ha sido una imprudencia.
—Sabes que esos hombres morirían por ti.
—Lo sé, pero tenemos que mirar más allá de nosotros mismos, tenemos que mirar por Xerbuk.
Sebastián no dijo nada, sabía que su amigo tenía razón, pero comprendía perfectamente a los hombres, regresaron por la misma razón que él se había quedado junto a Marco en Palacio.
—Ve a ver a Fani y dile que estaré con ella en una hora, primero tengo que tratar con mi padre —comentó Marco.
—Voy ahora mismo.
Mientras su amigo se dirigía a la habitación de Fani, el tomó el camino contrario hasta donde se suponía habían alojado a su padre, tal y como tenían planeado una vez lo hubiesen rescatado.
Lo que más deseaba en esos momentos era estar con Fani, abrazarla, enterrar el rostro en su cuello e inhalar su aroma de mujer. Saborear cada rincón de su cuerpo. Su fantasía más secreta era poder tener una vida con ella, casarse y tener hijos. Y para eso, la guerra debía acabar. Cuanto antes se ocupara de ella, antes podría hacer realidad su fantasía.
Marco se paró frente a la alcoba de su padre y golpeo la puerta. Sin esperar respuesta, entró. Lo encontró sentado a la mesa, desayunando. Tenía el cabello húmedo, de haber tomado un baño, se había recortado el pelo y la barba, también se había cambiado de ropa.
Él se sentó en una silla frente a su padre y se quedó mirándole durante un buen rato.
—Tienes buen aspecto, padre —dijo al fin sonriendo.
—Tú también Marco. —Hizo una pequeña pausa y continuó hablando—. Veo que has organizado todo muy bien.
—¿Te sorprende? Por supuesto, siempre pensaste que no era capaz de liderar el ejército y mucho menos el reino.
La intención de Marco no había sido reprocharle el pasado a su padre, se alegraba demasiado de tenerle a su lado como para eso. Sin embargo, las palabras habían salido de su boca sin más.
—Lo siento mucho hijo, siento mucho todo lo que te dije aquel día. —Sus ojos expresaban tristeza y arrepentimiento—. Esa discusión ha ocupado mi mente cada segundo, minuto y hora de estos tres años de encierro. Atormentándome, no te imaginas cuánto.
—No te atormentes más padre con lo que pasó. Ambos dijimos muchas cosas, yo ya lo olvidé todo—.
Las palabras de Marco estaban cargadas de sinceridad y darse cuenta de ello hizo ver al antiguo rey de Xerbuk, lo equivocado que había estado respecto a su único hijo.
Ambos recordaron aquel día de hacía poco más de tres años, cuando Marco le anunció a su padre que rompería su compromiso matrimonial con una xerbuk, tuvieron una fuerte discusión. Alegó que estaba enamorado de otra mujer y que por su actual prometida solo sentía el cariño de dos buenos amigos. Entonces, su padre le acusó de insensato. De que jamás podría llevar la responsabilidad que requería un reino si se dejaba llevar por sus pasiones. Debía que tener un corazón de hierro, ajeno a sentimientos blandos. El amor, su padre se había burlado de ese sentimiento suyo. También le acusó de endeble y de que no sería capaz de dirigir un ejército, si en algún momento fuera necesario.
Su padre le dijo palabras muy duras, de las cuales se arrepintió meses después, cuando Xerbuk fue tomado por la hechicera que se autoproclamó reina. El rey fue encarcelado y jamás tuvo oportunidad de pedirle perdón a su hijo.
Marco se levantó y fue hasta el otro lado de la mesa y le tendió la mano a su padre. Este se levantó también, pero en vez de tomársela, se acercó más a él y lo acogió en un abrazo de reconciliación lleno de calor y amor filial.
Separándose de su hijo, volvió a sentarse para continuar con su desayuno. Alzó la vista para mirarle. Sus ojos seguían brillantes con lágrimas de emoción.
—Me siento muy orgulloso de ti. —Su rostro resplandecía con el orgullo que afirmaba sentir por su hijo.
—Gracias padre. —Se volvió hacia donde estaba sentado antes y añadió—: Me gustaría que conocieras a Fani.
—¿Fani, la mujer por la que quisiste romper el compromiso? – preguntó de forma descuidada sin apenas levantar la vista del plato.
—Sí. —Bajó la vista hasta su regazo donde se retorcía las manos—. Lamento que toda esta guerra la causara yo.
—¡No! No digas eso. —Levantó la vista inmediatamente para mirar los ojos de su hijo que se veían consternados—. En cierto modo me alegro que rompieras el compromiso. Si te hubieses casado con esa mujer… era mala hijo, ahora todos lo sabemos. Te habría hecho mucho daño.
—Pero tal vez las cosas no hubieran llegado tan lejos y solo hubiera sufrido yo o tal vez la hubiera podido controlar.
—No hubieses podido. No sigas culpándote, tarde o temprano, esa mujer habría acabado con nuestro reino de todas formas, era lo que tenía planeado. Quería ser reina para acabar con todos los xerbuks, solo quería utilizarte. En todo caso, la culpa fue mía, nunca sospeché que fuera una hechicera.
Su padre seguía mirándolo a los ojos y vio el dolor que arrastraba por dentro. Apretó los labios disgustado. Él nunca confió en su hijo, en su criterio y en su capacidad. Cuán equivocado había estado, debió confiar en él. Marco le había dado una lección de inteligencia y humildad. El juicio de él había sido mucho mejor que el suyo propio. Él había estado convencido toda su vida de que el amor era un sentimiento que debilitaba, sin embargo, Marco le había demostrado todo lo contrario y jamás dudaría de su hijo.
Decidió que lo mejor era cambiar de tema, pensar en el pasado le revolvía el estómago.
—Háblame de Fani.
La cara se le iluminó en ese momento, solo por haber pronunciado su nombre. Su padre pudo ver a un hombre perdidamente enamorado. Y fuese quien fuese esa mujer, le agradecería eternamente la felicidad de su hijo.
Él no había conocido esa clase de amor, se caso con Miriam, la madre de Marco, porque los padres de ambos lo habían concertado. Nunca la amó, aunque sí le tuvo mucho cariño y se llevaban muy bien.
—Ella… —dudó Marco, no sabía cómo reaccionaría su padre ante la noticia de quién era—. Ella es la zedhrik.
—¿Qué?
—Ya sé que no es una xerbuk como tú querías, pero… la amo. —Marco fue contundente en la última palabra, dijera lo que dijese su padre, no pensaba separarse de Fani.
—Aunque haya nacido en este reino, ha crecido en el mundo de los humanos, ella pertenece a ese lugar.
—Ya solucionaré ese problema cuando llegue el momento. Por ahora está aquí y está dispuesta a acabar con la hechicera, a ayudarnos.
Por el tono de voz que usaba su hijo, supo que no tenía nada que hacer. Él ya había tomado su decisión, así que solo necesitaba que Marco le respondiera a una pregunta más. En esta ocasión, confiaría en el criterio de su hijo.
—¿Ella te corresponde?
—Sí, bueno… todavía no está enamorada de mí, pero me tiene cariño y está dispuesta a dejar que yo la enamore.
—¿Y si nunca se enamora de ti? ¿Y si todo queda en afecto? —Su padre quiso mostrarle la realidad.
Marco entrecerró los ojos. No había pensado en eso. Ella le había dicho que era muy fácil quererle y le había dado a entender que pronto se enamoraría de él. Pero… ¿Y si no era así? ¿Y si no conseguía que ella lo amara? Fani le había entregado con pasión su virginidad. Nunca había estado con otro hombre, claro que la culpa de eso era suya, nunca le había permitido ir más lejos con ninguno de ellos. Y la pasión se puede encender fácilmente y más con una mujer que está deseando experimentarla. ¿Sería él capaz de conformarse con el simple afecto que ella le ofrecía? Por el momento, él le había dicho que sí, que se conformaba, sin embargo, estaba seguro de que en el futuro sí desearía más de ella.
—Veo que dudas —dijo su padre interrumpiendo sus pensamientos.
—Es que… ella me dijo que era fácil quererme y… creo que lograré enamorarla. Y si no es así, me conformaré con su cariño, no será lo mismo, pero…
—La amas mucho ¿verdad?
—Sí. La he querido desde el momento en que me encargaste cuidarla.
—No me digas —contestó tapándose la cara con las manos.
—Estate tranquilo, nunca interferí en su vida. —Al menos de forma directa, pensó Marco—. Fui por ella cuando tú me lo pediste.
—Está bien, haz las cosas como tú creas. Estaré de acuerdo con lo que decidas hacer.
La rápida aceptación de su padre era algo que Marco no esperaba. Él sabía que su padre quería que se casara con una xerbuk para que la futura reina fuera de su misma raza. Así que oírle acceder tan pronto sin ni siquiera conocerla… le parecía extraño. Su padre estaba cambiado, quizá su encierro le había hecho pensar diferente. Por un lado se alegraba de que al fin confiara en él; por otro, era triste saber que había tenido que estallar una guerra para que lo hiciera.
—Gracias padre —dio un largo suspiro y cambió de tema—. Ahora háblame del cristal.
—Oh sí, el cristal. Está bien escondido.
—¿Sabes cómo funciona?
—No, pero el manuscrito con la profecía está guardado junto con el cristal. Solo lo leí un par de veces, hace demasiados años, no recuerdo bien todo lo que pone. Tal vez hable de cómo la zedhrik debe usarlo. Pronto lo averiguaremos.
—Bien, entonces lo primero que haremos será recuperar el cristal, y al leer el manuscrito ya decidiremos el siguiente paso.
El rey sonrió a pesar de todos los problemas. Su hijo era un hombre muy eficiente. Un guerrero capaz de dirigir no solo un ejército, sino también un reino. ¿Cómo alguna vez pudo dudar de él? Qué necio había sido, se repitió una y otra vez.
Bien, Marco ya lo había dicho todo, así que cuando acabó su desayuno charlaron largo y tendido de todo lo que había ocurrido en los tres años que estuvo encarcelado. Y también pusieron al día viejos recuerdos.
Marco había echado mucho de menos a su padre. De golpe y porrazo tuvo que hacerse cargo de la protección de todos los xerbuks supervivientes, tuvo que esconderlos en aldeas diferentes. Tanto los aldeanos como sus hombres habían acudido a él con todas sus quejas. Había tenido que prometer cosas que ni él mismo estaba seguro de conseguir. Además tenía que proteger a Fani. Y su lista de obligaciones era interminable. Sinceramente se sentía muy agobiado, cansado. Deseaba poder tumbarse en la ladera junto al río, cerrar los ojos y no pensar en nada. Si todo iba bien, lo volvería a hacer y esa vez con Fani a su lado.