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Antonio había quedado con el candidato en la
sede del partido. Hacía unos días que había presentado su dimisión
en el gobierno para dedicarse plenamente a preparar las elecciones.
Allí le recibió en mangas de camisa, más sonriente que la última
vez que se vieron. Entraron en un despacho privado y cerró la
puerta.
—Bueno, ¿qué novedades me traes?
Cuéntame.
—Bueno. Hemos hablado y a todos nos interesa
una acción para poder mover el cotarro. Serviría para que la
izquierda abertzale mostrase su rechazo al terrorismo. La oposición
indudablemente pediría una ilegalización y nosotros tendríamos una
oportunidad al desviar el debate sobre la situación
económica.
—Pero en ese caso, todos los votantes de la
oposición acudirían en masa a votarles.
—Efectivamente, pero ese no es nuestro
problema. Ahora mismo prácticamente todos los votantes de la
oposición irán a votar, mientras que los nuestros se quedarán en
casa. Esta acción bien llevada hará que nuestros votantes se
movilicen en contra de la oposición. Y para la izquierda abertzale
supondrá que arrasarán en el País Vasco, aunque no es determinante
para nuestros intereses, ya que no coincide con las elecciones al
parlamento vasco, y tendremos tiempo suficiente como para
desinflarlos posteriormente.
—O sea, que lo que conseguiríamos es
movilizar a nuestro electorado y al voto nacionalista y radical en
País Vasco.
—Y Navarra. Pero con el navarro no contamos,
llevamos demasiado tiempo ninguneándolos, aunque vaya a saber si
les podemos necesitar en el futuro. Lo importante es que
restaríamos votos a la oposición, y además le cortaríamos un
hipotético apoyo nacionalista. Nos interesa además restar apoyo al
bloque no nacionalista en Euskadi ya que no iban a ser votos para
nosotros sino preferentemente para la oposición, y en cambio, el
voto nacionalista podrá apoyarnos puntualmente aquí en
Madrid.
—¿Qué tipo de acción habéis pensado?
—Un atentado directo, tiro en la nuca, a una
víctima ya elegida, muy mediática. Un atentado en Madrid.
Facilitaremos toda la información para que se haga. Mostrará cierto
poder de los terroristas, al disponer de una información
privilegiada. Parecerá que son fuertes, que son capaces de hacer
atentados selectivos y a víctimas protegidas. Darán la sensación de
estar tutelando el proceso de paz. De cara a la izquierda abertzale
no supondrá para sus votantes una víctima que les impida seguir
votándoles y condenarán el atentado, pero como acción, no hacia la
víctima. Para la oposición la víctima elegida es un icono, por lo
que saltarán.
—De acuerdo, prepararemos previamente
nuestro discurso. Jugaremos con esa ventaja, la de tener
descolocados a la oposición.
—Además, la izquierda radical preparará
concienzudamente su discurso, ya que supondrá una importante
oportunidad de desbancar al PNV como primera fuerza nacionalista. Y
el PNV mantendrá su poder, ya que robará votos a los no
nacionalistas, sobre todo de los que están decepcionados con
nosotros y que no quieren que los votos se fuguen a la
oposición.
—Bien, resumiendo. Una víctima seleccionada,
que no supondrá un impedimento para los votantes de la izquierda
radical el acudir en masa a votar, y que nos permitirá monopolizar
el discurso antiterrorista, desviando la atención de la crisis, y
movilizando masivamente a nuestro electorado. ¿Quién hará los
preparativos?
—Nuestra gente ya lo ha preparado, le ha
facilitado los datos de la víctima a los terroristas, que ya han
buscado un piso franco en Madrid. El atentado se perpetrará 4
semanas antes de las elecciones, de manera que los actos oficiales
por la víctima se hagan antes de la campaña electoral. Tendremos 2
semanas para jugar con la ilegalización de la izquierda abertzale y
monopolizar el discurso. Una vez legalizada, la campaña se regirá
por el discurso de la oposición, que se radicalizará, y para las
elecciones nadie se acordará de la víctima. Bien llevado, quizá con
este tema consigamos volver a ganar las elecciones.
El candidato se despidió de Antonio, que
salió a la calle aliviado. Había hecho su trabajo, ahora ya se
desentendería del tema, ya no tenía que mancharse las manos de
sangre, ya había otros que lo harían por él. Según iba para su casa
pensó en cogerse unas vacaciones con su mujer durante el mes
posterior al atentado e irse lejos, no quería volver a escuchar el
rugido de las bestias desmembrando a su víctima. Esta vez quizá ni
siquiera votaría.