8. Alcohol frente a diversión

Los integrantes de la sociedad no queremos entender que el alcohol es una sustancia peligrosísima. No obstante, no podemos olvidar que ligados al alcohol se genera un determinado ambiente de distensión que puede convertirse no sólo en excesiva, sino también en situación de riesgo si se une a otra serie de actividades y de sustancias… Y esto sin olvidar que, moralidades aparte, condiciona a la juventud hasta el extremo de que ésta acaba viviendo sólo de noche. Es más, yo creo que, precisamente gracias a la evolución histórica que hemos tenido en materia de Ley del menor, ha llegado el momento de decidir si el alcohol es una droga. Admitiendo que los técnicos opinan que no lo es, no habrá, por el contrario ningún problema en que todos digamos que si no es una droga sí por lo menos es una sustancia peligrosa para el menor. Por tanto, si tenemos una Ley que nos obliga a todos a evitar situaciones de riesgo para los menores, si no compartimos la hipocresía antes mencionada, si llegamos al compromiso de reflexionar sobre el hecho de que estamos en uno de los primeros países productores de bebidas alcohólicas, para cambiar la cultura del alcohol tenemos la obligación moral y legal de prohibir a los menores su consumo en la vía pública. Si un menor quiere beber alcohol que vaya con una persona adulta responsable de él. Es cierto que se reclama la elaboración de algún tipo de ordenanza contra el botellón por causa de sus efectos en la comunidad, pero tampoco podemos olvidar que ya existe una Ley que protege al menor y que las instituciones y autoridades no debemos permitir que los menores «jueguen» con sustancias peligrosas. En principio, ya hablamos de proteger, no de prohibir, sobre todo, admitiendo que estamos ante un problema de mala educación y que estamos recogiendo lo que nosotros mismos hemos sembrado: una infancia y una juventud excelentes, pero en convivencia directa con un alto riesgo en tanto que hemos fomentado el alcoholismo en ellos. Insisto, se hace imprescindible reconducir esta juventud realizando, de entrada, ofertas alternativas de ocio.

Por ejemplo, una buena iniciativa son las llamadas discotecas «light», es decir, aquellas que abren tres o cuatro horas por la tarde sólo para los menores y donde no se vende alcohol. Con ello se lanza un primer mensaje importante: el alcohol no debe ser un elemento asociado siempre a la diversión, sobre todo si se tiene una edad en la que aún se está en formación en todos los aspectos del desarrollo personal.