21
Cuando llegó a casa estaba vacía. Encontró
una nota de Andrés que se había llevado a la niña al cine, con la
hija de su posible cliente. Eso le fastidió a Ana. No le gustaba
que utilizara a la niña para sus propios intereses.
Fue a la nevera y cogió una de las cervezas
que habitualmente tomaba su marido, la abrió y con ella en la mano
se dirigió a su cuarto. Buscó en lo más recóndito de su armario una
pequeña caja y la abrió. Dentro había una condecoración, que el
mismísimo ministro del interior no sólo se la concedió sino que
personalmente se la impuso en un acto público que recordaba como el
final de su carrera.
Junto a la condecoración una carta escrita a
mano, que jamás llegó a entregar, una carta de renuncia, dura, que
Gutiérrez le había convencido para que no entregara. En la carta
ponía:
Señor Ministro, tengo
que agradecerle la distinción que me ha otorgado. Sin duda es el
mayor reconocimiento que se puede otorgar a una labor como la
nuestra, y el habérmela impuesto usted mismo, es un honor al que
pocas personas pueden aspirar.
También debo
agradecerle el que con esta condecoración se haya hecho pública mi
labor, una labor encaminada en secreto a acabar con una de las
mayores lacras que arrastra este país desde hace muchos años, labor
que se da por finalizada en el punto en el que se me descubre, en
el momento en el que se me presenta a la prensa y se hace público
todo mi trabajo.
Por último, también
debo agradecerle por parte de mis compañeros, aquellos que no han
sido condecorados, que hayan sido descubiertos y puestos en el
punto de mira de los terroristas.
Pero estoy segura que
quien más se lo agradecerá será esa pléyade de políticos más
preocupados en mantenerse en sus poltronas que en acabar con el
terrorismo, aquellos que están esperando una víctima para
arrojársela al contrario mientras aún está caliente con el ánimo de
satisfacer a sus votantes, aquellos que han acabado con nuestra
labor y que nos han expuesto públicamente a todos
nosotros.
Que nuestras muertes
recaigan sobre su conciencia, si realmente la tiene.
La carta la escribió en un momento de
cólera. Durante 4 años había dirigido la lucha antiterrorista.
Durante 4 largos años había infiltrado gente desde la kale borroka,
haciendo caer comando tras comando.
Su labor de infiltración había sido tan
buena que había conseguido invertir la tendencia que se seguía de
que por cada comando que caía, había gente dispuesta a
sustituirlos. Había entrado en prácticamente todas las
organizaciones juveniles del País Vasco relacionadas con la
izquierda abertzale, poniendo gente infiltrada a su alrededor. No
sólo perseguía a los comandos, sino que cuando uno era
desarticulado, sabía quiénes iban a reconstruirlo, y los detenía
con cualquier excusa, evitando esa reconstrucción.
Pero durante esos largos cuatro años de
trabajo no sólo había luchado contra ETA, sino contra todos los
políticos de diversa índole que poblaban la política vasca y
española. En todos los informes que enviaba a sus superiores había
repetido hasta la sociedad que era necesaria una acción política
conjunta para poder desactivar a ETA. Que ETA se alimentaba no de
matar, sino de que en cada asesinato los partidos políticos de
diversa índole lo utilizaran para sus propios fines.
Cada asesinato suponía un paso atrás para el
trabajo de Ana. Su labor era diaria, poco a poco, de ir minando al
enemigo, pero se encontraba que cada acción política de aquellos
que se suponía que estaban de su parte, era un paso atrás en su
trabajo, ya que lo ponía en entredicho, y quien se beneficiaba eran
los terroristas. Esa utilización política de los asesinatos se vio
en peligro cuando su labor consiguió debilitar tanto a ETA que se
le dificultaba en extremo la acción armada. Y cómo la acción
política la tenían atenazada por la ley de partidos, se vieron sin
posibilidad de acción.
Y tenían dos opciones, dar la puntilla a
ETA, o seguir utilizándola. Y al parecer optaron por seguir
utilizando el terrorismo como arma política, y desmantelaron todo
el trabajo de Ana, de la peor forma que podían hacerlo, haciéndolo
público, y destruyendo de paso la carrera de Ana.
Ana intentaba olvidar lo que pasó, pero
aquello fue una inflexión en su vida. De repente se destruyó su
trabajo, y entró en una profunda depresión. Se dio cuenta de golpe
de que toda su vida giraba alrededor de su trabajo, que había
abandonado su matrimonio, sus amistados, sus aficiones por
él.
Y se dio cuenta de que estaba vacía. Y ese
vacío sólo lo recuperó cuando se quedó embarazada. Fue entonces
cuando cambió su vida. Su trabajo ya no era importante, ni siquiera
ya el terrorismo era un tema importante con la crisis económica. Su
matrimonio no se recuperó, pero apareció María, y ella lo llenó
todo.
Hacía mucho tiempo que no miraba aquella
condecoración, ni aquella carta. No la olvidaba, pero tampoco
necesitaba recordarla. Pero aquella mañana se había acordado de
ella, y sintió la necesidad de volver a sacarla.
—Ana, guárdala, no te hagas daño otra
vez
La voz de Andrés detrás de ella la volvió a
la realidad. Cerró la caja y sin decir nada la volvió a dejar en su
rincón. Ni miró a Andrés, fue directamente donde la niña, y la
abrazó y besó.
—Mamá, no seas pesada, anda
Los niños son tan crueles.