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Ana salió del despacho y empezó a pensar en el informe que le prepararía a Mario. Después de darle vueltas llamó a Gutiérrez y se reunió con él. Le dijo que le preparara la parte sucia del informe, o sea, los informes forenses, de balística, los interrogatorios a testigos, informes iniciales de los asesinatos, en definitiva, que reuniera toda la información.
Le pidió que todo informe escrito estuviera en letra de 14 puntos y a doble espacio. Le interesaba tener un tocho de datos, voluminoso, y que sobre todo, resultara pesado de leer, para desanimar a quien le tocara a empezar a analizar esa información.
Ella prepararía el informe, que en esencia coincidiría con lo que le había contado el comisario Goikolea de Bilbao. Menos no podía poner, ya que se le podía acusar de ocultar información, pero el resto de conclusiones preliminares del caso de momento eran suyas y de Gutiérrez, y así deberían seguir.
Sabía que habría filtraciones a la prensa, que incluso los informes forenses y de balística llegarían a manos de periodistas de investigación, de esos que publicarían sus propias conclusiones orientadas más que a esclarecer el caso, a aumentar las ventas de sus periódicos, por lo que el caso se contaminaría, y era preciso que ella y Gutiérrez se mantuvieran puros, alejados de juicios paralelos.
El asesino era muy listo, la acababa de liar. Ahora que todo el mundo le buscaba, ahora que había tres cuerpos de policía unidos contra él, ahora que la prensa le acosaba y que todo el mundo vería sospechosos en las bocas de metro, ahora era el momento en el que se encontraba más protegido.
Ana sabía que el asesino era consciente del error que había cometido en el Bernabéu y de lo expuesto que había estado. Sabía que un error así no lo podía volver a cometer. Mario sin duda se decidiría por controlar todos los eventos deportivos en la búsqueda del asesino, pero Ana creía que no lo volvería a hacer así, ya que el asesino se protegía, y sabría que pondrían vigilancia en todas las bocas de metro cada vez que habría partido.
Aunque pensándolo mejor, quizá no fue un error, sino que sabía que podía asumir ese riesgo, ya que sabía que los esfuerzos policiales se centrarían en esos días de fútbol, dejando abiertas otras puertas.
Y quedaban dos asesinatos. Si el siguiente no se hacía en día de partido, como sospechaba Ana, el asesino dejaría la puerta abierta a actuar como quisiera en el último. Si actuaba en día de partido, el último lo tendría fácil, ya que los esfuerzos policiales se centrarían en los días de partido, y en la ciudad que faltara.
Seguía dándole vueltas. ¿Dónde actuaría el asesino la próxima vez? En Bilbao la policía tenía más experiencia en operaciones jaula, y las salidas de la ciudad eran más contadas que en Barcelona, que era también una ciudad más grande. Lo más probable es que el siguiente asesinato fuera en Bilbao, y dejara Barcelona, más sencilla para escapar, por ser más grande y ofrecer más posibilidades de salida, para el último asesinato.
Eso si no le daba por repetir Madrid. Demasiadas posibilidades.