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Ana dio un fuerte abrazo a María y bajó del
apartamento directamente al bar. En la puerta había un coche de la
Guardia Civil, pero entró a desayunar, sin hacerles mucho
caso.
Se tomó un café con leche y un croissant y
salió al coche. Se dirigió a uno de los guardias que hablaban al
lado del coche interrumpiéndoles la conversación.
—Soy Ana Lafuente Santander, creo que me
están esperando.
Uno de los guardias civiles le abrió la
puerta del coche mientras el otro se metía dentro. Dio la vuelta y
se puso de copiloto mientras el coche arrancó a gran velocidad con
la sirena puesta.
—Señores... ¿vamos a ir así hasta Madrid?
Anda, no creo que haga falta.
—Perdone teniente, nos han avisado de
Madrid, diciendo que era importante que la lleváramos lo más
rápidamente posible.
—Si, pero en silencio, por favor
El coche enfiló el puerto del Pontón a toda
velocidad. Ana le tuvo que decir que no corriera tanto, que iba a
investigar un asesinato, que ya no podía hacer nada por la vida del
finado.
Una vez llegaron a Cistierna la carretera
mejoró, desapareciendo las curvas, lo cual agradeció Ana
enormemente ya que estaba francamente mareada para cuando llegaron
ahí.
Antes de coger la autovía pararon a echar
gasolina y Ana aprovechó a salir del coche y tomar aire, despejarse
un poco. Entró al lavabo y se mojo la cara. El mareo le había hecho
olvidar el enfado que tenía por haber tenido que abandonar a su
familia en el único fin de semana que se escapaba de Madrid en
años.
Cuando entraron en el coche marcó el móvil
de Gutiérrez. Se imaginaba que aún estaba en la escena del crimen.
Quería que le informara. Se imaginó un ajuste de cuentas entre
drogadictos o traficantes de baja estofa, que era lo que Mario le
asignaba últimamente. Iba recordando sus últimos casos mientras
sonaba el tono de llamada de Gutiérrez, que era una canción de
Motorhead, The Ace of Spades. Siempre le reprochó que en el móvil
de trabajo pusiera ese tipo de tonos poco serios, pero Gutiérrez
era especial, era un hombre libre en la esclavitud del cuerpo y se
permitía esos pequeños devaneos libertarios.
Gutiérrez no respondía, cosa que le extrañó.
Dejó el móvil en el asiento y se puso a mirar por la ventanilla. Su
trabajo no funcionaba, desde lo de ETA la tenían en un segundo
plano, su propio jefe la había defenestrado, y desde entonces
estaba en sus manos. Veía a sus compañeros crecer, promocionar,
pero ella ya había llegado a lo más alto, ya no la dejarían subir
más y la ahogaron en su éxito.
Su matrimonio no funcionaba. Se había casado
con uno de los arquitectos más prometedores de Madrid que se quedó
en el camino, en eterna promesa. Y aunque sus éxitos profesionales
no consiguieron avanzar, su ego sin embargo creció hasta límites
insospechados. No sólo era arquitecto, sino que también ejercía de
arquitecto.
Sólo su niña le mantenía con vida, impedía
que mandara todo a la mierda, que pidiera un traslado, que se
divorciara, que empezara de nuevo. Estaba encerrada en un mundo que
lo único que la hacía feliz le impedía romper con lo que la
martirizaba, maldita paradoja.
Sonó el móvil. Era Gutiérrez.
—Anda, cuéntame los detalles... ¿crimen
pasional? ¿ajuste de cuentas?
La voz de Gutiérrez sonó baja, como si no
quisiera que le escucharan los que le rodeaban, hablando
susurrante.
—Ana, no te lo vas a creer. Mario te ha
mandado a estudiar un crimen bastante tonto, una especie de ajuste
de cuentas. He sido yo el que le ha convencido para que te lo
diera. Estoy en el baño del cuartel, no puedo hablar en voz alta.
Escucha, un individuo disparó sobre otro que salía del metro. Le
pegó un tiro en la cabeza. La bala le atravesó la cabeza. Saliendo
por la boca, un espectáculo muy desagradable, ya te puedes
imaginar. Pero los forenses encontraron la bala, y cuando la vi me
ha parecido algo raro.
—¿Por qué hablas en pasado?
—Porque fue ayer por la tarde
—Mierda, ¿y no podíais haber esperado al
lunes?
—El lunes igual habrían dado el caso a otro,
y este es tu caso. Déjame que te cuente. Encontramos la bala y esta
noche he investigado sobre esa bala, y no te puedes imaginar qué es
lo que me he encontrado. Esa bala sólo se utiliza en un revólver de
calibre 32, no en pistola, y lo más importante, ha habido dos
asesinatos iguales, uno en Barcelona y otro en Bilbao. En la salida
del metro, por la tarde en estaciones concurridas, hombres de
mediana edad, y con revolver calibre 32. Tres asesinatos
iguales.
Ana asimiló lo que le estaba contando
Gutiérrez, tres asesinatos iguales. Los patrones no correspondían a
un sicario. Que las víctimas y los escenarios fueran similares y
que se utilizara un revolver en vez de una pistola hacían de los
asesinatos algo especial.
—¿Se trata de un asesino en serie,
Gutiérrez?
—Si, por eso he hecho que Mario te lo
asignara. Nadie lo sabe todavía, nadie sabe el potencial de este
caso, salvo yo... y bueno, ahora tú.
—¿No se investigaron los otros
asesinatos?
—Por supuesto, Ana, uno los mossos de
escuadra, el otro la ertzaintza.
—O sea, que no hay datos.
—No, ya sabes, cada uno a su rollo. No se
han cruzado datos. He buscado en la red común de la Interpol, ahí
ha aparecido todo. Mira, vente para el escenario del crimen, está
en la boca de Sol.
—¿Tan céntrico ha sido?
—Si. Intentamos hacer una jaula, pero te
puedes imaginar que ahí poco se podía hacer.
—Bueno, si ha actuado en Madrid, Bilbao y
Barcelona, acabará saliendo de la ciudad. Habrá que
plantear...
Ana se dio cuenta que los dos agentes que la
conducían escuchaban atentamente y se incomodó. Si Gutiérrez había
mantenido el secreto, no era cuestión ahora de hacer público el
planteamiento de la investigación.
—Vamos para Sol, espérame allí, quiero ver
el escenario yo misma. Lleva todo el material, lo estudiaremos
sobre el terreno.
—Ok.
Colgó el teléfono y llamó a Andrés. Se puso
María, que excitada le contó que había visto una cueva enorme con
una cascada, y un río donde había tirado una moneda y pedido un
deseo. Le mandó besos y se fue. Se puso Andrés y le contó que
estaban en la Santina, que no podían subir a los Lagos porque aún
había mucha nieve, pero que se irían a Ribadesella, que a María le
apetecía conocer donde había nacido la princesa de Asturias.
Parecía fastidiado. Enseguida con la excusa de que la niña se iba
colgó.