Capítulo XIV

 

Hoy estaba particularmente alegre. Todo había salido bien hasta el momento. Y Marco era el hombre perfecto. Jamás había imaginado que ella pudiese ser dueña de un hombre como él. Tan alto, fuerte y masculino. Y además guapo y sexy. Dejando a un lado su aspecto físico, era el hombre con el que ella había soñado siempre. Era amoroso, juguetón y travieso. La hacía reír y además era un romántico. Sí, Marco era todo cuanto ella deseaba. Y ahora que le tenía, sería incapaz de dejarle. Esta mañana ya se había hecho una pequeña idea de lo que sería estar sin él, cuando pensó que podía haberle sucedido algo malo. Se había sentido desesperada, desorientada y perdida. Con un vacío en el pecho insoportable.

Ahora le era imposible imaginar una vida sin Marco a su lado.

Bien, ella conseguiría acabar con esa reina hechicera, bruja o lo que fuera y luego se quedaría con Marco para siempre. Eso significaba renunciar a su familia, aunque podía pedirle a él que la llevara cuando necesitara verles. También sería renunciar a su sueño de trabajar en la escuela y dar clases a los niños, y hacer ese crucero que tanto deseaba. Pero ahora, el sueño que anhelaba su corazón era Marco, y sería capaz de renunciar a todo para estar con él. Porque le amaba, le amaba con toda el alma.

Era increíble cómo le había cambiado la vida en tan poco tiempo. Semanas atrás su única preocupación era conseguir una plaza fija en la escuela y pensar qué se pondría para su cita de la noche. Ahora que lo pensaba… le había dado plantón a Rubén. La noche que se marchó con Marco había quedado con él para tomar una copa. Bueno, había sido mejor dejarle plantado a que más tarde se encontrara con la espada de Marco en su cuello. Este último pensamiento le produjo una buena carcajada.

Cuando calmó su risa le entró la tristeza. Pensar en lo mucho que debió de sufrir Marco por ella. ¿Tanto la quería que sacrificó sus sentimientos para que ella realizara sus sueños? Ya era tiempo de compensar todo ese amor.

Esta mañana no se había atrevido, pero esta noche lo haría. Esta noche le diría cuánto le amaba. Y que trataría de hacerle feliz, como él la había hecho a ella. No iba a permitir que él se arrepintiera de amarla tanto como le estaba demostrando. Le haría ver que había valido la pena esperar por ella.

 

Estefanía había pasado una tarde tranquila paseando con Marco. Tenían que aprovecharla, puesto que sabían que no duraría mucho. Al día siguiente partirían a caballo en busca del cristal, no había tiempo que perder porque la hechicera ya estaría al tanto de la fuga del rey de sus mazmorras. Podría remover cielo y tierra para encontrarlo, incluso castigar a las pacíficas aldeas hasta que se entregase. Ellos no podían permitirlo, las gentes ya habían sufrido bastante, los xerbuks se sentían responsables y ahora ella también.

Ya entrada la noche, se sentía bastante nerviosa. Se puso un vestido que le había prestado Daniela para la cena. No era nada cómodo, pero podría llevarlo por un rato. El vestido era color granate con un ribete dorado que cubría las mangas y el escote. En la cintura lleva un cordón atado también en color dorado a modo de cinturón que caía por delante unos centímetros. El escote era cuadrado y discreto. Daniela también le había dado ropa interior, pero ella se había negado a ponérsela. Sus braguitas y su sujetador eran sagrados.

Marco le había informado que su padre ya se encontraba perfectamente y bajaría para cenar. Estaba ansioso por presentárselo y muy ilusionado también. Le había dicho que su padre y ella eran las dos personas más importantes de su vida. De ahí que había hecho el sacrificio de meterse dentro de aquel vestido, quería impresionar al padre de Marco y haría todo lo posible por entenderse con él. No sabía lo que Marco le habría contado de ella y tampoco lo que su padre pensaría al respecto. Él no quiso decirle nada, pero no importaba,  ya había decidido que iba a hacer feliz a Marco, y lo haría. Por mucho que su padre no estuviera de acuerdo con su relación, ella no iba a estropearle la noche a Marco.

Cuando estuvo lista, salió de la habitación y se dirigió a las escaleras. Se cogió el vestido con las dos manos para no pisárselo y comenzó a bajar por ellas.

Dios mío, le temblaban las manos y estaba empezando a sudar. Estaba mucho más nerviosa a cada paso que daba. Sabía que su encuentro con el rey era demasiado importante, no solo para Marco sino para todos los habitantes del reino, ella, según todos, debía cumplir con la profecía y solo el rey sabía cómo debía hacerlo. Sí, tenía que  hacer todo lo que estuviese en su mano para que la aceptara.

Al otro lado del salón Marco la vio bajar. Nunca la había visto con un vestido de su reino. El color le favorecía a su tono de piel y le ceñía la cintura de forma muy sensual. El balanceo de sus caderas hacía que el vestido se moviese a los lados. Llevaba el pelo suelto y lacio. Retirado de la cara con una pequeña cinta. Solo mirarla le quitaba el aliento y le aceleraba el pulso. Estaba realmente preciosa. ¿Era su vista o en verdad cada día Fani estaba más hermosa? Al final decidió que la respuesta a su pregunta no era lo fundamental. Lo realmente importante era que su Fani estaba con él, que era lo suficientemente generosa como para desear ayudar a recuperar el reino, aunque ella perteneciese a él, tenía su vida en otro lugar muy diferente.

Ahuyentando de su mente los pensamientos de que Fni no pertenecía a Xerbuk, fue hasta el pie de la escalera y le tendió la mano para acompañarla al salón. Ella se la cogió y le dio un ligero apretón. Sin dejar de mirarse a los ojos, se sonrieron de forma cómplice, hablándose sin pronunciar una palabra. Era bonito saber que con solo una mirada y un gesto, se entendiesen. Aquel contacto la hizo sentirse más tranquila, al menos había dejado de sudar.

—Voy a presentarte a mi padre —le dijo dulcemente.

—¿Y debo llamarle majestad o…? —Iba a ser su suegro, pero seguía siendo el rey y eso le creaba mucha confusión.

—No, se llama Aurelio y puedes dirigirte a él como Señor Aurelio o simplemente Aurelio cuando le tengas más confianza. Comprende que no eres de este reino y respeta tus costumbres. Es más abierto de lo que puedas imaginar.

—Ah, vale. Eso es un alivio.

Caminaron hacia un grupo de hombres, que había al otro lado del salón. Enseguida pudo distinguir al padre de Marco. Era bastante alto, el cabello gris ondulado le llegaba hasta los hombros. Tenía una fina barba con los bordes bien definidos y aparentaba unos sesenta años. Tenía muy buen aspecto, no como el día que le rescataron, aunque apenas tuvo tiempo de fijarse porque iban muy apurados y estaba demasiado oscuro. Recordó que su aspecto de aquella mañana era el del cualquier hombre que hubiese estado cautivo durante años sin las atenciones necesarias, el cabello le llegaba más abajo de los hombros y lo tenía todo enredado, su larga barba gris le tapaba casi todo el rostro e iba vestido con harapos. Pero en estos momentos tenía el porte de todo un rey.

Aurelio, cuando la vio llegar junto a su hijo, se despidió de los hombres con los que estaba y fue a recibirla. A mitad de camino pudo distinguir una amplia sonrisa dibujada en su rostro. Parecía una chica encantadora, pensó. Estaba deseando conocerla, el día del rescate no había sido consciente ni de quién tenía parado en frente, solo de que su hijo estaba allí con la zedhrik para rescatarle y daba órdenes a todo el mundo de forma eficaz.

Sin esperar a que Marco hiciera las presentaciones oportunas, Aurelio le tomó la mano y la besó con elegancia. Después alzo la mirada hasta encontrarse con la de ella.

—Me alegro mucho de conocerte al fin Fani. He oído hablar mucho de ti y todo muy bueno, te lo aseguro.

A Estefanía las palabras se le atragantaban en la garganta y sintió un pánico atroz a decir algo inapropiado.

—Eh… Muchas gracias…  señor, yo… también tenía muchas ganas de conocerle, Marco me habló de usted —consiguió decir tímidamente. Lo quisiera o no, estaba frente a un rey y además sería su futuro suegro, eso la ponía aun más nerviosa.

—Estaré toda la vida en deuda contigo por haber ayudado en mi liberación. No hubiera sido posible sin ti.

Estefanía no esperaba esa adulación, y la verdad es que no creía que fuera necesaria. Había hecho lo que tenía que hacer, era su deber. Nuevamente, abrió la boca para intentar hablar.

—Ah… no fue nada… yo… solo quería colaborar…

Marco notó lo nerviosa que estaba, se colocó detrás de ella y posó sus manos en sus hombros dándole un ligero masaje para relajarla.

—¿Qué no fue nada? Fani, mi hijo ya trató de liberarme una vez y no pudo. Fue posible gracias a tu poder. Así que no sea modesta. —Esto último lo dijo ladeando un poco la cabeza. Luego alzó la vista hasta encontrase con la de Marco—. Tienes muy buen gusto hijo.

Después de eso, el rey le hizo un gesto de despedida con la cabeza, se dio media vuelta y volvió con los hombres con los que estaba para dirigirse todos al comedor.

Estefanía se giró para encontrarse con Marco frente a frente.

—¿Qué es eso de que tienes muy buen gusto? ¿Qué le has contado sobre nosotros? ¿No le habrás dicho que me acuesto contigo? —Los nervios de Fani la hicieron soltar preguntas como una metralleta.

—Cálmate cariño, no puedo contestarte todo a la vez —le dijo dulcemente.

—¿Le has dicho que salimos juntos? ¿O que somos novios…?

—Fani, mi amor. Solo le dije que estoy enamorado de ti desde hace mucho tiempo.

—¿Y qué te respondió?

Marco se debatió entre contarle lo que su padre le había dicho o callárselo. En cuanto él le dijo que estaba enamorado de Fani, su padre quiso saber si ella le correspondía. Si él le contaba eso, la pondría en una situación comprometedora. Él no iba a obligarla a que dijera algo que todavía no sentía. Pero, Dios sabía cuánto deseaba oírle decir esas palabras. Aunque sospechaba que sentía algo más que afecto por él, Fani aún no le había dicho nada. Debería tener un poco más de paciencia. Estaba seguro de que ella le quería, si no, no se hubiera preocupado tanto por él y no se habría entregado con tanta pasión como lo hizo esa misma mañana. Solo necesitaba enamorarla por completo. Hacía solo unas semanas que estaban juntos. Semanas intensas, pero unas semanas al fin y al cabo. Le daría más tiempo.

No tenía intención de mentirle a Fani, pero no le diría toda la verdad.

—Se alegró por mí y deseaba conocer a la mujer que me ha hecho tan feliz —dijo Marco al fin.

—¿De verdad?

—Sí, y ahora vamos al comedor. —Le dio un beso en la frente y tomándola del brazo se reunieron con los demás.

Dado que el rey les acompañaba, hoy la cena era de lujo. No siempre se lo podían permitir, sobre todo Marco que solía vivir dentro de su refugio porque era más seguro para él y para los demás. Sebastián que, junto con su hermana Daniela y unos cuantos xerbuks, se refugiaron en casa del líder de la aleda shakt, también tuvieron que racionar su comida.

Los shaks tenían un poder muy importante para todo el reino, sus cosechas nunca se secaban y crecían mucho más rápido. No obstante, tuvieron que ser cuidadosos con la comida pues la hechicera exigía casi la mitad de la colecta de cada aldea shak.

Hoy harían una excepción. Su rey estaba con ellos de nuevo y la zhedrik a su lado. La profecía pronto se cumpliría y el reino volvería a ser como antes. Nadie volvería a pasar hambre, ni moriría de una leve enfermedad, dejarían de ser perseguidos. La paz y la felicidad florecerían de nuevo en Xerbuk, así que este día, era un día festivo y lo celebrarían como era debido.

Estefanía entró del brazo de Marco, se acercaron hasta la mesa y él separó la silla para permitirle sentarse.

Presidiendo la mesa estaba Aurelio. Marco a su derecha y justo a su lado, Fani. A la izquierda del rey estaba el líder de la aldea y dueño de la casa, a su lado se sentaron Sebastián y Daniela. En el resto de la mesa estaban colocados algunos de los guerreros xerbuks y shakts que tenían un cargo importante en la aldea.

La mesa estaba muy bien decorada con un mantel blanco, bordado con motivos florales. Había tres candelabros de bronce repartidos a lo largo de ella con las velas encendidas.

La comida también se veía exquisita. Había varias fuentes con carne asada, salsas y verduras cocidas y el vino corría de copa en copa. Todos disfrutaban del momento.